21 de enero de 2011

VALENTINA ORTIZ PANDOLFI: PERCUSIONISTA DE CORAZÓN


Por Ana Rosa Calderón Ávila
México (Aunam). Con gran ritmo y sabor cubano Simón Managua y su Sonora guía al cuerpo a moverse al compas de su son; sin embargo, en ese grupo sonero destaca una persona que lleva el ritmo en sus manos. Golpea con ligereza y gran intensidad las congas, la fuerza de cada “bum” pega en el pecho llegando hasta el corazón, haciendo de cada palpitar un movimiento más dentro de la pista de baile en el Gran Fórum.

Aquellas manos delicadas, a simple vista; son de una mujer que destaca de entre tantos hombres, Valentina Ortiz Pandolfi es una de las únicas mujeres soneras dedicadas a tocar el tambor. La percusión es una de sus mayores pasiones, cada golpe significa estar conectada o desconectada del mundo; la enlaza con la música y con sus compañeros. Para ella el tambor significa algo cíclico que la lleva a sentirse muy a gusto.

Su carrera como percusionista inició a partir de 1993, ha tocado con grupos de salsa; además, participó en producciones musicales como Aventurera; sin embargo, los tres años que permaneció dentro de la producción se dio cuenta que no era su ambiente. Simplemente para ella ese tipo de música no decía nada, y fue entonces que decidió hacer cosas sencillas pero con una creatividad impresionante.

Un gran ejemplo de su enorme talento es Caldo de Sueños, obra musical en la que sus principales instrumentos son: ollas, sartenes, el metate, el molcajete y hasta las lenguas náhuatl y zapoteca. La percusionista, logró encontrar melodías dentro de objetos comunes y corrientes, que utilizan la mayoría de las mujeres mexicanas, en especial las indígenas. Es un espectáculo de varias piezas musicales que combinan textos y música compuesta por ella misma.

-No es fácil ser mujer, fui retomando los objetos de uso más cotidiano, aquellos objetos representan un trabajo poco valorado, el trabajo domestico. Y es una manera simbólica de decir que todos los seres humanos somos artistas y todos tenemos algo importante que decir.

Puros cuentos

Valentina fue hija única del pintor mexicano Emilio Ortiz y de Silvia Pandolfi de origen estadounidense. Su niñez fue muy solitaria y las amistades que lograba formar eran por periodos cortos, debido a que la carrera de su padre le exigía viajar demasiado.

Fue de esta manera que su única compañía eran los libros, y es algo que agradece, pues al estar del tingo al tango y hacer lecturas a todos horas, fue un gran estímulo en su vida, aprendió varios idiomas y realmente eso fue lo que construyo su mente, su imaginación y su carrera como cuentista.

A pesar de estar involucrada con la literatura desde pequeña, Valentina Ortiz integró a su lenguaje la narración oral aproximadamente hace cuatro años. Creó Cuentos de Tierra, ahí la artista combina fascinantes historias llenas de color con música que se ha tratado de dejar en el olvido. En cada una de las piezas musicales se utilizan instrumentos acústicos de la música prehispánica, y los tres cuentos que se reúnen en Cuentos de Tierra se cristaliza la tradición indígena de México.

Sin embargo la escritora no sólo se ha dedicado a hacer sus propios textos, su gran interés por las personas que desean ser escuchados, ha hecho que se construya una organización cultural donde cuentistas dan voz a la palabras de otros. Se reúnen con la comunidad que los invita, escuchan a esa gente que tiene mucho por contar y luego escriben esas historias.

Esta asociación civil llamada Cuentos Viajeros construido por Ortiz y un gran equipo, tiene como fin el recuperar y revivir la tradición oral de las comunidades mexicanas.

Han trabajado con mujeres mazahuas que viven en el barrio de Santa Marta del Sur, zona donde se puede observar los bajos recursos económicos de las personas. Sus casas son el punto de reunión para echar manos a la obra.

Trabajan con estas mujeres en la construcción de su libro, sin embargo, no sólo las visitan con ese fin, también ensayan con ellas la presentación de sus obras, de esta forma les brindan una experiencia y la confianza de estar en un escenario.

Ortiz hace de ellas, unas mujeres con valentía y de gran entusiasmo. Valentina forma parte de cada mujer y ellas forman parte de Valentina. Tanto las mujeres mazahuas como la escritora construyen un escenario de igualdad, el conjunto que forman se visualiza como un sólo ser.

Cuando la cuentista comienza a narrar en español, ellas siguen sus palabras y las reproducen en un nuevo sonido que anteriormente ya era escuchado; el mazahua, su lengua recordada. Es una lengua que vuelve a retoñar en los patios agrisados de aquel barrio, trabajan y esperan el reflorecimiento de ésta y más lenguas en cada rincón del país.

El trabajo que hacen es digno de admirar y de respetar, porque es un esfuerzo por conservar parte de la cultura mexicana. -Construir su identidad, a través de sus mitos, sus leyendas e historias, la narración oral es algo vivo, ayuda a procesar lo que está sucediendo.

-La gente ha perdido sus tradiciones, su mitología, sus creencias y una manera de contribuir a la sociedad para que ya no sea tan violenta es dándole más estructura a su mitología. Es una manera de transmitir ideas y generar sentido de comunidad “la narración oral es comunicación”.

En esta mujer se puede admirar su gran gesto de generosidad, ayuda a aquellos que desean de su voz y de su pensamiento un poco de atención a sus demandas.

-Mi búsqueda es crear un lenguaje y lo más importante para mí es transmitir y decir algo y todo se vale.

Acerca del pasado

La escritora, músico percusionista y actriz; nació en México en Diciembre de 1963, sin embargo, su formación educativa básica y lugares donde creció fue entre París e Inglaterra.

A partir de los seis años Valentina se ha dedicado hacer teatro, en la escuela se organizaba con un grupo de amigas para hacer pequeñas obras y para ella fue una suerte estar en una escuela donde había un foro infantil en donde las apoyaban.

A los 10 años regresa con su familia a su país natal, sin embargo su regreso a México fue un poco difícil debido a su falta de español, por ello continua su educación en una escuela francesa, la cual era bilingüe y eso le ayudó a comprender aquel idioma que desconocía.

Sus padres toman la decisión de separarse, en vista de ello deja de ver a su padre, sin embargo, no sólo deja de verlo a él, sino también a su madre, no de manera física sino moral, pues tenía muchas cosas mejores por hacer en vez de educarla. Tras esa falta de presencia empieza a conocer México y se da cuenta que el estilo de vida es totalmente distinta a la de Europa.

Además de su niñez también tuvo una adolescencia solitaria, sin el apoyo de alguien más, no tenía contacto con su demás familia por determinación de sus padres y a los únicos que tenía era a ellos.

De joven se implicó mucho con las drogas, fue drogadicta de fines de semana, pero lo que la mantuvo viva fue su relación con el estudio. -Estuve en una escuela bastante buena, donde los profesores eran muy apasionados y estaban muy involucrados en lo que hacían, Y el no querer dejar de estudiar fue lo que me sacó a delante y a dejar de consumirlas, Sin duda tuve un ángel guardián, pues era para que me pasaran cosas malas, porque incluso despertaba tirada en las calles.

Tras ver esta situación, su madre la apoya para conseguir una beca y así seguir estudiando Teatro. Obtuvo una beca completa en la Universidad de Columbia, en Nueva York, pero para su sorpresa, el departamento de teatro no era lo suficientemente bueno. Y en vista de esto decide estudiar Ciencias Políticas en la misma Universidad.

Una de las cosas más importantes que conoció en Nueva York es lo afroantillano, comienza a toma clases de danza y descubre una parte de ella; la percusión.

Durante su estancia en Estados Unidos creció un sentimiento de rechazo hacia la cultura estadounidense, y una de las razones fue, sobre todo, por el desperdicio material que observó. Acción que provocó su participación en la guerrilla salvadoreña, en el año de 1981 hasta 1990; unos años en Nueva York y después en Centro América.

Estuvo en las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) que era una de las organizaciones del frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Inicio con trabajo de solidaridad en Estados Unidos y al terminar la carrera se unió a la radio Farabundo Martí, una radio clandestina que existió durante el frente de guerra en El Salvador.

-Fue una experiencia de cómo se puede hacer mucho con nada, se hacía radio con tres grabadoras. Mi papel ahí fue sacar la información, junto con otros compañeros, tratábamos de hacer más entendible la información a aquellas personas que no se encontraban implicadas con la guerra. “Fue un reto muy grande, cómo humanizar lo que por muchas razones se deshumaniza; la gente necesita ese lado humano para poder conectarse con la realidad de otros.”

Su experiencia en la guerrilla la marcó mucho, en la manera de ver la vida y la amistad; le cuesta un poco de trabajo socializar, debido a las reglas con las que tenía que sobrellevar. Donde la palabra solidaridad significaba vida o muerte.

Se dio cuenta que la guerra no es fácil, y al término de ésta decidió regresar a su país natal. Llegó a México con dos hijos Armando y Mélida, ambos fruto de su primera pareja, comandante de la FPL; salvadoreño que conoció en la guerrilla. Éste tuvo problemas en El Salvador, lo arrestaron por estar armado y después se fue de mojado a Estados Unidos. Razón por la cual lleva muchos años sin verlo.

“Yo sentía que me moría…fue mi mayor logro”

-Uno de mis logros es que mis hijos estén sanos y hermosos.

Pero esta mujer de casi 1.70 de estatura lleva en cada parte de ella una gran fortaleza, pues el haber soportado el rompimiento de aquel hombre que amó tanto, pues eso no significó una simple despedida, sino la fractura de una familia.

-Efectivamente, uno de mis mayores logros fue sobrevivir al divorcio de mi segunda pareja. Yo lo quería demasiado, teníamos una familia de cuatro hijos, yo ya tenía dos hijos, él sólo una, pero de nosotros nació uno, Domingo. Sin embargo él decidió tomar un rumbo distinto al mío, prefirió hacer otras cosas y yo sentía que me moría.

