TRABAJO INFORMAL: LOS ARTISTAS DEL METRO


Por Alejandra Franco Reyes
México (Aunam). Se abren las puertas en el vagón del Metro que transita sobre la línea 2, de Taxqueña a Cuatro Caminos; en la estación Nativitas aborda un hombre con un saxofón colgado al cuello; en los asientos o de pie, unos cuantos lo miran desconcertados y otros más lo ignoran mientras anuncia su número musical con un tono de voz grave. Es Ricardo, mejor conocido como “El men” quien humedece sus labios para ejecutar su instrumento, el cual se suma al ruido provocado por el rose del tren con las vías.

Después de tres melodías, suena la última y única pieza más fácil de reconocer, ta ra ra rá, ta rá…“La pantera rosa”; el músico quien también ha estudiado percusiones africanas y batería, camina entre los usuarios con un gorro a la mano solicitando alguna cooperación. En tanto, sólo cuatro personas han hurgado en sus bolsillos para depositar sus monedas; “aquí la gente te da dinero por dos cosas: por lástima o por talento”.


Saluda con gusto a “Tulún” el payaso que le releva en la labor “escénica” y que tras su rostro decorado con tinta roja y blanca resguarda a un joven con la mirada decaída. Fuera, en la estación Xola, él toma asiento en el estuche del saxofón para darse un descanso.

En su tránsito de ida y vuelta por la misma línea de transporte comparte vagones con cantantes, actores, chicas que interpretan arias de ópera o poetas; “el arte puede estar en cualquier lado, el Metro está abierto para toda persona que lo quiera ver como lo que es ¿no?, porque repartes cultura a la gente, es una manera de hacer cierta lucha para mejorar el país”.

Entre el sonido que anuncia la llegada de un nuevo tren, los pasos a prisa de gente que no establece contacto con los desconocidos y el ruido cotidiano de la ciudad que se mueve afuera del Metro, “El men” ha encontrado una fuente de trabajo, no tan fiel dice, pero sí honrada. Todo lo hace por gusto y necesidad “aunque las personas deben saber que no venimos ni robándoles, ni agrediéndolos, simplemente tratamos de ganarnos la vida”.

El rechazo por su presencia no se deja de sentir, “nuestra inseguridad está en que a veces nos remiten, nos llevan al separo o a la delegación. Lo que están diciendo es que se va a poner grueso trabajar aquí, pero está mal que nos quieran quitar, ¿qué pretenden? ¿mantenernos?, muchos vivimos de esto, es la manera en que sostenemos a nuestras familias”.

Del túnel se asoma el frente anaranjado con gris del último tren que dejará pasar “El men”. Antes de subirse a él, guiñe el ojo y grita: “este país necesita cultura y arte, pidamos que lean y apaguen sus televisores ya por favor”. Tras él las puertas se cierran y el metro parte rumbo a la próxima estación.

Economía informal y trabajo artístico

El número de personas que trabajan sin recibir un sueldo fijo, seguridad social ni prestaciones, está en aumento según revelan las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En el 2006 cuando inició la actual administración federal, 11.4 millones de personas se desempeñaban en el sector informal, cifra que para el 2011 creció 1.1 millones.

Durante el mes de mayo, el director general del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM), Francisco Bojórquez Hernández, anunció la regularización de los ambulantes que trabajan dentro de las instalaciones, argumentando que en un plazo de siete meses estarán organizados en cooperativas y reubicados en los locales construidos para fines comerciales en las 11 líneas.

Del anuncio quedó descartado el término “artistas” como lo reclama Christian Iván Mercado Aragón, estudiante y músico del Metro, quien escribió el 24 de mayo una carta abierta en el diario La Jornada: “¿Qué sucederá con los músicos que trabajamos en los vagones? Nosotros, de ser colocados en un espacio confinado, nos volveríamos parte de la escenografía cotidiana, ¿Dónde seremos colocados?”

Continúa cuestionando: “¿Qué clase de cooperativa debe existir para nosotros, que somos minoría y no nos toman en cuenta ni las autoridades ni los medios?, ¿Cuál será el criterio para colocarnos en un local comercial?, ¿Qué actividad realizaríamos ahí dentro?, ¿Por qué no existen alternativas para este rubro?, ¿Por qué no hay un censo para colocar a estos músicos en un área laboral?”

