Enseñanza reconstruida


Por Fabio Antonio González Rojas
Ciudad de México (Aunam). Bajo la intensa y efímera luz del sol se vuelven mucho más visibles el polvo, los rasguños y las imperfecciones que los objetos adquieren con el tiempo. Su escritorio no es diferente, nunca lo fue. Es difícil saber con ciencia cierta desde cuándo el escritorio habita las paredes de su estudio; desde tiempos inmemoriales ha permanecido postrado, casi incrustado, en el piso. Su tosca apariencia metálica y su enorme peso podrían sugerir que siempre ha estado ahí, y que permanecerá ahí hasta el fin de la eternidad.

Las paredes, cubiertas de fotografías familiares, diplomas y reconocimientos, ilustran la historia de una familia dedicada al estudio, o por lo menos, enfocada en la academia. Quizá en realidad era algo endémico del estudio, el cuarto que almacena la memoria de hace décadas. Es razonable asumir que cada libro en los estantes tiene un propósito, o por lo menos, una historia detrás. Es probable encontrar anotaciones en las páginas de varios de ellos, algunas fechadas en días tan lejanos como los de 1975. Todo organizado, quizá inconscientemente, pero ahora inamovible.

Frente al escritorio, se sienta Antonio, o como lo llama su familia, Toño. Con el bastón a su lado, listo para levantarse, la gorra en el perchero, y una camisa abotonada de color amarillo. Su mirada es tranquila, su mente siempre lista para externar un comentario ingenioso capaz de hacer reír a los que lo rodean. Sentado permanece mientras su nieta lee en voz alta los contenidos de un libro que él ya no puede leer con facilidad. Escucha y asimila, a pesar de que quizás ya conoce los contenidos del libro de principio a fin. A pesar de ello, escuchar a sus familiares leer se ha convertido en una actividad medianamente común. En este punto, conoce cada centímetro de su casa con detalle, aunque aún disfruta de una caminata matutina en la que atraviesa la escuela de sus nietos, ocasionalmente saludándolos.

– Mi papá era una persona muy estricta, muy estricto con su rutina. En las mañanas nos despertaba desde temprano, diciéndonos que desde las seis de la mañana debíamos ser productivos. Tenía un lugar específico dónde sentarse en la mesa, además de un vaso que siempre usaba.

Las palabras le pertenecen a su hijo, recordando sus experiencias de la niñez con detalle. La fotografía que comparte revela un gran parecido entre sus rasgos actuales y los de su padre en aquel entonces, era como ver a esa persona en la actualidad. Sus recuerdos se extienden más allá de la niñez, tratándose de décadas compartidas que van más allá de su experiencia como hijo. Como todo familiar, conoce en aspectos generales la niñez de su padre, que describe con brevedad ante las preguntas. 

– Terminó la primaria a los 18. No, a los 15. Pero la terminó. Ahí en Santiago (Veracruz), vivía con su tío, porque sus papás no se habían casado y no era tratado como un hijo legítimo. No usaba zapatos. Pero se enfocó en seguir estudiando, y eventualmente se mudó a la Ciudad de México. Aquí estudió la prepa, en la prepa 1, en el centro. 
– ¿Qué estudió?
– Estudió derecho. De hecho, fue una de las primeras generaciones en ocupar CU. Estaba muy involucrado en todo lo que ocurría con las organizaciones estudiantiles, al punto en el que fue amenazado de muerte.

Ciudad Universitaria fue otorgada a la universidad en 1954, el mismo año en el que se acordó la construcción de la Prepa 6. También comenzó a aparecer la gaceta UNAM el mismo año, mientras que el peso comenzaba a devaluarse. Entonces, el dólar tenía un valor de 12 pesos con 50 centavos, algo que parece poco bajo las condiciones del presente.