Para Valentina lo que sucedió provocó un cambio muy fuerte en su vida; se siente otra después de su separación. -Para ser chamán tienes que haber muerto para volver a nacer, no significa que lo sea, sin embargo, creo que eso fue lo que pasó en mí. Soy otra, desde ese momento mi carrera comenzó a acelerarse, he sacado tres discos, he hecho ensambles musicales y escrito como siete libros. Han sido seis años de mucho trabajo.

Adicción al escenario

-Me dedico cada vez más a los movimientos escénicos pues de eso vivo, de eso como, de eso duermo y hasta de eso sueño; me fascina estar en el escenario.

El escenario le provoca un placer inmenso, es un suceso que le generan muchísimas endorfinas; se autocalifica como adicta al escenario. Considera, que llegar a entender el presente es algo muy difícil, es un momento en donde puede estar complemente alerta.

En ese instante el tiempo avanza muy rápido y, simultáneamente, se detiene. Es un momento en donde puede estar integrada a lo que se está haciendo en el escenario, pero también, se desdobla a observar tanto al público como a lo que está sucediendo en escena.

-Estar en el escenario es la libertad en su máxima expresión, para mí es la posibilidad de decir lo que no puedo exteriorizar abajo del escenario.

Gracias a esto, se da la posibilidad de querer a la gente, con ellas interactúa y se conecta, con ellas se ríe y también llora. Ama y disfruta cada uno de los minutos que pasa ahí arriba, donde todos la ven y disfrutan de su gozo y su trabajo.

Mujer y madre

Ha sido un enorme placer para Valentina ver crecer a sus hijos, le encantaba jugar con ellos cuando eran aún pequeños, y ahora, que ya están grandes ya no puede jugar con nadie, sin embargo esos recuerdos los atesora con una gran alegría.

Ser mamá es una responsabilidad inmensa para ella, porque cada uno de sus actos representa algo para ellos, y ya no se puede hacer cosas sin pensar. Fue un gran reto, por el hecho de ser madre soltera; a pasar de haber tenido pareja por un tiempo, siempre crió sola a sus hijos.

Piensa que la sociedad no está hecha para apoyar a las madres solteras, pero ser mamá le significa una de las experiencias más increíbles. Un recuerdo muy significativo fue el nacimiento de su primer hijo, en su parto no se usó ninguna anestesia; fue algo dolorosamente mágico.

-La maternidad te obliga a tocar tierra, yo por mis hijos dejé lo que es la danza y el teatro, pues eso implicaba viajar mucho y estar bastantes horas lejos de ellos.

La presencia del padre y de la madre es fundamental para los hijos, dice. Por ello está dispuesta a estar con sus hijos cuando se lo pidan, en las buenas y en las malas. Ella existe para ellos y es algo que le faltó vivir, sabe cómo se siente, y no desearía desamparar a sus hijos.

Es difícil ser mujer y profesionista. El hecho de estar enamorada profundamente de su oficio, la ha limitado tener pareja. Se ha dado cuenta que las mujeres que están apasionada por su trabajo, por lo general, son solteras. -Se ha acostumbrado que la mujer es la sombra de los grandes hombres.

Bromeando y a la vez dolida menciona: “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, pero, detrás de toda gran mujer, hay una gran soledad.”

-Con mi segunda pareja hubo una época donde había mucha confianza y crecimos juntos. En el fondo, creo que le molestó que me haya involucrado mucho con mi trabajo, se sintió relegado, él quería ser el centro de atención en mi vida, pero mis hijos y mi trabajo son lo que realmente me emociona mucho.

Una pareja significa alguien que te acompaña en el camino de la vida, es aquel que comparte sus logros, sus miedos y sus emociones. Pero su relación no se pudo llegar a más y fue algo que no supieron franquear.

Valentina Ortiz Pandolfi es un individuo que disfruta sonreír, le encanta reír; ella cambiaría cualquier cosa por la risa. Las líneas de expresión la delatan, pues las comisuras de sus labios se encuentran hacia arriba. La sonrisa que regala se dibuja con color de sinceridad y amabilidad.

Es una persona que se inspira de la vida; de la naturaleza; de sus hijos; del coraje y la rabia ante la injusticia.

La búsqueda de reafirmar sus raíces ha hecho que Valentina sea alguien de gran valentía y decisión.

A pesar de que tiene nacionalidad estadounidense y tenía la posibilidad de vivir en Francia o en El Salvador; donde había dejado a su primera pareja, en ninguno de esos lugares se halló y fue entonces que Valentina Ortiz Pandolfi tomó la decisión de residir en México.

Es una mujer con una gran multiculturalidad. No sabe por qué, pero en su corazón siente que es parte africana, parte piel roja y parte náhuatl.

Sus amigos y compañeros de trabajos ven en Valentina una persona con gran talento, solidaria, activa y muy creativa. Y no sólo eso, la consideran una mujer exitosa y constante que ha hecho que sea una muy buena artista. Es muy comprometida con su propio proceso de crecimiento y algo que la hace especial, es que lo comparte con los demás.

Su sencillez y carisma han motivado que muchas personas le tengan un gran respeto y admiración.

Espera llegar a los 75 o más años de edad, le encantaría viajar más, alejarse de la ciudad y vivir en la playa, este es su proyecto a fututo. La apasiona las lenguas indígenas, aunque se le facilita el náhuatl le gustaría aprender un poco más de esa lengua y también el mazahua.

Valentina Ortiz Pandolfi está llena de sueños y anhelos, es una mujer que busca obtener más en la vida pero, con un total desapego con las cosas materiales.

Página Web http://valentinaortiz.com






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PERIODISTA INVESTIGADOR, UNOS DE LOS MEJORES PROYECTOS DE VIDA


Por Rocío Talancón Mondragón
México (Aunam). El Palacio de Bellas Artes dibuja el fondo y contorno de su cuerpo. Un café caliente grande se presenta en la mesa que está enfrente de él. Raúl López Parra, editor de la Revista Mexicana de Comunicación, quien se considera una pieza más del equipo de dicha publicación y un amante de aquella bebida.

Hoy en día trabaja en la indagación y búsqueda en nuevas formas de explicar lo que ocurre en los fenómenos de la comunicación, va detrás del encuentro de información de calidad y de vanguardia que aporte algo nuevo, tanto para los lectores como para la propia revista, pero ahora todo es más complicado, como él menciona “todo lo tienes a todo momento y todas horas, decir algo diferente o distinto es como muy complicado”.

Toma un sorbo de café, voltea a su izquierda para ver el desfile de alebrijes, los cuales danzan enfrente de la Alameda Central y se dirigen al Museo de Arte Popular. Un poco distraído, Raúl menciona que el periodismo de investigación, al cual se dedica, es casi similar al tradicional y diario, sólo que la diferencia que hay entre los dos, es el área donde se ejerce.

Para él, el periodismo digital es la diferencia más marcada que hay en el periodismo actual, prefiere llamarla “beta emergente”, que hoy en día abarca más “por la nuevas formas de consumo, de información por parte de los públicos, de distribución de los contenidos y, sobre todo de los temas noticiosos”.

El sol golpea el lado derecho de su cuerpo, su cabello corto y oscuro parece brillar más, su piel morena clara está expuesta a un baño solar a la una de la tarde; las palabras de su boca salen ligeras, sin presión alguna. Raúl, correcto por tradición y sencillo por convicción, es apasionado de este proyecto sin necesidad de compartir la idea de que hoy en día se lee menos, sino al contrario piensa él, “estamos en una época donde se lea más que en otras.”

Eso no significa que la industria de medios impresos no sufra crisis, afirma que la diferencia por la cual se compra menos es porque “no hay en los jóvenes ese hábito de, por lo menos, estar comprando las publicaciones impresas, aquí ya entra la diferencia de los que son llamados nativos digitales, los que crecen en el entorno de las nuevas tecnologías y que probablemente nacen con la computadora leyendo las noticias.”

Sus piernas se balancean, buscan una buena postura en el arillo que rodea la parte inferior de su banco, la mesa del “The Coffe Factory” se mueve un poco, trata de acomodarla mientras reconoce que busca comodidad y reconocimiento, aunque no fama. Reconocimiento por parte de su familia, de su madre que es un ejemplo para él. Madre soltera quien junto con su hijo de ocho años vivió el terremoto de 1985.

No sólo luchó por el futuro de Raúl y el de ella, sino por el derecho de otras personas que necesitaban víveres en el albergue improvisado que habitaron durante meses tras aquel evento que los dejó sin hogar. De la boca de Raúl brota una sonrisa franca por cada palabra y frase que habla de ella, así sin necesidad de aceptarlo da a notar que aquella mujer es su motivación.

Considera que la familia puede ser ambivalente, puede ser un eslabón importante en el desarrollo de cualquier persona, o “ancla que no te deja zarpar. Yo me siento muy afortunado de haber tenido una familia que fue todo lo contrario, fue el motor para hacer lo que hago”. Ahora, la considera un respaldo en los momentos difíciles de su vida.

El vaso de café es dirigido por su mano. Baila. Va de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, pareciera que sólo hace ese recorrido, hasta el momento en que la boca de Raúl lo recibe y le da un sorbo. Las servilletas y hojas colocadas arriba de la mesa redonda vuelan, el viento las levanta al tiempo en que Raúl cuenta que su experiencia como docente en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, en la preespecialidad de la carrera de Periodismo, la disfruta y la ejerce hace más de un año y medio.

Confiesa, que busca “no caer en el profe que todo lo sabe o que trae la neta; yo trato de respetar mucho a los alumnos, no me gusta sobajarlos”. De acuerdo con su filosofía como docente “nadie lo sabe todo, pero todos saben algo y de allí entre todos formamos algo mejor”, de esta frase parte su método académico.

