30 de abril de 2021

Sobre no entender qué es extrañar


Por Elisa Domínguez Álvarez Icaza
México (Aunam). Con el propósito de contribuir al reconocimiento de la sabiduría de la infancia, conocer el punto de vista de una niña sobre la pandemia, es crucial para entender cómo vive la incertidumbre Jade, una niña de 10 años, que está estudiando quinto de primaria desde su casa. 

Vive al sur de la Ciudad de México en el pueblo de Santo Tomás con su abuela, su mamá y su tío. Jade no se muestra intimidada ante las posibles preguntas, se acomoda en un sillón mullido a lado de mí. Su abuela está a su lado, la ve con impaciencia y expectación. Ella es una niña de baja estatura, con el pelo muy corto, negro y lacio. Tiene una mirada inquieta y divertida. Explica que últimamente hace mucho frío y no quiere enfermarse, por lo que se pone varias capas de ropa. Observa la habitación con atención y se detiene en los cojines que la acompañan.

Ella recuerda que la pandemia inició a comienzos de marzo, “un día mi mamá me dijo que ya no me iba a llevar a ir a la escuela…” Al principio se puso feliz y pensó que serían vacaciones. En su escuela se tardaron algunas semanas en establecer la modalidad en línea, por lo que pudo descansar y habituarse a la idea tranquilamente. “También dejé de ir a Tae Kwon Do, pero ahí sí empezamos en línea poco después” reflexiona Jade. Actualmente ya no hace ninguna actividad extracurricular, debido a que no le encuentra mucho caso a asistir virtualmente.   

A Jade le gustan las clases en línea porque dejan menos tarea y puede levantarse un poco más tarde; respecto a lo que ha aprendido, trata de hacer un recuento de sus nuevos conocimientos y no logra recordar nada, hasta que su mirada se ilumina cuando llegan a su mente las sumas de fracciones, las multiplicaciones de tres dígitos y los sinónimos. En cuanto a las evaluaciones, ella opina que no deberían hacerlas debido a que es muy fácil hacer trampa; posteriormente aclara que sólo consulta las respuestas en internet cuando de verdad se le dificulta. 

Ante todo, considera que se estresa demasiado. Cuando piensa en sus clases, opina que “educación física es la clase más rara, me siento extraña haciendo los ejercicios yo solita”. Le preocupa pasar mucho tiempo en su Tablet, y aunque quiere parar, no puede. “Ahorita no me siento nerviosa porque estamos de vacaciones, pero cuando empiecen las clases, sí me voy a alterar” advierte a su abuela. Para relajarse, le gusta jugar y andar en bici con su primo Santiago que vive en la casa aledaña. En cuanto a sus programas favoritos, disfruta en particular de Operación ¡Ouch!, cuya trama gira alrededor de dos doctores que curan las heridas de varios niños, “pero lo adelanto cuando se pone demasiado sangriento”, añade. 

Jade describe su rutina ordenadamente: se levanta a las 7, pero se vuelve a dormir; baja a desayunar, se viste, y escribe “presente” en el grupo de WhatsApp; después se conecta a la videollamada que dura desde las 8:30 a las 10:30. Casi siempre le da hambre y le urge que acabe la clase. “A veces se vuelve aburrido porque la maestra no le pone tanta energía.  Casi todos los días tengo videollamada excepto cuando la maestra no tiene luz o tiene alguna junta”. Finalmente come, hace tarea y si su abuela quiere, ven un rato la televisión.

Durante los últimos días de su periodo vacacional decembrino, Jade, nostálgica recuerda sus navidades pasadas: “en esta navidad pedí menos cosas, no sé por qué… nada más celebramos mi familia que vive aquí conmigo”. Recuerda cómo en el pasado, la cena era multitudinaria cuando llegaban sus parientes que viven en San Bartolo. Sin embargo, reconoce que se la pasó muy bien durante año nuevo porque todos querían que se acabara el 2020 y por primera vez, el deseo de todos se estaba cumpliendo.

Su madre trabaja en una farmacia, pero a Jade no le preocupa que atienda a personas que puedan contagiarla, “mi mamá es muy joven y casi siempre usa el cubrebocas, así que no hay mucho problema” exclama mientras trata de tranquilizar a su audiencia. Jade explica que antes su mamá trabaja en el mercado de las flores de Tlalpan, pero ahí no respetaban sus horarios de salida y tomaba el camión muy tarde, “lo único bueno era que a veces traía flores a la casa, pero fuera de eso, no nos gustaba”. Jade es muy cercana a su mamá y a su abuela, mujeres fuertes y valientes, que han mantenido a su familia con seguridad y cariño, sin dejar de enfrentarse a un sinnúmero de adversidades.

Cuando es cuestionada acerca del semáforo rojo, explica con paciencia que eso significa que no debemos salir. Respecto a la recuperación de la economía, Jade propone que el gobierno ofrezca dinero y despensa los negocios que no pueden abrir debido a que sólo deben abrirse los indispensables, como los supermercados, las gasolineras y las farmacias. Cuando se le pregunta acerca del regreso a la normalidad, Jade lo vislumbra hasta comienzos del 2022.  

“Cuando volvamos a clase, vamos a usar todos cubrebocas y la maestra va a poner más agua para lavarnos las manos, porque antes ponía muy poquita”, dice Jade al imaginar cómo será el regreso a clases.

Inevitablemente, la conversación se dirige hacía la vacuna, nuestra única esperanza en el panorama; sin embargo, Jade la analiza con resquemor y desconfianza, “he oído que la vacuna no es buena, me da miedo, siento que es muy sospechosa”. Cuando se le pregunta por qué tiene una actitud tan recelosa, explica que eso es lo que comentan sus familiares que leen las noticias. Añade que a pesar de que la vacuna no le agrada, lo que más le preocupa es que sus familiares se enfermen. No obstante, la tranquiliza saber que “con pasar algunos días o semanas en el hospital, es casi seguro que se van a curar”.

Al preguntarle sobre si extraña a sus amigos, Jade responde cortante: “algo”. No extraña a todos sus compañeros, de hecho, hay algunos que preferiría no volver a ver, pero en cuanto a los que sí considera sus amigos de verdad, tranquilamente explica que, si los llega a echar de menos, puede hablarles por WhatsApp y se acaba el asunto. Jade recuerda a su mejor amiga Regina: “cuando volvamos, sé que nos vamos a sentir medio raras, nos va a costar retomar la confianza. En el salón éramos muy platicadoras”. Respecto a si extraña jugar, pacientemente explica que ella ya no juega, “a veces platicamos o corremos por el patio, pero ya no jugamos a las escondidas o juegos así”. Es claro que Jade ha crecido.