En 1954, Hitchcock todavía reinaba en las pantallas con La Ventana Indiscreta, y Kurosawa creaba un mito moderno en el que se inspiraría el cine norteamericano por décadas a través de Los Siete Samurai. En México aún cantaba Pedro Infante, y la época del cine de oro todavía no era sujeto de libros de historia. Poco después, Toño había encontrado su vocación en la enseñanza, terminando su carrera y convirtiéndose en un maestro.

– Empezó a dar clases cuando todavía no terminaba la carrera, pero una vez que lo hizo, esos eran sus días completos. Tenía cuatro plazas, se movía de escuela a escuela. En la mañana iba a la Secundaria 71, en la colonia Marte, donde enseñaba Civismo de 7 a 9 de la mañana. Después se iba a la primaria Juventino Rosas, donde daba clases generales por la tarde. Ahí mismo daba clases en la escuela nocturna para adultos. 
– ¿Le gustaba dar clases?
– Le encantaba, aunque era estricto, claro. Cuando un niño se portaba mal, les daba sus castigos.
– ¿Qué les hacía?
– Les jalaba las orejas, más que nada. Era un maestro muy serio, pero muy dedicado. En varias ocasiones lo acompañé mientras daba clases. También lo acompañaba de niño a las ceremonias de los lunes, donde en ocasiones leía las efemérides.
– ¿Por qué decidió ser maestro?
– No fue una opción que se le presentó por interés personal. En su niñez, poco esperaba de su futuro, definitivamente no tenía una carrera en mente. Pero una vez que se encontró en la posición de maestro, la disfrutó, y trabajó de esa manera durante más de treinta años. 

Eventualmente, se convirtió en el director de la primaria donde trabajaba como maestro. Su esposa también era maestra, siempre que tomaban caminatas o se encontraban con alguien, se referían a ellos como “los maestros”. Hasta la fecha, la escuela primaria Juventino Rosas permanece activa. El panorama educativo se transformó enormemente desde los estudios de Toño y sus últimos años activos. En 1963, solo la mitad de la población era alfabeta, y el registro total de alumnos era de un poco más de 7 millones. Para 2011, era de más de 34 millones. El significado del estudio para la población mexicana se transformó, convirtiéndose en algo mucho más común. Claramente, la población aumentó enormemente, pero también lo hizo la relación de estudio. 

El hijo de Toño también estudió derecho, aunque no se dedicó a la enseñanza. La hija del hijo también estudió derecho. Parece ser que es una carrera compartida, aunque es dudoso imaginar si los hijos de la nieta estudiarán lo mismo. Tres generaciones han pasado, presenciando las transformaciones educativas en México, aunque quizás, inconscientes de ello. 

– Mi papá se jubiló en 1983. Pero no podía estar quieto, entonces empezó a trabajar en los cines. Trabajó en muchos: el cine Latino, el Versalles, el Polanco, el Manacar. Ninguno de esos existe hoy en día. También lo acompañamos al cine, nos regalaban bolsas de palomitas enormes.

En 1983, terminaba la entonces trilogía de Star Wars y Roger Moore todavía era James Bond. Cantaban David Bowie, Michael Jackson y Prince; Luis Miguel se escuchaba en todos los radios de México. Quizás lo último no ha cambiado mucho. Otro Miguel, Miguel de la Madrid, era presidente en México; el país termina con una inflación del 80%. 

Antonio vivió hasta el 2011. Eventualmente, también se retiró del cine, dejando espacio para sus caminatas matutinas, para sus cenas familiares, y sus lecturas acompañadas por nietos. Su estudio permanece intacto: los diplomas, los libros, el escritorio metálico. Su bastón aún está colgado en la pared, esperando a ser levantado para caminar.

En cuanto al pasado, los días en blanco y negro… fueron hace tanto tiempo, hace tantos años. ¿Fue real, o solo un sueño? Se sintió real, vívido, inmortal. Aquí permanece y aquí permanecerá, mientras el recuerdo vívido se comparta.




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