7 de diciembre de 2012

PASIÓN POR LA DOCENCIA Y LA VIDA: ISABEL REYES LAGUNES


Por Jazmín Zavala H.
México (Aunam). Nadie se imaginaría que detrás de una académica tan reconocida con el nombramiento de Profesora Emérita, existe una mujer que a pesar de su extensa trayectoria laboral y docente, abra su corazón y el baúl de sus recuerdos para narrarnos los hechos que marcaron su vida y que hacen de ella un ser humano único.

Con su amable y eterna sonrisa, me recibió una mujer de estatura media, complexión muy delgada, ojos pequeños y cabello rubio cuidadosamente peinado. Lucina Isabel Reyes Lagunes, “Isa”, como todos la llaman, irradia energía, su piel arrugada y su mirada cansada no le impiden compartir su frescura y optimismo.

El encuentro

Su oficina, ubicada en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), delata su amor por el trabajo pues ese pequeño cuarto parece su segunda casa, contiene decenas de fotografías que relatan, por sí solas, la vida profesional y personal de la doctora Reyes Lagunes.

En una de las paredes, en espera de ser también portadora de un pedazo de su historia, se encuentran los dibujos que su nieta Mariel, su mayor alegría y adoración, le hizo en sus primeros años de vida, uno de ellos firmado con la frase “para abuela”.

Maricela Martínez, colaboradora de investigación con la doctora, asegura que lo más importante para la profesora emérita es su familia y, en especial sus nietos, pues su sueño más grande era conocerlos y verlos crecer: “con ellos es extremadamente cariñosa y consentidora, siempre nos mantiene al tanto de su desarrollo social y biológico”.

A pesar de haber pertenecido a una de las primeras generaciones de psicólogos universitarios, que aún no tenía un objeto de estudio claro, la profesora Reyes fue merecedora, el 28 de marzo de 2008, del emeritazgo otorgado por la UNAM, cargo que reciben profesores e investigadores con una larga trayectoria, en reconocimiento por sus méritos en su área de estudio o aportaciones a otros campos.

Sin importar que al principio su generación no tuviera un propósito definido, actualmente la emérita cuenta con líneas de investigación en Cultura y Personalidad, Etnopsicometría y Psicología Política.

Ha recibido diversas distinciones como la Medalla Gabino Barreda por Estudios de doctorado, y Distinción por Aportaciones a la Psicología de la Universidad de Las Américas de Cholula Puebla, Premio Creadores de la Psicología Social por parte de la Asociación Mexicana de Psicología Social, Premio Sociedad Interamericana de Psicología, entre otros.

Entre sus publicaciones y colaboraciones más importantes se encuentran: El desarrollo de la personalidad en dos culturas: México y Estados Unidos; El impacto de la televisión educativa en el desarrollo infantil; Evaluación de Plaza Sésamo en México; La personalidad del mexicano, entre otras.

“Cuando entré a la UNAM, fue difícil pues yo fui parte de la tercera generación de la carrera de Psicología y muchos de nosotros no sabíamos a qué veníamos. Tuve una gran suerte porque desde el principio formé un grupo de estudio interesante en el que encontraría a mi primer esposo, René Ahumada, quién hizo dos grandes aportaciones a mi vida: mis dos hijos”.

“Nunca nos autonombramos pero éramos un grupo que llamaba la atención, eso me permitió involucrarme rápidamente con la UNAM y comenzar mi trayectoria”, cuenta la profesora emérita.

Chilanga por adopción

La doctora es tamaulipeca, norteña de nacimiento pues creció en el norte del país, y chilanga por adopción pues llegó a la Ciudad de México a estudiar la preparatoria y a quedarse por amor a su profesión, misma que le permitió conocer a su “Padre Intelectual”, Rogelio Díaz Guerrero, quién se ganó el cariño de “Isa” por apoyarla y creer siempre en ella, razón suficiente para llamarlo Padre.
Plaza sésamo en México

Al hablar de sus investigaciones y publicaciones, la doctora alza la voz y narra su experiencia con el trabajo que marcó su vida, sus palabras y tono reflejan el orgullo y alegría de haber colaborado con su “Padre intelectual” para cambiar el rumbo del desarrollo infantil en México:

Mi “Padre intelectual” Díaz Guerrero y yo somos los culpables de que haya existido Plaza Sésamo en México. Vivía en Texas cuando mi hijo mayor tenía dos años y medio y veía Sésamo Street, versión estadounidense del proyecto.

El hecho de que mi hijo comenzara a hablar inglés rápidamente con ayuda del programa me impactó y se me ocurrió traerlo México, porque me preocupaba el desarrollo de los niños mexicanos.

Después de una competencia reñida entre diversas naciones latinoamericanas como Brasil, Argentina, Chile y nuestro país, ganamos la transmisión de Plaza Sésamo, su traducción y adaptación viene de la existencia en toda Latinoamérica de plazas en donde hay “tienditas y escuelitas”, narra la profesora emérita.

Turismo académico

La mayoría de las fotografías que se encuentran en la oficina de la doctora, retratan los viajes que realizó a diversos lugares del mundo como China, Estados Unidos y varios países latinoamericanos. La historia detrás de esas imágenes y algunas anécdotas que marcaron sus visitas fueron reveladas:

Viajar te enseña mucho, mis viajes eran de trabajo, pero también existe el turismo académico; es decir, utilizas el pretexto de irte a un congreso y te tomas algunos días más para descansar y conocer el lugar, dice la doctora, y ríe como si quisiera revivir aquellos momentos.

No quiero ser presumida pero podría casi jurar que conozco toda América, esto gracias a las reuniones y conferencias de la Sociedad Interamericana de Psicología, de la que fui la primera mujer Presidenta.

Practicaba este tipo de turismo porque el salario universitario no te hace rica, yo supe que existía la primera clase en los aviones por suerte, pues mi boleto se revendía y me pasaban a esa zona. En ese tiempo, los únicos dos viajes que hice fuera del campo académico o laboral, fueron mis dos lunas de miel, porque me casé dos veces.

Cuando era joven y me estaba divorciando conocí muchos lugares pero no tenía dinero para llevarme a mis hijos por lo que me remordía la conciencia y no iba a turistear, mis padres eran quienes los cuidaban. Ahora las cosas cambiaron y viajo mucho por placer, recuerda y cuenta la aún catedrática de la UNAM.

La muerte

Los pequeños ojos brillantes de la doctora se llenan de lágrimas al recordar el momento más difícil de su vida:

La muerte de mi Maestro Díaz Guerrero fue la locura, ¡que cosa tan monstruosa! Él estaba viviendo en Cuernavaca y yo iba en el carro a verlo cuando me llamaron para decirme que había muerto. Son de las peores cosas que te puedan suceder.

Mi “Padre intelectual” siempre fue muy positivo y la última vez que lo vi propiamente dicho, fue aquí afuera de mi oficina y me dijo: “hija, me van a operar pero aún tengo muchos años para vivir”. Pactamos un encuentro pero nunca llegó….

La doctora suspira y retiene las lágrimas que quieren salir de sus ojos, mismos que reflejan el dolor y la tristeza que su corazón siente al revivir esa pérdida.

¡Que me digan maestra!

En contraste con el momento anterior, la sonrisa de “Isa” regresa a su rosto, su mirada de nuevo se ve entusiasta y alegre cuando nos habla del motivo por el cual vive:

¡Me encanta lo que hago! Estoy enamorada de la psicología pero también de enseñar y de que esto tenga impacto en la gente y mientras yo tenga vida lo seguiré realizando.

Es impresionante saber cuántas personas pasaron por mis manos, hay quienes me han de odiar pero hay otras que cuando me encuentran y me reconocen me llenan de alegría porque aún me llaman “Maestra”.

Me llena de felicidad cuando caminando en un centro comercial buscando regalos para Navidad, se me acerca alguna persona para decirme: “¿le puedo presentar a mis hijos?, porque yo les he hablado de usted.

Eso me inyecta toda la vida, ¡eso es lo que te mantiene hija! Otra cosa que me mantiene viva es que me busquen mis ex-alumnos para dirigirles sus trabajos de doctorado o la Maestría o la Licenciatura, ¡es una maravilla!, relata con alegría la también investigadora.

Areli Reséndiz quién es asesorada por la doctora Reyes Lagunes asegura que a pesar de sus múltiples reconocimientos y su nombramientos, muestra humildad y preocupación por los demás ya que lo que la mantiene viva es transmitir sus conocimientos e impulsar y asesorar a jóvenes que están interesados en obtener grados mayores en sus estudios.

Últimos sueños

La edad avanzada de la doctora Isabel Reyes Lagunes y la enfermedad que invade su cuerpo, de la cual prefiere no hablar, no le impiden hablar del futuro:

Académicamente quiero seguir siendo alguien a quien busquen y que sirva lo que estoy haciendo. Ya les he dicho a mis amigos e hijos que el día que ellos noten que ya no soy la misma Isa, que ya no tengo la misma memoria y que ya no soy productiva, que me amarren a la pata de la cama y no me dejan salir, yo quiero y espero ser lo suficientemente consciente e inteligente para darme cuenta cuando empiecen a bajar mis habilidades.

Quiero seguir ayudando y aportando, lo que me falta es ver crecer a mis nietos, espero tener la suerte de mi madre pues ella vio crecer a sus nietos y bisnietos, esta es la mayor ilusión de mi vida, ver cómo se desarrollan y, por qué no, hasta conocer a sus esposas. También quiero seguir siendo parte de la vida y de la gente, cuenta “Isa” y mira hacia la pared que resguarda sus fotografías como si anhelara que su vida no terminara nunca.

Un nombre por tradición

En este momento de la entrevista, tengo curiosidad por saber por qué el primer nombre de “Isa” nunca aparece, lanzo la pregunta y la doctora sonríe:

Mi madre también se llama Lucina aunque nunca le gustó el nombre. A mí me lo pusieron por tradición pues antes un hijo llevaba el nombre del papá y cuando supieron que sería mujer, mi padre quiso que me llamaran Lucina.

Aunque mi madre no estaba de acuerdo, en ese tiempo contradecir a un marido era imposible e imperdonable, entonces me lo pusieron. Cuando nací, el ginecólogo dijo “acaba de nacer Isabelita” y mi madre se agarró de eso para llamarme también Isabel, narra y ríe la profesora emérita, pues asegura que nadie la conoce por el nombre de Lucina.

Torneo familiar de boliche

Yo juego boliche, comencé a jugar por mis hijos porque ellos querían hacerlo, yo siempre me despertaba muy temprano pero mi marido no y menos los domingos que era cuando jugaban los muchachos, entonces realizar esa actividad le permitía a mi marido dormir hasta tarde y a mis hijos, entretenerse, así se creó un torneo familiar en el que participé.

París, mi destino por costumbre

El lugar favorito de la doctora es París, pues dice que siempre tuvo la esperanza de conocerlo, se moría por ir allá donde los sueños y el amor nunca terminan:

Todos mis vuelos pasan por Francia, yo no sé por qué, fíjate, yo voy a Alemania y tú crees que tengo que bajarme en París y quedarme unos días ahí, a cualquier lugar que vaya, siempre mi avión se detiene en ese lugar. Esta ya es una costumbre que forma parte de mi vida relata “Isa”, y me muestra algunas fotografías que se tomó en el “País del amor”.

Hotpants

Al parecer, la profesora emérita fue una diva de la moda, ella cuenta cómo a pesar de su actual apariencia que denota conservadurismo, en su juventud utilizaba las prendas novedosas de la época:

De jovencita yo me vestía muy a la moda, ahora soy tradicional pero en esos tiempos, en los años 70, aparecieron los hotpants (shorts “cacheteros”), y luego uno no se fija y es ignorante, entonces fui a trabajar a Estambul con el padre de mis hijos y al bajar en un elevador un hombre gritaba repetitivamente ¡Mama mía!, lo cuál me hizo sentirme ofensiva y vulgar.

