Maru, mujer imparable

 Maru, con uno de sus hermanos, Armando, en los 70.

Por Efraín López Hernández 
México (Aunam). Mujer trabajadora, con actitud dulce, siempre amable, dispuesta a ayudar, gran amiga, hija, hermana, tía y madre. María Eugenia Sánchez Castillo, originaria de la Ciudad de México, nació en 1960. Todos le decimos Maru, la tía favorita. Desde el momento en que te cruzas con ella sientes su apapacho; es consentidora, afectuosa y amable. Es la tía que siempre sirve primero el postre antes de comer.

Accedió a compartir un poco de su pasado, a recordar y narrar los acontecimientos que recuerda han impactaron en su vida. “No recuerdo mucho, pero bueno...”, señaló.

Cuando cursaba la primaria, recuerda que le gustaba mucho el atletismo, “creo que era 5° de primaria, en aquel entonces había muchas competencias anuales entre escuelas, salto de longitud, tiro de jabalina. Me encantaba correr y el salto de longitud, yo siempre ganaba, siempre obtenía un reconocimiento y casi siempre quedaba en primer lugar”.

Tiene muy presente su última competencia de salto de longitud en la que participó, cuenta que pensaba: “chispas, me van ganando”, pero después de mentalizarse para hacerlo bien, corrió y saltó con todo, pero aterrizó mal, de sentón, “fue un golpe muy fuerte, pero gané. Pasó aproximadamente una hora y comencé a sentirme muy mal, deje de ver, no coordinaba, mis palabras no tenían sentido, estuve así durante dos días, me marcó mucho, me llevaron al médico y le comentaron a mi mamá que ya no podría hacer tanto ejercicio, dejé de hacer atletismo, para no tener otro evento similar”.

Un recuerdo grato es el paso junto a su amiga de la infancia Carmela, “era mi amiga del salón, recuerdo que era una niña muy grandota. Sus papás eran dueños de la feria. Me quería mucho y cada que se ponía la feria cerca de mi casa me invitaba y me subía gratis a todos los juegos, de hecho, me llevaba a tu mamá, y mi hermana -tu abuela-, me decía no se suban a los remolinos, no se vayan a subir a la rueda de la fortuna, pero era a lo primero a lo que me subía, me encantaba esa adrenalina” menciona con alegría.


Asistió a la secundaria 119 que se encontraba cerca de la Basílica de Guadalupe y justo cuando cursaba su tercer año de secundaria, vivió un acontecimiento muy fuerte. A las 7:00 a. m. comenzaba su clase de química, pero en esa ocasión tenía programado un examen, al cual iba un poco retrasada, después de tomar el transporte público y antes de llegar, tenía que atravesar las vías del tren, que en ese momento aún estaban en funcionamiento.

En ese momento el tren se encontraba detenido, algunas personas se subían a él para atravesarlo, porque no había otra manera de cruzar la calle, el tren era muy largo, pero ella no podía esperar. “Yo con el tiempo encima y el tren estaba lleno de gente, en el piso había muchas cosas, bultos y cajas, de pronto comienza a silbar, anunciando que iba a avanzar”.

Entre tropiezos logró bajar, mientras los silbidos comenzaron a ser más frecuentes, no sabía si podría bajar o cómo iba a hacerlo, “al final logré hacerlo, pero en ese lugar no había una sola vía, había varias, donde podían pasar varios trenes al mismo tiempo, al bajar, pasé sin fijarme porque ya iba muy tarde, atravieso la última vía y pasa un tren detrás de mí.  Dios es muy grande, no era mi momento, no me tocaba”, dijo aliviada y con asombró.

“Sentí el aire rozando en mi espalda, no sabes. Ese momento fue crucial para mí. Encontré una roca inmensa, solamente me recargué y comencé a suspirar de tal manera, se me olvidó mi examen -ríe-, olvidé mi examen, hijo, comencé a reflexionar, por unos segundos, me hubiera llevado el tren, literalmente”.

