“Esas no son formas”


Por María Fernanda Trinidad López 
Ciudad de México. La espera ha terminado. Llegó el día en el que el gobierno de la Ciudad de México se esconde detrás de vallas metálicas color azul ante la presencia de las mujeres. Este 8 de marzo ardía no sólo por los 25 grados Celsius, sino por aquellas que son “el grito de las que ya no tienen voz”. 

Morras de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México llegaron desde las 10:30 a la explanada baja para sumarse a las actividades relativas al Día Internacional de la Mujer, fecha proclamada por las Organizaciones de las Naciones Unidas en reconocimiento de la lucha por la igualdad, equidad, paz y justicia para todas. 

Las estudiantes fueron acogidas por sus amigas y amigos con un fuerte abrazo. Entre respuestas encontraron los huacales negros y cajas de cartón que guardaban revistas, pinturas, cartulinas verdes y blancas, plumones, cintas adhesivas, hilos de algodón de diferentes colores y agujas. Carteles que posteriormente se convirtieron en sus bombas molotov para hacer “abortar el sistema patriarcal”. 

El patio vistió de negro de resistencia, morado de igualdad de género, verde en pro de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y rosa por la inclusión de las mujeres transexuales y por las que ya no están. Entre los aires corría la hermandad y las risas acompañaron el momento. El árbol reflejaba sombra, pero en realidad eso hizo sentir el contingente: seguridad y confianza. 

“¿Quién falta por apuntarse?”, gritó la organizadora de cabello rosa. Alrededor de una docena de brazos se izaron a la brevedad a fin de que les tomaran sus datos. Nombre y número de emergencia fueron apuntados en un cuaderno de forma francesa en caso de que mamá y papá no tuvieran tiempo de ver cumplir el sueño de su hija, sino de buscar su cuerpo. 

Antes de partir hacia el metro Juárez, las chicas realizaron una plática en el que mencionaron las recomendaciones para la marcha: ir en grupo de tres personas; rociar refresco en los ojos en caso de que les aventaran gas lacrimógeno o pimienta, e inhalar entre dientes cerrados y la lengua pegada en los de arriba; en caso de encapsulamiento por parte de la policía, grabar el momento y mencionar la hora y la fecha; si las autoridades las detienen, no firmar ningún documento y pedir el motivo del acto; guardar dinero en diferentes partes de la ropa; y comunicar a las demás si durante la marcha se sienten inseguras, pues entre todas construyen su propio escudo. 

Unas se ofrecieron como miembros del cuerpo de protección civil y de seguridad. Pasaron hacia enfrente y fueron recibidas con aplausos y gritos. El sol iluminó el resto de las caras y traspasó los cuerpos que reflejaban preocupación por lo que llegara a pasar. “Es increíble que tengamos que seguir cuidándonos en este día”, mencionó Taira Nieto con ojos envueltos de cólera.  

13:34 y la salida de la Facultad fue cruzada por jóvenes revolucionarias. “¡Y tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista!”, gritaron a todo pulmón. Mientras caminaban, iban aplicándose bloqueador solar. Otras agitaban sus brazos para saludar a sus amigas que ven desde lejos. La calle Mario de la Cueva fue el pasadizo de los puños levantados y trabajadores de la UNAM y peatones grabaron con sus celulares el estruendo. 

El metro Universidad fue conquistado por las mujeres leyendas. Los usuarios abrieron paso a la formación de la comunidad de científicas sociales. Fueron el foco de atención de las pantallas por ser el espíritu de las 969 víctimas de feminicidio en 2020, delitos contados por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Tres gusanos naranjas fueron abordados por “no las histéricas, sino por las históricas”.  

Al arribar a la estación Copilco, se oyeron aplausos y gritos de orgullo. “¡Mira!” “¡Wow!” 
“¡Esas chicas sí me representan!”, fueron algunas de las expresiones pronunciadas desde el exterior de los vagones. El metro no hizo paradas y continuó así hasta Centro Médico. Mientras tanto, el bochorno asfixiaba el ímpetu. Las gorras fueron usadas como abanicos y los cubrebocas tapaban el sudor corriendo sobre las mejillas.  