La reacción de aquel individuo me asustó tanto que durante mi estadía en ese lugar, no volví a subirme a ningún elevador por miedo a causar la misma sensación en otros sujetos, narra la catedrática y se carcajea pues hace una comparación con mi atuendo juvenil advirtiéndome de ese tipo de hombres.

Maestra Mafalda

El hecho de que “Isa” no soporta las sopas es tan famoso que muchas tesis están dirigidas a ella con la leyenda “A Mi Maestra Mafalda”, he aquí la historia de esta analogía:

Yo no soporto las sopas, ni las como, y cuando visito Argentina, me encuentro con la revista de Mafalda, la conozco y ¡Santo Dios! Esta comparación comenzó a hacerse muy famosa. Una tesis de doctorado incluso, tiene en el espacio de agradecimientos, un dibujo de este personaje con mi cara. ¡Imagínate nada más!

La música de Frank Sinatra

La música clásica y romántica me vuelve loca, soy una adicta a la música yucateca, todos y cada unos de los discos que existan de ese género los tengo.

Soy muy adicta a Frank Sinatra, cantante y actor estadounidense, su música me gustó desde jovencita y tengo todos los discos que te puedas imaginar de él, y afortunadamente sus canciones siguen vivas gracias a los nuevos artistas que hacen propuesta más modernas de sus obras.

La música clásica es mi pasión. Yo aprendí a tocar el piano antes que a leer y escribir. Ahora sé leer y escribir, no sé tocar el piano, y esto jugó un papel muy importante en mi gusto por este género, asisto regularmente a conciertos en la sala Nezahualcóyotl de la UNAM, así que ahí me verán casi siempre.

Comida japonesa

Fui a Japón hace muchos años, cuando estaba en un proyecto, haciendo un libro acerca de una investigación. La primera reunión fue aquí en México y yo procuré que los colaboradores extranjeros se hospedaran en hoteles que utilizábamos los mexicanos, ubicados en la Zona Rosa, y los llevaba a restaurantes comunes.

Entonces, mi amigo japonés Takashi Tsukamoto hizo lo mismo, la reunión fue en Japón, y nos llevó a hoteles y restaurantes comunes y ¡ándale!, ¡que probé su comida! Y lo que en México había probado en restaurantes japoneses, no tiene nada que ver con su pinche comida japonesa ¡casi me muero! ¡Allá te tienes que comer pedazotes de pescado crudo!

¿Reconocimiento por hacer lo que más me gusta?

Desde que conocí a la Profesora Isabel Reyes Lagunes, surgió una duda muy interesante, muchas personas tienen metas desde que nacen pero otras no se imaginan el futuro que les espera, en el caso de esta maravillosa mujer su respuesta a la pregunta ¿alguna vez se imaginó llegar tan lejos?, fue la siguiente:

No hija, para qué es más que la verdad, siempre me gustó lo que hacía pero nunca pensé que alguien fuera a reconocer lo que hacía porque hago las cosas con tanto gusto que no me lo esperaba.

Un día un alumno me preguntó ¿y por qué no fue directora de la Facultad de Psicología?, entonces me puse a pensar, a mí nunca se me ocurrió ser Directora y yo nunca he estado en una terna para serlo, y no es porque nunca haya sonado mi nombre, todavía sigue sonando, todo el tiempo, cada que hay elecciones suena.

Acepto ir a entrevistas que tienen que ver con el tema de elecciones o administración pero lo hago no porque me interese ganarlas, sino porque a veces se tratan de aportaciones académicas y lo he hecho con mucho gusto.

Conozco a miles de personas que desde que están estudiando piensan en cómo quedar en un puesto administrativo y a mí nunca se me ocurrió. Cuando recibí el emeritazgo me sorprendí muchísimo y me dio mucho gusto y lloré porque es un honor y es padrisísimo.

Un hasta pronto

Había transcurrido más de una hora y media cuando la doctora se dio cuenta de que su agenda esperaba, casi sin quererlo, se despidió pues algunas llamadas y personas aguardaban por ella. Me dijo con amabilidad que si necesitaba algo más, no dudara en ir a visitarla lo cual me dio la impresión de que aún tenía mucho por contarme.

La profesora emérita volvió a su rutina diaria pero con una mirada risueña y jovial pues sus recuerdos más íntimos habían sido recordados y revelados.








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SARA PANTOJA, LA MUJER UNIVERSAL


  • Orgullosamente egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Por Guillermo Domínguez
México (Aunam). Sara Pantoja es carismática y de paso firme; habla con una combinación sutil entre prisa y amabilidad, características de una persona ocupada, pero feliz de atender a otros. Una mascada morada rodea su cuello y se balancea conforme pasea por ascensores, sube escaleras, abre las puertas o recorre los pasillos del gran laberinto que parece ser la redacción de El Universal.

Una mirada juvenil y reflexiva parece tener algunos años en su rostro, quizá desde los diecisiete cuando deseaba hacer periodismo por radio, pero terminó trabajando para medio escritos.

Su primer acercamiento formal con el oficio fue en una agencia de noticias; allí monitoreaba medios desde las cuatro de la mañana. Posteriormente, pasó a realizar prácticas profesionales en la revista Proceso, bajo el mando de Carlos Acosta, en la sección de Archivo. Hasta que el medio cambio de editores, en el año 2000, pudo reportear en la sección de Ciudad, comandada por Raúl Monge.

En entrevista o fuera de ella no cambia, sigue siendo la jovial persona que carga dos celulares y agenda su itinerario en un cuaderno forma francesa de pasta gruesa, con una impecable letra color negro.

En una pequeña mesa con cuatro sillas, situada en un cuarto rodeado en su mayoría por cristales y ventanas, recuerda que lo primero que la llevó a la labor periodística fue la posibilidad de tener una relación con la gente, de realizar un servicio a la sociedad; poder informar y denunciar, por medio de la investigación, sobre lo que no está bien con el país.

Metrópoli, sección del diario El Universal dedicada a lo referente a la ciudad de México, ha sido su casa desde hace siete años; sin embargo, las primeras notas que aparecen con su firma son del año 2006 y se remontan a dos producidas el viernes primero de diciembre. Los titulares de éstas son: “Roban al banco y clientes de la sucursal” y “Anuncia AMLO marcha pacífica hacia el Auditorio Nacional”.

Sobre el oficio

Sus letras son eficientes, concisas y casi inmediatas. Con la misma facilidad presenta diversas historias sobre altos funcionarios del gobierno, también puede narrar la vida de una mujer de 76 años que además de abuela es motociclista o, por qué no, hablar de un conductor del metro con cuarenta y tres años servicio o de la primera mujer latina en escalar el Everest, en fin, puede cubrir a todos los personajes de una ciudad, nunca descansa.

Ganadora del Premio en Periodismo en Tecnología Agrícola 2012, otorgado por ProBIO, por el reportaje realizado en conjunto con Eduardo Camacho titulado “Transgénicos en México suficiencia o dependencia”, declara sentirse conforme con su labor, pero le encantaría viajar para hacer reportajes.

Al teclear su nombre en el buscador de noticias de El Universal se encuentran más de siete mil notas ligadas a su autoría, mismas que se ubican en las secciones de Red Política, El Universal TV y Metrópoli.

Se siente satisfecha con el periodismo porque es una herramienta para narrar historias y denunciar situaciones que no benefician a la sociedad, “lo más padre es cuando una nota tuya genera una reacción del gobierno para ayudar a la gente”.

La pluma de Sara fue una de las que denunciaron la presencia de negocios clandestinos en los que se vendía alcohol cerca de escuelas de la delegación Coyoacán; estos lugares fueron cerrados meses después por las autoridades.

Al momento de escribir, ella trata de “tejer con las palabras”, frase que heredó de Raúl Monge, pues asegura que con ellas crea metáforas, juega con el texto y sitúa al espectador en escenarios que de otra manera no podrían conocerse.

Aunque es una de sus pasiones, cree que el periodismo es una profesión mal pagada y en la que "no hay buenas prestaciones", escenario que impulsa a algunos de sus colegas a caer en la tentación del ‘chayote’: "su situación laboral obliga a que algunos lo reciban. Hay quien gana 2000 pesos a la quincena, tiene 3 hijos y renta una casa. Sin embargo, no lo justifico, estoy en contra y cuando me lo ofrecen lo rechazo”.

Una de las cosas que le molestan de su oficio es la tendencia con la que los diarios contratan por outsourcing y por free lance, donde se ofrece trabajo a destajo, con "cero prestaciones y ningún compromiso".

La reportera, que suele trabajar hasta 16 horas seguidas y difícilmente ve a su familia, encuentra desafortunada la diferencia de salarios y puestos otorgados a periodistas por sus influencias y no por su capacidad: "puedes no tener mucha carrera, pero si vienes recomendado puedes ser reportero triple A y ganar hasta 30 mil pesos. A diferencia de quien tiene cinco años en un periódico y apenas logra ser redactor B o redactor C".

Autocensura, respuesta ante las amenazas

Confiesa haber sido amenazada en algunas ocasiones debido a sus investigaciones; como solución decidió autocensurarse cuando ser necesario por su seguridad. Aunque, en algunas ocasiones es el diario quien le pide dar marcha atrás a algún tópico en específico.

Durante todo el tiempo que lleva laborando como reportera, ha tenido que lidiar con la línea editorial de “El Gran Diario de México”, la cual reconoce como un mecanismo impuesto que se puede combatir con el trabajo duro: “la lucha está en que tú defiendas un tema y busques que se publique. Aquí lo llamamos vender la nota”.

A las mujeres “nos ha tocado abrirnos espacios y hacernos respetar”

Como pocas mujeres en la profesión, Sara Pantoja comenzó cubriendo nota roja, una fuente en la que la mayoría es del sexo masculino. Se siente orgullosa que a las mujeres “nos ha tocado abrirnos espacios y hacernos respetar”.

Durante años combatió con el prejuicio de otros periodistas que la tildaba de insuficiente en el quehacer periodístico por su género, pero jamás aceptó tal diferencia; frecuentemente enunciaba la frase: “no soy niña, soy reportera y me respetas”.

A pesar de mostrarse en desacuerdo por el trato que en ocasiones se da al sexo femenino en este tipo de fuente, supo aprovechar la situación para encontrar caminos alternos y obtener la información: “Siendo mujer hay cierta facilidad para acercase al jefe policiaco, sin malinterpretar, y pedirle información. No es que llegues enseñándole una bubi o algo por el estilo.” Y, agrega que es más sencillo acercarse y pedir información de manera educada y directamente con el responsable.

En cuanto al contenido de la nota roja, considera que “las mujeres le hemos impreso cierto sentido humano. Hay compañeros y fotógrafos que te dicen: Si no hay sangre ni sesos afuera, no hay nota. Yo me centro en la historia de la persona; trato de hablar con los familiares y darle un poquito más de sentido”.

Exigencias del medio

Además del periodismo escrito, el medio le ha exigido que se actualice constantemente para poder manejar redes sociales, video y fotografía. Con el fin de estar a la vanguardia, ha tenido que pagarse cursos de edición y realización en diferentes plataformas.

Considera que el futuro del periodismo será en línea, por ello “si no le entras a lo multimedia, estás fuera”; sin embargo, cree que “las empresas y las escuelas no están preparando a los reporteros para adecuarse a este mundo”.

“El periodista debe cargar con teléfono o cámara que grabe video y que pueda mandar información inmediatamente; debe manejar redes sociales, programas de edición para foto y video; saber idiomas y tener una estupenda ortografía. Los profesores deben reprobar a los alumnos que escriban ‘abión’ o ‘icencia'”, sentencia mientras juega con uno de sus anillos.

Sus ojos suelen desviarse esporádicamente para recordar algunos datos, pero permanecen, la mayor parte del tiempo, centrados y atentos. Su mirada se pierde en el infinito cuando habla de una de sus metas a futuro: escribir libros de periodismo narrativo y multimedia.