Mencionó que durante sus años en la secundaria seguía practicando deporte, pero ya no como antes, solo voleibol o basquetbol. 

Foto de su graduación, esta junto a sus papás y sus tres hermanas.

Al finalizar sus estudios básicos ingreso a la carrera técnica de Secretaria Ejecutiva en español. Al finalizar sus estudios enseguida comenzó a trabajar en un estudio fotográfico, “era un lugar muy grande, llevaba contabilidad y lo administrativo, también aprendí fotografía artística y social, cubría eventos, primeras comuniones, bodas. Las cámaras eran muy distintas, más complicadas, yo revelaba las fotografías, tomé un curso de corrección de color directo, iluminaba las fotos, las corregía, me quedaban muy lindas”.

Durante su estancia en el estudio fue modelo, “Artesanías Mexicanas de Indios Verdes querían un catálogo para mandarlo a Europa y vender artesanías. Fotografiaban los trajes típicos regionales, me mandó el dueño para que escogiera vestidos, atuendos, collares pulseras, etc… Habían cosas maravillosas, me recibió el gerente general del lugar, me presentó a unos trabajadores, nos organizamos, y comencé a escoger todo, de vuelta a la oficina me dice el dueño: oye, Maru, me dice el gerente que quiere que tu seas una de las modelos”.
 
Fragmento de la nota de un periódico sobre la sesión de foto

Por el tipo de facciones que tenía la habían escogido para modelar los atuendos, menciona que su papá y mamá acudieron al estudio para que les pidieran permiso y la dejaran ir, ya que era un fin de semana en el hotel Ex hacienda de Cocoyoc, un hotel casi nuevo, “era muy bonito, ahí se hicieron las fotografías”.

Mira hacia atrás y ve como una bella experiencia su primer trabajo, entró a los 18 años y renunció cuando tenía 22, a causa de la explotación laboral, “el pago era muy poco, trabajaba turnos extra”, su salida era a las 7:30 p. m., pero salía hasta 9:00 o 10:00 p. m., no tenía prestaciones, ni contrato, trabajaba de lunes a sábado durante todo el día. “Ya no descansaba bien, me estaba fatigando muchísimo”.

“¿Recuerdas que mi mamá tenía un puesto de verduras?, parte de mi niñez y adolescencia le ayudé a mi mamá, cada que tenía vacaciones, o no estaba en la escuela, sábados y domingos estaba ahí. Era un trabajo muy duro. Era acarrear agua, lavar la papa, limpiar los nopales, algunas veces en cuaresma, llegábamos a limpiar hasta mil nopales, eran muchísimos, terminábamos cansadísimas mi mamita y yo, estábamos muy unidas, toda la vida”.

Cuando renunció a su trabajo, volvió al mercado a ayudar a su mamá, un día durante el trayecto hacia el mercado, uno de sus amigos la interceptó, se reencontraron después de mucho tiempo, durante la conversación Maru le contó que ya no tenía trabajo. Su amigo la contactó con su hermano quien trabajaba en CORETT (La Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra). “Están solicitando secretarias, por qué no vas a hacer tu examen, igual y te quedas”, le dijo.

“Al siguiente día nos recibe su hermano quien pertenecía al sindicato, entramos a la oficina del líder sindical, quien me dio una tarjeta de Gilberto Sánchez Osorio -ríe-, con el que viví treinta y cuatro años de mi vida. Me da la tarjeta firmada por Gilberto y me envía a las oficinas centrales que estaban en Río Sena número 149”.

Llegó a su entrevista a la hora acordada, comenzaron las pruebas, su examen y finalizaron con el típico: nosotros le avisamos. Era un martes y el miércoles se comunicaron por teléfono para avisarle que fue seleccionada y se que tenía que presentarse el lunes. Trabajó ahí durante tres años, durante su estancia, la enviaron de comisión a diversos estados de la república, su primera comisión fue en Tampico.