Al imaginarse a ella misma enferma, prefiere tocar la madera de la mesa para atraer suerte. “Si a mi primo le diera coronavirus, le llamaría por teléfono… lo convencería de que se curara diciéndole que si no lo hace no podemos divertirnos, espero que a mí no me dé coronavirus porque no me gustaría estar en un hospital”.

Cuando reflexiona sobre todas las muertes que ha dejado la pandemia, Jade primero se enoja al recordar a la gente que no se ha cuidado, pero cuando recuerda a los médicos, a los ancianos, su cara cambia y corrige: “es que hay gente que no tiene de otra”. La tristeza inunda su rostro, pero rápidamente, se sobrepone.

A corto plazo, Jade relata que lo que más le gustaría hacer ahorita es ir al cine con su mamá y su abuela y comer comida china. A largo plazo, le gustaría ser psicóloga, “porque luego mi tía me cuenta sus problemas. Me gusta platicar.” Posteriormente reconoce que a ella no le gusta hablar de sus propios sentimientos, no se siente cómoda compartiendo sus pensamientos íntimos.

A Jade no le urge volver a la escuela, se siente bien, segura y acompañada. Guarda su distancia con sus propios pensamientos y miedos. Imagina un futuro distinto, en el que las banalidades cambian y sus momentos de felicidad iluminan su cotidianidad. Hay emociones que la sobrepasan, sin embargo, es capaz de analizar la realidad y encontrar su lugar dentro de ella. 


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Detrás de las pantallas: el sufrimiento de los niños durante la pandemia

“Les prestan más atención a mis errores escolares, entran a mi clase en pijama, eso es vergonzoso”, exclama Sofía Gómez tras cursar ocho meses de escuela en línea por pandemia

Por Luis Daniel Gómez Hernández
México (Aunam). La alcoba de cada persona es un espacio de relajación, donde se sitúa el necesario descanso del resto del mundo y un lugar extremadamente personal; sin embargo, para Sofía Edith Gómez Hernández, ha significado un “cuadrito”, en palabras de la pequeña niña, de estrés continúo dado el poco contacto que tiene con el exterior y sus amigos, el excesivo trabajo en clases en línea y un confinamiento que parecería no tener un final.

“Cómo esperan que los niños estemos tanto tiempo así, no he visto a ningún niño desde que he entrado a esta mugre cuarentena”, expresa Sofía con resentimiento y una voz fuerte. Casi gritándole a la pared de su cuarto que ella ya no quiere permanecer más sin volver afuera.

Ella es una niña de 11 años, cuenta con cabello negro abundante hasta la cintura, ojos cafés como la corteza de un árbol y es tan alta como para alcanzar la alacena de su casa. Amada hija y hermana que, actualmente se dedica al estudio online en sexto grado de primaria. Ha tenido que dejar las actividades que realizaba al aire libre como danza, natación, e incluso actividades recreativas como ir al parque, salir al cine con su familia o asistir a reuniones familiares por riesgo de contagio de Covid-19.

El desagrado de Sofía se concentra en la tortura que le proporciona la pandemia, no un dolor físico como haber sido afectada por el virus o la pérdida de algún familiar, sino, el devastador tormento psicológico que supone no convivir con amigos de la misma edad más allá de la pantalla de la computadora; darse cuenta de las desgracias familiares a temprana edad; guardarse los sentimientos en el interior y no expresarlos, y la falta de esperanza respecto a un futuro incierto.

Han pasado 11 meses desde que se registró el primer contagio en México por Covid-19 el 28 de febrero de 2020. Más de un millón y medio de contagios y 134 mil muertes causadas por el virus mortal actualmente según datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). 10 meses desde que inició la Jornada Nacional de Sana Distancia en la República Mexicana. Durante todo este tiempo miles de niños han tenido que adaptarse a la nueva normalidad, donde asisten a las clases en línea, algunos alumnos toman clases por medio del programa Aprende en Casa en televisión abierta o incluso han tenido que abandonar los estudios.

“El año pasado como hasta las seis de la tarde, pero este año ahora es como hasta las cuatro”, cuenta Sofía respecto a su horario de clases que inicia a las ocho de la mañana. Ella se encuentra sentada en su cama, con las piernas cruzadas y abrazando un peluche blanco. Como si de un pequeño ser se escondiera entre las hojas de los arbustos para salvaguardar su supervivencia.

“Creo que ya vieron las maestras que si nos mandan mucha tarea los niños no la van a hacer. Yo soy de esas que dicen: ‘Ay pues para qué lo hago, ni siquiera vale mucho mandar el dictado de hoy’ y no lo envío”, relata la niña pasando de una mano a otra su juguete. Ella parece inquieta ante las preguntas, pues comienza a recostar su cabeza sobre las almohadas, pero la retrae inmediatamente. Como si su cuerpo le pidiera moverse y salir del cuarto.

Sofía se ha sentido sofocada por la presión que le ejerce la escuela, sus calificaciones finales y lo que sus padres esperan de ella. “Creo que tengo mucha flojera. O sea, creo que tengo la capacidad, pero la flojera me gana”, comenta su preocupación por la tarea.


A pesar de guardarse en su hogar, ella continúa en contacto con algunos de sus amigos y amigas de la escuela, quienes han jugado con ella por medio de juegos móviles online como Among Us, juego que se hizo popular entre la juventud hace unos meses o tenido videollamadas. 

Sin embargo, estas actividades han sido distantes para varios de sus compañeros. “Pues sí hablamos, pero como que uso amigos creo que se hartaron mucho y se apartaron de los demás, ya no escriben ya no leen los mensajes. Siento que todos nos hartamos, porque cuando entramos a las clases nos vemos cada día”, comenta Sofía tras un rotundo silencio después de la pregunta.

Paralelamente, la convivencia con su familia ha sido un tema aparte, pues sus dos hermanos estudian la universidad y sus padres trabajan desde casa. Por lo tanto, ha tenido que adaptarse al ritmo de vida de sus familiares para realizar sus propias actividades. 

No obstante, aunque se ha acercado con ellos a un nivel personal, ella justifica que “…les prestan más atención a mis errores escolares, entran a mi clase en pijama, eso es vergonzoso”. Condena a sus familiares tras no haberles confrontado por un espacio más agradable para ella.