La pluma de Sara Pantoja es una de tantas que han construido la historia de uno de los principales diarios del país. Sin embargo, ella se destaca por su característico y eficiente estilo; por su olfato periodístico que le permite encontrar la noticia al momento y ve el hecho desde diversas aristas; además, tiene un plus: es de las pocas periodistas que dejan de plasmar números para centrarse en construir historias.






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6 de diciembre de 2012

ES PAPEL DE LA UNIVERSIDAD LOGRAR UNA SOCIEDAD INCLUYENTE

  • Todos somos un producto social: Nacho López
  • Realizan Primeras Jornadas de Discapacidad e Inclusión
Por Mayra Itzel Rivera Mejía
México (Aunam). La Universidad, pero en especial los estudiantes de las Ciencias Sociales, tienen la obligación moral y ética de hacer de la sociedad un todo incluyente, expresaron los directores de la puesta en escena “Perseguir tu sombra”, Nacho López y José García.

Son los estudiantes quienes tienen que hacer ver a la sociedad lo importante que es la inclusión de las personas discapacitadas en ella, pues “todos somos un producto social”, declaró Nacho López al ser cuestionado respecto a la función que desempeñan este tipo de actividades dentro de la Universidad.

De igual forma, el co-director de la puesta en escena, José García, afirmó que es obligación de la Universidad actuar como factor incluyente de todos los elementos que componen la sociedad, función que hoy está entre las prioridades de la Institución.

En tanto, Juan Carlos Pagaza, un joven actor, dijo estar conforme con las Jornadas de Inclusión dentro de la Universidad, las cuales pueden ser aún mejor si logran difundirse a toda la sociedad, en otras escuelas y en centros comerciales.

La obra Perseguir tu sombra del grupo de actores El-tren-en-duermevela se presentó en el Auditorio Ricardo Flores Magón de la FCPyS de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La puesta en escena se distinguió porque los jóvenes actores, pesar de sus limitaciones psico-motrices, lograron cautivar al público que los acompañó.

“Con esta presentación se pretende dar dos mensajes, el primero, que a pesar de las limitaciones que puedan tener, los seres humanos, son capaces de alcanzar cualquier objetivo y, segundo, podemos ser diferentes pero, finalmente, todos somos iguales”, explicó Juan Carlos Pagaza antes de abandonar el escenario.








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DISCRIMINACIÓN A CENTROAMERICANOS; SUDAMERICANOS “CON LA MESA PUESTA”

Por Daniela Lemus
México (Aunam). Mientras los migrantes centroamericanos sufren explotación y discriminación en México, los sudamericanos llegan a este país “con la mesa puesta”, opina el académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México, Napoleón Glockner.

Glockner, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), consideró que existe una gran diferencia entre los migrantes sudamericanos y centroamericanos debido a características meramente raciales.

Aseguró que esta diferencia se ve reflejada en las labores que llegan a realizar los centroamericanos y los sudamericanos en México. “Por el físico y las características raciales, los sudamericanos llegan aquí con la mesa puesta”, abundó Glockner, maestro en Ciencias de la Comunicación.

Expuso que la gran tendencia de las casas publicitarias mexicanas es la de contratar a personas sudamericanas para desempeñar el trabajo de modelos por sus características “latino-internacionales”. Declaró que los flujos migratorios han aumentado, sobre todo, el de sudamericanos, debido a esta tendencia

Comentó que de las personas que asisten a los castings para promocionar un producto nacional, 80 por ciento son extranjeros, consecuencia que atribuye a las características requeridas y a que “somos una nación malinchista”.

Mencionó que se han establecido casas de contacto en colonias como la Condesa, la Roma, Narvarte y la del Valle; donde migrantes argentinos, chilenos o brasileños son invitados a trabajar de manera ilegal como modelos. Agregó que en estos lugares se han fundado redes de prestanombres que permiten el uso de sus recibos de honorarios, enfatizó al señalar la ilegalidad de estos hechos.

De acuerdo con el profesor Glockner, los migrantes centroamericanos, a diferencia de los sudamericanos, realizan trabajos que los ciudadanos del país no harían, por tanto, “la situación de los centroamericanos en México es equivalente a la de los mexicanos en Estados Unidos”, puntualizó.

El profesor de Geopolítica de la FCPyS, Federico del Valle, añadió que el migrante centroamericano se encuentra en una posición desventajosa, pues las personas que vienen de El Salvador, Guatemala y Honduras, entre otros, actualmente se han convertido en blanco de los narcotraficantes y bandas delictivas.

Este interés por el migrante centroamericano se debe, de acuerdo con el académico, a que es un blanco fácil, que está necesitado y del cual el gobierno no tiene mayor conocimiento. Esta fala de conocimiento la relacionó con las características de la frontera sur es muy “porosa” y, por otro lado, a la corrupción por parte de las autoridades.

Para Valle Osorio, la solución a estos problemas de discriminación y explotación está en la reforma a la ley migratoria e, incluso, como primer instancia, en la militarización de la frontera.

Ambos académicos señalaron que el relajamiento de las autoridades migratorias y la discriminación racial persisten y que esta es la razón por la cual resulta una contradicción que, por un lado, se exija a las autoridades estadounidenses el respeto a los derechos de los migrantes mexicanos y, por otro, discriminemos a los centroamericanos. “México no tiene autoridad moral”, concluyeron.





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CULTO A JUDAS TADEO, PRETEXTO PARA DROGARSE Y VENDER SU IMAGEN

  • Fieles de San Judas Tadeo desconocen el porqué de su devoción
  • Reggaetón, moda y fanatismo: elementos clave en el culto a San Judas
  • Adoración de una deidad con un toque comercial

Por Mayra Itzel Rivera Mejía
México (Aunam). El culto a San Judas Tadeo se ha convertido en una creencia sin fundamento que sirve como pretexto de los “fieles” para drogarse y vender una imagen religiosa capaz de “hacer milagros”, coincidieron algunos alumnos y comerciantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, al ser cuestionados sobre la celebración del 28 de cada mes en la Iglesia de San Hipólito.

San Judas Tadeo es actualmente uno de los santos más populares gracias a los numerosos milagros que –según sus creyentes— concede, es conocido como “el Patrón de las casos difíciles y desesperados”; además, se ha convertido en la deidad de la nueva generación de jóvenes que mes a mes acuden a su fiesta con la esperanza de obtener o agradecer algún “favor”.

Estos jóvenes han logrado ser estigmatizados por la sociedad como delincuentes, problemáticos o simplemente reggaetoneros, razón por la que el culto a San Judas se transformó en un tema que atañe sólo a un sector de la sociedad.

A pesar del desconocimiento que existe en el resto de la sociedad sobre la creencia del “Santo de las causas difíciles” o “el redentor de los reggaetoneros”, día a día, se siguen sumando más fieles, razón por la cual algunas personas consideran este culto como una moda, un fanatismo o un simple negocio.

Loredana Cazals Villa-Roel, comerciante de la FCPyS, cree que “sucede lo mismo que en la época de los romanos; existe el culto a una deidad pero con un toque comercial” ; mientras tanto, Ramiro González, estudiante de tercer semestre en Ciencias de la Comunicación, comentó que es esa comercialización lo que da pie a convertir una creencia en moda.

“Moda porque hay artículos, como ropa, estampas y aditamentos para celulares, en donde ponen la figura de San Judas; no sólo usan su imagen porque tengan fe en él, sino que la utilizan por seguir el ejemplo de otros”, dijo Ramiro.

Sin embargo, hay personas que opinan lo contrario; Fanny “N”, vendedora de paletas dentro de la Facultad y fielmente seguidora de San Judas Tadeo, le atribuye al santo varios milagros, como aquella vez que pidió ayudara a su hermano para recuperar un puesto que perdió.

Esta celebración, moda o fanatismo, como también se le ha nombrado, se lleva a cabo el día 28 de cada mes, motivo por el cual, Fanny la considera una tradición a pesar de no asistir. Héctor, otro comerciante de la FCPyS, aseguró también creer en el santo y no precisamente porque le haya hecho un “favor”.

Para Claudio Fraustro, estudiante de la Facultad, “la fe en San Judas Tadeo es normal, no desvirtúa la religión y ésta sigue siendo un factor importante para la formación de la identidad del mexicano ”.

Se trata de un tema que, para algunos ateos, refleja lo que Karl Marx afirmaba hace ya mucho tiempo: “La religión es el opio del pueblo”, finalizó Loredana Cazals Villa-Roel.







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5 de diciembre de 2012

INMERSO EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA: ALFREDO LÓPEZ AUSTIN

María Cristina Hernández Páez
México (Aunam). Dentro de un pequeño cubículo suele pasar horas sumergido en su pasión: la historia. Se complace descubriendo nuevos caminos nunca antes explorados sobre religión y mitología; pero su curiosidad más grande ha sido el mundo indígena, en el pensamiento de los pueblos politeístas. Es el doctor Alfredo López Austin, quien como pocas personas se ha preocupado por preservar el pasado para asociarlo con el futuro de México.

Sentado tras un escritorio, sobre el cual hay un teléfono y un portalápices negro con flores de colores y rasgos indígenas, accede a hablar sobre su vida, describir cómo su historia personal se conjunta con su historia laboral. Y precisamente la Historia ha sido su trabajo desde hace tiempo, tras algunas dificultades para llegar a estudiar esta disciplina tan ardua y exigente.

Su rostro visiblemente marcado por algunas arrugas y cabellos blancos que representan toda la sabiduría acumulada a lo largo de tantos años, ofrece un gesto amigable bajo unos anteojos que reflejan la mirada de alguien a quien, sin duda alguna, le complace colaborar y proporcionar toda la ayuda necesaria a todos los que deseen adquirir un poco del mucho conocimiento que él representa.

El primer acercamiento con la historia

Desde niño se interesó por una materia que explicara su pasado: la historia. Todos los relatos y leyendas de su pueblo en Ciudad Juárez, Chihuahua le parecían muy interesantes, ha buscado más allá que sólo ver y conocer sobre el México precolombino, adueñarse de él a tal grado de formar parte de las culturas ancestrales y encontró la manera de llevarlo a cabo: siendo parte del cuerpo de Investigación en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La vida en provincia es muy limitada

Alfredo López cambia su semblante de la tranquilidad a la sorpresa al recordar sus años como estudiante, más aún cuando hace referencia a su primera carrera: la de leyes. “Estudié Derecho porque la vida en provincia es muy limitada en cuanto a posibilidades, en aquella época todavía se creía que la Universidad era el pasaporte para triunfar en la vida, se creía que debíamos ir para tener un futuro y las únicas profesiones que aseguraban esta promesa eran ser ingeniero, médico o abogado”

“Opté por la carrera que me pareció más fácil”

“Cuando le dije a mi padre que quería ser filósofo se puso como loco, se molestó conmigo -¿Quieres morirte de hambre?”, al decir esto se le dibuja una sonrisa en el rostro al acordarse de la decisión tomada hace tiempo. Optó por estudiar la carrera de Derecho por parecerle “la más facilita”, trabajó de abogado pero no le gustaba del todo el camino que había elegido. Sin embargo, ha sabido conjuntar sus dos carreras al estudiar la moral del individuo y los vínculos de ésta con las concepciones acerca de las almas.

Una Nueva Aventura

En su etapa como estudiante de Derecho obtenía buenas calificaciones. Al terminar la carrera presentó el examen y se dedicó a trabajar definiendo su carrera de abogado como satisfactoria. Después se dio cuenta de que esa no era el área laboral en la cual pretendía desarrollarse toda la vida. Fue una decisión difícil para él y para su mujer pues no les hacía falta nada; sin embargo, no estaba totalmente satisfecho.

Decidió entonces emprender el viaje a la Ciudad de México junto con su familia, sintiéndose de esta manera feliz y así ha sido desde su partida de su ciudad natal hasta ahora.