Tampico fue su primera experiencia como coordinadora, ahí aprendió a coordinar todo lo relacionado a la escrituración. Se hacían entregas masivas de escrituras, donde la gente quedaba muy contenta, esa experiencia duró seis meses, “padrísimo, aprendí mucho, me encantaba estar sola, sin jefe para que me resolviera, aprendí sola. Me la pasé increíble, el mar súper bonito, conocí varias partes y tuve muchas amigas, me querían mucho. Dejé una oficina de escrituración en función, la primera oficina que acento CORETT en ese estado.

Maru con su mamá y su sobrina 

“Amistades… en esa parte no he conservado amistades, porque desafortunadamente he tenido experiencias muy feas, con mis amigas, pues tu ya sabes. A una le presté dinero para que comprara su camioneta...pues tengo ese problema. De hecho llegaron a verme, me visitaron en algún momento, pero ya con Gilberto ya tenía mucho trabajo, me absorbía mucho, dejé a un lado mis amistades y un círculo social me olvidé de eso, me dediqué a mis hijas”.

Después siguió un mes en Zacatecas, como apoyo, luego Sinaloa, “ahí estuve como seis meses, era un calor espantoso, caminabas en las calles, no sabías si era más intenso el calor del ambiente o del suelo, te quemaba, no podrías caminar con suela delgada y en la noche, lleno de cucarachas. Eso sí, siempre comía delicioso, ahí hacían un cabrito y también los tacos de la esquina, riquísimos, eran otra cosa, limpio, bien hecho. Me encantaban los tacos de las esquinas”.

“Yo llegaba a los hoteles y me apartaba un poco del personal que llegaba de la ciudad porque en su mayoría eran hombres, eran tremendos, iban por ahí a buscar conquista, yo siempre estaba apartada, al menos que fuera otra chica, nos llegábamos a juntar y nos la pasamos entre nosotras”.

En Sinaloa también asentó oficinas, contrató personal y entregaron escrituras a los ejidatarios. “Cuando estaba en Sinaloa, Guasave, a veces los ejidatarios nos invitaban a comer, eran unos lugares hermosos, recuerdo un rancho lleno de árboles de mango, ahí escuché la banda por primera vez. El ejidatario que nos invitó en esa ocasión me sacó a bailar, no inventes hijo, aquí en la ciudad no se escuchaba la banda, pero en vivo es padrísimo. Le comenté que no sabía bailar, y me dijo: no te preocupes, me pega al cuerpo y yo volaba, te lo juro, bien bonito y comí delicioso”.

“Recuerdo el cambio de líder sindical de la Federación de Sindicatos al Servicio del Estado, como yo había entrado por el sindicato, tenía que ir a los eventos que el sindicato me mandara, pues era un compromiso, obviamente. Fui, y recuerdo muy bien que Gilberto ofreció un discurso al nuevo líder sindical, me impactó mucho su apariencia, su manera de hablar, porque él no llevaba ni tarjetita, ni papelito, ni nada, era un líder nato, hijo. Ahí como que intercambiamos miradas -ríe- y bueno, él fue el papá de mis hijas”.

“Nos echamos el ojo y comenzamos a convivir, de repente ya andábamos y ya vivíamos juntos. Pero Gilberto, era una persona muy culta, muy sensible, tenía muchas cualidades”.

Cuando la mandaron a Quintana Roo ya quería descansar, no quería continuar viajando tanto, porque dejaba mucho tiempo sola a su mamá, quien vivía en casa de su hermana Tere. “Renuncié y me fui a trabajar y estudiar. El director de la escuela me propuso trabajar tiempo completo y comencé a dar clases de mecanografía, también estaba en la recepción dando informes y hacía un montón de cosas, pero trabajaba mucho”.