Sin embargo, no todo es tan malo. Ella ha podido aprender varias actividades que le ayudan a relajarse como la práctica de meditación; mirar películas y series, donde saca risas; cuidar a su perrita Teodora y encargarse de que coma, e incluso a apreciar a su familia.

Ella enumera las cosas que quiere realizar cuando su vida vuelva a ser normal. “Teatro, gimnasia, contemporáneo y rítmico. Tengo ansias de que todo esto se acabe porque… es estresante, muy estresante. Me siento en un cuadrito y siento que todos los días son los mismos”, reflexiona tras mirar al vacío entre sus ojos y la puerta de su recamara. 

Si bien, es cierto que la Secretaría de Educación Pública (SEP) acordó en su calendario escolar oficial del ciclo 2020-2021 que las clases terminarían hasta julio de este año; para Sofía y muchos alumnos de diversos grados escolares básicos les será un reto terminar sin que su salud psicológica se vea afectada por el encierro que ha provocado la pandemia.


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La nueva forma de jugar videojuegos: eSports

Cristina Marcos, Country Manager Spain de Genially, hablando sobre la audiencia de los eSports.
Foto: Aurora Mejía 

  • “Los eSports son videojuegos, pero no todos los videojuegos son eSports”: Óscar Soriano
  • “Son una industria en constante cambio y evolución”: Pedro Ollero
Por Fernanda Cornejo Sánchez y Aurora Rubí Mejía Guzmán
México (Aunam). Cristina Marcos, Country Manager Spain de Genially; Pedro Ollero, PR Manager de Razer y Óscar Soriano de Play The Game Agency, hablaron de los videojuegos eSports (deportes electrónicos), a través de una conferencia en vivo que se transmitió por la plataforma digital YouTube. 

Pedro Ollero declaró que no existe una definición clara de lo que son los eSports; sin embargo, es importante saber diferenciarlos de los Casual Gaming. Los primeros siempre son competitivos, mientras que en los segundos la competencia no es formal, lo que se busca es divertirse. 

Asimismo, Ollero agregó que los eSports los hacen los jugadores, ellos crean las competiciones, e invitan a que otros participen. Es a partir de esto que las desarrolladoras implementan las herramientas para que los videojuegos se desenvuelven de manera competitiva y alcancen una escala nacional, regional o mundial. Algunos de los más destacados actualmente son Free Fire, Clash Royal, Fifa 20, Rocket League, CS GO, Overwhatch y NBA2k20.

Óscar Soriano explicó que el ambiente de los eSports es muy parecido al del deporte tradicional, pues hay patrocinadores, media, equipos, operadores de torneo, incluso influencers, medios de comunicación, y un publisher, quien es el propietario del videojuego y decide si tú puedes estar o no en el videojuego porque es su propiedad.

La gran diferencia en los eSports es el papel del fan y el poder que tiene. Es alguien realmente importante porque es quien hace que los jugadores moneticen. Así que antes de tomar una acción se debe cuestionar que va a aportar al seguidor o a la marca. Cristina Marcos agregó que es importante conectar con la audiencia porque son la fuente de apoyo y motivación para el gamer.

Pedro Ollero aseguró que “los eSports son una industria en constante cambio y evolución”. Cada semana están cambiando los videojuegos que son tendencia. Y no necesariamente son nuevos materiales, sino que las creaciones de algunas desarrolladoras con ocho o tres años en el mercado se han popularizado gracias a los influencers y los consumidores en general. Fue el caso de Fall Guys, que se convirtió en una joya del 2020. 

Para Óscar Soriano, los eSports pueden mejorar el aprendizaje, pues en ocasiones permiten que los niños comprendan mejor los temas de la escuela que con los métodos tradicionales. En algunos colegios de España se ha utilizado Fornite para enseñar matemáticas y geografía e incluso mejorar la comunicación entre los alumnos. 

El asociado de Play The Game, expresó que es increíble ver la evolución que han tenido los videojuegos, aunque llevan años en el mercado, en un principio eran irrelevantes, luego pasaron a considerarse como algo que hacían los freaks y nerds; mientras que actualmente, la gran cantidad de jugadores los han convertido en un nicho muy importante.

Óscar Soriano declaró que los videojuegos son la primera opción de ocio para una generación por debajo de los 30 años. El número de usuarios ha aumentado tanto que se han vuelto el principal competidor de Netflix.

Soriano concluyó exponiendo que en 2019 la audiencia de los videojuegos crecía a un ritmo de entre 20% y 30%. Sin embargo, la pandemia incrementó considerablemente el número de usuarios y no solamente durante los primeros meses de la cuarentena, sino que la audiencia ha seguido creciendo. Es un claro signo de que los videojuegos han llegado para quedarse.

 
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29 de abril de 2021

Enfrentan deportistas estrés, ansiedad y depresión por la pandemia


Por Karina Ocampo Castillo | 
México (Aunam). Debido a la pandemia por Covid-19, los estilos de vida se han modificado, el estudio y el trabajo son en casa y hay que mantener un distanciamiento social para estar a salvo; “todos estos cambios, ha repercutido en la salud mental, han incrementado y agravado las enfermedades mentales lo que ha causado una disminución del bienestar”, puntualizó el profesor Alejandro Franco.

Sin embargo, como la psicóloga Nelly Flores resalta, el deporte aporta muchos beneficios no sólo físicos, sino también mentales. Primero, una actividad física le permite al cuerpo estar enfocado, lo que redunda en un estilo de vida saludable.

La especialista añadió que, a través de estudios psicológicos, se ha comprobado que realizar alguna actividad deportiva está relacionada con la mejora de la calidad de sueño; y en general, practicar alguna actividad está dentro de las recomendaciones profesionales de la salud hacen a las personas con o sin diagnóstico clínico. 

Alejandro Franco y a la doctora en psicología, Nelly Flores Pineda, dialogaron a través de un Facebook Live de la Dirección General del Deporte Universitario UNAM, en su sección Psicología Deportiva: “Estrés, ansiedad y depresión de los deportistas durante la pandemia”.

 “La práctica de un deporte o la actividad física, nos va a ayudar a regular nuestras emociones, todos estos síntomas que hemos ido conociendo con la pandemia: el estrés, la ansiedad, la depresión; estas respuestas fisiológicas se pueden canalizar y enfocar con el deporte, con la actividad física o con el ejercicio”, explicó la doctora Flores. 

Franco resaltó que, si la práctica de actividad física repercute de manera positiva en la salud mental, se podría llegar a pensar que los deportistas, al estar constantemente entrenando y realizando actividad física, no ven comprometida su salud mental. 