A partir del momento en que se incorporó a la tarea de historiador, ha transmitido sus conocimientos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en el Posgrado en Antropología, en la Escuela Nacional de Antropología, el Colegio de México, el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos y en la Universidad Iberoamericana. Ha sido profesor e investigador huésped de prestigiosas universidades de España, de Francia, así como de la Escuela de Ciencias Culturales de Tokio, y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Lo que más satisface es hacer lo que a uno le gusta

“Yo me aburría en las clases, lo único bueno de la carrera de abogado es que se gana buen dinero.” Para el historiador lo mejor de la vida es: dormir muy bien, tener una buena compañera, en este aspecto deja claro que eso es cuestión de suerte y aclara haber sido muy afortunado; además desarrollarse en una profesión en la cual se disfrute lo que se está viviendo y visiblemente emocionado afirma: “Con esas tres cosas ya la hizo uno”

Se da a conocer como un hombre amoroso al contestar una llamada con una sonrisa en el rostro cuando escucha la voz al otro lado del auricular. Se reafirma esta aclaración al observar un pizarrón de corcho lleno de fotografías familiares. En este espacio se conjuntan sus amores: familia y trabajo, se muestran retratos en zonas arqueológicas y de figuras prehispánicas. Pareciera un conjunto de momentos importantes y determinantes para la vida del Doctor Austin.

Todos son héroes


Con seguridad afirma que no hay nadie totalmente ejemplar, todas las personas son buenas en ciertos aspectos de la vida y en otros es mejor no meterse con ellas. “En mi virtud de historiador tengo la capacidad de apreciar virtudes y defectos en todas las personas.”

Considera a la amistad como una parte importante y fundamental en su vida, tanto laboral como profesional, afirmando que pueden conjuntarse para no caer en el individualismo tan vigente en el país y el mundo en que vivimos actualmente.

“Creo que la academia debe realizarse como actividad colectiva, pues es una característica de la Universidad tener carreras divididas en diferentes espacios, pero éstas deben tener una interrelación con el fin de llegar a unificarse. Las ciencias duras como las matemáticas deben tener también un lado humanístico para no perder de vista el objetivo que persiguen, pues en ocasiones hay mentes brillantes que hacen grandes descubrimientos y, sin embargo, no tienen idea de a quiénes están beneficiando realmente.”

Este precepto lo lleva a cabo fielmente pues se ha dado a querer dentro del Instituto por parte de colaboradores cercanos a él, quienes concuerdan en la gran persona que es Alfredo López Austin.

Su colega en el Instituto, Patricia Martel, lo define como “su amigo del alma, su gurú, una de las personas más auténticas, honestas, cultas, versátiles. Es un gran amigo y un excelente maestro en el sentido más amplio de la palabra, el maestro que orienta en el tema del mito pues, además de ser investigador, ha hecho propuestas nuevas que han tocado a todos sus colegas en el estudio de la investigación Mesoamericana”

“Se dedica más a las culturas del altiplano, pero ha podido amalgamar el pensamiento característico de las culturas de Mesoamérica. Es una persona con un gran valor moral y principios, apegado a sus ideas hasta el final”, añadió la licenciada Martel.

Fernando Botas, dibujante del Instituto de Investigaciones Antropológicas, también ha colaborado con Alfredo López Austin desde hace treinta años haciendo dibujos sobre su trabajo, sin dejar de lado las diferencias entre las actividades laborales de cada uno. López Austin plasma las ideas, a lo que el dibujante responde “ha sido un arduo trabajo pues son estudios iconográficos, lo que requiere de mucha investigación.”

Reconoce la grandeza de su obra, de su talento y para él es admirable la calidad de su trabajo ya que pide en ocasiones dibujos e ilustraciones tomados de glifos y petroglifos para completar las investigaciones hechas sobre simbología prehispánica.

Todos los libros aportan algo

El Emérito López Austin ríe al preguntarle sobre su literatura favorita pues explica que no tiene el suficiente tiempo libre para dedicarlo por entero a los libros sino a sus investigaciones. Pero respecto a las páginas de los textos que han marcado su vida dice que todos los libros son sus favoritos pues algo le han aportado.

Muchos libros lo entusiasmaron de niño o adolescente y aunque ahora los recuerda con cariño, ya no le provocan el mismo sentimiento que antes. “No debemos concebirnos como personas firmes, fijas, porque vamos cambiando con el tiempo, cambian nuestras necesidades, nuestra historia”

La Rama Dorada

Es el título del libro que le abrió las puertas a estudiar la religión, asegurándole que ésta es lógica y racional; la entendió como un conjunto de sistemas que de ninguna manera podría parecer arbitrario. Concibe a la religión como “un sistema de pensamiento que unifica a todos los seres humanos en el mundo a pesar de muchas veces se esté de acuerdo con las mismas creencias o ideas que otros.”

Alfredo López Austin y la UNAM

Tiene un gran cariño por la Máxima Casa de Estudios, pues en ella se ha podido desarrollar profesionalmente y a plenitud. “Entré a la UNAM cuando la Ciudad Universitaria había recibido a la segunda generación de la carrera de *Derecho”; desde entonces sólo dejó este recinto durante tres años, los mismos que ejerció la carrera de leyes.

“La UNAM tiene de todo tanto, cosas buenas y malas, entonces no hay que idealizarla sino apreciar los pros y contras que se encuentran dentro de la Institución.”

Como recompensa por todas las aportaciones a la Universidad como el transmitir sus conocimientos sobre investigaciones culturales, ésta lo premió dándole el título de Investigador Emérito en el año 2000. Ama tanto su trabajo que siente que si no lo realiza hasta que pueda hacerlo le va a faltar algo, y asegura que sólo en una institución como la UNAM puede hacerlo por el mayor tiempo posible.

La sorpresa de un Premio Japonés


Dentro de los diversos premios que ha recibido, tales como la beca Guggenheim y el Premio Universidad Nacional, en especial hubo uno que lo tomó totalmente por sorpresa: el Iichiko Prize por Cultural Study, de Japón en 1993 con el cual pudo conocer la cultura y el país tan atractivos para él desde hacía tiempo.

También realizó un viaje a China, acompañado de su esposa y disfrutó de una travesía aunque rápida no por eso menos placentera, donde encontraron a muy buenos amigos a quienes aún conserva.

No se cierra a las diversas culturas del mundo pero existen países que ha visitado en los cuales se ha sentido bien, en cambio en otros le ha sido difícil adaptarse al idioma, el que más le ha gustado es Francia.

Indiscreciones

Su esposa, año y medio menor que él, ha pasado la mayor parte de su vida a su lado, llevan 70 años de conocerse pues desde el kínder compartieron salón y maestros. Se veían a menudo durante la juventud de ambos y por medio de los amigos que tenían en común fue como empezaron a salir y a establecer las primeras relaciones como pareja.

Para el Doctor Austin la vida laboral y personal son una sola debido a que realiza su trabajo en los horarios establecidos por él mismo tanto en su casa como en el Instituto.

Se siente satisfecho con lo que hace pues todas las metas y sueños que se ha fijado los ha cumplido a cabalidad, vive y se desarrolla intensamente dentro de varios campos. “Estoy en la idea de que he dado lo que he tenido que dar y doy lo que puedo, ni debo ni me deben.”

“La Cosmovisión Mesoamericana”

No se puede estudiar lo mismo con el paso del tiempo y menos la visión global de un país como México, por ello, durante 35 años ha dado un curso en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM: “La Cosmovisión Mesoamericana”, apoyado por su nieta y cuya temática cambia cada semana. “Es tan amplio el curso que cada año le quitan, le ponen, metes las novedades. No tiene que modificarse el título sino más bien el contenido. Por eso puede durar uno en un curso tanto tiempo porque puedes estarlo renovando.”

“Las personas cambian con el paso del tiempo”, es lo que dice el Doctor Alfredo López Austin pues el estudio de épocas pasadas y su misma experiencia personal lo han llevado a modificar su forma de concebir el mundo, la realidad, su manera de ser, de pensar, su pasado y presente hasta llegar a ser el hombre tan entregado a su trabajo como ahora lo es.

Ha conjuntado perfectamente las enseñanzas del pasado aplicándolas en la sociedad contemporánea, retomando el aprendizaje dejado por cada persona cercana a él, y basándose en los elementos estudiados desde épocas antiguas: la mitología, la iconografía, la religión, el rito y la magia; y precisamente ésta magia es la que caracteriza a sus investigaciones.

Se renueva cada día con historias y aprendizajes legados por sus ancestros y compañeros de trabajo. Él mismo se preocupa en dejar enseñanzas para generaciones futuras cuando pretendan acercarse al pasado de las culturas mesoamericanas y con ello, al hombre quien buscó preservar como un tesoro al México precolombino, postergándolo como el legado hecho un día por nuestros ancestros.

Foto: Erick Plata







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4 de diciembre de 2012

SÓCRATES CAMPOS LEMUS ¿EL JUDAS DEL 68?

Por Daniela Lemus
México (Aunam). Tras un poco de confusión con las direcciones, los vecinos que a pesar de las altas expectativas resultan ser una pésima fuente de información; y la desorientación del taxista, encontré por fin la famosa reja blanca, que, cabe mencionar, no era la única en la calle.

Bajando un par de escalones me hallé frente al timbre, después de tocarlo llegaron a la puerta una jauría de perros. Ocho de las tantas mascotas que el señor Sócrates Campos Lemus alberga en su hogar.

La puerta se abrió después de un pequeño zumbido. Algunos árboles tapaban la vista, al fondo una niña corría a saludar con su pants rosa y una gran cabellera amarrada. Apretó mi mano y dijo “está ahí”, mientras señalaba al fondo.

En la dirección hacia donde apuntaba su dedo se podía ver un hombre de aproximadamente 1.70, camisa rosa, pantalón negro, una cara imponente, una mirada penetrante y poco cabello; estiró la mano y apretó con fuerza la mía. Se presentó “Sócrates Campos Lemus”, como si fuera necesario. Después de presentarme a su esposa y enterarme que la pequeña en pants rosa era su hija, pasamos por un pasillo a su casa y me sentó en un sillón de piel blanco, con unas sábanas que lo protegían de todos los daños potenciales que generan los ocho perros y 11 gatos.

Luego de hacer un pequeño recorrido al árbol genealógico, me dijo que podíamos empezar…

Sócrates Campos Lemus pasó a la historia como “provocador y delator del movimiento”(1968). Algunas de las personas que aseguran haber participado en el mitin del dos de octubre, declararon que colaboró, después de la matanza, con los soldados para identificar a los estudiantes presos en el Campo Militar Número Uno.

Dentro del Movimiento estudiantil se le reconoce como el representante de la Asamblea Estudiantil de la Escuela Nacional de Economía, del Instituto Politécnico Nacional, en el Consejo Nacional de Huelga.

Existen varias delaciones que lo hacen ver como un “Judas” del movimiento estudiantil. De igual manera se mantuvo la teoría de que estaba aliado con la CIA (Central Intelligence Agency). Nunca se le demostró nada…

“Al puro centavo”

Nací el 13 de septiembre de 1944 en Zacualtipán, Hidalgo. Ahí estuvimos, hasta que cumplí cuatro años. Nos venimos a la Ciudad de México con la visión de que mi hermano Ariel, tres años mayor, y yo estudiáramos. Comencé a cursar el kínder en la Escuela Pestalozzi. La primaria en la escuela Abraham Castellanos, la secundaria en la Pre-vocacional no. 3, el bachillerato en la Vocacional Número 5, que era de Ciencias Sociales, y la licenciatura en la Escuela Superior de Economía.

Mi papá trabajaba como maestro, igual que mi mamá. Al llegar a México, mi padre ingresó al servicio público, primero en el Departamento del Distrito Federal y después se desarrolló en la Secretaría de Salubridad y Asistencia Pública; mi madre dejó de trabajar como maestra, aunque siempre estuvo fregándose.

Me crié en zonas complicadas, estudiaba la primaria entre la Lagunilla y Tepito, imagínate si no iba a saber defenderme, lo que me daban para el camión lo llevaba en la bolsa y lo demás me lo llevaba en el calcetín. Aun así a mi mamá nunca la asaltaron, ni a mi papá; a mi hermano sí le robaban seguido porque era muy payaso, le decían “El arquitecto”. Llegaba a la casa y me decía “ya me robaron tus amigos”. A mí, al contrario, me ponían llantas, se las robaban y me las ponían. Yo dejaba mi carro abierto, me preguntaban por qué y les contestaba: éstos no le sacan, éstos le meten. Me cambiaban el estéreo, traía mi coche al puro centavo.