Esa materia fue la misma que le permitió conocer al profesor Omar Raúl Martínez, la impartía cuando Raúl López Parra fungía como estudiante en la FES y a quien le pidió la creación de un trabajo. Así se realizó “Porno- Cómic”, que presenta un concepto diferente y novedoso, elementos suficientes que le hicieron ganar el premio de la Fundación Manuel Buendía en el 2001 como mejor reportaje del año y, además este escrito le permitió entrar a la redacción de la Revista Mexicana de Comunicación (RMC), donde hoy es uno de los eslabones más importantes.

En la vida escolar de Raúl nunca cupieron las dudas, sobre su carrera, su especialidad y, hoy en día, mucho menos duda sobre su estadía en la RMC, al contrario, aspira a quedarse allí por muchos años más. Actualmente, él y su equipo están buscando la manera de que la Revista Mexicana de Comunicación se convierta en formato digital.

Sólo tiene un impedimento, el costo de la misma, ya que es cara la permanencia en ese ámbito de la nueva tecnología, pero la cree necesaria y mejor aceptada por sus lectores, entre los cuales destacan profesores de comunicación, académicos, investigadores, pero primordialmente, alumnos de la licenciatura de Comunicación.

Las campanas de la Catedral Metropolitana llegan a resonar en las paredes de la cafetería. La música electro-pop en inglés que infesta las bocinas del lugar se ahoga en el eco de las campanadas, la voz de Raúl ahora suena más frágil, suave. Se da cuenta de esto. Eleva su voz. Él no ha dejado de ser estudiante, ya que actualmente está realizando su maestría en Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Con un capítulo para terminar su tesis de maestría, se aventura en afirmar que está satisfecho con lo que ha llevado a cabo, además para él, la relevancia de dicho estudio es, “para que termines de ver si lo que estudiaste es lo qué quieres hacer,… es por eso que antes no hay un posgrado, sino que para que te des cuenta qué harás”

Independientemente de la actual satisfacción que obtiene de la vida como profesor, es a través de sus alumnos como ha podido llegar a una de las conclusiones sobre su país, “México no es un país de la “meritocracia” o sea, que por méritos se logren realizaciones, sino que “estamos en un país de conectes, por el compadre… es triste ver a tus alumnos que no son lo que esperabas, pero al final del día no importa porque van a tener un empleo en el campo que ellos buscaban, cuando otros han tenido que sufrirle al doble y apenas si van teniendo algo”. Así es la forma como Raúl denuncia la asimetría de la sociedad actual mexicana.

Él no se considera de izquierda, ni radical, sino que se sitúa en el centro, “las cosas con la chamba hay que sacarlas, con la chamba y más chamba que grilla”. Gentil, sencillo y de carácter humilde es como aborda la mayoría de las acciones en su vida, no es que esté “en la onda de Happy World” ni mucho menos, pero para Raúl, las circunstancias en la vida y profesión se van dando solas.

El camarero pasa a su lado, el editor de la RMC pide un segundo café. El viento sigue tan despierto como lo estaba una hora atrás, pero el sol ya no posa más en los hombros de Raúl ni en su camiseta color café con estampados verdes y blancos; ahora la sombra lo cubre a él, a su mesa y las palomas que revolotean y rodean su entorno próximo. El desfile de los alebrijes terminó, ahora los coches vuelve a circular por la Avenida Juárez y por Eje Central.

Con una sonrisa, Raúl recuerda momentos de un noviazgo que por poco termina en boda, pero por asares del destino no se pudo concretar. “Los proyectos de vida no eran los mismos y hasta rejuvenecí después de no casarme, crecí mucho más en la parte profesional”. Ahora tiene novia, lleva cuatro meses con ella, la cual tiene una licenciatura en Trabajo Social. Para ambos es complicado el acoplar sus actividades personales y profesionales, “ella ha sabido aguantarme - se sonroja un poco, sorbe café de su vaso a la vez que suelta una risa inocente-, ha sido una niña muy comprensiva, pero yo trato de corresponderle de la mejor manera, además el hecho de que ella tenga sus ocupaciones permite que haya un espacio común”.

Luego de un sorbo más de café, enumera de las cualidades que debe tener su pareja, la primordial es “estar en el mismo nivel intelectual que uno”, estar en el mismo espacio común de reflexión; también ha de contar con la habilidad de entablar conversaciones de temas variados, que su mundo no gire sólo alrededor de ella. Mientras tanto, menciona, “trato de ser buen profesionista y buen novio”.

Risueño, alegre y amable, se considera disperso. Raúl López Parra a sus 28 años sabe cómo combinar esos beneficios con la importancia que le da ser editor de una de las revistas de ciencias de la investigación más importantes en el país, la Revista Mexicana de Comunicación, la cual este 2010 cumple 22 años de estar editándose, no sólo a nivel federal, incluso la llegan a pedir en otros estados de la República, de hecho cuenta con un perfil homónimo a la publicación en la red social Facebook.

“Just dance, it’s gonna be okay da da doo-doom, Just dance, spin that record babe da da doo-doom, Just dance, it’s gonna be okay. Da da da. Dance, dance, dance. Just, just, just, just dance…” Se percibe de fondo la canción de Lady Gaga, mientras Raúl cuenta uno de sus sueños de adolescente: tener una vida campirana, vivir en el estado de Michoacán, lugar donde actualmente residen familiares por parte de su madre.

Aunque aún no ha podido realizar ese fin, por causas profesionales, ya que llegan y llegan proyectos a sus manos, los cuales recibe con agrado y agradecimiento, desea ir a vivir a alguna ciudad de aquel estado, como Morelia, lugar que cuenta con particularidades que busca en una ciudad como una vida cultural y muchos festivales. Si no es Morelia, le gustaría vivir en Guanajuato, más no se iría a una ciudad tan abrumadora, sino a una donde te ofrecen otras alternativas de vida.

Las palomas que lo rodean están alborotadas, una casi se para en el hombro derecho de Raúl. De manera divertida la aleja, comentando “que ella sólo quería ver su gavilán o paloma”. Relajado explica que prefiere usar jeans que trajes. Su manera de vestir es casual sin aparentar nada. Recuerda una experiencia donde retoma este tema. “Todo empezó por una ponencia que di en la maestría, yo nunca voy de corbata, ese día me fui de corbata y era el único de la mesa con corbata…” de allí surgió el apodo de “Licenciado Parra” como hoy mejor lo conocen sus amigos.

Se muestra como una persona independiente, goza de su espacio, disfruta la soledad. Cuando decide ir a un museo o exposición, la opción de ir solo no lo abruma.

“Just dance” está a punto de terminar, Lady Gaga está por desaparecer. Raúl tiene coche y no le agrada mucho usarlo, de hecho tiene bicicleta, patín del diablo, patineta pero casi ninguno usa, ¿por qué?, porque disfruta y le gusta mucho caminar.

Le agrada leer, actualmente está leyendo el segundo tomo de la trilogía de Millennium, “Los hombres que no amaban a las mujeres” de Stieg Larsson. Las voces de Raúl López y Lady Gaga se mezclan entre “Just dance, it’s gonna be okay da da doo-doom”, pero él con el fin de ofrecer un breve contexto de la historia del libro y de su autor.

Las campanadas de nuevo aparecen en el fondo. Las palomas vuelven a volar asustadas por el eco que sale próximo del Zócalo, retumba en las paredes del café y choca en las alas de las aves. Raúl, con dos pulseras en la mano derecha, una de la FES Acatlán, otra de los 100 años de la UNAM, la dirige a su ceja para rascarla sólo un poco, a la vez que menciona.

“¿Cómo se define Raúl? Pues muy serio. –mostrando cierto sarcasmo y una tímida sonrisa-. Yo me considero una persona abierta y medio dicharachero; muy sociable, sencillo, no soy tan ostentoso, incluso en el trato no requiero mucho para poder abrirme con las personas… no soy transparente aunque muchos me lo han dicho yo no me considero así, sino que yo soy muy seguro de mí mismo, de allí el hecho me pueda abrir con las personas, soy una persona accesible.”

La sombra del edifico no sólo cubre por completo a él, sino que ahora también abarca la plaza del Palacio de Bellas Artes y una parte de la Alameda Central.

Con sueños que es lanzar bien el proyecto de la RMC a formato digital, superación en el ambiente profesional, viajar mucho, conocer a muchas personas y llegar a vivir en una ciudad tranquila donde pueda desarrollarse en todos los ámbitos de su vida, termina su segundo café, su vaso queda vacío y la mesa redonda también.




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CHAPARRO ES... ¡CHOPPER!


Por Karina Bobadilla Juárez
México (Aunam). Le gustaría que la gente lo recordara como alguien que vivió intensamente. Un ‘vato’ que fue muy divertido, que estuvo de buen humor, que le gustaba hacer reír a las personas, que supo mantener a la familia unida y que fue un ejemplo de ello, y como alguien que innovó en la televisión y en el cine.

Y eso es lo que Omar Chaparro refleja ya; un hombre que alegre que vive intensamente, quien de Chaparro, sólo tiene el apellido, porque como persona es grande, con un talento muy especial para “hacerla de lo que sea”, no sólo de conductor, comediante, actor, locutor; sino de padre, esposo, amigo y gran ser humano.

Sus grandes ojos son un camino de miel para llegar a su alma y descubrir el ángel que hay en él, su mirada: profunda y honesta, su voz: aún con un toque del acento tan particular de “Shihuahua”, su caminar: tan varonil y seguro, siempre lo acompaña esa sonrisa coqueta y encantadora, de buen humor, con mucho entusiasmo por la vida; estas son características exclusivas de Omar Chaparro, quien llegó al mundo el 24 de Noviembre de 1974.

Cabello castaño oscuro, corto y ondulado, piel clara, 170 cm. de estatura, cuerpo atlético a base de una que otra dieta, (aunque eso sí, no puede resistirse a una rebanada de “chocoflán”; su pastel favorito) y algunas horas en el gimnasio, pero mucho ejercicio en los cortes del programa de radio; cuidadoso con su imagen... así es Omar Chaparro, el hombre ideal.