Una de las maestras le contó que estaban solicitando personal en el Banco donde trabaja su cuñado, “me dijo: ¿por qué no vas?, dije que sí de inmediato, me presenté, hice mis exámenes, me entrevistó el subdirector y me quedé, entré a trabajar desde abajo, como auxiliar administrativo, hacía las claves de las sucursales para las remesas, trabajaba mucho, pero aprendía muy rápido”.

El banco se encontraba en el primer piso de un edificio, recuerda que era un piso enorme, se componía de cubículos de cristal, donde habían varias oficinas, en su área de trabajo se encontraba un escritorio con un directorio con todos los teléfonos del director general, quien radicaba en Guadalajara. “BANCA PRO-MEX era una oficina muy elegante, preciosa, con muebles muy bonitos”.

Fue ascendiendo de puesto, pasó de secretaria de subdirector a secretaria de dirección y después a asistente del director general, el señor Magaña. “Entré a trabajar como su secretaria el 4 de septiembre de 1985”.


El 19 de septiembre de 1985, durante el sismo, “yo me estaba bañando, entraba a las 9:00 a. m. Durante el sismo nunca abrí los ojos porque me estaba enjabonando, pero lo sentí muy fuerte, terminé de bañarme, salgo, me cambio, me arreglo y me voy. Me subí a la pecera para irme a la oficina y todo parecía normal, avanzamos y había un cable tirado que se reventó a causa del sismo, estaba haciendo círculos en el piso; dos niñitas lo brincaron jugando. En ese momento nadie sabía, se desconectó toda comunicación, no se conocía la dimensión”.

“Mucha gente no tenía conciencia de lo que había ocurrido en ese momento, iba en la ventanilla del lado izquierdo, veía como las niñas lo brincan jugando, y detrás de ellas pasaba un perro que pisó el cable y se electrocutó, esa fue mi primera impresión, fue espantoso, pensé, si la niña lo hubieran pisado. Continuamos avanzando y al llegar a la estación del metro no había servicio, muchos volvían a sus casas, pero pensé: no puedo volver, tengo muy poco tiempo de haber entrado y no puedo faltar, además yo siempre he sido muy puntual”.

“Caminé hacia la estación Reforma. Tenía que tomar otro pesero para llegar a las oficinas del Banco que se encontraban en Av. Paseo de la Reforma número 119…comienzo a caminar, buscando un taxi o algo, conforme avanzaba, comencé a ver derrumbes, incendios, patrullas, sirenas por donde sea, gente gritando, llorando, igual que una película de terror, tal cual, yo seguía caminando, sentía que iba flotando de tan mal que me puse, llegué a las oficinas y afuera estaba el subdirector y varios compañeros”.

Llegaron peritos al edificio de catorce pisos, el banco ocupaba el primero y segundo nivel, había una sucursal a una calle. Aparentemente no hubo ningún daño. Se dieron los informes correspondientes y todos volvieron a sus domicilios. “Fue una experiencia muy difícil, fue impactante, era una nube de tierra toda la ciudad, de humo horrible. Dejamos de trabajar algunos días”.

“Me hice de mi departamento por mis comisiones en CORETT, con los viáticos de viaje, después en el banco junté dinero, pedí un préstamo. Tenía muchas prestaciones en el banco y así fue como obtuve mi primer departamento, me fui a vivir ahí con mi mamita y con mi sobrina Paty y dejamos de vivir con mi hermana Tere, vivimos con ella como dos años”.

Su primera hija, Jazmín, llegó en el 90, recuerda el parto muy ajetreado, “fue toda una odisea, Gilberto llegó muy tarde, comencé con las contracciones muy temprano, en ese momento no teníamos teléfono, tenía que ir a la cabina del teléfono que estaba en la esquina de la calle y yo vivía en un tercer piso, no podía ir. Llega Gilberto, y en aquel entonces tenía un deportivo, no muy nuevo, recuerdo que me costó muchísimo subirme, era un auto muy chaparro, muy chiquito, logré subirme y no arrancó el bendito coche”.