Caballero por dedazo

A los 14 años ingresé a la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad, logia ajefista. Esta logia fue la México 7 del rito neoyorquino. Mi hermano ya estaba ahí, nosotros tenemos una formación muy liberal. Ahí nos desarrollamos mucho, las logias tenían fundamentalmente una formación filosófica. En esa época estaban muy influenciadas por toda la corriente de intelectuales venidos de España como exiliados de la Guerra Civil. Lo más talentoso de España. Era una delicia estar en esos lugares, no teníamos internet, Facebook, ni Twitter, entonces teníamos otros lugares donde te podías informar, tener una visión distinta. Estuve en las logias hasta el grado tercero de maestro. Lo dejé un tiempo y en 1980, por acuerdo del Consejo Superior de la Masonería, me dieron el grado 30 más, soy caballero kados, pero fue por dedazo.

La dejé porque creo que la masonería perdió todo su rumbo, como toda organización vieja entró en crisis. Las crisis te van dando otras visiones. Se volvieron organizaciones oportunistas, se convirtió en un nido de oportunistas. Una de las formas de estar dentro de la política o de la administración pública, inclusive dentro de las finanzas, era a través de las logias masonas. Mucha gente iba no por convicciones sino por intereses, como lo que ahora pasa en los partidos; gente que no sabe qué es el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido de la Revolución Democrática (PRD), ni qué es el Partido del Trabajo (PT) y están ahí a ver si les cae el hueso. Y como no soy perro preferí dejar muchas cosas de esas.

“No podía ser cantante, arquitecto, ni dibujante”

Cuando estaba terminando la secundaria, no sabía que quería estudiar. Cruzó por mi mente que podía ser cura, ¡imagínate! Bueno, a lo mejor no hubiera sido tan malo, pero andaba en la confusión. Lo que tenía claro y de lo que estaba convencido era que no podía ser cantante, arquitecto, ni dibujante, porque soy muy malo para dibujar y pésimo para cantar. Me llamaban mucho la atención cuestiones de carácter social, entonces mi padre me mandó a un instituto que se llamaba Instituto Psicopedagógico de Orientación Vocacional, donde te hacen una serie de pruebas, que a veces sirven y a veces no; en mi caso me dieron una visión muy clara de que si yo quería estudiar tenían que ser dentro de la rama de las Ciencias Sociales. En el Politécnico no había periodismo, la carrera más cercana a las Ciencias Sociales era Economía o Contaduría que no es una cosa que me guste; no me gusta apretar a la gente con los impuestos, ni me gusta pagarlos, entonces estoy a mano. Me fui a economía, donde me entendí muy bien, fue una carrera que llamó mucho mi atención, pero desde la vocacional venía ya con cuestiones de periodista.

Todavía tengo ganas de estudiar periodismo, personas de la Carlos Septiém vinieron para ofrecer una certificación y darle el título a periodistas que llevan años en el oficio. Siempre he pensado que el título no hace al profesionista, es un adorno de pared y es para decirle a tu papá “ya cumplí”.

Yo he sido periodista que no ha vivido del periodismo, por eso me ha ido bien. Tienes la enorme ventaja de que si no te gusta te vas.

“No es liderazgo, es ser metiche por naturaleza”

En el Politécnico teníamos la ventaja de que el sistema era integrado, veníamos desde la pre-vocacional, pasamos a la vocacional, y ya nos conocíamos, sabíamos quiénes éramos, qué debilidades teníamos, qué posibilidades, quién era bueno para los trancazos, para el básquetbol, para mentir, para hacer tiznaderas, el galán, el bueno para bailar, todo esto te va dando una integración muy importante.

Yo era el bueno para bailar, me gusta; también, era el que normalmente tenía que dar la cara con los maestros, pedir que nos dieran chance y cosas por el estilo. A veces pienso que es ser metiche por naturaleza.

Desde la pre-vocacional, participé en muchas cosas de carácter político. En la vocacional ya estaba en el Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos de la Escuela. Hay una cosa que es vital, tienes que entender que esto no es nada más porque estás en un lado y comienzas a actuar. Hay un proceso, un desarrollo.

En la vocacional fui Secretario del Interior, todo esto te permitía mantener una estructura con una visión política diferente, y una organización. Hago el Ateneo Carlos Marx, desarrollo el coro del Politécnico, me corrieron, pero soy parte de la inquietud para formarlo. Por qué razón, porque en el caso del Politécnico no teníamos cosas artísticas ni sociales, entonces todo lo teníamos que pelear y luchar.

En la Escuela de Economía primero, segundo, tercero y cuarto año, fui jefe de grupo y en el cuarto también fui Secretario General, en el quinto lo vuelvo a repetir, soy así como el Fidel Velázquez en ese sentido. Mi generación en la Escuela de Economía fue una generación muy especial, corrimos a los maestros barcos y a los maestros faltistas, llegamos a una conclusión: a qué vienes a la escuela a hacerte “pentonto” o a tratar de estudiar, entonces no nos interesan los maestros barcos, ni nos interesan los maestros faltistas. Cuando estaba en el último año de la carrera estábamos sacando el “Diario Rojo”, era un periódico diario, entonces esto te permitía tener una visión diferente.

Nuestra generación fue la primera que tuvo la influencia masiva de la comunicación. Comenzábamos a cuestionarnos muchas cosas, por ejemplo, en la escuela nos poníamos a estudiar antes, veíamos el programa nada más por joder a los maestros, nos adelantábamos a lo que iba a dar y cuando él llegaba le comenzábamos a hacer preguntas de lo que venía, imagínate como los traíamos. Esto te demuestra que había muchas inquietudes, también teníamos la influencia de las logias, la influencia del cambio en el cine, la música, las noticias a nivel internacional, la onda de la primera insurrección universitaria en Berkeley California, los hippies, la lucha por la paz, la primera revolución socialista en América. Vivíamos con un gobierno muy represivo, y mientras nuestros padres se quedaban callados, nosotros ya no nos callamos. Comenzamos a ver qué era importante rescatar primero la palabra, el respeto a la palabra, su manejo. No solamente entras a un movimiento porque se te ocurrió, lleva todo un proceso.

El movimiento

El movimiento estudiantil planteaba 6 puntos en un pliego petitorio: la salida de los presos políticos; la derogación del artículo 145 y 145 bis del Código de Procedimientos Penales, que establecía el delito de disolución social; la denuncia del jefe de la policía y del jefe de granaderos; la desaparición del cuerpo de granaderos; y la indemnización y salida de los muchachos que fueron detenidos durante el mismo proceso.

Si lo ves era de risa, ninguno de esos seis puntos del pliego petitorio era un programa revolucionario, ni ninguna cosa que pudiera poner en peligro la estabilidad de un Estado. Dos artículos importantes la salida de los presos políticos porque evidenciaba que el Estado era represor, y la derogación del artículo 145 y 145 bis que implicaba que lo desarmabas para poder hacer actos de represión. Esos sí eran factores políticos, los demás no.

El Movimiento del 68 es la responsable de que haya subido la tecnocracia al poder, los del gobierno decidieron irse por las personas de la universidad privada y no estos revoltosos. La administración se nutria de la Universidad. Con qué visión van a ver los de la Ibero los problemas sociales. Ve la actitud de este presidente.

“Como corderitos”

El 31 de septiembre de 1968 llegó la gente de la Universidad, fundamentalmente; los del Politécnico no teníamos relaciones políticas; los que tenían relaciones eran los universitarios, ahí estaban los maestros, los ministros. La burocracia política siempre ha vivido en la Universidad, no en el Politécnico, nosotros teníamos ingenieros, arquitectos, albañiles, cosas por el estilo.

A través de la Universidad nos hacen el planteamiento desde el rector, de que el presidente ya quería tener una negociación y hablar de los 6 puntos. Se armó una comisión, en la que yo no voy, nombrada en el Consejo Nacional de Huelga, y la mandamos a la negociación que se hizo en la casa del rector Javier Barrios Sierra. Esa primera comisión, el día primero de octubre, llega a un acuerdo con los enviados del presidente. Se toma el acuerdo de que se para el movimiento estudiantil. Se nos da permiso, dicen ellos, para hacer el mitin en Tlatelolco, para informar a la gente que regresábamos a clases y que se establecían las primeras 6 comisiones para tratar los 6 puntos del pliego petitorio. Por eso fuimos todos así, como corderitos.

Yo era el coordinador de los oradores, no iba a hablar, el que iba a hablar comenzó y cuando ve que se vienen todos los soldados, cuando vimos que los soldados estaban ahí, pues no les hicimos ni caso, dijimos “pues ya está negociado”, “ya está arreglado”. El orador ve que vienen los soldados y se queda sin habla, paralizado. Le quité el micrófono y comienzo a gritar que no corran que es una provocación, para esto ya de arriba del quinto y sexto pisos del edificio Chihuahua, comienza a bajar la gente del batallón Olimpia, los del guante blanco, gentes que dependían directamente de dos personas, una del Departamento Central a través del General y Licenciado Alfonso Corona del Rosal y, la otra, del secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.

Lázaro

Me sentenciaron a 20 años, por los delitos federales, y a pagar solidaria y mancomunadamente un millón 892 mil 920 pesos con 20 centavos, por los cuales, terminando de darnos el dato, el doctor Trejo, se paró sacó una moneda de 20 centavos y le dijo “señor juez tómele el 20 “pa” que quede en números cerrados”. Después me sentenciaron por los delitos del fuero común, teníamos 14 delitos más.

Victoria Arato de Ibarra era la juez social de delitos del fuero común, entre otras me acusaban de homicidio, varios homicidios. Uno de ellos era muy chistoso porque resulta que el 27 de agosto había matado al policía número tal, con tal nombre, el 13 de septiembre lo había dejado mal herido y el 2 de octubre lo dejé con lesiones graves, entonces cuando me di cuenta de eso y de que habían hecho todo con las patas, que no era nada serio ni nada real, llegué y le dije:

- Oiga juez y ¿por qué me están juzgando?
- Pues por esto
- No, usted está mal, a mí me debería de premiar, me debe mandar al Vaticano, yo soy como Lázaro, yo resucito cabrones

Me puso dos meses más de cárcel.

“Un castillo de piedra”

La experiencia en la cárcel fue muy traumática, eran cosas que no esperábamos. Vimos como una posibilidad llegar a la cárcel y en fin, pero no bajo una etapa de terror y represión de esa magnitud, donde habías visto cómo tus compañeros se murieron ahí al lado.

Yo estaba con otro muchacho rompiendo papeles que traíamos con nuestras direcciones y en eso, de repente volteo para darle unos y estaba muerto. Ese impacto es brutal, luego el de las torturas y las investigaciones, los golpes, las fusiladas, los balazos. Llegas a la cárcel con un shock muy serio, llegué inclusive con bastante temperatura, pues me habían tenido ahí encuerado y mojado en el campo militar.

Cuando me pasan a Lecumberri, llego temblando. Lo primero que me encuentro en la celda número 8 es un letrerito que hasta la fecha lo tengo en varios de mis libros que decía: “En esta cárcel maldita donde reina la tristeza no se castiga el delito, se castiga la pobreza”. Te vas dando cuenta que los que realmente están en la cárcel, son los que deberían estar afuera, están los que no pudieron negociar con la policía, con el Ministerio Público, el juez, con su propio acusador. Los verdaderos delincuentes como los presidentes, los gobernantes, los secretarios, los policías, los banqueros, todas esas gentes que deben estar en la cárcel están afuera, a toda madre.