Con la humildad y sencillez que lo caracterizan saluda a quién se encuentre en su camino, él se considera una persona muy paciente y tolerante, trata de sobrellevar las cosas que no le gustan, para lograrlo, aplica la siguiente oración: “Dios dame la fuerza para cambiar las cosas que puedo cambiar, paciencia para tolerar las que no puedo cambiar, e inteligencia para distinguir cada una de ellas”.

“Soy un chico buena onda, amigo de los amigos, chopper el chavo desde “chavalo”, “locochón”, imparable, aguerrido mas no agresivo, aventado mas no violento, amo, quiero, doy, escucho, comparto, soy sincero... actor, como pizza, ando en moto, amo la vida, a mi familia y el constante anhelo de un mundo mejor”

Su esencia es “Chopper”; una personalidad única, la cual define así: "Chopper es más que un tipo de motocicleta, es un estilo de vida, relajado, tranquilo, ser chopper es que te valgan ciertas cosas, ser chopper es ser feliz a pesar de todas las circunstancias, ser chopper es querer volar sin tener alas"

Su carrera... en dos ruedas

“Nunca hay un día igual a otro, recorro los caminos en áreas de libertad con sed de vida, lo que me motiva; el sonido del motor, el viento en mi cara, saber que somos varios y que somos fuertes; la unidad, los sueños mutuos, somos un clan, una raza. Aparte, un estilo de vida... somos Bros Club Choppers”.

Su mayor pasión son las motocicletas, su ‘motoclub’ ‘Bros Club Choppers’, que creó en Chihuahua, su estado natal, ha representado una parte muy importante en su vida, pues con sus amigos del club ha vivido experiencias inolvidables al recorrer muchos lugares en moto, desde Puerto Vallarta, hasta Sudáfrica.

Su transporte cotidiano es una moto, tiene varias, pero no tantas como él quisiera, anda ‘de allá pa’ aca’, en este vehículo que lo acerca más rápido a su destino, del radio a Televisa, de la locación a su casa, al aeropuerto, reuniones, juntas... a dónde sea.

Su gusto por estos “caballos de fierro” lo ha tenido siempre, pero asegura que se enamoró más, cuando vio la película de Pedro Infante, A toda máquina, y que se “súper enamoró” cuando empezó a trabajar de repartidor de pizzas en Chihuahua, (mucho antes de trabajar en los medios) desde entonces, hasta la fecha, colecciona motos de ‘a mentiras’.

Omar chiquito

Esa alegría que transmite, no es sólo de ahora, sino de toda la vida, “huesudito”, como Omar se refería a su hermana Karina, asegura que su “travieso hermano” ha sido bromista siempre; con ella, con sus papás, con sus amigos; le encanta hacer reír: “desde chiquito le hizo una broma a mi mamá y dice que desde ahí supo que se quería dedicar a hacer reír a la gente y a ridiculizarla también”.

Así lo recuerda el comediante: “De chiquito era chaparrito, un niño muy bonito, luego me eché a perder y luego mejoré un poquito, ya sabes, cirugías, operaciones (bromea con un tono muy serio), pero un niño muy loco. En la escuela era desordenado, medio irresponsable, siempre me gustaba darle la vuelta a la responsabilidad, me iba por el lado de hacer reír a las personas, en lugar de enfocarme a la tarea, prefería sacarle una sonrisa a la maestra, y nunca reprobé”.

Su forma de hacer reír es muy ingenua, tiene un sentido del humor muy “blanco”; hace reír sin ser grotesco, no necesita recurrir al “doble sentido”, ni a las groserías para entretener a su variado publico, con el cual es muy respetuoso; le basta su carisma innata y su gran talento para lograrlo.

De niño, surge otra de sus aficiones: las artes marciales, es cinta negra en “Shotokan”, una rama del Karate, tanto es su gusto por ésta disciplina, que hasta tiene tatuado en el brazo derecho el escudo del Shotokan; un tigre de color negro, animal que también representa su horóscopo chino, y con el que el actor se siente muy identificado.

Extrovertido por naturaleza, pero responsable: “Ciertas personas nacemos con el chip de la adrenalina, para bien o para mal yo lo tengo. Me encanta aventarme en paracaídas, pararme en la moto y levantarla en una llanta, jinetear toros, ¡todo!, yo soy el único que puede ponerme límites, el ancla que me detiene son mis hijos, ahora me jalo las orejas un poquito”.

Eso sí, desde niño era muy “vago”, pues, asegura Karina, sus papás eran accesibles con el comediante: “era muy vago, nunca le controlaron el horario, pero siempre fue muy buen muchacho, hasta la fecha, no toma, no fuma, pero sí llegaba súper tarde a la casa”.

Así era “Junior” (como su familia le dice de cariño porque lleva el mismo nombre que su papá), pero no ha cambiado mucho hasta hoy: “Ha cambiado en cuanto a su manera de vivir, en que siempre está pensando qué va a hacer; siempre trae la cabeza en otro lado, la carga de trabajo también lo ha hecho cambiar, pero para bien”, afirmó Karina, la menor de sus dos hermanas.

En cinco, cuatro, tres, dos... ¡al aire!

Empieza el programa, la cuarta emisión en vivo de Sabadazo; una escenografía en color rosa y azul, olor a madera, ventanas con las fotografías de los principales personajes, una puerta con escaleras que llevan al escenario, dos tribunas al lado, a espaldas de los conductores, enfrente muchas cámaras, luces, micrófonos...

El público con la curiosidad de saber quien será el primero en aparecer, llega el momento, la primera en salir es... ¡”La Licenciada Pamela Juanjo”!, psicóloga, abogada, sensible, culta, coqueta, enamoradiza... de cabello negro, largo hasta los hombros, “lipstick” rojo, lentes oscuros, con su característico atuendo de blusa blanca, saco rojo, pañuelo café en el cuello, falda negra y sandalias rojas.

Con el entusiasmo y energía de siempre, pone a bailar al público, se mueve al compás de la música ¡sí que sabe bailar! mueve la cadera, las manos, da vueltas, su cabello se sacude y el público no parar de reír, ¡los tiene atrapados con su particular belleza!

¡Corteee, fuera del aire! Ahí sigue “La licenciada”, sin perder nunca el estilo, platicando con los espectadores, baila, canta, ríe, de repente revisa la escaleta para el siguiente bloque en el programa, pero nunca deja de ser ella.

Dos bloques más, y su participación se acaba, ahora sigue el turno del irreverente “Yahairo”, quien no se preocupa por mostrar su “lado femenino”, y coquetearle a los hombres; playera muy “pegadita”, mallones negros, short rojo y una banda en la cabeza, son su estilo para dar consejos de belleza y moda, pues es muy vanidoso... se acaba su bloque, él sí tiene que irse rápido,

Al escuchar el ¡corte!, sale corriendo, se mete a un pequeño cuarto, que está dentro del mismo foro, pero atrás de la cámaras y gente de producción; en él hay un espejo, muchos vestuarios y una maquillista; Yahairo desaparece en menos de cinco minutos, para darle paso al siguiente personaje.

“El Ranchero Chilo” regresa del corte, disparando una pistola, contrario al personaje anterior, él es “muy macho”, es presidente municipal de “Chuchupa” (como se refiere a Chihuahua), es coqueto con las mujeres, a pesar de ser casado, él asegura que sus “caireles rubios” y su particular bigote tiene encantada a más de una.

Pero, ¿dónde está Omar Chaparro?, después de casi cuatro horas de personajes, al fin sale por la puerta: con el cabello mojado a su estilo despeinado, aún con un poco de “lipstick” de Pamela en los labios, playera negra, camisa azul de cuadros, jeans y sus botas negras que tanto le gustan.

Baja las escaleras al mismo tiempo que canta “Nadie se parece a mí”, canción que él mismo compuso, al ritmo de banda, su música favorita, y que ahora es el cierre del programa, baila y canta un rato con el público, y se termina el programa.

La gente aprovecha para pedirle autógrafos, fotos, abrazos y besos; él muy amable accede y hasta se toma el tiempo de bromear y convivir un rato con sus “fans”.

¡Córrele Omar, va haber junta! le grita su asistente, Omar muy apenado con la gente: “me tengo que ir, ya voy tarde a mi junta”, sale corriendo del foro, y afuera, algunos reporteros lo esperan para entrevistarlo, concede las entrevistas y se va a su camerino a cambiar.

Sale, y ya lo esperan para desmaquillarlo; un cuarto blanco, la luz muy tenue, con muchos espejos que reflejan a un Omar cansado, con ojeras como de no haber dormido bien en toda la semana, sus ojos con aspecto de sueño, pero siempre sonriente y amable; por fin se sienta a ‘descansar’ mientras le quitan el maquillaje, y concede una entrevista más... así es un sábado común de Omar Chaparro.

“Hay que saber administrar la vida”



Los medios de comunicación son ahora su espacio de trabajo, y aunque erróneamente se pudiera pensar que la carrera de Administración de Empresas, que terminó en la Universidad Autónoma de Chihuahua, no tiene nada que ver con su carrera actual, el talentoso actor explica la relación que tienen y cómo aplica la administración en su vida:

“Estudié administración de empresas, porque creo que estaba muy verde (ríe), me gustan mucho los números, pero hubiera querido estudiar artes o actuación y en Chihuahua no había una escuela ¡wao!, y tampoco había los recursos para venirme a México, entonces la Administración era una carrera que dije: bueno si no me ayuda, no me va a estorbar, al contrario”.

Ahora su carrera le ha sido de gran ayuda, pues además de involucrarse también en la parte económica de sus contrataciones, ha aprendido a administrar su vida, a equilibrar el tiempo entre su familia y el trabajo, ya que en su carrera es muy difícil controlar sus horarios.

Es así como el simpático conductor, no descuida lo personal por lo laboral ni viceversa, explica: “Sí se puede equilibrar la vida, trabajo, familia, salud, tiempo para ti, ejercicio, etcétera, amigos; pero a veces me falta tiempo”.