Sin embargo, la fuerza ganó y continuaron el camino. Entre las pláticas se dio a conocer que para algunas era la primera vez que asistían a la marcha 8M. Los nervios corrían por las venas y la sed de justicia por encima del miedo. Ya no había vuelta atrás, la rebelión había comenzado. Eran las 14:30 y la estación Juárez fue resonada por chicas que han sido tocadas más que una pantalla digital, que han sido perseguidas cuando sólo van a la escuela, que han sido chifladas más que en un concierto y demás tipos de violencia disfrazadas por el machismo. 

 Performance de un abuso sexual | Foto. Trinidad Fernanda


El volcán ha hecho erupción y las cenizas atropellaron la calle Balderas. La luz estuvo a su máximo esplendor y señaló el trayecto de las guerreras. “¡Señor, señora, no sea indiferente! ¡Se mata a las mujeres en la cara de la gente!”, fue cantado y dirigido hacia las personas que observaban el paso de 66 de cada 100 mexicanas que han sufrido al menos un incidente de violencia, según datos de ONU Mujeres. 

Duró una hora la travesía hacia el Zócalo, mas fueron minutos de llantos por quienes no pueden luchar desde la tumba, por las niñas que tomaron a la fuerza, por quienes las hicieron callar durante años, por “cada madre buscando a su hija en las estrellas”. En la banqueta había una silueta de un chico con gorra negra y un paliacate morado, cuyos ojos vomitaban lágrimas de dolor al no tener a su lado a su amiga asesinada. 

15:28 y aumentó la adrenalina de sentimientos encontrados. Tristeza, dolor, coraje, orgullo y valentía. Una mezcla que no fue mostrada en los noticieros de la televisión. Las videocámaras de los canales apuntaban hacia una integrante del bloque negro que resultó ser cortada con cristales, y en el saqueo de la tienda Eleven. Pocos retractaron la cara de las dos trabajadoras de una cocina agitando con fervor una tela morada enredada en forma de moño y el grito correspondiente de “¡Tranquila hermana, aquí está tu manada!”. 

22 minutos después, la mamá de Yuridia Esmeralda Martínez, de 13 años, suplicó a las presentes que le apoyaran a difundir la imagen de su hija. “Ella fue invocada a través de las redes sociales y un imbécil se la llevó. Las autoridades sólo me dicen que espere. ¡Ayúdenme por favor, es mi hija!”, fueron palabras que salieron de la voz rota y de las cejas caídas.  

Yuri no está y las de su generación salieron acompañadas de sus mamás o hermanas a romperlo todo para vivir con ella en un futuro sin miedo. Debo acabarme el agua para aventárselo a los policías”, dijo una menor de suéter café y una bolsa de Stitch, de la película Lilo, tras ver cómo atiborraba el humo naranja y verde proveniente del otro lado de la Catedral Metropolitana. La pequeña fue espantada por el ruido de un cohetón que retumbó en el segundo país más feminicida de América Latina y el Caribe, con base en el indicador del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe 

Del interior de los muros del Leviatán fue arrojado el gas pimienta y lacrimógeno. Las que estaban en la escena corrieron en sentido contrario para no ser lastimadas. A alguien se le impregnó químicos en los ojos y rápidamente se limpió con un trapo húmedo de refresco. Más tarde, mencionó en una entrevista que ellas, el bloque negro, buscaban entablar diálogo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, las puertas estaban cerradas.  

Ante dicho obstáculo, la verdad no fue silenciada y, por lo tanto, en la asta de bandera, dos mujeres expresaron con ahínco la situación de ser violada siendo menor de edad: una lo hace a través de la palabra y otra con el cuerpo. La imagen de la inyección en los brazos y los hilos saliendo provocó torceduras en las mujeres; torcedura y dolor que sintió la niña al haber sido arrebatada de su niñez y ser manipulada por su agresor. 

También hubo mensajes en lengua de señas. El cabello chino y amarrado se movía al ritmo de las letras. “Hazlo como niña” fue el mejor cumplido que se llevó la persona con lentes. Al finalizar agachó su cabeza y corrió a enredar sus extremidades al cuerpo de su amiga; la presión estalló y con ella la resistencia, fuerza y esperanzas de existir mañana. 

Alrededor de 75 mil mujeres en la capital del país, de acuerdo con datos del gobierno de la CDMX, conquistaron las calles y construyeron una esfera de sororidad por ellas, por ustedes, por mí. Durante años las quisieron quemar, pero en esta cuarta ola de feminismo arde su empoderamiento y nadie las detiene, ni el “ya chole” del presidente de la república, ni el “esas no son formas” de las y los atados al sistema patriarcal.  



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