El metro tiene 40 años de existir en la ciudad de México, hoy, la obra que inició a mediados de 1967 cuenta con una red conformada por 11 líneas, 175 estaciones y una doceava en construcción, a la que se sumarán 20 estaciones más.

La apropiación del espacio público como fuente de empleo se ha efectuado ahí desde hace 20 años.

Karla Ponce, empleada del Metro confirma la voz de la institución respecto a los espacios a los artistas que trabajan al interior del vagón: “el Sistema de Transporte Colectivo planea sacar a los vagoneros y músicos ambulantes porque supuestamente molestan a los usuarios y pretende llevarlos a tocar los pasillos de correspondencia o espacios inter-estaciones.”

Existe una perspectiva laboral conocida como poiésis, una postura griega que concibe al trabajo como una actividad creadora que en su proceso de formación a la vez transforma al medio ambiente y a quien lo ejerce. El trabajo poiético es entonces resultado del trabajo autónomo, autoregulado y autoapropiado, es decir, uno es dueño material e inmaterialmente de su trabajo y de todo su significado.

El trabajo artístico es poético, según admite el autor Enrique Dussel, dado que el “arte es considerado un medio de trabajo que bien une lo trascendental y lo autónomo.”

El modelo económico mexicano está inmerso en una lógica capitalista cuya base para conseguir el capital debe estar formalizada o reglamentada, así lo explica el sociólogo Rafael Gutiérrez, quien también define al trabajo informal bajo tres lineamientos: carencia del sustento legitimante social, jurídico y normativo. De tal forma que jurídicamente son trabajadores no formales y socialmente su trabajo no es reconocido como tal.

Políticamente la mejor manera es siempre lo rápido: exterminar, encarcelar, corromper, aunque el argumento sea “se combate la delincuencia”, sus actos políticos son verdaderos incentivos para ésta, admite el sociólogo egresado de la UAM-Xochimilco.

El también músico Rafael Gutiérrez, considera al artista como el que crea en el momento, es decir, si reproduce un canto, una letra, una obra, crea en el acto mismo, por ello, el sociólogo asume a los artistas del Metro como personajes que buscan espacios para quienes tienen la sensación de crear algo en la gente, donde se concreta la expresión artística, en el crear, el que crea y el que lo aprecia.

El músico y artista visual Julio Barajas, considera que “el arte es toda expresión que lleva al ser humano a realizarse de manera trascendental por medio de un sentimiento que se materializa tangible o intangiblemente, llámese escultura, pensamiento, música; y lo artístico se toma más como un modismo o una corriente interpretativa de dicho arte”, por ello, cree que los artistas en el Metro no crean en el momento sino que distorsionan, sólo evidencian un arte por medio de la narrativa propia expresando lo ya creado para convertirlo en un viraje propio.

El trabajo de esas personas en el Metro, continúa Barajas, sólo queda en el placer de hacer algo que no les causa molestias no están emanando el sentir de la creación. Es como la artesanía que sólo se trata de reproducir algo ya creado para su venta. Son sólo un vehículo, un altavoz del arte, entonces se deberían llamar interpretadores artísticos, artistas en serie o artistas del arte, concluye.

Para Efraín Caballero, líder del colectivo “Arte bajo la ciudad”, existen tres tipos de artistas, definidos así para diferenciarlos de los comerciantes que trabajan con mercancías materiales: quien está en el Metro por necesidad económica, quien además de cubrir intereses económicos, busca un espacio de expresión y quien no tiene otra cosa que hacer y lo ve como pasatiempo.

Usuarios


Mariano Estrada: “el costo de la vida es muy fuerte con este gobierno, un sueldo mínimo ya no alcanza, ganas 50 pesos y no sirven para nada, los políticos nos están dejando en la calle, todo tan caro, la luz, el teléfono.”

Indra: “en contra totalmente de los que están en el Metro, porque oportunidades las hay para todos, una cosa diferente es que ellos no quieran buscar. Ahorita todo está cambiando y hay muchas más facilidades de trabajo y estudio.”