Omar sigue sentado, de repente gira la silla, sube los pies al tocador, se quita la pulsera y juega con ella, pero siempre atento a las preguntas, las contesta muy serio, piensa, se ríe, pero no deja de parpadear mientras habla; nunca está quieto.

En busca de un sueño: “morir o ganar”

Después de tener mucho éxito en Chihuahua con su programa Los visitantes, en la radio local en 1996 y luego en la televisión, también local, con Los visitor’s, Omar decide viajar a la Ciudad de México.

“En aquel entonces yo quería algo más, renuncié a mi programa de radio, a la tele, a algunos comerciales que hacía para el gobierno de Chihuahua, me estaba yendo bien, pero creo que ese fue el secreto: dejar todo, sin vuelta atrás, porque así era, o morir o ganar”.

Con sed de triunfo en el 2001, con “unos ahorros” y pocas cosas, llegó al Distrito Federal, a casa de una tía mientras conseguía “depa”, y comenzó su búsqueda de alguna oportunidad, y luego de vivir los cuatro meses más complicados de su vida, de estar solo, de nervios, de tensión, pasar hambres, carencias y de ver como poco a poco se acababa su dinero; la encontró.

Así empieza a trabajar en “Telehit”, canal de paga, con el programa Black and White”, en lo cual considera haber tenido mucha suerte, pues es muy difícil entrar a un medio tan rápido, y aunque asegura que “las cosas pasan siempre dos veces; primero en tu cabeza y luego en la vida real”, él afirma que no se esperaba todo lo que ha logrado.

Al año siguiente empezó su programa de radio ¡Ya Párate!, el cual dejó por dos meses para ingresar al reality show Big Brother, en el que salió campeón; como premio le dieron su primer programa en televisión abierta “No Manches”. También fue la voz de “Síndrome” en Los increíbles, “La abuelita” en Buza Caperuza y “Po” en Kung Fu Panda (películas animadas).

A pesar de que hoy en día Omar está satisfecho con lo que ha logrado, afirma que ahora su deseo es ganar un ‘Oscar’; y no está muy lejos de alcanzarlo, pues ha logrado concretar su inquietud por saltar a la pantalla grande, no sólo de actor, sino como productor y escritor.

“Me sentí con la capacidad de hacer algo más a lo grande, sentí que podía aventarme para hacer esta película, tenía lo necesario, y con la ayuda de muchas personas, logramos filmar Suave Patria, pero ahorita quiero juntar un dinero que todavía nos hace falta para que, primero Dios, se pueda estrenar el año que entra como tenemos pensado”, afirma entusiasmado Omar.

“Amo lo que hago para no trabajar”

“Esta carrera es muy difícil, pero afortunadamente amo lo que hago para no trabajar, gracias a Dios tengo la fortuna de contar con esta diversidad, de hacer radio, teatro, televisión, show, conferencia, ahora cine, mis personajes”.

“Me empieza a quedar muy claro que cada formato que hago tiene un estilo diferente, y es muy padre poder estar en esta versatilidad; si hago teatro es muy distinto al show: personajes irreverentes, la música; ya lo tengo muy amarrado, en el radio es una onda más relajada, cuando hago cine es una cosa más seria, más profunda, más estructurada”, precisa Omar, al mismo tiempo que cambia de cara y actitud cuando menciona cada actividad, relajado para radio y muy serio para el cine.

Aún así, asegura que es difícil darle gusto a toda la gente, lo cual no le preocupa, pues considera favorable la variedad en su trabajo, ya que habrá a quienes les guste Sabadazo y a otros que les guste ¡Ya Párate! o ambos, “hay para todo”, eso sí para él es un privilegio estar al aire en el canal de las estrellas, y tener la libertad de modificar “algunas cosas” en su programa.

Camino a la felicidad

Su acercamiento con los jóvenes ha sido de mucho éxito, pues es un ejemplo a seguir para muchos, pero a pesar de que pareciera que Omar es feliz siempre, confiesa el momento más difícil de su vida, del cual surgió Camino a la felicidad, la conferencia que, además, se complementa de cursos, experiencias propias, de leer muchos libros y de querer compartir ese “camino”.

“Uno de los momentos más difíciles de mi vida, lo viví en Alemania, cuando estaba allá para grabar cápsulas en el mundial del 2006, me acababan de quitar, de la nada, mi programa de No Manches, me estaba yendo muy mal, económicamente, mi familia se estaba desmoronando, yo estaba muy desesperado, entré en depresión, al borde de querer quitarme la vida”.

“Gracias a Dios recapacité, con ayuda de mi familia, amigos, salí adelante, luego me empezó a ir mejor, cuando regresé a México estuve en el programa Buenas Tardes, junto con Adrián Uribe, y todo empezó a cambiar”.

De forma seria, pera a la vez muy divertida, con su peculiar estilo alegre, comparte con la gente sus experiencias, errores, aciertos, y les da algunos consejos para que reflexionen y piensen mejor lo que hacen en la vida.

Las mil personalidades de Omar

“Personas” especiales, representan a Omar en sus diferentes facetas: “Omarcito” saca al niño travieso que lleva dentro y que aún conserva, su ternura; con “El Púas” saca el “vato loco” de Chihuahua; “Oscarín” muestra su timidez y su inseguridad en ciertos aspectos; entre muchos otros.

“Los personajes han cobrado vida propia, eso es muy cómodo para mí porque me pongo el disfraz y como que ya Omar Chaparro no se preocupa por qué decir, si no más bien, es ‘Pamela’ o ‘Yahairo’; de veras lo siento como si fueran parte de mi vida, pero también tienen su conciencia ellos solos”.

“’Pamela’, ‘Chilo’ y ‘Yahairo’, son los principales, los que están en mi show, son a lo mejor con los que se me hace más fácil crear cosas, de repente una “Quetzal” está más limitada o un “Púas” es más regional”.

“Me identifico con todos en su momento, con ‘La Licenciada’ me siento con más energía y puedo dominar el mundo, controlar, mandar a entrevistar a quien sea, o ‘Yahairo’ me encanta porque es un personaje muy ingenuo, pero puede ser cizañoso e irreverente a la vez”.

La mayoría de ellos surgieron en Los visitantes, todos con un toque muy especial de él, todos tienen su esencia y representan mucho, lo qué es Omar realmente.

Para conocer a Omar, se necesita conocer a sus más de veinte personajes; para conocer sus ideas, pensamientos, forma de ser y algunas curiosidades, que tal vez en el papel de “Omar Chaparro”, no se atreve a mostrar como lo hace a través de ellos: una actitud, un vestuario, una voz, una cara diferente para cada uno de ellos, pues a pesar de ser demasiados, ninguno tiene nada del otro; cada quien tiene su estilo.

“Los amigos son como los amantes...”

“La amistad debe estar en todos lados, es un valor enorme, quizás de los más grandes, el tener la voluntad de despojarte de lo tuyo, de tus pensamientos de tu ser, de tu comida para estar al beneficio de tu amigo, para escucharlo, para entenderlo para estar ahí en las buenas y en las malas, el dejar de hacer algo que te encante; eso es un amigo”

Omar confiesa con cara de angustia: “Creo que esa parte es la que más descuidada tengo: a los amigos, no tengo amigos, tengo varios mejores amigos, pero muy pocos; los amigos son como los amantes, no se debe confesar quienes son”.

Aunque después, aceptó que su mejor amigo es Adrián Uribe, y que tiene otros amigos en el medio, como sus compañeros del programa de radio ¡Ya Párate!: “Con ellos me llevo bien, pero casi no convivo, bueno, me tocó pasar un año nuevo con Facundo, con “La garra” trato de estar en los momentos importantes; cuando falleció su esposa viajé a Guadalajara”.

Michael Jackson, el culpable

“Desde que lo vi me cautivó, me enajenó, yo quería ser como él, empecé a imitarlo, a bailar como él, él tuvo gran porcentaje de culpa para que yo me dedique a esto; al espectáculo al show, y no es casualidad que desde hace más de quince años que hago show, siempre abra imitando a Michael Jackson”, confiesa Omar, al asegurar que él y Pedro Infante son de los más grandes pilares de su carrera.

También es gran admirador de Robbie Williams, con quien compartió el escenario en un concierto, Omar recuerda esta experiencia como de las mejores de su vida, y sonriente, sin evitar cantar Bether man, tema con el acompañó a su ídolo, mencionó:

“Esa experiencia fue increíble, me invitó cuando fue a No manches, prometió llamarme y lo hizo, me subí al escenario del foro sol a acompañarlo con la guitarra ante 50 mil personas”.

Otras de las personas que más admira en la vida son: Elvis Presley, Bruce Lee, “Tin Tan”, “Cantinflas”, su esposa, sus papás; además, a la gente que se cae y se levanta, y a los que se desprenden de sí mismo para ayudar a los demás.

“El día que sea el gran Omar Chaparro, voy a estar muerto”

“Saber que no has llegado todavía a donde quieres, es una buena señal para no perder el piso, saber que no estás en tu meta; hay que estar satisfechos con lo que se hace, más no conformes, no soy el Omar Chaparro que quiero todavía y nunca lo voy a ser, siempre hay un mejor Omar, un mejor ser humano, un mejor artista, un mejor cantante; el día que sea el gran Omar Chaparro voy a estar muerto”.

“Nunca se está suficientemente bien, ahorita estoy muy bien, pero quiero otras cosas, seguir avanzando, creo que ese es el secreto, no de esta carrera, sino de cualquiera: que nunca pierdas el hambre o que sientas que ya lo lograste, eso de sentir que ya ganaste, que tienes, un nivel, un lugar, es cuando empiezas a caer en la decadencia”.

El tener “los pies bien puestos sobre la tierra” es lo que le permite el buen trato hacia sus “fanseses” (así se refieren en ¡Ya Párate! a los verdaderos fans), y no le cuesta trabajo, pues le gusta la convivencia con ellos, estar cerca de la gente que lo admira, además, el haber trabajado antes de cocinero, taquero, mesero y barman, le ayuda a mantener ese contacto con las personas.