¿Qué tan cierto es?

“Somos seres humanos y enfrentamos factores estresantes todo el tiempo; y en cuanto a los deportistas, también están viviendo la pandemia de una forma muy particular, tienen la misma probabilidad que cualquier otra persona de afectar su salud mental”, señaló la también docente en el área de salud mental de la Comisión Nacional del Deporte; “pues, además, los deportistas también cumplen un rol como hijos, como estudiantes… es decir, además de los factores externos con su deporte, también existen los internos con ellos mismos”.

Ante este hecho, el profesor Alejandro Franco comentó que a través del Grupo de intervenciones de Psicología del Deporte se ha intentado trabajar con los deportistas universitarios supliendo la motivación extrínseca (enfocada en el rendimiento y la preparación para la competencia a nivel nacional, regional, etc.), para enfocarse en la motivación intrínseca (logros, metas y objetivos a corto plazo, y la motivación a partir de la competencia entre sus compañeros de la misma diciplina y consigo mismos). 

Pese a ello, la psicóloga argumentó que es innegable, a nivel general, que las repercusiones que la pandemia a generado en los y las deportistas están presentes. Desde la angustia psicológica relacionada con la misma enfermedad; el estrés y la incertidumbre de que no existen fechas claras para regresar a entrenar y competir, lo que desemboca en el desánimo y confusión; síntomas de depresión y crisis emocionales que tienen que ver con la mortalidad que ha dejado la misma pandemia o incluso quienes han sido portadores de la Covid-19 y que tienen que pasar por todo un proceso de recuperación. 

Ante este suceso, “hay que ser empáticos con los deportistas ya que existe frustración y desmotivación por la falta de participación en eventos y competencias deportivas”, aconsejó la doctora, y “considerar ciertas conductas adaptativas para enfrentar al estrés, ansiedad y depresión, como un cambio en el estilo de vida, entrenar a tu mente para estar viviendo en el tiempo presente, además de técnicas de respiración y relajación en nuestra vida cotidiana, es una gran recomendación”.



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28 de abril de 2021

Adriana Jiménez, la primera mujer en aventarse de 20 metros


Por Karina Ocampo Castillo 
México (Aunam). “Mi mayor desafío ha sido aventarme de los 20 metros y ser la primera en hacerlo, no tener como referencia a otra mujer delante de mí fue un gran reto”, aseguró Adriana Jiménez, clavadista de altura mexicana. 

Enfrentar esos escenarios majestuosos y sobre todo romper con la falsa idea de “¿cómo vas a hacer algo peligroso?” o “¿cómo vas a hacer algo que no se había hecho antes?”, es su gran mérito, respondió la clavadista ante la pregunta de la juez de la Federación Mexicana de Natación, Consuelo Velázquez.

La Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información UNAM, a través de sus redes sociales, transmitió en vivo el conversatorio “Mujeres y deporte: retos y oportunidades en el camino hacia la igualdad de género” donde participaron la vicepresidenta de la Asociación de Natación UNAM, Consuelo Velázquez y la clavadista Adriana Jiménez, doble campeona mundial en su especialidad.

“Agradezco que la vida me haya puesto en donde estoy porque pude conocerme como mujer y como persona, supe lo que era capaz de hacer. Cada clavado me inspira a sentirme plena, viva y única”: fueron las palabras con las que Adriana Jiménez comenzó el conversatorio tras escuchar la trayectoria de su carrera en voz de Velázquez, quien también la describió como una “mujer de oro”. 

Adriana Jiménez inició su historia como clavadista a los 8 años con los clavados tradicionales en la alberca olímpica Francisco Márquez: “Yo tenía la inquietud de saber qué eran los clavados, así que mi mamá me tomó de la mano y me llevó a hacer la prueba de cualidades físicas”.

Después, en 1996, participó en su primer nacional ganando el primer lugar en los 3m de altura, para luego comenzar sus giras internacionales a muy corta edad. “Comienzo a viajar desde muy pequeña y conforme vas avanzando te das cuenta que se va convirtiendo en parte de tu vida esa diciplina”, agregó Adriana Jiménez. 

A los 13 años, formó parte de un grupo de preseleccionados junto a Romel Pacheco, Paola Espinosa, Tatiana Ortiz y Laura Sánchez, donde el entrenador Francisco Rueda los llevó al Comité Olímpico Mexicano para practicar el alto rendimiento. Posteriormente, en 2004, en el preselectivo para Juegos Olímpicos, quedó seleccionada y obtuvo el boleto olímpico para México, sin embargo, no fue ella la seleccionada para representar al país. 


“Ese pase olímpico no tuvo mi nombre y me desmotivé bastante y decidí retirarme, yo ya no quería saber nada más del alto rendimiento y tuve un retiro muy prematuro a mis 19 años”, comentó la medallista de oro; por lo que su objetivo fue dedicarse a sus estudios, y obtuvo el título de licenciada en Administración del Deporte por la Universidad del Valle de México. 

Diez años después, sin buscarlo, tuvo la oportunidad de participar en los clavados de altura dentro de un show, y de ahí, tomó la decisión de especializarse como clavadista de altura, principalmente de los 20 metros, y ser la primera mexicana en representar al país en esta diciplina. 

“Dentro del deporte siempre hay desafíos en los entrenamientos, en competencias, pero esos desafíos diarios son los que te van engrandeciendo, te van generando confianza, fortalezas, para al final disfrutar lo que haces y representar a tu país con mucho gozo, con mucha pasión, y pararte en esos 20 metros orgullosa y segura de que tal vez no sea el clavado perfecto, pero va a ser el clavo donde pongas todo tu amor”, agregó la campeona y subcampeona mundial. 

Para Adriana Jiménez, ser una atleta de alto rendimiento implica un gran compromiso, así como un gran honor. Es un reto grande e importante en el que el o la atleta siempre tienen que aguantar las pruebas que le vengan, pero que, asegura, vale la pena vivirlo, ya que las experiencias son las que se quedan para siempre, e incluso, ayudan en el futuro. “La carrera de una deportista es muy corta, así que hay que aprovechar lo que duré”, aseguró la también ganadora del Premio Nacional del Deporte 20217. 


Fotos: @adyjimte


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Luis Hurtado, una vida periodística contras las fake news

  • Sus experiencias lo formaron como periodista, pero la suerte lo llevó a estudiar la carrera 
  • El difícil inicio de su trayectoria contribuyó en su camino al éxito  

Por Fernanda Pardo y Gabriela Torres
México (Aunam). Luis Hurtado es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM,  y ha laborado como periodista y académico, donde ha tenido que modificar sus prácticas debido al Covid-19 y su impacto en las actividades que realiza día con día. 
 
