LA PASIÓN POR ESCRIBIR DE ISABEL ALLENDE


Por Alejandra Islas Flores
México (Aunam). El amor y el dolor son los sentimientos que le dan origen a las novelas de Isabel Allende, la ayudan a visitar no sólo lugares imaginarios, sino a recrear otros guardados en su memoria y a dar voz a personajes que lejos de ser ficticios poseen defectos y virtudes de hombres y mujeres que forman parte de su pasado.

Durante su Conferencia Magistral, La pasión por escribir, dictada en el Word Trade Center, la autora de La Casa de los Espíritus, Paula, Retrato en Sepia, La Ciudad de las Bestias, y recientemente El Cuaderno de Maya, aseguró que sus novelas están inspiradas en experiencias o en personas cercanas, “con sus secretos, motivaciones y creencias; seres que según las circunstancias son capaces de salvaje crueldad o extraordinario heroísmo, como todos nosotros".

Representante del feminismo chileno, comenzó a escribir ficción bastante tarde, “cerca de los 40 años, lo hice en un impulso sin saber que diablos estaba haciendo, creía que era una carta para mi abuelo moribundo que estaba en Chile, escribía de noche, porque trabajaba de día y al final del año tenía un novelón de 500 páginas sobre la mesa de la cocina: La Casa de los Espíritus"

Sin embargo, Isabel Allende ya contaba cuentos desde que le fue posible hilar un par de frases, ya entonces vivía en la imaginación más que en la realidad-señaló la autora-, su familia la castigaba por mentirosa; cuando trabajaba de periodista en los años setenta, su jefa sospechaba que ella inventaba todo, incluso las entrevistas; Pablo Neruda la consideraba como la peor periodista del país, porque era incapaz de ser objetiva, torcía los hechos y si no tenía una noticia la inventaba, un día le dijo: “mijita por qué no se dedica a la literatura para que todos esos defectos se conviertan en virtudes”.

A decir de la autora, escribir es una obsesión, pues sin importar lo que pase cada 8 de enero, a las 8 de la mañana, durante 10 horas, 6 días a la semana, abandona este mundo y comienza un viaje a los lugares más oscuros del alma para visitar a los espíritus y encontrar la musa inspiradora que hace que sus personajes cobren vida. Escribir es como meditar pero más entretenido, -agregó entre risas-.

"La vida contiene material suficiente para escribir infinitas novelas -dijo la representante del realismo mágico- la literatura por su capacidad de síntesis nos acerca a la verdad...una novela puede desafiar las creencias más arraigadas y obligarnos a cambiar, como le ocurrió a muchos americanos con La Cabaña del Tío Tom, ese libro movilizó al público más que toda la retórica de los abolicionistas, el Tío Tom era un personaje de ficción, pero la brutalidad de la esclavitud era una verdad, lo que intento decir es que la ficción que se hace con imaginación, debe sustentarse sobre una verdad que para el autor sea incuestionable, sin esa verdad el libro no se sostiene".

Además agregó que en alguna ocasión le oyó decir a un director de cine que si el guion no se podía resumir en una frase, entonces no había película, porque esa frase era alma de la misma. "Dar con el alma de una novela y poder resumirla en una frase es lo que intento hacer con cada uno de mis libros aunque la novela tenga 500 páginas -sostuvo-.

No obstante, con el sentido del humor que la caracteriza y provocando la risa de los asistentes, confesó que durante años no supo decir de qué se trataba La Casa de los Espíritus, pues con tantos personajes que se le quedaron perdidos en las páginas, cuatro generaciones y 70 años de la historia de Chile, sólo pudo entender de que se trataba cuando vio la película.

La autora de El Reino del Dragón de Oro, dijo que cada uno de sus libros es un viaje al alma para conocerse mejor, que escribe sobre emociones, amor, muerte, lealtad, justicia, sobre víctimas, victimarios, sobre la persona que ella es y también sobre mujeres fuertes cuyas historias ha podido conocer a través de la fundación que encabeza.

Fundación que nació en homenaje a su hija Paula cuya muerte prematura marcó su vida y que apoya a organizaciones sin fines de lucro en áreas de salud reproductiva, educación, protección contra la violencia, explotación y discriminación de mujeres y niñas, y cuyos fondos iniciales procedieron de la venta del libro que lleva su nombre.

Al respecto señaló "Escribir fue mi catarsis, el año siguiente a la partida de Paula, fue muy confuso, dolor y más dolor que contaminaba todo sin dejar espacio para nada más, al escribir le puse límite a todo, aclaré los hechos, ordené la memoria, mis sentimientos se definieron y surgió un espacio para pensar en la vida, en mis nietos chiquitos, en mi hijo que sufría como yo, en mi marido que no me había soltado de la mano, en mi madre que estaba a mi lado" Agregó que, de todos sus libros, Paula es el que más respuesta ha tenido de sus lectores, pues ha 20 años de su publicación le siguen llegando cartas de alguna parte del mundo.

Para Isabel Allende cada libro crece como una semilla de orígenes distintos, pero una vez que comienza- afirma- las palabras se escriben casi solas, al vuelo, como su más reciente publicación El Cuaderno de Maya, una novela con tintes policiacos que aborda la vida de una adolescente americana, que tras la muerte de su abuelo se vuelve una chica rebelde que se ve envuelta en un crimen.

"Yo le tengo mucho cariño a Maya, aunque en algunos momentos quise estrangularla por imprudente, que chiquilla de mierda. A menudo me encontré tan desesperada como ella, porque no sabía cómo salvarla de los villanos que la perseguían o de su propia estupidez. ¿De dónde salió esa Maya? Se me apareció entera, desafiante, con sus piernas fuertes de futbolista, su argolla en la nariz y su pelo teñido de cuatro colores primarios. Maya es la síntesis de los 6 adolescentes de mi familia californiana, Maya tiene un poco de cada uno y la motivación para escribir este libro fue la intensa compasión que me producen estos niños míos expuestos a drogas, alcohol, pornografía, violencia y criminalidad…".


El amor y el dolor son temas recurrentes en las novelas de Isabel Allende, quien define su postura filosófica ante la vida como optimismo realista, porque considera que durante los 70 años de su vida ha visto mejorar el mundo. "Yo nací a la mitad de la segunda guerra mundial, cuando tiraron las bombas de Hiroshima y Nagasaki, en la época del holocausto y desde entonces hasta ahora han pasado muchas cosas buenas".

Por eso la autora chilena, desea seguir teniendo de "dulce y de agrio", no aspira a una vejez tranquila, sino a una interesante, defendiendo las mismas causas de su juventud, sólo que mejor, porque es más fuerte, más lúcida y posee más recursos.

Y con la misma pasión en su discurso que en su escritura, Isabel Allende concluyó diciendo "Pertenezco a la primera generación de viejas educadas, sanas, conectadas, informadas, dispuestas a luchar por un futuro más benevolente... junto a ese ejército de viejas yo quiero contribuir a la abundancia de este mundo, abundancia de belleza, abundancia de amor y abundancia de historias".





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