“Hay que ver la luz, no la oscuridad”

Ser tan entusiasta y positivo en la vida, es de las mayores cualidades del conductor, asegura que hay que ver el lado bueno del país y de la vida, que el ver sólo lo malo no ayudará en nada, en lugar de ver tanta violencia e inseguridad, hay que ver lo bueno, ver a la gente que ayuda; que apoya.

“Para mejorar la situación hay que empezar por uno, no sirve de nada poner en twitter ‘maldito gobierno inútil”, y no sé si sirva de algo poner ‘yo sí creo en mi país’ pero estoy seguro de que funciona mejor que ver lo malo”.

“Yo no sé de qué forma, pero tengo mucha fe que en cinco o diez años, vamos a estar mucho mejor que ahorita, no sé cómo, pero tengo esa certeza de que esto va a ser sólo un mal recuerdo, hay que tocar fondo y creo que ya lo estamos tocando”.

“Y en todo esto tuve tres hijos; mi verdadero tesoro”

“La noticia del primer embarazo de mi esposa me tomó por sorpresa, en ese entonces vivíamos juntos y tomamos la decisión de casarnos. Planeamos tener un segundo bebé, un día en No Manches de repente entró un mariachi al estudio (Omar con cara de sorpresa y sonriendo), no sabía de qué se trataba, llegó mi mujer y me entregó una carta que decía, ‘felicidades, vas a ser papá’”.

“Todas las veces ha sido muy emotivo, recibir la noticia, y el sentimiento al verlos nacer ha sido increíble, pero las sensaciones van cambiando, ahora me conquistan: cada día hay una frase nueva, una caricia, una sonrisa que no conocía... no hay casa, empresa, programa de televisión o cualquier cosa que se compare con esto; es mi verdadero tesoro”.

Como padre, algunas veces tiene que ser serio y asegura que a sus hijos les habla claro, porque sabe que son listos y entienden las cosas, sin embargo no se considera el mejor papá, aunque reconoce que hace muy buen equipo con su esposa para educar a sus niños.

Una conciencia de libertad y de búsqueda de felicidad, es lo que anhela dejarle a sus hijos, para que entiendan la vida y sepan que en ella hay peligros y retos; como todo buen padre quiere que sean inmensamente felices, y orientarlos para que no cometan los mismos errores que él y como “no hay un libro que nos enseñe a ser padres”, trata de ir paso a paso con ellos.

Nunca descuida a su familia, trata de estar con ella el mayor tiempo posible: “La ventaja es que no tengo horario de oficina, a veces llego a comer, a veces no, puedo estar una semana sin verlos porque estoy grabando, pero siempre procuro dedicarles un domingo completo, salimos, agarramos carretera y nos vamos a pasear por ahí, jugar, ver tele, comer pizza, me puedo dar un día libre, trato de ser mi propio jefe cuando puedo”.

Pero a cada quien le dedica un tiempo especial: “Una cosa es el tiempo con mis hijos y otra cosa el tiempo con mi mujer, nunca hay que perder el noviazgo, vamos al cine, al teatro, tratar de romper la rutina, me gusta tener contenta a mi mujer en todas las áreas, me preocupo por ella”.

Omar es detallista, romántico, siempre trata de sorprender y tener contenta a Lucy, “la mojarrita” como el le dice de cariño, porque era muy tímida, y en Chihuahua se les dice “escamosas” a las “muchachas serias”.


“Quiero dejar huella como Pedro Infante”

Omar reconoce entusiasmado, que su admiración por Pedro Infante es tanto profesional como personal, porque era un “cuate” muy noble, un amigo leal, un ser totalmente abierto, siempre con una sonrisa, sincero y que traspasaba su piel para demostrar su esencia como actor con cualquier personaje.

“Tenía un ángel del tamaño del mundo, conquistaba corazones; eso me encantaría, poder dejar un legado y ser recordado por muchísimos años por mi trabajo, pero también me gustaría ser un esposo ejemplar que vivió toda la vida con su esposa y que estuvo ahí con sus hijos, por eso mi patrón a seguir es Pedro Infante, aunque también mi papá porque es un buen hombre y mi abuelo Don Sixto”.

Asegura que quiere llegar a ser un hombre feliz, hacer feliz intensamente a su esposa e hijos; en lo profesional quiere dejar huella y hacer historia en la televisión y cine, no sólo en México sino a un nivel mayor, como Latinoamérica o Estados Unidos. Pero llegará hasta donde la vida se lo permita, hasta donde Dios le de salud; hasta donde Dios quiera.

No necesita cambiar nada de su vida, pues está contento y tranquilo, aunque le encantaría medir seis centímetros más, pero sólo de broma, porque asegura estar muy contento en todos los aspectos de su vida, sin embargo le gustaría dejar un poco el trabajo para enfocarse más en su familia, o recuperar a sus amigos que tiene descuidados.

¿Quién es Omar?

Para su hermana Karina, que lo conoce de toda la vida: “como hermano es el mejor, es buen hijo, aunque un poco seco, como esposo es el más lindo, y es un excelente padre”, para sus hijos es un papá muy divertido, que juega con ellos y los quiere mucho; para sus “fanseses” es ¡El mejor!, ¡el número 1!, ¡el más guapo!; para sus papás es un orgullo; para muchos es un ejemplo a seguir, a otros les ha cambiado la vida y viven agradecidos con él.

“Omar es sensible, ingenuo, independiente, indiferente a muchas cosas, generoso, sincero, divertido, honesto, confiable, emprendedor, distraído, con un carácter súper excepcional, muy lindo, guapo... ¡el hombre perfecto!”, asegura Karina, quién además afirma:”yo estoy súper orgullosa de él”.






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17 de enero de 2011

PUMAS TRIUNFA EN SU DEBUT COMO LOCAL

Por Daniela Navarro
Este partido estuvo dedicado al ex guardameta felino Sergio Bernal, quien antes del pitazo inicial dio una vuelta olímpica saludando con ambas manos a la numerosa afición universitaria que se dio cita en el estadio.

En la tercera jornada del Clausura 2011, los Pumas enfrentaron a Santos y con un par de goles lograron su primera victoria del año, después de empatar en Toluca la semana pasada.

Desde los primeros minutos Martín Bravo presionó a sus rivales. Los jugadores santistas reaccionaron con algunos intentos, pero Darío Verón no les permitió el paso.

Al minuto 18 Dante López le ganó a Arce el balón en media cancha, se acercó al área rival y disparó, pero Oswaldo Sánchez lo contuvo. Cinco minutos después Israel Castro centró la pelota a segundo palo pero Bravo llegó tarde para rematar.

Chema Cárdenas tuvo la oportunidad más clara de los visitantes al minuto 39, recortó a los defensas universitarios, disparó y la pelota pasó apenas a un lado de la portería defendida por Alejandro ‘Pikolín’ Palacios.

El primer lapso del encuentro se disputó prácticamente en el campo lagunero. Para el segundo tiempo, los Pumas no bajaron la intensidad que mostraron durante los primeros 45 minutos y salieron del vestidor con la convicción de ganar, entonces intentaron con algunos remates demedia distancia que fueron infructuosos.

Sin embargo, al minuto 63, los felinos cobraron un tiro de esquina, la defensa coahuilense rechazó y Juan Carlos Cacho aprovechó el mal control Fernando Arce para meter un remate cruzado que terminó en el fondo de la red santista.

En los minutos siguientes, con la entrada de Darwin Quintero y la salida de Daniel el ‘Hachita’ Ludueña, los de Torreón lucieron más agresivos, a diferencia del primer tiempo, adelantaron sus líneas y presionaron a los de casa, pero al minuto 83 apareció el camiseta número 9 Dante López, para sentenciar la victoria local. Con este resultado, los Pumas suman cuatro puntos y se preparan para visitar al Cruz Azul el próximo sábado.

Al término del encuentro Dante destacó el trabajo en equipo que realizaron en la cancha, así como la importancia de jugar por el bien de todos y no por el de uno mismo. Además apuntó que está en buena forma para lo que resta el torneo.

Por su parte, el arquero Alejandro Palacios explicó que el triunfo se basó en la insistencia y perseverancia del equipo, “sabíamos que enfrentábamos un gran rival, bien parado atrás, pero tuvimos calma y una jugada a balón parado nos abrió la puerta”.

Respecto a su debut en el Estadio Olímpico, el ‘Pikolín’ comentó: “en casa es más difícil, implica mayor responsabilidad, pero estuve bien arropado por mis compañeros y me sentí tranquilo”.

Mientras que en conferencia de prensa, Memo Vázquez, director técnico universitario señaló que este Pumas está en mejores condiciones que con el que arrancó el torneo pasado, “se ve con mayor madurez, resolviendo mejor las situaciones de peligro. Tienen buena coordinación; se ve un equipo sólido, que sabe lo que hace en la cancha”.

También se mostró contento por el buen rendimiento de Juan Carlos Cacho, “para el equipo es muy importante que anoté y tome confianza”.





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A VECES EN LA VIDA HAY QUE ADAPTARSE ANTES QUE ACOSTUMBRARSE


Por Mariela Yareli García Piña
México (Aunam). “El defecto que tengo es que siempre me desespero”, dice Efraín Piña Romero, pues, su estancia en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México fue todo un suplicio y no sólo para él, también para su familia. Definitivamente la cárcel lo cambió.

Para algunas personas no salir a la calle en dos días es demasiado, pero qué pasa cuando no hay opción, cuando sin algún motivo válido se niega esa libertad que es esencial pero a la cual no se le ha tomado importancia pues siempre se ha tenido. Hay momentos en donde no se posee el control de lo que sucede, esos son los instantes más críticos e inciertos de la vida; la cambian.