Aprendí dos cosas importantes: uno que eso de la solidaridad es un decir, cuando te das cuenta que del dos de octubre al 12 de octubre, diez días después de la tragedia sangrienta, un escándalo a nivel internacional, la gente estaba gritando ¡México, México!, como pendeja, entonces te preguntas ¿por este pueblo estoy luchando? Sí, por este pueblo estamos luchando, esa es una parte de la importancia de la lucha. A mí me parieron solito y sigo siendo solito, no hay solidaridad.

La cárcel te da una gran posibilidad de sobrevivencia, pero sobre todo poder vivir, poder transformar y te da otra visión del mundo y de la vida. Lo que mejor aprendí en la cárcel fue, no a perdonar, yo no soy nadie para perdonar a nadie, simplemente entender que no tengo por qué tener resentimientos. Cuando fusilaban ya no sabías si estabas muerto o vivo, simplemente te agarrabas.

Las opciones

Sabíamos que esto no se podía quedar así, había una propuesta, tenía que venir el cambio de gobierno, un buen día llegaron y dijeron:

- Tienes dos posibilidades quedarte aquí o irte al extranjero
- Bueno pues qué se tiene que hacer
- Nada qué quieres
- Pues no me quiero quedar aquí

Entonces nos corrieron, nos llevaron el boleto de avión de ida, a mí, a otros les dieron boleto de ida y vuelta, un pasaporte que no había firmado y en el cual ya venía mi firma, para que te des cuenta, hasta mi cartilla militar liberada. Había que hacer un pago de mil 500 pesos, que nos los daba un agente del propio gobierno ahí en Lecumberri para pagar la caución famosa, me los metí a la bolsa y cuando llegué me dijeron: “va a pagar sus mil 500”, les dije que no tenía dinero, mil 500 en ese tiempo era dinerito, entonces llegó el tipo que nos daba el dinero y me dijo:

- Oye pero si te lo acabo de dar
- ¿Tu quién eres?, le contesté
- Vengo de la Secretaría de Gobernación

Me volteé y le dije al guardia: bueno póngale ahí que el señor me ha dado mil 500 para pagar yo al gobierno, mejor ahí la dejaron. Nos mandaron a Uruguay en 1971, llegando nos metieron a la cárcel, querían que firmáramos a fuerza un acuerdo de asilo político, pero nosotros llevábamos en nuestro pasaporte que íbamos como visitantes, entonces me opuse. A través de las logias masonas, ahí sí sirvieron, ellos hicieron un recurso como un amparo, similar a eso, entonces nos dijeron que no nos podían tener allá que teníamos que escoger tres países: Brasil, que era una dictadura militar; Paraguay, otra dictadura; o Chile, donde estaba Salvador Allende. Escogí Chile.

Me sacaron con un grupo de guerrilleros. Cuando llegamos nos estaban esperando todos los medios de comunicación, lo que hice fue irme por un ladito y los compañeros con los que iba, ya te imaginas, diciéndole a los medios: “venimos a incorporarnos a la revolución socialista, con el doctor Allende y somos guerrilleros”, ya sabes lo mismo de siempre: les gana el ego. Después recibí una cita para entrevistarme con el doctor Allende, lo primero que me dijo:

- Bueno si tú eras el más importante, ¿por qué no dijiste lo que dijeron ellos?
- Es problema de ellos yo no vengo a eso
- ¡Qué bueno que lo dices así, porque ha generado un gran conflicto! Eso demuestra dos cosas, o eres muy tonto o muy inteligente
- Tómelo por ese lado, muy inteligente, le dije

Me incorporé a trabajar con él, empecé en el Instituto del Niño Chileno, a hacer a veces guardia personal. Tuve una buena relación con él.

El regreso

Un buen día me di cuenta que ya no estaban los otros que se habían ido conmigo, nada más estábamos Marcos Ávila y yo. Me llamó Allende, y me dijo:

- Sus compañeros ya se fueron, traían boleto de ida y vuelta, usted dice que quiere hacer”
- Pues yo quisiera hablar con alguien de México
- Yo te lo pongo
- Es Fernando Gutiérrez Barrios, sub Secretario de Gobernación

Me puso al habla con él, Gutiérrez Barrios me dijo “ya se vinieron todos sus compañeros y va a haber una cosa ya para que no haya persecución, usted qué quiere hacer, ¿quedarse o venirse?” Yo le contesté que me quería regresar y ellos me mandaron los boletos. Marcos y yo llegamos el 8 de junio de 1971, los otros se vinieron antes, a hacer el desmadre ese del 10 de junio. Nos dijeron que llegaríamos al aeropuerto a las 5 de la tarde, curiosamente en el avión estábamos Marcos, yo y puro aeromozo. Cuando llegamos no había nadie, porque llegamos a la una, fíjate lo que hacen.

Llegando fui a ver a mi mamá, a mi papá, a mi hijo y a Simone. Me dicen: “te anda buscando el Secretario de Gobernación, que le hables”. Le hablé y me dijo “lo espero mañana”, llegué ahí con él, para esto ya me habían ido a ver unos amigo y querían que encabezara la marcha. Me preguntó Gutiérrez Barrios qué iba a hacer y le dije que nada, que yo ya no era estudiante, yo ya había terminado, le tocaba a las nuevas generaciones.

“Vendo mi fuerza de trabajo no mi ideología”

Nosotros los estudiantes decíamos “Queremos el diálogo público”. No sabíamos dialogar para comenzar, puras mentadas de madre, no sabíamos, pero el Estado tampoco sabía, después del 68 comenzamos a aprender todos, hasta la prensa. La democratización de los medios de comunicación no fue nuestra demanda, fue una consecuencia del Movimiento. Tu veías a la prensa en pleno movimiento, cuando había manifestaciones de un millón de personas, y la prensa decía que eran un grupo de alharaquientos, loquitos y comunistas.

La gente decía ¿pues quién miente: mis ojos o éstos? Llegó un momento en que la realidad revienta a los medios de comunicación porque ya no le sirven ni al Estado. Nos convertimos en un parteaguas que le sirvió al propio Estado para sobrevivir, de ahí la incorporación de tanta gente del 68 al propio sistema. Me decían “y tú por qué trabajas ahora ahí con Echeverría”; oye pues mi papá no tiene fábricas, tengo que trabajar de algo, yo estoy vendiendo mi fuerza de trabajo no mi ideología ni mi consciencia –les contestaba.

“Había llegado el chamuco”

No podía trabajar en ningún lado. Iba a una fábrica y me decían “¡ah! usted es Sócrates Campos”. Te ibas a la chingada, no te daban chance. Fui al Banco de México porque había unas plazas, llegué:
- ¿Cuál es su nombre?
- Sócrates Campos
- A ver…

Bajó hasta el director de área, me preguntó si ya había terminado la carrera, le dije que sí, que por eso venía a presentar el examen y me contestó:

- No, pero tú no
- Y por qué no
- No, pues porque es que tú eres quien…
- Sí pero yo salí libre bajo una amnistía, fui absuelto
- Sí, pero no te podemos dar ni el examen.

Has de cuenta que había llegado el chamuco.

“¿Lo harías de nuevo?”

Muchos de mis compañeros del 68 siguen viviendo en el 68. Te voy a ser muy sincero me da hueva, eso fue hace 44 años, y qué está pasando con los años 2015, 2020, que son los nuestros, pero dicen: no es mi época; para mí sigue siendo mi época, así como lo fue el 68. Quieren vivir de eso, es una forma de vivir para ellos, pues que la vivan; a mí no me preocupa, no es mi movimiento, yo participé en el movimiento del 68, esa es otra cosa, tuve que hacer y actuar. Si me preguntas ¿lo harías de nuevo? Si, en las mismas circunstancias en los mismos momentos, lo volvería a hacer y si lo hago ahora con esta experiencia quién sabe. Ahora sí sabemos hacer muchas cosas, muchas tropelías de veras.

Mucha gente dice “yo no perdono a Díaz Ordaz”, pues qué le tienes que perdonar, él actuó como presidente, su papel era ser represivo y en esa época no había una visión democrática o de libertad en el Estado mexicano; era un Estado represivo, no sabía negociar. Esa es la verdad.

“Díganme para poder cobrar”

Decían: Sócrates fue un traidor ¿Traidor a qué? Si yo vendí el Movimiento, ¿en cuánto lo vendí?¿Cómo se hace eso? ¡Díganme para poder cobrar! Que traicionaste a quién, si todos nos conocíamos no había ni máscaras, bueno ni paliacates, todos sabíamos quién era quién, tu traicionas a un movimiento clandestino, lo vendes porque lo controlas, el movimiento estudiantil del 68 tuvo una ventaja: no había dirigentes. Cada una de las personas que estábamos en el Consejo Nacional de Huelga no éramos dirigentes, éramos representantes de la Asamblea General de nuestra escuela. Si tú no respondías a lo que decía tu escuela, tu asamblea te corría, te cambiaba ese mismo día.

“No hay dogmático que sea inteligente”

Creo que la gente tiene que evolucionar, ir cambiando de ideas. No te puedes casar con una idea, hacerlo es entrar a la etapa del dogmatismo y como soy inteligente digo que no hay dogmático que sea inteligente.

¿Para qué quiero estar perdiendo mi tiempo en un partido político? Voy a tener el mismo resultado, mentarles la madre desde adentro o mentarles la madre desde afuera, prefiero mentárselas desde afuera.

No participo en política, hago política que es diferente, a través de mis medios, de mis conferencias, de mis libros, a través de lo que quieras.

Sócrates Campos Lemus se licenció en Economía. Se especializó en los grupos marginados y publicó varios libros en la rama de Administración Pública Municipal.

Se ha casado dos veces, la primera con Simone Thomas y la segunda con Aurora Zamora. Es padre de cuatro hijos: Iván Campos Thomas (45 años), Tania Campos Thomas (40 años), Sócrates Campos Zamora (14 años), Karisma Campos Zamora (12 años).

Desde los 80s se mudó a Oaxaca, donde conoció a su segunda y actual esposa, juntos trabajan en el desarrollo de una asociación para ayudar a niños con cáncer que acuden al Hospital civil, bajo el nombre fundación Aurobics de “Corazón a corazón”.

Trabaja en algunos programas de radio y colabora en varias publicaciones impresas de los estados de la República.

Está a punto de publicar un libro en el que aborda el movimiento del 68, haciendo un análisis de éste, una crítica y desmiente algunos mitos que se han formado a lo largo de la historia. Comparándolo con los movimientos estudiantiles actuales como el #Yosoy132, trata de crear una reflexión en los jóvenes que participan en éste. Probablemente se publique este diciembre.

“Hay que aprender del 68, no puedes olvidar lo que ha pasado, pero que el 68 te sirva para tener una visión mas completa de lo que tienes que actuar, de lo que tienes que ver.”

Sócrates Campus también se dedica a educar a un futuro cineasta y a una futura gobernadora…








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OCTAVIO RODRÍGUEZ ARAUJO: FORMADOR DE FORMADORES, MAESTRO DE INTELECTUALES

Por Daniela Lemus
México (Aunam). Octavio Rodríguez Araujo es un hombre de aproximadamente 1.70 de estatura. En el momento del encuentro llevaba puestos unos pantalones obscuros y una camisa a cuadros. El cabello que conserva mantiene un color obscuro, no así su barba y ceja se observan totalmente blancas.

Con una mirada penetrante, agresiva, enmarcada por sus cejas pobladas y sombreada por sus profundas y largas ojeras caminaba con porte seguro por los pasillos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.

El doctor en Ciencia Política recordó su infancia con un aire de melancolía. Sus ojos se cristalizaban, opacaban, encendían y brillaban, dependiendo de la respuesta.

Siempre con un gran sentido del humor, cada palabra, cada anécdota, cada sonrisa describen la vida de uno de los intelectuales más reconocidos de la izquierda mexicana y de la vida política del país.

La UNAM le otorgó el Premio Universidad Nacional en Docencia en Ciencias Sociales en 1992 y fue distinguido como Profesor Emérito en el 2004. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1984, actualmente con nivel 3. Es miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias y da clases en la FCPyS.