La entrevista se llevó a cabo por medio de una reunión a través de la plataforma de Zoom, en donde a pesar de las limitaciones que existen a causa del COVID pudo llevarse a cabo sin ningún contratiempo que pudiera afectar la información obtenida a raíz de ésta. 
 
Uno de los primeros recuerdos de su vida es ver a su padre al despertar, con un café y un periódico en la mano, siempre informado y dispuesto a saber más; gracias a esta imagen de su progenitor y él siempre tener noticias cerca despertó en él la curiosidad sobre el periodismo. 
 
Sus comienzos fueron a muy temprana edad cuando escribía bitácoras sobre las noticias de su colonia con tan solo 8 años, posteriormente comenzó a redactar esos mismos registros en un periódico local; para pasar a componer escritos dentro de la Gaceta de la UNAM, una vez que ingresó al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) a partir de los 15 años. Todo esto lo formó como periodista y editor, aunque cuenta que decidió su carrera con un volado en plena fila para meter sus opciones.  
 
Ya como estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), un profesor lo motivó a entrar al mundo del periodismo profesional para seguir con su aprendizaje, mientras practicaba, y así ingresó a una vacante de cierre de 10 pm a 4 am en el Excélsior , lo cual lo impulsó a trabajar en otros periódicos de renombre como El Universal, La Jornada y en la revista Proceso , aunque no todo fue sencillo en este paso. 
 
Pese a que sus inicios fueron complicados, siempre tenía en cuenta que con disciplina y trabajo duro iba a lograr el éxito; por lo que sus madrugadas eran de arduo trabajo y estrés constante pues las noticias nunca paraban y las publicaciones tenían que seguir; sin embargo, todas esas noches en vela le fueron de gran ayuda, ya que lo relacionaba con el nuevo conocimiento que obtenía en la facultad. 
 
Durante su estancia académica no solo encontró su vocación como periodista sino también como docente, en donde inició impartiendo adjuntías con la esperanza de que si llegaba la oportunidad de dar clases en la Facultad sería un profesor práctico que mostrará el campo de trabajo que tiene el periodismo. 
 
Ante la situación actual como profesor, él sabe que se tiene que estar en una constante evolución de los métodos de enseñanza, para aprovechar los medios digitales y los avances tecnológicos que se dan día con día; sin embargo, le resulta frustrante el no saber si los alumnos están realmente atentos al otro lado de la pantalla, aunque finalmente, la responsabilidad recae sobre el estudiante y su interés por aprender.  
 
El avance tecnológico no ha sido el mismo en la enseñanza que en el periodismo, ya que en este último los medios digitales han evolucionado, y la manera de dar noticias con ellos; aunque para muchos casos es beneficioso debido a la adaptación del contenido, para otros ha traído una enfermedad: las Fake News.  
 
Las noticias viajan más rápido, las personas se convierten fácilmente en líderes de opinión, y el periodismo falso inunda los medios, lo que provoca que las Fake News sean más comunes cada día, dicho tema lo abordará el profesor Hurtado en su próxima investigación. 
 
Finalmente, mencionó que cada día guarda un punto importante para su crecimiento, por lo que el día de hoy podría ser su mejor momento, porque puede ejercer plenamente su carrera y dar clases a pesar de las circunstancias.

  
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26 de abril de 2021

Alarmante crisis de información en los niños, ante la pandemia

Betito: “El COVID es un objeto cuadrado y verde que un hombre tomó del piso”

México (Aunam).La lucha por resistir a las condiciones que exige una pandemia con cuarentena son difíciles para todos, las batallas son personales y las realidades en México son muchas. Pero, ¿Qué hay con los niños? y más que nada ¿Qué está pasando con los niños de escasos recursos?

 

La pandemia por el virus del COVID-19 es un hecho histórico que se sepultara en la memoria de todas las personas que la estamos viviendo. Lo singular de este gran problema es que no distingue entre colores de piel, clases sociales o nacionalidades; su alcance y letalidad es la desgracia más equitativa que como generación hemos vivido. Sin embargo, que todos estemos expuestos a contagiarnos no significa que todos tenemos la misma capacidad para luchar contra ella.

 

Las clases más desprotegidas del país son las que menos oportunidades tienen para luchar con todo lo que exige una pandemia con confinamiento. Por un lado, exige de un lugar fijo donde habitar, con las condiciones necesarias para resguardarse del clima (y del COVID-19), tener una alimentación adecuada, ingresos estables, etc. Todo lo anterior crece y se dificulta cuando hay niños de por medio. La educación en línea es un privilegio que pocos niños en México pueden gozar. Pensemos que para ello es necesario tener luz y una televisión con señal para ver los programas de educación en casa que ha promovido la Secretaría de Educación Pública (SEP), y en otros casos es necesario contar con internet de buena calidad, una computadora con cámara web y conocimientos previos para saber utilizarlos. Es decir, algo que no muchos tienen.

 

Alberto y Sara aceptaron platicar a cambio de unas papas y de un yogurt. Ambos son hermanos de una familia disfuncional con graves problemas económicos. Su padre es alcohólico de tiempo completo y a veces también mecánico con poco trabajo. Su madre dejó a ambos niños con su papá hace dos años, cuando apenas tenían 6 y 4 respectivamente.

 

Su padre -“El Cabo”- platica que antes de que se hiciera cargo de ellos solo los había visto una vez. Ahora viven en un taller mecánico: un patio de 40 metros cuadrados en el que apenas cabe un auto desvalijado y una tienda hecha de lonas con publicidad de partidos políticos. La carpa que ellos llaman casa se compone de un colchón matrimonial lleno de grasa, cobijas y almohadas delgadas. También tiene un gran ropero café lleno de estampas, sobre él descansa una televisión que no funciona muy bien desde que Betito (Alberto) le dió tres balonazos. En su patio el panorama no es diferente, hay muchos fierros oxidados, un fogón de leña, llantas y excremento de dos conejos: mascotas de los hermanos.

 

Su papá es agradable y tranquilo. Me cuenta que su rutina diaria empieza bañando a sus dos hijos, después les da de desayunar “lo que haya sobrado de un día antes”. La comida fuerte de la Familia Flores, son compradas en un comedor comunitario que se encuentra en la Colonia Isidro Fabela en Tlalpan, donde por 30 pesos pueden comprar dos “comidas corridas” para los tres. Después de comer, su día se basa en sentarse afuera de una tienda de abarrotes a platicar y a tomar con sus amigos; mientras ambos hermanos juegan en la tierra y corren entre las calles lejos de su papá.