Se mueve, se sienta en la orilla de la cama y coloca sus brazos en sus piernas, agacha unos instantes la cabeza, ha dejado de mover la gorra roja. Se ríe de manera nerviosa a cada palabra como si intentara minimizar los recuerdos, está mucho más serio que hace unos instantes, sus ojos lo dicen todo.

Criado prácticamente desde que nació por su abuela materna, la señora Antonia Romero Belmont, Efraín se vio rodeado toda su infancia por mujeres, las hermanas de su mamá, Gloria Piña Romero. Por tal motivo no congenia con el sentimiento del “macho popular” como él lo define.

Recuerda que siempre lo enseñaron a hacer las cosas por sí mismo. Su abuela hacía todos los días la comida y si era hora le servía pero si él tenía hambre no se esperaba hasta que alguna de sus tías o la misma abuelita le sirvieran, “no me criaron así”.

Durante los seis primeros años de su vida estuvo con su abue Toña, como él le dice, y sus tíos Elías, Virginia y Marisol, en la Avenida División del Norte, donde su abue era la conserje del edificio donde vivían. En su entorno nunca hubo la figura de un hombre que impusiera, es decir, que por el simple hecho de ser hombre mereciese los mejores tratos.

Al no tener tal figura o referencia, por la educación recibida, se comenzaron a suscitar problemas graves cuando su mamá decidió vivir con Francisco Juárez, el cual según Efraín, es un “macho popular”, la única persona capaz de proveer al hogar, quien dictamina, un hombre orgulloso que siempre debe de tener la razón sin importar si está mal, aquel al que se le deben hacer reverencias todo el tiempo. “No me hubiera gustado ser como él”, dice con cierto desprecio.

Los conflictos entre su mamá y Francisco siempre fueron constantes, al igual que los malos tratos; por eso, Efraín llegó a los golpes con Francisco en varias ocasiones para defender a su mamá de los insultos que recibía. En una ocasión, recuerda, tomó un cuchillo y se lo hubiera enterrado a “el wey ese”, como se refiere a la entonces pareja de su mamá, si su tío Gerardo, hermano de su mamá, no lo hubiese detenido.

Con una mirada lejana hacia la puerta que tiene el cielo de fondo, como si intentara analizar algo, enuncia; “sigo sin saber por qué lo prefirió a él”. Varias veces le dijo a su mamá que no le parecía la situación de mal trato, ella no merecía esa vida con Francisco; sin embargo, nunca le hizo caso e incluso lo corrió de su la casa a los 15 años. “Siempre lo prefirió a él”.

Está recostado en el filo de la cama sobre su brazo izquierdo, juguetea con una gorra roja, mientras revela algo de esperarse, “cuando era chico me dolía más cuando mi abuelita me regañaba a que lo hiciera mi mamá”, tal sensación se debe a que su abue Toña era quien estaba al pendiente de él, más que su mamá.

Efra, como le dicen de cariño, describe a su abuelita como una mujer luchona y de carácter fuerte mas no mala, siente por ella un gran respeto, le agradece haber cuidado tanto de él y la forma en que lo educó, pues lo hizo ser independiente desde pequeño. La fortaleza de Doña Toña se vio puesta a prueba al igual que la independencia de Efra, cuando el día 25 de junio de 2009 una pelea sin importancia modificó el rumbo de su vida.

El ambiente es tenso, su esposa Wendy se encuentra en la cabecera de la cama, siento su mirada, como entrevistadora estoy en una situación incómoda; su mamá está acostada detrás de él con las piernas dobladas; su hermano Paco está sentado en el suelo, un mueble impide verlo, es el más relajado del momento; Efraín sigue en la cama pero ahora sentado y con las manos libres, me ve con tristeza.

Actualmente vive por la caseta a Cuernavaca y es ahí donde una tarde justo a la hora de ir por su hijo Iván a la escuela, tuvo un percance en apariencia banal. Recuerda que iba con Wendy en una calle muy estrecha a bordo del taxi que le trabajaba a su tío Elías, una muchacha no quería mover su auto lo que generaba la lentitud de la vialidad, él en su desesperación pasó el carro de la chica y “le menté la madre”.

La necia conductora comenzó a insultarlo y Wendy se molestó, se bajó del taxi y comenzó a pelear con ella, Efra las separó. La mamá de la muchacha que iba también en el auto, lo insultó e incluso le dio un golpe en la mejilla, pero él no hizo nada. La joven le tomó una foto a las placas del carro que conducía Efraín, pero esto no le preocupó a la pareja.

Tiempo después llegó a su domicilió un citatorio donde se le pedía presentarse al juzgado. Lo hizo y al ver a la señora con su hija, supuso que algo estaba mal, pero intuyó que era un problema sin importancia, con unas disculpas y una multa quedaría resuelto, pero no fue así.

Lo que pasa con su mirada impresiona, esos ojos de color café se vuelven más claros conforme pasa el tiempo, ahora ya voltean a ver a la entrevistadora como para asegurarse les presta atención. Hay una extraña sensación en el aire, pareciera que a su esposa no le gusta que hable del incidente, de las consecuencias, de los cambios en la vida de Efraín, del cómo, del por qué.

De un momento a otro ya le habían dicho que lo iban a procesar al reclusorio, el tío Elías estaba afuera y se le notaba una inmensa tristeza. El que ahora pasaba a ser un delincuente con cargos de robo y abuso sexual, estaba tranquilo, se encomendó a Dios. Lo trasladaron a él y a otros ocho, su táctica a implementar; ver quién de los que estaba ahí tenía experiencia en el lugar al que iban.

El azul del cuarto no me da tranquilidad, desearía salir con él hacia el jardín pero probablemente su esposa no nos deje solos, se nota que “la gorda”, como le decían a Efra en el reclusorio, cuida sus palabras, su relato nunca para.

Son tres secciones en el reclusorio, se pasan de acuerdo al tiempo que lleva el juicio o la resolución del caso; primero es ingreso, después Centro de Observación y Clasificación (C.O.C.) y por último población.

La parte más intensa y a la que nunca creyó llegar, pero lo hizo, era a Población. Ahí ya se era parte de las estadísticas, se convivía con todo tipo de personas y personalidades, ahí no se podía caminar solo sin correr el riesgo de que te hicieran la china, “te agarran por atrás, te aprietan el cuello con el brazo y te desmayan para robarte”.

La primera noche en Población fue difícil, la voz de Efra se hace más tenue y pausada a cada segundo del recuerdo, lo mandaron a la zona cuatro, la de abusos sexuales. Al entrar a su “cantón”, su celda, los que ya vivían ahí le preguntaron de forma agresiva qué era lo que buscaba, “no pues nada, sin pedos, todo tranquilo”, les respondió, acto seguido iniciaron el cuestionamiento del por qué estaba ahí.

La técnica para sobrevivir ahí es hacerte pasar por malo y juntarte con los malos, los que pueden protegerte de todos, “cuando me preguntaban qué había hecho, yo sólo decía del robo…en realidad ni hice eso ni lo otro, pero a los que están por violar, también les toca lo mismo”.

Su primera noche no durmió, ni esa ni las demás de su estancia, comenta que se escuchaban los golpes y gritos de los recién llegados igual que él, en las otras celdas los recibieron como se acostumbra y pensó que también le iban a pegar en cuanto se quedara dormido, tenía miedo.

Álvaro y David eran las dos personas con las que se juntó recién llegado, ellos iban por robo a cuentahabiente, ya habían estado ahí y le empezaron a contar cómo estaba el ritmo de vida al pasar a Población. Fueron ellos los que le indicaban qué se podía y que no.

“El Piña”, como también le decían allá adentro, dice que a los que son nuevos en el cantón se les llama “monstruo” y les toca hacer la “fajina”, o sea, la limpieza de la celda y si no lo hacían los demás los golpeaban. A él como le tocaba “monstrear”, un compañero de celda, “la bruja”, le ofreció hacer su trabajo por $70 a la semana, dejándole como única tarea lavar los trastos.

“En mi cantón vivía con secuestradores, homicidas y rateros, en total éramos 16 weyes en un cuarto de cuatro por cuatro”, había una “mamá” en cada celda, era el que llevaba más tiempo ahí, a él se le tenía que obedecer en todo.

“El Piña” no conocía los términos utilizados, tampoco podía preguntarlos de manera tan evidente porque corría el riesgo de parecer una “presa fácil”. Conforme pasó el tiempo y con base en la observación, se dio cuenta que “el mono pasa lista”, significaba que el guardia pasaba lista, pero por cada pase les cobraba diez pesos todos los días, vamos a comer “rancho” era la comida gratuita de la institución pero los guardias cobraban el postre o el yogurt.

Todo lo que se quisiera hacer allá adentro tenían que aprobarlo los guardias, señala Efraín quien ya se muestra más relajado, si alguien no quería al nuevo en el cantón les daba dinero y ellos lo mandaban a otro. “Había celdas con 30 o 50 personas…a esos weyes no les importaba”.

En las celdas había diferentes formas de dormir; de a “momia”, parado con lazos que amarraban a los barrotes; como “murciélago”, al colocar una hamaca en el techo; como “gárgola”, en el baño de cuclillas: como “sarcófago”, debajo de los camarotes sin moverse.

Efraín asegura que “se puede hacer de todo mientras tengas dinero”, se rentaban televisiones, DVD’S, grabadoras, hornos de microondas, Play Station, prácticamente cualquier cosa. “Sólo escuchaba salsa y reggaeton”, dice el rockero de corazón, pues nadie conocía los grupos que él escuchaba antes de perder su libertar.

Efra recuerda que en la primaria fue cuando le empezó a gustar el rock gracias a un compañero que venía de los Estados unidos. Comenzó a escuchar a Pantera, Megadeth, Sepultura, Guns N’Roses, etcétera; el trash y heavy metal se convirtieron en sus géneros favoritos. Cada semana compraba un casete original en el Aurrera cerca de su casa, con los cinco pesos que juntaba diario.