Edna: “tienen derecho a expresarse, apoyo el trabajo de los artistas, han de ser rechazados que buscan una oportunidad en el Metro, aunque luego los explotan.”

Rogelio: “hay muchas opciones, muchas obras para estar trabajando y agarran la salida más fácil, es incómodo que estén aquí, simplemente saturan la vialidad.”

Salbizu: “la sociedad los orilla a que se vengan a trabajar aquí porque no tienen otra forma de obtener recursos, no nos afecta en nada que estén aquí, la obstrucción del paso es momentánea, pasan rápido y no están todo el día.”

Carlos Alberto: “esto es debido a la escases de trabajo, por eso están obligados a hacer este tipo de cosas. Por el lado malo, viene siendo una mafia a la que se debe dar una cuota para poder entrar y tener un territorio, la imagen que dan a la gente es fea, el Metro es un transporte público y simplemente es para eso.”

Adolfo: “no creo que afecten mucho, al contrario, luego se sube banda que nos alegra el día. Yo he cantado aquí con mi bandita pero no tanto por necesidad y siento que esos weyes lo hacen más por tener algo para el día, te piden una cooperación mínima que no afecta al bolsillo y a ellos les ayuda mucho.”


“Arte bajo la ciudad”

El viaje comenzó en 1998, comandado por Alejandro Aura, empleado del Instituto de Cultura de la Ciudad de México, mediante el cual se elaboró el proyecto para presentar eventos en espacios públicos como parte de un programa de vinculación comunitaria. En 2003 los artistas recibieron por parte de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y organizaciones internacionales de trabajo callejero la invitación de participar un festival en Europa.

Para el año 2006 se conformó el primer colectivo de artistas del Metro, llamado “Los de la 3”, iniciativa que demostró ante las autoridades la factibilidad de organizarse entre cien personas aproximadamente. La historia y el alcance de su propuesta actual los narran entusiastas los 5 únicos miembros del colectivo “Arte bajo la ciudad”, pioneros de la propuesta "arte por todas partes", un proyecto de músicos en el Metro.

El propósito del colectivo, es presentarse en cualquier espacio público, “poder abrirnos a más foros, quedarse en el metro implica que poca gente, un sólo núcleo conozca nuestro trabajo” comenta Paco, actor y músico. "La esencia del trabajo en espacios públicos es la gente que aporta y valora tu trabajo, no tanto lo económico, si te da algo ya está "chido", agrega Efraín, guitarrista de la agrupación.

Considerados por la ley como "obstructores de la vía pública, ambulantes y comerciantes", los artistas persiguen una regularización mediante el cese del acoso que consiste por un lado en operativos, arrestos a la delegación, extorsión económica de policías y vigilantes y por otro en el reconocimiento de su trabajo viable desde hace 20 años.

Las líneas vetadas para los artistas son la B, la 1 y la 4. Se han enfrentado también a la corrupción de las mafias que agrupan a comerciantes, no están totalmente distanciados porque también hay quienes se han involucrado con esas agrupaciones. La línea 2 es, en cambio, el lugar más ocupado por este tipo de trabajadores.


Como parte de las propuestas que les brinda el STC Metro es programarlos en espacios y grupos para presentarse y vender sus discos, aunque nadie del colectivo comercia con bienes tangibles, no les estaría permitida la petición de dinero, y deberían someterse a ciertos horarios, razones que el colectivo rechazó y han frenado las negociaciones.

El Metro les representa un foro de expresión, un escaparate artístico y una fuente de empleo, su labor es un trueque, comenta el saxofonista Kato, “la gente te da lo que puede a cambio de tu trabajo, la gente aprende y crece de lo que ve en los espectáculos callejeros y a la gente que no le repercute en cifras no le conviene”.

En tanto en la institución “creen que nosotros buscamos que nos aplaudan, pero también tenemos responsabilidades y compromisos", "ahí está el foro, te va a ver mucha gente" "pero también es un trabajo, es una profesión para la que nos hemos preparado y las autoridades no lo ven así", concluye.










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