 

El primer acercamiento que tuve con los niños fue extrañamente familiar, ambos se sienten cómodos hablando con las personas. Abrimos las papas y comenzamos a platicar.

 

Rápidamente puede llegar a la primera conclusión: la información no es la misma para todos. Ambos hermanos me explicaron que el COVID-19 es un “objeto cuadrado y verde que se puede tocar”. Sus fuentes fueron un video de Youtube que vieron con su prima, en el que un hombre “lo recoge del suelo” y se contagia. Además, aunque recientemente usan cubrebocas no saben exactamente para qué es, ni por que lo usan, su respuesta fue: “Por que mi papá nos los puso”.


Su figura de autoridad y guía, no ha sabido, o no se ha tomado el tiempo de explicarles que trae consigo un virus de estas dimensiones, ni tampoco les ha explicado lo que es. La forma en la que se percataron de que algo estaba cambiando, fue hace unos meses, cuando tuvieron que llevar bolsas y recipientes para comprar la comida en el comedor comunitario: “Mi papá la echó en una bolsa y después nos fuimos a la tienda”.

 

Platicamos sobre las medidas sanitarias, les pregunté si sabían que es la sana distancia, cumplir con una cuarentena o lavar las manos con frecuencia. Deje a un lado los tecnicismos y empecé a describir las acciones lo más sencillo que pude. Pero aun así, parecían prácticas ajenas a su realidad. No entienden que es guardar distancia entre las diferentes personas con las que conviven todos los días, tampoco limpian sus manos después de escarbar en la jardinera donde usualmente juegan, ni tampoco conocen el valor de cumplir con una cuarentena. 

 

El recluirse durante un tiempo prolongado es una acción en busca de un bien común, pero también es un acto que pocas personas en México pueden hacer. “El quedarse en casa” como nuestras autoridades lo dicen, significa no laborar y por lo tanto no generar ingresos. En el caso de la familia Flores, si “El Cabo” no trabaja no pueden comer. Así que para ellos, el significado de la palabra cuarentena no existe. Además de que, los niños tienen que acompañar a su papá a trabajar, ya que es el único responsable de ellos. “No nos gusta quedarnos encerrados, mi papá está aquí fuera. Si nos quedamos solos-encerrados, no nos gusta. Además, nos da mucha hambre”.

 

Entonces, ¿Qué cosas cambiaron en la vida de Betito y Sara desde que empezó la Pandemia? Ni ellos, ni su papá supieron responder con claridad; su papá solo me mencionó que “Ahora tenemos que usar cubrebocas para protegernos”, mientras no lo usaba. Beto, solo levantó los hombros mientras se bajaba el cubrebocas para meterse una papa a la boca. Por  otro lado, Sara me relató cómo era un día en su vida pre pandemia: “Un día normal es ir a la escuela, sin usar cubrebocas, jugar con mis amigos y estar feliz”. Sara nunca ha ido a la escuela.

 

Caroline Miller, investigadora del Child Mind Institute, dice que la depresión en niños es tan común como la de los adultos en tiempos de pandemia, ya que el estilo de vida se modifica radicalmente, además de que son sometidos a una constante incertidumbre acabando por afectar la salud emocional de los infantes. Es por ello que también hablamos de los sentimientos y emociones de los últimos días. “Lo que más me pone triste es cuando Beto no está y yo chillo.


Lo que más me pone feliz es ver tele” por otro lado, Alberto dijo “Yo me pongo triste porque extraño a mi hermano. Mi mamá nos abandonó y se lo robó”, antes de que continuara “El Cabo”, que se mantuvo cerca toda la conversación, lo interrumpió con la mirada y Beto no pudo continuar con la oración.

 

La recomendación de la doctora Miller en caso de que el infante presente sentimientos adversos, fue practicar algunos de los pasos que postula Mark Reinecke, psicólogo clínico y director clínico del Child Mind Institute) dice: crear un ambiente cómodo en casa, en el que los niños se sientan libres de hablar de sus sentimientos, además de diseñar planes y actividades a futuro, también recomienda promover en los niños una visión de gratitud: “reflexionar cada día sobre las cosas por las que se sienten agradecidos y las personas a las que deben agradecer”. Sin duda no es algo tan fácil para todas las familias.

 

La información transmitida en televisión o internet, es algo que ha tomado protagonismo en tiempos de pandemia, no solo porque para muchos es la única forma de saber que pasa con el exterior sino también porque son el único medio de información por la que los ciudadanos pueden informarse. En una contingencia el uso de la información puede ser una herramienta contra el COVID-19.

 

Es por ello que los medios de comunicación también fueron un tema en la conversación. Los niños advierten que solo ven la tele y cuando su prima les presta su tablet también ven Youtube; en donde vieron el sketch de lo que piensan que es la enfermedad: “un objeto cuadrado y verde que un hombre tomó del piso”. Por otro lado, su padre, quien debería ser el conductor de información fidedigna entre ellos y el mundo, comentó que no acostumbra a informarse, ni a leer periódicos, tampoco ve las noticias o escucha la radio. Su fuente de información está a cargo de lo que sus amigos le cuentan y lo que le platican sus clientes.

 

Lo anterior no es una crítica para el papá, pues la cultura de la información no es algo que haya adquirido y por lo tanto, tampoco es algo que pueda heredar. Sin embargo, es prudente cuestionarnos la crisis de información y apatía en algunos sectores sociales. En donde la cultura de la información es tan escasa que dos infantes de 6 y 8 años no supieron distinguir entre un programa de comedia donde se les ilustraba qué es el Coronavirus y la realidad. Además tampoco cuentan con una figura de autoridad que los guíe.

 

El periodista Alejandro Almazán escribe en Milenio: “Entonces te preguntas si todas esas personas lo hacen porque son irresponsables, o si lo hacen por ignorancia, por falta de información, o si lo hacen porque el neoliberalismo ha creado seres individualistas, o si lo hacen porque no confían en los medios, o si lo hacen porque miran en la televisión a un Presidente que saluda a la gente y dice que no se enferma, o si lo hacen porque “la indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida”, como escribió Octavio Paz, o si lo hacen porque el machismo, entre otras conductas, dicta que nadie se raja, o si ese valemadrismo incomprensible es más bien un acto de resistencia”.

