Por Ixchel Alanna Andrade López
México (Aunam). Cristina Azuela tomó su trabajo escrito y comenzó a leer de él. De pronto, a todos en la audiencia pareció interesarles cada una de sus palabras, nadie pestañeaba, no volteaban hacia otro lado, la miraban con interés, fijamente. Manos en las barbillas, ojos entrecerrados y rasgueos de pluma sobre papel comenzaron a reproducir la magia que salía de la boca de la ponente.
Ayer, en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras sólo se percibía una cosa: medievo. La humedad de la sala resaltaba las descripciones de la doncella Silencius, personaje ambiguo de la literatura inglesa medieval, que se debate entre ser mujer y hombre, mientras es educada como varón.
Tal como si se estuviese en Inglaterra, el frío del recinto y la seriedad de los múltiples asistentes acentuaban el clima medieval. Mientras la conferencista pronunciaba citas del Roman de Silence, los oyentes imaginaban a Silencius luchando contra caballeros más fuertes que ella, envainando la espada y derrotándolos: “¡Qué vergüenza si los caballeros supieran que los venció una ‘delicada’ mujer!”, recitó Azuela, haciéndose oír entre aplausos.
Llegó el turno de la académica Rosalba Lendo, quien al igual que Azuela, comenzó a declamar citas sobre don Gauvain, un caballero cobarde, cínico y tramposo que fue comparado con la humanidad actual. Adornando de opiniones al Tristan en prose, la oradora llenó el aula de sonidos de choques de espadas, borracheras y sucias cantinas francesas medievales.
Y entre imágenes de la lluvia, el metal, las armaduras de hierro, enormes caballos, héroes, heroínas, una joven le susurra a su compañero: “¿Te imaginas aquellos tiempos? Si aquí se siente el ambiente, ¿cómo sería allá?”. En la ponencia uno se sentía como si se pudiera oler la tierra mojada, ver a la gente caminando entre carretas y escuchar a los mercaderes ofreciendo sucias verduras.
Pero, cuando la audiencia comenzó a sentirse en las mugrosas ciudades medievales, la tercera ponente, Georgina Mejía Amador, provocó que los dragones y bestias mitológicas del Völuspá y del Beowulf rozaran la piel de los presentes: serpientes gigantes que presumían sus afilados dientes y amenazaban con comerlos, tal como al personaje anónimo principal del texto que estaba exponiendo.
La ponente platicó sobre profecías y hechiceras, bandidos, bestias y un héroe que luchó contra tres descomunales monstruos para un único fin: proteger a su pueblo. “El elegido vence. Pero también cae muerto, dejando desprotegidos a quienes estaban a su cuidado”, rescata la expositora.
Cada uno de los presentes sintió la magia y la vibra en cada uno de sus poros; era como estar en Islandia y las palabras en francés, inglés, alemán e islandés que cada una de las académicas de la UNAM recitaban a la perfección, ayudaban a transportarse al tiempo en el que todo era dominado por mitología y heroísmo.
Ni en la ronda de las preguntas se perdió el misticismo del momento: se preguntó sobre magos, titanes, doncellas, religión y dragones. Todos estaban ansiosos por saber qué relaciones había entre un personaje y otro, las cuales las conferencistas respondieron con tenacidad y perspicacia. Para pesar de todos, los pequeños poemas y las traducciones que llevaban a las mentes de la mano a la época, terminaron.
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