COMPARTE AMAURY UN POCO DE SU FE


Por Pablo Saldaña Amador
México (Aunam). Un par de acordes, algunas palabras, y la premisa de la noche quedó clara: no vale la pena dejar el amor para otro día, menos cuando Amaury Gutiérrez se adueña del escenario y reparte pedacitos de sí en cada melodía, música que impera abrir las puertas y ventanas del alma.

Tras la apertura, con Pedazos de mí, vendría Dime corazón, una canción de desamor que esparció cierta tonalidad melancólica al ambiente del Lunario. Ya con esos dos temas, el cantautor cubano enamoró a un público ávido de romance.

“Tu amor es como un río que baña el cuerpo, es como un remolino que va creciendo; tu amor es el perfume que trajo el viento. Si te vas a marchar, llévate antes mi cuerpo…”, cantaría el público a la par del artista, en la primera de varias veces en que el grupo musical reduciría decibeles para que solo se escuchara el coro espontáneo.

El trovador cubano, provisto de su guitarra, departía con el público y compartía su felicidad por el Grammy obtenido por su producción Sesiones Íntimas. Muchos años de espera y tres nominaciones sin frutos hablan de su paciencia, por ello, para quien tenga un sueño, un objetivo en la vida, este concierto resultó un buen aliciente, "esta noche les voy a dar algo de fe” dijo Amaury.

Para enmarcar esta idea, cantaría Tú no me crees: “Pero tú nunca me crees, cuando te digo que uno no se rinde, si algo no sale como lo quisiste; pero tú nunca me crees… tú no me crees…”, pero había que creerlo. La magia estaba ahí.

Un par de canciones “inéditas” arrancarían suspiros y demostraciones de afecto entre los presentes: Lo mejor que hay en mi vida y Como duele.

Una es un canto a la terquedad del amor, a la conquista del ser querido, a esa batalla donde amerita preguntar, mirando de frente y sin tregua “¿Quién va a prohibirme que te entregue lo mejor que hay en mi vida?”.

La segunda, además de ser un estreno universal, fue un llanto musicalizado, la demostración del desamor; los presentes permanecieron en silencio para apreciar el sentimiento del cubano y tratar de aprenderse esta nueva poesía, que sin duda alimentará muchas noches de desolación una vez que se encuentre disponible.

“Cómo duele vivir cuando tú desapareces; cómo cuesta vivir con esta soledad entre cuatro paredes. Cómo pensar en ti si ya mis noches no se encienden; cómo vas a cumplir con tus palabras ¿para qué prometes? ¡Cómo duele estar sin ti!”. El aplauso estruendoso no se hizo esperar.

Nada es para siempre continuaría con el embrujo romántico que el cantautor deseaba realizar esa noche y Esa miradita vendría a ponerle un poco de azúcar, al tratarse de una canción que puso a bailar a los presentes , sin abandonar la melancolía del todo. Una sonrisa en el rostro reflejaba que Amaury disfrutaba la velada.

Se observaba como las siluetas en el Lunario se movían rítmicamente. Otros más tímidos también parecían tener ganas de levantarse y bailar. No durarían mucho. Mi princesa, canción compuesta por Amaury junto a David Bisbal, regresaría la añoranza al recinto.


“Sabes que eres la princesa de mis sueños encantados, cuántas guerras he librado por tenerte aquí a mi lado; no me canso de buscarte, no me importaría arriesgarme si al final de esta aventura yo lograra conquistarte, y he pintado a mi princesa en un cuadro imaginario, le cantaba en el oído susurrando muy despacio. Tanto tiempo he naufragado y yo sé que no fue en vano, no he dejado de intentarlo, porque creo en los milagros…”.

Al cantar este estribillo, el trovador dejaba constancia de la fuerza de su voz y de lo bien educada que la tiene. Un falsete poderoso y de varios segundos provocaba admiración y aplausos cada vez que las cuerdas vocales del cubano-mexicano lo prodigaban. Se hacía patente la influencia que Javier Solís ejerce sobre él.

La penumbra del lugar, el avance de la noche y algunas copas de vino enmarcarían la llegada de un género musical que ejemplifica muy bien la hermandad que existe entre cubanos y mexicanos. Cuatro boleros, el primero fue Contigo en la distancia, harían que las parejas presentes se acurrucaran aún más.

De pronto, la luz se encendería para dejar que Amaury Gutiérrez paseara entre las mesas, saludara amigos y a gente de su disquera presente en el Lunario. Un apretón de manos por aquí, un abrazo por allá y los versos de Debes saber acompañaban al cantante en su camino.

Ya de regreso en el escenario, invitaría a Antonio Orozco, trovador español, a unir sus voces en Se me escapa el alma, y luego le cedería unos minutos el escenario para que el cantautor sevillano interpretara su exitosa Pedacitos de ti. Amaury despediría a su invitado, no sin antes describirlo como un “artista de verdad, sin disfraces”.

Tras No existes, y “para que no se aburran con tanta balada” sonaría Camina, que sería el preámbulo para el clímax de la noche. Las dos canciones quizá más conocidas harían que el público se pusiera de pie para aplaudir, corear y manifestarle a grito abierto su cariño, respeto y admiración.

Perdóname todo y Yo sé que es mentira marcarían el inicio del fin. Al terminar de cantar “y si no estás a mi lado, loco me voy a volver, ¡Ay Dios!, Es que me vuelvo loco, me muero con tu sonrisa...”, Amaury dijo adiós. Aplausos y gritos de “¡otra, otra!”.

Fascinación sería la elegida para volver a escena, ya con un Lunario colmado de pasiones y desbordado hacia él. Pero el tiempo es implacable y la hora de la despedida llegaba. Y si bien Me dejó picao' fue el pilón musical de la noche, los picados fueron los asistentes, que hubieran deseado otras dos horas más de concierto.

Amaury Gutiérrez se lo llevó todo, sin darse cuenta que ahora sí: nos ha dejado picaos”…






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