2° LLAMADA Y... ¿COMENZARON?

Por: Reyna Mariana Pérez Soria
México (Aunam). Esa fue la expresión que salió de una persona inmersa en el público cuando la obra dio inicio, aún sin haber dado la famosa “3° llamada”. Ya pasaban de las seis de la tarde y la obra, que debió dar inicio desde varios minutos antes, todavía no comenzaba. Y es que en los camerinos, tres en total, divididos en dos para mujeres y uno para hombres, todavía estaban los actores arreglando los últimos detalles.

Los nueve actores llegaron horas antes a las instalaciones del Teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura, ya que las funciones se llevan a cabo los viernes de marzo. Poco antes de las cinco de la tarde, comenzaron con la caracterización de sus personajes, unos con el vestuario, otros alistando peinado y maquillaje y otros más, tranquilos, haciendo bromas.

Todos ellos, provenientes del Espacio de Estudios Escénicos comentaban que el maquillaje es colectivo, es decir, se ayudan unos a otros y pueden estar listos entre diez minutos y una hora, dependiendo del personaje, por ejemplo, la Catrina y Doña Cangrina, la viejita, son los más tardados; además siendo su primer proyecto en la UNAM, deben apoyarse ellos mismos, ensayar entre semana por más de tres horas y cooperar para la creación de la escenografía.

El tiempo pasaba lento y mientras unos jugaban, Zuleyka Rojo, cantante de obras de teatro, afirmaba que aquel artista que no se pone nervioso entonces no es actor, ya que el nerviosismo es algo que siempre está presente y más en la primera función. Luego agregó que no importan los errores, ya que para eso existe la improvisación.

Pocos minutos después, a las 5:21, otra de las actrices que arreglaba las canas de su cabello para el personaje de la viejita, jaló un enchufe y rompió las luces del camerino, cosa que causó consternación y sorpresa pero al mismo tiempo risas y bromas; y aunque intentó componer el daño, se dio cuenta que era imposible así que lo dejó de lado, continuando así con su maquillaje.

Más adelante, empezaron a platicar de algunas situaciones de su vida personal cuando de repente llegó Samir, el personaje de la Catrina, pero ya era demasiado tarde, tan solo a cinco minutos de entrar a escena. Lo que nadie sabía, es que la obra se retrasaría más de treinta minutos.

Justo a la hora en la que debió dar inicio, 5:30 pm., uno de los actores repasaba el libreto, se encontraba completamente listo para salir y pasados diez minutos avisaron que el público estaba por entrar a la sala, sólo esperarían cinco minutos más y todo estaría listo para dar inicio.

Apurados, agarraron los sombreros, los delineadores y dieron el último retoque, ya eran 5:45 pm. y en los camerinos había un silencio total, todos ensayaban en el escenario, calentaban la voz y probaban luz y sonido, nada podía fallar, estaban esperando que asistiera más público que en las funciones anteriores. Todo tenía que salir a pedir de boca.

Ahora sí, pasados unos minutos, 6:04 pm., se escucha una voz anunciando la primera llamada, el público acomodándose en sus butacas y los fotógrafos encontrando el mejor ángulo para la primera foto, que enmarcaría la escenografía; los actores, detrás del telón tomaban los accesorios con los cuales debían salir a primera escena: unas velas, que prendieron y acomodaron entre sus manos para no correr algún peligro.

Cinco minutos después, viene la segunda llamada acompañada de los rezos de los actores, que en realidad fue lo que dio inicio a la obra. Las miradas del público eran de consternación, se preguntaban si era un error o todo estaba bien planeado y al pasar dos minutos, lanzan la tercera llamada. Es ahí cuando todos entienden que sólo fue una jugarreta y ahora sí empezaría de lleno la función.

El silencio invadió la sala, todo el público prestó atención, a excepción de un señor que logró interrumpir con el sonido de su teléfono celular. Sin embargo, los actores estaban metidos de lleno en su actuación, las palabras altisonantes formaron parte de algunas escenas, unos cuantos golpes y gritos, nada explícito pero a la perfección, tal cómo se había ensayado en la semana.

Transcurría el tiempo y el público continuaba prestando atención a La Appassionata, obra de Héctor Azar, la cual hace referencia a una familia que va acercándose a la muerte a raíz del fallecimiento de uno de los hijos. Los continuos problemas y desdichas que vivían los llevaron a ese desenlace: bello y feliz; sin embargo, algunos presentes alcanzaron a soltar una carcajada. Al paso de 41 minutos, la obra concluyó.

Los actores salieron uno por uno al frente del escenario y recibieron los aplausos del público que al parecer disfrutó de la corta obra que acababan de presenciar. En ese instante, apenas salieron los actores de la vista de todos, una representante de STUNAM, encargados de convocar a dicha obra, invitó al público a salir y tomar una taza de café junto con galletas o en su defecto, una botellita de refresco así como dejar en una caja, una cooperación voluntaria dentro de un pequeño sobre amarillo que ellos mismos proporcionaron, con el fin de ayudar a desarrollar más puestas en escena.

Por supuesto que el público respondió con una salida rápida y ordenada, tomó gustoso lo ofrecido y se retiró por la puerta principal del Auditorio, no sin antes depositar el sobre aquella caja. Mientras tanto en los camerinos, los nueve actores comentaban las impresiones de la función, algunos errores que notaron y se daban consejos para un mejor desempeño en la siguiente ocasión.

Luego pasaron a desmaquillarse y a guardar el vestuario en el lugar correspondiente para tenerlo listo en las siguientes funciones, que se llevarán a cabo los siguientes tres viernes de marzo, 12, 19 y 26 a las 17.30 horas, en el Auditorio de la Facultad de Arquitectura, esperando la presencia de un público distinto al que se ha concentrado en el recinto y, por supuesto, deseando que éste no sea el único proyecto que puedan realizar juntos dentro de la UNAM.




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