 

Todo lo anterior responde a una crisis cultural de la información, un problema relacionado con una mala educación, y en el caso de la familia Flores a un problema de pobreza. La falta de oportunidades se traduce en un círculo vicioso que pone en desventaja al individuo en diferentes niveles. Betito tuvo que dejar la escuela cuando empezó la pandemia, pues su padre no le dio continuidad, mientras tanto, él sigue esperando ansioso por un día regresar a su primaria para “jugar con sus amigos sin cubrebocas”. Por otro lado, Sara debió empezar su educación hace unos años pero no pudo hacerlo.

 

Estos costes son de oportunidad, pero en una pandemia se convierten en costes de seguridad. Si no se invierte en la infancia, en reducir la pobreza infantil; el futuro estará compuesto de sociedades más fracturadas, menos cohesionadas y con problemas de seguridad derivados de la marginalidad, sentencia Ianina Tuñón, investigadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia en el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Pontificia Universidad Católica Argentina.

 

Incluso desde una perspectiva economicista es más rentable a largo plazo invertir en la pobreza infantil, pues son talentos que se pueden capitalizar para el país en un futuro.

 

Sin embargo, el porvenir en una crisis sanitaria que se traduce también en crisis económica es poco favorable para estos grupos sociales. Un estudio realizado por el banco BBVA estimó que la tasa de pobreza aumentará 13.1 puntos porcentuales, con lo que se proyecta que la pobreza alcanzará al 61.9% de la población mexicana. “Estos aumentos implicaría que el número de personas en situación de pobreza se incrementaría en más de 16 millones, mientras que el número de personas que padecen pobreza extrema se incrementaría en 18 millones”, concreta Jorge Garza, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Monterrey

 

Sin duda el futuro nos exigirá más de lo que contamos, pero el trabajo comunitario debe seguir, así como el trabajo de nuestras autoridades por promover mejores servicios y técnicas de difusión de la información, en las que se contemple la apatía ciudadana pero también que se consideren estrategias para que estos usuarios  tengan acceso a ellas. Así como promover campañas más agresivas de información dirigidas a los menores. Porque como Betito y Sara, debe haber mucho más infantes con ideas erróneas acerca de la pandemia y el virus.

 

Después de hora y media de plática y de haber comido tres bolsas de papas, reflexionamos sobre el futuro y nos cuestionamos cómo sería el mañana. Ninguno supo responder. Pero también fue una respuesta sensata. Si algo hemos aprendido de la pandemia producto del COVID-19 es que el futuro es incierto.

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128 centímetros de fuerza: Said Hernández


Por: Guillermo Vélez 
México (Aunam). Habíamos quedado de hablar al medio día, en la casa de su abuelita, lugar donde casi siempre está y se le puede ver coloreando, haciendo sus tareas, jugando con su hermana menor, comiendo o viendo aquellas caricaturas que son llamativas para los niños como Said. 
 
 Al llegar a la casa de la calle Las Isabeles, en Nezahualcóyotl, doy paso a la blanca sala de estar, donde puedo ver una mesa de cristal, cubierta por un mantel blanco, con pequeñas flores bordadas. Al final de la mesa, sentado en una silla, está un niño, coloreando un libro del videojuego Among Us, esperando a que me siente a su lado para comenzar a hablar. 
 
 Aquel niño de apenas siete años es Said Alejandro Hernández Vélez; mide aproximadamente 128 centímetros, además de tener una complexión delgada; vestía una playera blanca, estampada con la imagen de Sonic, su personaje favorito de los videojuegos, lleva también un pantalón entubado de mezclilla y un par de tenis azul marino. 
 
 En la sala del hogar, además de estar la mesa de cristal, se pueden ver tres sillones de piel color negro y un mueble que contiene algunos arreglos florales, pequeñas estatuas de yeso y una televisión.  
 
 Con una sonrisa en la cara Said me dijo: “Que bueno que ya llegaste, mi mami Chabe (quien en realidad es su abuela materna) ya está preparando de comer”. Después de enseñarme sus dibujos y sus libros de colorear me preguntó sobre que quería hablar. 
 
Said es uno de los tantos niños que ha sido afectado por la irresponsabilidad de un padre al no hacerse cargo de él desde que nació. Después, a la edad de cuatro años volvió a sufrir el abandono de la pareja de su madre, a quien él consideraba como su nuevo papá. 
 

El papá de Sangre 

El pequeño entrevistado se encontraba sentado en una posición relajada, le pregunté si sabía quién era su padre a lo que respondió: “No conozco a mi papá en persona, una ocasión mi mamá Rosi y mi tío Memo me enseñaron unas fotos de él en la computadora, pero na’mas”.  
 
Al hacerle esa pregunta la sonrisa del pequeño disminuyó y su mirada bajó. Al preguntarle sobre si le gustaría verlo el pequeño niño mencionó que no tenía interés en hacerlo, ya que había abandonado a su mamá y a él.  
 
“Sentí extraño verlo, porque no sabía quién era hasta que mi mamá me dijo que él era mi papá de Sangre y que se llama Adrián”, mencionó Said cuando le cuestioné sobre que había sentido al ver las fotos, a lo que después agregó: “También sentí bonito, porque lo conocí, pero también sentí feo porque nos abandonó”. 
 
El papá de corazón  

La madre de Said, Rosa Vélez, consumó matrimonio con su pareja, Esteban, cuando Said tenía la edad de tres años. Esa unión le dio una hermana, Araceli, con la que convive y juega la mayor parte del tiempo. Sin embargo, las circunstancias hicieron que el casamiento se terminara, haciendo que Esteban se fuera, cuando Said apenas tenía cuatro años de edad. 
 
Después de haber hecho un corto silencio, le pregunté sobre cómo había sido vivir con la pareja de su mamá, a lo que contó: “Él se portaba bien conmigo, me compraba ropa y jugaba conmigo, pero no me gustaba ver a mi mamá llorar, porque siempre se peleaban, nunca vi que se pegaran, solo escuchaba que se gritaban”. Después de una pausa de silencio, continuó: “Me daba miedo, pero tenía que ser valiente para cuidar a mi hermanita”. 

Al empezar a hablar sobre Esteban, Said bajó su tono voz, reacomodó su postura en la silla y acercó su lapicera de colores para poder tomar uno y comenzar a colorear uno de sus dibujos. “Así me siento más tranquilo”, respondió al preguntarle porque lo hacía. 