Ahora cuenta con más de 150 CD’s originales de diversas bandas y géneros musicales, el grupo que marco un antes y un después en Efraín fue Nirvana, ya que fue por el líder de la agrupación, Kurt Cobain, que le puso a su hijo Iván Kurt.

Sería imposible imaginarse a Efraín Piña sin mencionar a su esposa y a su hijo, “no me veo sin ellos”. Cuando nació Iván tenía 17 años, el sentimiento paternal lo invadió, le dio mucho gustó; sin embargo, el hecho de no haber conocido a su papá, por primera vez le causó curiosidad. Kurt tenía dos años y las dudas comenzaron a surgir.

Según me cuenta Wendy, cuando Gloria se enteró de que estaba embarazada fue a decirle al papá de Efra, pero él era casado y no quiso saber nada, por tal motivo, lo llevó a registrar como madre soltera dándole sus dos apellidos. “A lo mejor sí me hizo falta”, dice Efraín, mientras recuerda una foto donde aparecía su papá pero toda la familia decía que era su abuelo, él se daba cuenta del parecido pero nunca preguntó nada.

Fue hasta su estancia en el reclusorio cuando su mamá y su tía Lucero le contaron quién había sido su padre. “Según esto se llamaba Ramón Sosa, era cerrajero y ya tenía otra familia”, sin necesidad de buscar, las respuestas a las preguntas de hace 10 años llegaron. El apoyo que mostró toda su familia fue importante y el sostén principal de Efraín durante los largos meses que estuvo en la cárcel,

La mayoría de las cosas, que se dicen de los reclusorios, si no es que todas, no son ciertas, se tiene que ver, vivir la experiencia, la desgraciada experiencia, para entender y saber cómo es que un peso allá adentro es la gloria, y acá afuera no sirve de nada, encerrado “tenías que pagar por todo”.

Para Efra el problema de la reincidencia es muy sencillo porque afuera no hay oportunidades para personas con antecedentes penales, y además los que salen ya están acostumbrados a los precios de adentro, ya que, con cinco pesos se come bien; “compras tu peso de aceite, otro de puré, tu peso de Knorr-Siuza, y dos pesos de sopa, y ya tienes tu comida”.

Aunado a esto hay reos que al ser liberados regresan a los 15 o 20 días porque ya no tienen familia, empleo o casa y les es más fácil sobrevivir en el entorno que ya conocen a salir a una ciudad totalmente cambiada en los tres, ocho o 15 años que estuvieron adentro, a una ciudad que los rechaza.

La idea que lo mantenía con esperanzas era que al salir ya tenía el trabajo seguro, así él no sufriría el desempleo como muchos otros cuando se van, su tío Elías le había dicho que iba a seguir al volante del taxi en cuanto lo liberaran; pero no fue así. Sin haberlo previsto Efra se convirtió en una más de las personas que al salir de prisión no encuentran trabajo, el volver a manejar el taxi era algo muy peligroso para él y para su tío, pues con cualquier mínima sanción podía regresar a la cárcel y perder el carro.

Otro motivo importante para la no rehabilitación es que “ahí circula la droga como dulces”, Efraín asevera que se puede conseguir cinco pesos de marihuana o de piedra, activo, monas, de todo. Incluso en el reclusorio se vende cerveza en $60 pesos, un tequila cuesta $1200, según lo recuerda.

El ex taxista, quien estuvo diez meses en el reclusorio, me explica la razón de la inexistente rehabilitación social, la cual se debe al no hacer otra cosa más que cuidar tu vida, ver televisión, conseguir dinero para seguir con la droga y al desinterés que muestran las autoridades. “La directora sabe muy bien lo que pasa pero ante los medios dice ‘no hay drogas en mi reclusorio, aquí sí se vela por la rehabilitación’…enseñan lo que les conviene, es obvio”.

Allá adentro, encerrado “la desesperación es muy cabrona” más cuando había problemas en el cantón porque te pones a pensar, “si en mi casa no aguantaba esto, qué necesidad tengo de estar aguantando a estos weyes”, y ahí es cuando comienzas a valorar todo lo que perdiste, lo que te quitaron, lo que lograron una señora y su hija con tal de joder o demostrar que ellas son más.

A lado del reclusorio Sur hay una carretera que se ve desde el patio central, ya que está en un cerro, “El Piña” se podía pasar horas cautivado por el tránsito de los coches, pues una de las cosas que más extrañaba, era manejar. Se imaginaba cómo se sentiría al tener nuevamente un volante enfrente, cada cambio de velocidad, el acelerar y poder llevar a su familia de paseo. Al salir no tardó en conducir un automóvil.

Los días más peligrosos en Población eran los de visitas, martes, sábado y domingo, pues todos los presos sabían que la familia llevaba dinero. Esos días muchos trabajaban como mandaderos para sacar unos pesos; calentaban la comida de las visitas; les ofrecían el trabajo que hacían en los talleres, los cuales se exhibían en estaciones del metro como Chabacano y se vendían; les conseguían una mesa; cortaban el cabello; paseaban en un coche de metal, como si fuese un parque, a los niños; hacían cartitas de amor; vendían bolsas de frijol, arroz, chiles y demás a tres o cinco pesos; depilaban las cejas; cantaban y tocaban música; leían la mano. En fin de todo lo que se pudiera sacar aunque fuese un peso era hecho los días de visita.

“La primera vez que fue mi esposa y mi hijo, lloramos en la entrada”, sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas, me pide que imagine la entrada de familiares. Para entrar a visita tienes que formarte y pasar con una Trabajadora Social (T.S), ella te pregunta el nombre y la celda de tu familiar, te pide una identificación oficial con fotografía para que apunte en un papel con el sello del Gobierno tu nombre y el del preso. Después pasas a unos vestidores donde te tocan, te registran el cuerpo para que no metas cosas que están prohibidas, como celulares, y revisan la ropa que llevas, pues algunas prendas no entran, por ejemplo; las playeras blancas porque los presos así visten; tenis con bota; blusas transparentes o escotadas; cinturones; ropa deportiva; chamarras que hagan bulto, entre otras cosas.

Al pasar los vestidores caminas entre unos lockers metálicos, bajas unas escaleras, sigues de frente y una policía te pone un sello con tinta invisible en el antebrazo, sólo se ve con luz ultravioleta, continúas caminando y llegas a una barra con dos custodios, detrás de ellos hay un muro con identificaciones y el número de celdas, ahí entregas la identificación que le enseñaste a la T.S y te dan una credencial de madera con un número, sigues en camino por los túneles y por último hay un oficial que revisa tu papelito. Si llegas a perder el papelito o se te borra el sello no te dejan salir del reclusorio hasta que pasan la lista de las 19:00 horas.

Cuando llevas comida también la revisan, los guardias meten la mano, destapan y abren todo, no se puede meter plátano, ni hojas de maíz “tienes que encuerar tus tamales”, el refresco no debe estar sellado, son una infinidad de normas. A llegar a la zona de población, es decir, al pasar al último guardia, más de 70 reos están en la entrada, inmediatamente comienzan a preguntarte a quién buscas para que ellos te lleven y saquen unos pesos, te dicen “güerita o madrecita con todo respeto”, cómo ves tipos que están ahí por haber matado o violado a alguien tienen todas las atenciones, con verlos hasta el miedo se te quita cuando andas en la calle de noche, algunos otros sólo vigilan, incluso te siguen, “es muy fuerte esa imagen”, voltea hacia la derecha, no permite que los sentimientos lo invadan.

De la manera más relajada argumenta, “te vas desensibilizando ahí, pero por lógica te cuidas más tú”, y es que no fue sólo un muerto el que vio en el reclusorio, con el primero, dice Efra, sí se asustó porque iba caminando y al chavo de enfrente le clavaron un pica hielos en la yugular, con el segundo muerto fue menor la impresión, con el tercero no le sorprendió y perdió la cuenta de a cuántos habrán asesinado.

Esta situación, comenta Efraín, se da ya que las personas que tienen condenas de 100 años o por el estilo, les da igual matar a uno, de todos modos nunca van a salir de ahí, por eso “hay que jugarle al amigo” porque no sabes quien te puso el ojo sólo por haber pasado o haberlo visto feo.

Adentro es muy deprimente, sientes que el tiempo no pasa, la incertidumbre de no saber cuándo te van a encontrar inocente es muy grande, “del 100% de la población, el 40% es inocente o los detuvieron por otros cargos” dice refiriéndose a Beto, su compañero de celda quien vendía droga como legado familiar y lo metieron por el robo de un celular.

Efraín y su familia no veían el día en el que lo declararan inocente, los 10 meses que estuvo recluido fueron muy difíciles y pesados para él y las personas que estuvieron a su lado. “Los días de visita, al ver que se iba mi familia, me daban ganas de llorar”.

Y así entre lágrimas fue recibido ya entrada la madrugada del día de su libertad, eran más de las tres de la mañana, toda su familia estaba esperándolo en las afueras del lugar que mantenía encerrado a Efraín, él mismo al salir le preguntó a uno de los custodios “¿por aquí entra mi familia?”, sí le contesto éste, “está muy feo”.

Lo primero que hicieron, sus tíos (as), primos (as), su abuelita, mamá, esposa, hijo y amigos fue darle un abrazo, después le dieron ropa para que se cambiara, pues antes de salir los custodios rasgan la vestimenta de los que ahora son hombres libres, le dieron una cerveza, prendió un Marlboro y lo llevaron a cenar. Incluso la comida ahora sabía diferente.

“Nunca voy a dejar solo a mi hijo…quiero enseñarle todo lo que he aprendido”, dice al contarme su experiencia, la cual en definitiva es muy impactante. Con un cigarrillo en la mano enuncia, “no me acostumbré, sino me adapté a la cárcel”. Ahora después de seis meses de libertad la lección que dice le dejó fue tener tolerancia. Su mirada ya no está fija, su mirada ya cambió, evita en la medida de lo posible hablar del tema pero cada que lo hace, me parece, se aleja de manera positiva de ese pasado.





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