Nos citó en el salón 208, del edificio A, en la FCPyS. Un lugar que podría ser denominado “su hábitat natural”. El doctor, de 71 años, lleva 46 como académico. Gibrán Ramírez, su actual adjunto, lo describió como un “formador de formadores y un maestro de intelectuales”.

En el momento en que pisó el salón su presencia impuso silencio. Se acercó a su escritorio, se dirigió a Gibrán y le dijo “estas chicas quieren una entrevista, cómo negárselas”. Se sentó, esperó a que nos acercáramos y dijo: “Ustedes preguntan, yo contesto”…

Lo normal y no normal de su niñez

Nací en Puebla el 17 de marzo de 1941. Nueve meses después, como yo no tenía independencia ni autonomía locomotriz, mis padres me llevaron a Saltillo, Sabinas y a Piedras Negras (Coahuila). Creo que entre Sabinas y Piedras Negras estuve un año en la Ciudad de México. Lo recuerdo porque estaba en el kínder Brígida Alfaro en la colonia del Valle, donde, por cierto, también estuvo Carlos Salinas de Gortari, pero muchos años después.

Me desarrollé con la Segunda Guerra Mundial. Cuando era niño, quería ser japonés y todas las mañanas me jalaba los ojos. Me caían bien, en cambio ahora no los soporto. También quise ser bombero y superhéroe.

El doctor prendió su primer cigarro en cuanto inició la entrevista. Reía y se rasgaba los ojos, recordando sus deseos cuando infante. Contaba su contexto detalladamente, de manera lenta, tratando de que entendiéramos cada una de sus palabras.

Mi niñez fue normal, pero como todas las niñeces: difícil. Los niños creen que todo está en contra de ellos, se creen el centro de la Tierra, del universo y de las galaxias cibernéticas; consideran que el mundo gira a su alrededor y siempre se sienten culpables o no culpables de todo lo que pasa. Los niños sufren mucho y van a sufrir más si el planeta sigue como va.

Lo que no era normal, si lo vemos con la óptica de ahora, era el mundo en el que vivíamos. Un mundo lleno de restricciones. Obviamente, del sexo no se hablaba; malas palabras, como se decía antes, eran impensables en la gente decente. Sexualmente no había libertad, no existía la píldora anticonceptiva, las mujeres eran sumisas, subordinadas en muchos sentidos: llegaban vírgenes o aspiraban a llegar vírgenes al matrimonio. Para un niño inquieto y en desarrollo hormonal ese ambiente era todo un suplicio. No había forma del desahogo natural de un adolescente. Me hubiera gustado, en ese sentido, mejor vivir ahora que antes. A partir de 1964 los tiempos fueron cambiando mucho: llegó la píldora anticonceptiva y se perdió el temor al embarazo. Claro, no existía el SIDA, había enfermedades de transmisión sexual pero todas se curaban con penicilina. En mi novela Entre Pasiones y Extravíos narro cómo vivimos esa época.

Al recordar la llegada de la píldora anticonceptiva y los cambios sociales que esto suscitó miraba hacia el techo, se reacomodaba en su asiento. Cuando habló de sus amigos sus ojos brillaron, se hizo hacia delante y se preparó para su segundo cigarro.

Yo era adelantado a mi edad. Desde muy niño mis amigos eran mayores que yo, todos, siempre. A los quince años tenía amigos de treinta y cuarenta. La primera vez que tuve amigos de mi edad fue cuando entré a la FCPyS, y casi me lo propuse. Fue muy bueno que tuviera amigos mayores porque no quería ser como ellos: vagos de billar, vendedores de licuadoras, aspiradoras, o, en el mejor de los casos, de automóviles. Gente con un futuro precario. Resolví hacer estudios de ingeniería, para descubrir que mis aptitudes no eran compatibles con la carrera. Nunca fui bueno para las matemáticas, si te sirve de algo saberlo, pero hacía mi esfuercito.

“De los parientes y el sol entre más lejos mejor”

Mi padre se dedicó a muchas cosas. Fue empresario, tenía trailers de carga y eso fue lo que motivaba mucho nuestro cambio de residencia; las rutas de los trailers, no sé si ustedes lo sepan, se compran. También trabajó como funcionario del departamento del Distrito Federal y volvió a la minería pero ya no como trabajador si no como propietario en la sierra norte de Puebla. Le fue mal económicamente, pero él como todos los mineros, esperaba encontrar una pepita de oro de un kilo y con eso salir adelante. Cuando lo conocí ya estaba casado y derecho pero su juventud fue muy accidentada. Era un hombre muy fuerte: deportista, no bebía nada, nada de alcohol. No sé si era mujeriego, eso es difícil captarlo en los padres ¿no?

Mi madre era de una familia burguesa venida a menos. Mi abuelo fue gobernador de Querétaro, cuando le dieron golpe de Estado tuvo que emigrar a Nueva York con mi madre y varios de mis tíos. Durante algunos años tuvieron que estar exiliados, entonces la situación económica cambió. Mantenía un nivel aristocrático para los estándares de los años veinte. Ella era cantante de ópera y tocaba el piano.

Mientras el doctor hablaba de su madre, se fumó su tercer cigarro. Abría su cajetilla de plata, sacaba su encendedor y lo prendía con una gran sonrisa. El humo que salía de su boca se difuminaba lentamente, el humo de la bocanada siguiente se le sumaba y le ayudaba a no desaparecer.

Mi mamá se preocupaba por mi actividad política, yo tuve entrenamiento guerrillero, bueno creía que estaba en entrenamiento guerrillero. Ella no se dormía hasta que yo llegaba a las cuatro de la mañana de las fábricas, íbamos allá a entregar periódico y propaganda. Le di a leer La madre de Gorki, no sé si ustedes la hayan leído, es un librazo: una madre se compromete con la actividad política de su hijo. A partir de entonces dormía muy tranquila. Dejó de preocuparse de lo que pudiera pasarme. Digamos que se izquierdizó. Cuando fui representante de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Venezuela en México, mi madre, que era voluntaria de los hospitales del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), reproducía ahí los periódicos. No sé si lo hacía por amor a su hijo o por razones políticas.

Todos mis parientes, sobre todo los Araujo, son de derecha. No me llevo con ninguno de mis primos ni los tolero, es más ni los busco. Todos son pro-empresariales, reaccionarios de golpe de pecho, católicos exagerados. Los Rodríguez son una familia muy desperdigada que está, sobre todo, en el norte del país; entonces no los veo desde hace treinta años, ni me interesa verlos. Soy poco familista, de los parientes y el sol entre más lejos mejor.

En casa de mis padres nunca hubo televisión: “la televisión no te va a enseñar nada, en cambio los libros sí”, decían. El énfasis estaba en los libros y la música. Aprecié la música clásica desde muy niño, cuando vivíamos en Monterrey: el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) organizaba los conciertos de la Sociedad Artística Tecnológica, una serie cada año, traían a las mejores orquestas, los mejores ballets, pianistas y solistas del mundo. Vi, por ejemplo, a Tamara Toumanova en El lago de los cisnes; oí a Rubinstein, a los grandes pianistas de aquellos años. La música propiamente dicha me sigue gustando aunque ahora me he ampliado, oigo hasta salsa.

Viví entre libros toda mi infancia y la adolescencia. Leía todo el tiempo: cuando me enfermaba o estaba de vacaciones leía treinta o cuarenta novelas. Me encerraba en la sierra con una lámpara Coleman y me llevaba un montón de libros; leía hasta que se acababa la gasolina, me dormía y al día siguiente volvía a llenar la lámpara. Era un gran lector desde niño. Eso se lo debo a mis padres que eran grandes lectores.

Quedaban dos cigarros más, sus manos se separaban pocas veces de la cajetilla. Cuando lo hacían, el doctor las empleaba para hacer énfasis a sus palabras.

Vida académica de un académico

El kínder lo tengo muy presente porque le rompí la cara a un niño con una pala. Ya saben, había una caja de arena. Me hizo enojar y yo era muy impulsivo. Me expulsaron por pegarle, esa fue la primera expulsión que sufrí; después hubo otras pero esas fueron después… En Piedras Negras, Coahuila, estudié en el Colegio Apolonio M. Avilés. De ahí nos fuimos a vivir a Monterrey. Mi madre pensó que Piedras Negras era una ciudad muy pequeña para el desarrollo de dos niños, mi hermana, que era tres años mayor, y yo.

No disfrutaba que me cambiaran de ciudad y de escuela porque dejaba de ver a los amigos que iba haciendo. Eso me entristecía. Uno se acostumbra a la escuela, a ciertos maestros, a los compañeros, los amigos y de repente lo desarraigan a uno. Cuando yo tuve hijos, por ejemplo, los tuve siempre en la misma escuela desde el kindergarten hasta que salieron del bachillerato, y siempre en la misma ciudad y en la misma residencia, hasta que cumplieron treinta años.

En Monterrey entré al Colegio Justo Sierra, escuela semi-militarizada, porque estaba cerca de la casa a tres o cuatro cuadras en el centro de la ciudad. Me expulsaron por pelearme con otro estudiante, yo era muy peleonero. Pasé al Franco Mexicano, de maristas. También tenía problemas. Yo fumaba ya entonces y lo hacia en el campus del Colegio. Los maristas se enojaban, pero no les hacía caso. Ahí estudié primero y segundo de secundaria.

He tenido muchos defectos. Siempre fui rebelde y peleonero. Hasta que un día un amigo de mi hermana me dijo:

– Ya deja de pelearte, te estás volviendo el espectáculo semanal de la escuela
– No, pues es que me vio feo
– Pues sí, pero no les hagas caso

Al ser mayor que yo, lo respeté y dejé de pelearme.

Mis padres decidieron venirse a la ciudad de México y entré en el Instituto Patria, de los jesuitas de la Ibero. Ahí me querían expulsar porque era ateo. Les pareció un poco molesta mi presencia y me lo hicieron saber. Me cambié a la Secundaria Número Tres conocida como la de Los Niños Héroes de Chapultepec. Suena cursi, pero era la mejor secundaria del Distrito Federal y era del gobierno. Ahí estudiaron: Luis Echevarría, José López Portillo, Carlos Salinas, José Luis Reyna, digo everybody. Era LA secundaria. Me costó trabajo que me admitieran, mis padres tuvieron que mover influencias en la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Estudié en la Preparatoria Número 5. Estando ahí, en 1957, fue la última vez que peleé. Me fue muy mal. Desde entonces lo hago verbalmente y por escrito, es más inofensivo, más divertido y a veces hasta me aplauden. Terminé el bachillerato en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), donde comencé la carrera de Ingeniería Mecánica.

De 1961 a 1965 estudió la licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública. Se tituló en 1968, y en 1973 su tesis, que se enfocaba en el Partido Comunista Mexicano, se publicó como libro, editado por El Caballito.

En 1967 inició su maestría sobre Investigación de Operaciones en la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Al mismo tiempo estudió su doctorado, primero en Administración Pública y luego en Ciencia Política. Escogió doctorarse en esta última especialidad.

“La otra cuerda que jalaba de mí”

En Monterrey tenía amigos centroamericanos y sudamericanos exiliados, algunos de ellos comunistas, sin que yo supiera exactamente qué era eso. Tenía otros que eran eruditos en Nietzsche, Goethe, Schopenhauer. Me fui metiendo a la filosofía alemana, me impresionaba mucho. Aprendí con ellos, no en la escuela. Me fui politizando y más a partir de mi ingreso en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas de la UNAM, hoy Facultad.

Tuve profesores que me acercaron al marxismo. Me motivaron a estudiarlo, porque yo tenía influencias de Nietzsche, y de repente me a Marx. Me puse a estudiar al joven Marx, como se le suele llamar. Antes había mucho debate, no como ahora, eso me obligaba a estudiar mucho más para poder derrotar a mis contrincantes.

Al decir esto buscó otro cigarro, se dio cuenta que se le habían acabado y sacó de su pantalón una cajetilla nueva, dijo: “no se asusten, traigo más”.

