Ana Katiria, abogada con empatía y coraje: una mexicana chida


Por Edwin Paz
México (Aunam). En la charla acerca del libro “Historias de mexicanas chidas, para niñas chidísimas”, sus autoras Luciana Biondo e Inés Hüni lo describieron como un proyecto independiente, hecho a pulmón y a corazón; y lo mejor que pudo pasar en tiempos de pandemia. La elaboración del trabajo fue de nueve meses para plasmar 60 historias de niñas, jóvenes y mujeres que se atrevieron a romper estereotipos sociales.

Ana Katiria es licenciada en Derecho por la Universidad Iberoamericana, se especializó en materia penal en la Universidad Libre de Derecho, cuenta con maestría en Ciencias Penales y Criminología por la Universidad de Barcelona.

De niña soñaba con ser Presidenta de México para poder representar a la gente y lograr la justicia social, pero descubrió que sólo a partir del Derecho lo podría conseguir. Contando su experiencia participa la también autora del libro “En legítima defensa: Yakiri Rubio y la gran batalla contra la violencia machista y el sistema penal”.

Reconoce que no era bien portada en su trayectoria escolar pues siempre estaba metida en el tema contestatario, representó a su generación en distintos años de secundaria y preparatoria y hasta la llegaron a correr por armar huelgas. Lo que le salvó fue que era muy buena estudiante pues nunca le gustó que le dijeran lo que tenía que hacer. Su recomendación es impulsar a los niños a desarrollar la pasión con la que nacen ya que muchas veces se oculta o se apaga por construcciones sociales.

Ingresó en la década de los noventas a la carrera de Derecho al mismo tiempo que su madre y jamás dudó de su elección a pesar de que no era bien visto que una mujer fuera penalista pues no tenía la dureza y fortaleza de un hombre. Tuvo muy claro que tenía que ser obstinada, necia y estudiar diez veces más para sacar el carácter ante el género opuesto. “Ser abogado en México significa: resistencia, mucha lucha y paciencia”.

Recién graduada como doctora en Derechos Humanos, fue la primera de su generación que ya trabajaba, primero en materia corporativa y se aburrió por lo que se asoció con su progenitora y pusieron un despacho penalista. En su casa siempre se le inculcó el valor de ayudar a otros por lo que menciona sentirse satisfecha por ayudar a recuperar la libertad
de una persona y ver el agradecimiento en el rostro de las familias, pues no hay nada más importante que estar vivo, sano y libre.

Existe un principio general que dice: “El desconocimiento de la ley no te exime de su cumplimiento”, pero es muy difícil saber la manera de defendernos cuando no tenemos la información a la mano y es para esta gente para quien se trabaja. El ser una mujer penalista dentro de una sociedad machista ha mejorado, ha tocado romper piedras, paredes, groserías, coqueteos, insinuaciones, comentarios lascivos y darse a respetar.

A los 22 años tuvo un conflicto con un compañero policía judicial, pues ella era la abogada a cargo de un operativo, este la desobedeció pues no aceptaba que una jovencita le diera órdenes e intentó intimidarla enseñándole su arma de cargo. La respuesta de Ana Katiria  fue obligarlo a pedirle una disculpa frente a todos sus compañeros, pues no soportó que la quisieran intimidar.

Comparte el gusto por dar clases y busca que sus alumnos luchen por sus pasiones  ya que para las profesiones no existen los géneros y todos pueden lograr lo que se propongan. Esto ha cambiado la opinión por lo menos de tres de sus alumnas universitarias que no estaban seguras que el Derecho penal lo podía ejercer una mujer.

Al ser cuestionada por Luciana Biondo acerca sí la prensa influye cuando abandera un caso mediático como los que ha representado, ella responde:

“Estaba mal visto ante colegas publicar el estatus de un caso, pero ha servido para presionar a los servidores públicos que cumplan para lo que se contrataron”. Se le ha tachado de liosa por aferrarse a la defensa a su cargo, pero visibilizar un caso sirve para protegerse de las amenazas de muerte que ha tenido.

Siempre ha realizado un esfuerzo mayor como abogada penalista para ayudar a sus clientes, si está en sus manos ayudarles en el proceso administrativo les ayuda.
“El ser abogado no quita lo femenino, puedes ser la abogada que decidas en tu vida, con los pelos de colores, con tatuajes y piercing”, señaló.

En la actualidad participa en un proyecto llamado Voces Humanizando la Justicia A.C, dirigido a personas que no pueden cubrir honorarios, es una representación integral para las víctimas, incluida la atención emocional. También todos los sábados últimos de mes realizan una clase gratuita en el parque España enfocada en defensa personal dirigido para niñas y mujeres.

En esta clase se utiliza el violentómetro, un proyecto estandarizado por el Instituto Politécnico Nacional IPN que mide el peligro de un posible feminicidio.

Ante la pregunta de Ines Huni acerca de qué se hace cuándo existe el miedo a pesar de las herramientas que existen, ella responde que hay que acercarse a las redes de mujeres que se organizan contra la violencia de género. En el tema de comunidades originarias apartadas en donde está normalizada la violencia, el proceso es lento pero con el día a día son más las mujeres que se organizan. Denunciar sin piedad y alejarse del violentador para tener una vida libre. Cuando se pierde el miedo nadie puede quitarnos la libertad.

Hace cuatro años escribió un libro acerca de un caso mediático, la historia de Yakiri una joven que asesinó a uno de sus violadores en legítima defensa y se tuvo que enfrentar a las autoridades de un país misógino y patriarcal.

El libro Historias de mexicanas chidas plasma en sus páginas la realidad, cada quien puede tener su historia chida porque hay chidas de todos los tamaños, colores, actividades y especialidades.
 


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