La partida de Esteban hizo sentir al pequeño niño triste, cuando le pregunté el por qué, respondió: “Porque yo si lo quería y sentía que era mi papá, mi papá de corazón, pero él también nos abandonó”. 
 
La respuesta que me dio hizo que le preguntara sobre como él sentía vivir con Esteban, por lo que contestó: “Bueno, no me gustaba vivir con él, porque mi mamá lloraba y también porque no podía estar con mi mami Chabe, mi papi Willy (Abuelo materno) ni con mi tío, pasaba mucho tiempo solo y eso no me gustaba”. 
 
“A pesar de que lo quería mucho, no me gustaría que volviera, porque no quisiera que nos abandonara otra vez o que mi mamá Rosi vuelva a llorar”, fue lo último que mencionó Said al referirse sobre su papá de corazón. 
 
Papá Willy 


Cuando habló sobre “papi Willy” le cuestione sobre quien era, a lo que dijo: “Mi papi Willy, realmente es mi abuelito, pero lo quiero como si fuera mi papá, porque él me enseña muchas cosas, como enseñarme a jugar futbol, y me ayuda en muchas cosas, como en mi tarea”. 
 
“Es el único que no me ha abandonado, pero porque es mi abuelito, aun así, yo lo quiero mucho y quiero que siga conmigo, él ha estado conmigo desde que era bebé hasta ahorita”, agregó el chiquillo, mientras su rostro comenzaba a dibujar de nuevo una sonrisa y su voz recobraba su volumen. 
 
Al preguntarle sobre cómo se sentía con su abuelo respondió: “Me siento muy feliz, porque él juega conmigo, me cuenta historias y cuida mucho a mi hermanita y a mí”, a lo que después agregó: “Me gusta vivir aquí con mis abuelitos, porque casi nunca estoy solo, estoy con mi tío, mi mami Chabe, mami Rosi, mi hermanita y mi papi Willy” 
 
Cuando le pregunte sobre si quisiera tener otro papá, Said respondió: “No quiero tener otro papá, porque no quiero que nos abandone, yo solo quiero a mi papi Willy”. 
 
El olor a comida era fuerte, la abuelita de Said, “Mami Chabe”, había terminado ya de preparar la comida, por lo que Said guardó sus colores y su libro, se lavó las manos y me dijo: “Ya vamos a comer”, y yo sin más preguntas me dispuse a disfrutar de aquellos alimentos.

 
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Pandemia y consecuencias en la salud mental del personal médico

  • Los problemas físicos y psicológicos que el personal sanitario ha enfrentado tras sus jornadas laborales con pacientes contagiados de COVID-19
  • Los trastornos mentales que llegan a sufrir las personas que están trabajando en el sector salud y las características para detectarlos

Por Saira Carrasco e Itzel Garduño

CDMX (Aunam). La doctora Lucía Ledesma Torres, licenciada en psicología con especialidad en el área clínica, habló de las dificultades mentales que el personal médico ha enfrentado durante la pandemia por COVID-19, a través de un webinar organizado por la Coordinación de Comunicación Social de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

 

Desde que en los hospitales existen zonas específicas para tratar pacientes contagiados por coronavirus, la fatiga física y emocional del sector médico (doctores, enfermeras, camilleros, etc.)  ha aumentado. La denominada depresión COVID-19, tiene diversas etapas que se añaden a un cuadro depresivo convencional y que afecta al personal médico de forma personal y laboral.

 

La angustia, la irritabilidad, enojo y ansiedad originada en este sector , es causada principalmente por: las medidas sanitarias implementadas en la vida cotidiana, las políticas gubernamentales establecidas por los países, entre otras, lo cual genera desconcierto e incertidumbre de lo que pasará con la población mundial en cuanto a temas de salud.

 

Trabajar en áreas Covid supone largas y extenuantes jornadas de trabajo, desequilibrio en el esfuerzo y la recompensa, violencia laboral, bajo apoyo social, además de la falta de equipos y materiales. Todos estos factores detonan en consecuencias que pueden ser perjudiciales específicamente en el personal médico.

 

Existe una constante preocupación por contagiarse de manera fácil y transmitir la enfermedad a familiares, el miedo o morir solo debido al aislamiento para tratar la enfermedad, así como la angustia económica por posibles despidos o falta de trabajo dentro de los hospitales.

 

A lo largo de estos diez meses, el personal ha pasado por reacciones adaptativas y desadaptativas. Una parte de este sector se ha acoplado para trabajar con pacientes contagiados. Aunque es cierto que posiblemente hayan pasado por lapsos de angustia y ansiedad, con el paso del tiempo lo han manejado de una mejor manera.

 

Contrario a este grupo existen otros que su estado emocional solo empeora con el paso de los meses, esto se ve reflejado a nivel cognitivo, de conducta, interpersonal o afectivo. Comienza a haber aislamiento social del resto de compañeros, desequilibrio emocional, aumento en los problemas personales y familiares, así como problemas alimenticios, desesperación, desgaste físico y emocional, trastornos de sueño e inclusive pensamientos de muerte.

 

Derivadas de estas conductas, surgen trastornos específicos en el personal de salud, por ejemplo, el síndrome de Burnout y la fatiga por compasión, la cual según la Dra. Torres surge por “no poder ayudar como queremos a los pacientes”. El primer síndrome afecta directamente en el desempeño de las actividades laborales, debido al desgaste emocional y físico, lo cual también llega a provocar indiferencia de parte del personal hacia sus pacientes.

 

Por otra parte, la fatiga por compasión, es un tipo de estrés surgido por la empatía hacia los pacientes tras la sensación de no poder realizar su trabajo de manera óptima. Específicamente en el campo laboral de la salud, puede costar vidas y en muchos casos provoca depresión por la constante convivencia con estas circunstancias que están fuera de control.

 

Tras el surgimiento de los problemas mencionados anteriormente, se han propuesto estrategias de apoyo para la salud mental del personal médico, entre las cuales se encuentran: la evaluación de los síntomas, su canalización y atención por parte de personal especializado como psicólogos. Además se sugiere llevar a cabo rutinas de autocuidado como la observación de los horarios de sueño y alimentación.

 

Es cierto que la vida de todas las personas se vio afectada con la llegada de este nuevo virus, pero el estrés y presión a la que el personal médico se ha sometido en los últimos meses ha sido mayor  por el aumento constante de la crisis sanitaria. Según afirma la doctora, la carga excesiva de trabajo ha repercutido en la mayoría de los aspectos de su vida y a su vez en la población en general, por lo que reiteró estar atentos al cuidado de la salud mental, tanto individual como de los demás.

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