Luego me acerqué a los espartaquistas, disidentes del partido comunista: José Revueltas, González Rojo, etc. Fui militante espartaquista, sí. Entré porque un día iba en un camión, como cualquier pasajero discutiendo con un compañero, y atrás de nosotros venía sentado un dirigente espartaquista, nos venía oyendo y nos regaló unos folletitos. Me llamó mucho la atención, me puse a leer. Así me fui metiendo. Con el argumento de que iba a hacer mi tesis, dejé la militancia. Ya no soy militante. Vivo muy a gusto como profesor, como académico. Los militantes, si asumen seriamente su militancia, tienen que seguir la línea del partido; si no la van a seguir, entonces no se metan. Soy defensor de los partidos como tales pero no voy a comprometerme con uno. Me comprometo con una idea y me comprometo políticamente con lo que representa esa idea.

A partir de su mirada podíamos ver su denuncia ante lo absurdo de militar sin vocación.

Al Trotskismo me acerqué años después, cuando era funcionario de Pemex. Siempre de manera clandestina. Para no ser absorbido por la burocracia. Pagan muy bien, es muy fácil perder la conciencia por esos salarios. Me quise defender y busqué a mis amigos trotskistas, me acerqué a ellos sin militancia, pero en colaboración. Esa otra cuerda jalaba de mí y fue la que terminó ganando. Dejé Pemex aunque ahí tenía base y una buena plaza.

Los maestros que probablemente tuvieron mayor influencia en mí fueron: Víctor Flores Olea, Mario Monteforte Toledo, Francisco López Cámara, Enrique González Pedrero, Pablo González Casanova, este último influyó más después de que fue mi profesor- comentó con admiración.

Ricardo Pozas, también, él nos hizo ir a la realidad del país, a conocerla. Nosotros le propusimos ir a la región del norte del país. Esa zona era muy atractiva, ahí estaban las contradicciones más grandes del país –dijo con un aire de rebeldía . En ese norte del progreso vivían los pobres más pobres de México. Comían hasta lagartijas y raíces. Durante años, en las carreteras de San Luis Potosí, uno veía gente pidiendo limosna a pleno sol durante todo el día y los coches pasaban a 150 km por hora con la absoluta indiferencia de sus conductores.

El director, Pablo González Casanova, se negó a que fueramos como grupo a esa zona. Habían matado en la zona candelillera de Coahuila a un egresado de la Escuela de Ciencias Políticas que fue a trabajar con los campesinos; existía ese antecedente y era peligroso. Ricardo Pozas lo convenció. Pozas tenía cara de viejito bondadoso pero los pantalones muy bien puestos.

Mi vida como docente

Mi vida como docente empezó cuando me titulé, el 12 de julio de 1968. Yo era ayudante de Miguel Duhalt Krauss en el departamento de Administración Pública y ya estaba a cargo de clases, quizás por escasez de profesores. Después del movimiento estudiantil de ese año, y de que el ejército allanara mi cubículo, dejé la docencia. Hace ya varios años me reconcilié con ella.

El doctor se desempeñó en la FCPyS como coordinador del Centro de Investigaciones en Administración Pública y jefe de la División de Estudios de Posgrado (1970-1984), donde creó el Centro de Educación Continua.

Ha impartido más de 140 cursos y seminarios en su facultad, además de otros en varias universidades de México, Estados Unidos, España, Nicaragua, Francia y Argentina.

Aparte de sus cursos, ha sido invitado a dictar conferencias en diversas instituciones nacionales y extranjeras. Entre las nacionales, prácticamente, en todas las universidades públicas del país; y en el extranjero, en Bogotá (Colombia), Caracas (Venezuela), La Habana (Cuba), Managua (Nicaragua), Río de Janeiro (Brasil), Londres y Edimburgo (Gran Bretaña), Milán (Italia), Szeged (Hungría), San Diego, El Paso, San Antonio y Nueva York (Estados Unidos), Rosario y Buenos Aires (Argentina), Santiago (Chile), Madrid, Coruña y Santiago de Compostela (España), Berlín (Alemania), Serpa (Portugal).

“El que va a ser escritor va a ser Octavio”

El periodismo para mí siempre fue un imán. Mis paradigmas eran los profesores que escribían en la revista Política, la mejor revista en su género que ha habido en México desde la Segunda Guerra Mundial. Yo leía a los tres cochinitos: Flores Olea, González Pedrero y López Cámara, los llamábamos así sólo porque eran tres. Los apodos simples de entonces.

Cuando vino la caravana ixtlera-candelillera a la Ciudad de México para entrevistarse con López Mateos, que era Presidente, estábamos en frente de Los Pinos y salió Humberto Romero, el secretario particular, para decirnos que el Presidente no nos podía recibir porque “tiene una entrevista con un boxeador”. Hubo enojo. Nos reunimos los estudiantes y los líderes con Ricardo Pozas en un pequeño grupo y dijimos “¿qué hacemos?”. Ricardo Pozas dijo: “nos enfrentamos, finalmente moriremos los de mero adelante nada más”. Alfredo Jaime, el líder de los ixtleros, no quiso. Fuimos a la Confederación Nacional Campesina (CNC) donde le pusieron moño negro a Zapata en la entrada. Los campesinos con sus manos grandes, que parecían tortas por el tallado del ixtle, lloraron. Pozas tenía razón: si nos hubiéramos enfrentado y hubiéramos tratado de tomar Los Pinos, mueren los primeros cien, o morimos los primeros cien, pero los demás, representantes de mil pueblos, hubieran sido atendidos. Ahí se acabó el movimiento ixtlero-candelillero, no volvió a resurgir jamás. Ese era Pozas y muy poca gente lo sabe. Esa fue una experiencia fundamental. Ahí empecé a escribir en el periódico La Voz del Desierto, donde hablaba de la lucha obrero-campesina. Empecé a escribir como periodista. Por un momento, bajó la cabeza. Se enderezó casi enseguida y nos miró.

Al narrar la caravana ixtlera-candelillera sus manos hacían el papel de las manos de los campesinos, cuando las calificaba como “tortas” y su voz se entristeció cuando nos habló del final de dicho movimiento.

Cuando estudiaba en la “escuelita” (FCPyS antes de ser facultad) tenía un coche: Plymouth 46, Monteforte le llamaba “El Leviatán” porque era muy grande –rió mientras recordaba. Me había costado tres mil pesos y era mío. Un día le dimos aventón a Henrique González Casanova a su casa, vivía aquí por la colonia Florida, nos quedamos platicando en el coche como una hora, era como una sala ese coche, y dijo: “usted, Felipe –a uno de mis compañeros- quiere ser escritor, usted Raúl también, pero el que va a ser escritor va a ser Octavio”. ¡Chin!, que se la creo y me dediqué a escribir.

Durante muchos años dije: “mi máxima ambición es escribir una novela política policiaca”. Cuando escribí La Organización (2004) me sentí completamente realizado. No me interesaba si me iban a premiar o no. Me interesaba escribirla y que se publicara, aunque se hubieran impreso sólo diez ejemplares. Ver tu nombre impreso en una revista, un periódico o un libro te hace decir “¡qué padre!”.

Sus ojos se cristalizaron al hablar del periodismo y de su aspiración como escritor. Sonrió en un sentido de aceptación y realización debido a sus múltiples publicaciones.

Mis primeros artículos no eran de Ciencia Política ni nada semejante. Fueron en El Día, en una página dirigida por Arturo Azuela que se llamaba: Ciencia Técnica y Desarrollo Social. También escribía artículos esporádicos en Excélsior (antes de Scherer).

Un día Ángeles Mastretta tocó mi cubículo:

–Oye, ¿no quieres participar como articulista en Ovaciones?
–Ovaciones es un periódico deportivo, yo no sé nada de deporte
–No, no, tú de política en la sección no deportiva
–Pues sí

Me entrevisté con el coordinador editorial y le dije, bueno, contra quién no puedo escribir, me dijo: “Televisa, el Presidente y el Ejército”. Acepté y empecé a publicar semanalmente. Estando ahí me invitaban a escribir algunas revistas de izquierda, una de ellas era Por esto, continuación de Por qué. Era la revista más izquierdosa de todas las que había en México.

Años después entré a Uno más uno. Manuel Becerra Acosta era el dueño. Un hombre brillante, inteligente, pero alcohólico. Empezó a hacer cosas que no coincidían con lo que había sido el espíritu original de Uno más Uno: querer venderlo, buscar socios capitalistas… Ahí algo no checó con el subdirector, Carlos Payán. Payán convocó a un grupo de amigos del periódico y nos preguntó qué pasaría si formábamos uno nuevo. Formamos un nuevo periódico, La Jornada, nunca me gustó el título; tampoco me gustaba Uno más uno, llegaba yo y decía me da Uno más uno: me decían “dos” en el puesto de periódicos. Pero bueno los periódicos se pueden llamar como sea. Fue una experiencia muy interesante.

Una de las recompensas del periodismo es la influencia que uno tiene en gente que uno ni sospecha. Un día fui a Matehuala a dar una conferencia y la gente me conocía por mis artículos en Uno más uno. Cuando llegué a Cuba, la primera y única vez que fui, los trotskistas me hicieron una fiesta porque ellos me leían en la revista Por esto y viejos trotskistas que habían estado en la cárcel crearon un círculo de estudios sobre mis artículos- recordó con sorpresa. Ahora ya tengo 45 años publicando.

El doctor ha escrito 25 libros de índole académica y de investigación. Su más reciente libro lo presentó este 2012, en la FCPyS, Poder y elecciones en México, editado por la Editorial Orfilia.

Ha publicado más de 30 capítulos en libros colectivos y más de 70 artículos de investigación.

Tiene tres novelas: La organización, El asesino es el mayordomo y Entre pasiones y extravíos.

“Rompo con Marcos pero seguiré siendo zapatista”

Otra experiencia importante fue cuando participé con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Estoy convencido de que fue un movimiento histórico. Dentro de veinte años se seguirá hablando de él. Nunca tuve total acuerdo con Marcos, pero cuando uno se mete a un movimiento uno acepta las reglas del juego. Por un lado, no había compatibilidad teórica ni estratégica. Por otro lado, Marcos tenía un problema: su trato con la gente. Él no es difícil, simplemente era intratable. En lugar de sumar, restaba. Usaba a la gente. Había, por ejemplo, personas que hacían grandes esfuerzos por ir hasta allá, estar con ellos, acompañarlos, ¡dispuestos a morir por el Zapatismo! Y este miserable les hacía majaderías. Yo era de los afortunados. Él sabia quién era yo perfectamente, era el Profesor de su hermano mayor, tenía un estatus especial. La primera vez que llego a San Cristóbal de las Casas para la Convención Nacional Democrática, iba invitado por el comité y con una carta personal de Marcos, una invitación VIP. Marcos y yo tuvimos diferencias, como también las tuvo con otros compañeros. Cuando pensé que ya no era posible aguantar sus majaderías, escribí en un artículo: rompo con Marcos pero no con el zapatismo. Y así lo hice.

El doctor participó como asesor del EZLN entre 1994 y 1997.

Ha participado como consejero en movimientos como la huelga de la UNAM, en 1999-2000, donde se desempeñó como Consejero Universitario. Hasta el 2002 formó parte de un grupo de profesores y estudiantes que los medios llamaron “consejeros independientes”.

En el 2006 fue miembro del Consejo Consultivo en la campaña de Andrés Manuel López Obrador y en 2012 del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Durante la entrevista declaró que se separaba de este movimiento al anunciarse su intención por convertirse en partido.

La entrevista duró 11 cigarros.

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“Me volví un enamorado de la Ciudad de México hasta que me fastidió la Ciudad de México: perder tres horas para ir a cualquier lado en coche es un absurdo. Tengo otras cosas que hacer. Por eso me fui a vivir a Cuernavaca, donde atravieso toda la ciudad en veinte minutos”

Actualmente el doctor vive en Cuernavaca con su esposa Teresa Guitián, viene a la ciudad cada semana a impartir su clase en la FCPyS. Sigue publicando en el periódico La Jornada.

Foto: Genoveva Ortiz




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