“Me dice: y ahora qué hacemos, se les cierra horrible el panorama a los hombres, no resuelven -se ríe. En ese entonces teníamos dos taxis, nos subimos a uno y nos fuimos. Por mi trabajo en el banco tenía buenas prestaciones y muy buenos hospitales, escogí el Hospital Grupo Pediátrico Santa Teresa”.

Durante el trayecto al hospital Gilberto le dice: “no permitas que te bloqueen, que te pongan anestesia porque te van a lastimar la columna. Y yo le respondía: ¡ya cállate!, no quería escuchar nada, me aguantaba cada que tenía las contracciones. De repente se voltea me vuelve a decir: para mí que todavía no eh, y le preguntó ¿por qué dices eso?, porque vienes muy tranquila, respondí: vengo así para que te apures, no quiero ponerte nervioso, ¡Apúrate ya no aguanto!”.

Los recibieron de inmediato, la recostaron en una camilla y después de la revisión, le dijeron: “falta poco, ¿quiere que la anestesia ya? o ¿esperamos?”, a lo que respondió: “ya anestésieme, por favor. Sentí como entró la agujota. A mí me dan pavor las agujas, de pequeña siempre padecí de las anginas, porque siempre estaba en lugares muy húmedos, me inyectaban mucho, de grande no me inyectaba para nada. Pero en ese momento con las contracciones tan intensas, dije, háganme lo que quieran, pero ya no quiero sentir este dolor, solo sentí el líquido frío y como se esparcía.

Mi doctor no llegaba porque están en plena posada, era un doctor con ojos azules intensos, un médico precioso. Fue el 20 de diciembre de 1990, “nació mi Jazmín y ya vivía con Gilberto. Volví después de seis meses a trabajar, tenía un mes de vacaciones cada año y me debían muchos meses de vacaciones más la incapacidad, siempre me hice muy útil, casi no tomaba vacaciones, total, estuve como seis u ocho meses de incapacidad.

Cuando volvió a laborar, ingresó a su hija a una guardería, su horario laboral era de 9:00 a 7:30 p. m. “Pedí mi cambio para poder estar más con ella, porque era mucho tiempo y me enviaron a una a una sucursal más cercana como gerente de banca personal, después me fui a trabajar administrando unas bodegas de jitomate. Y ahí llegaban a trabajar a las 3:00 a. m., pero terminabas una o dos de la tarde y te podías ir a casa. Fue una experiencia padre”.

Renunció a su trabajo cuando Jazmín tenía 6 años, “cuando entró a la primaria me dediqué a mi hogar. Recuerdo que era tan puntual, siempre era la primera que entrar al salón, porque antes entrabas hasta el salón por tus hijos, en una ocasión se me hizo tarde, cuando llegué Jazmín ya estaba en llanto, como no tienes idea, dije: mi hijita está llorando y me abraza y me pregunta ¿por qué llegaste tarde?, me sentí tan culpable”.

“Jazzito tenía una característica, cuando tenía un año, nunca se ensuciaba, ni cuando comía, era muy chistoso, mi hermana le llevaba ropa, vestiditos, recuerdo uno blanco y otro rosita, nunca los ensuciaba, nunca. Ella le decía a mi mamá que cuando la llevara a los juegos en el parque se tenía que llevar un trapo para limpiar los juegos, la resbaladilla, para que se pudiera subir, si estaba sucia no se subía. Después a los 10 años, me embarazo y nace Sofía; Jaz nace cuando tenía 29 y Sofi cuando tenía 38”.

Pero sus retos más duros y difíciles comenzaron cuando falleció Naty, “mi hermana querida, fue el primer impacto de perdida, me costó mucho tiempo superarlo, demasiado, yo tendría como 43 años y ella 40, fue muy impactante”.

“En el 89 cuando me embarazo de Sofí, viajamos un mes, un viaje precioso a Rusia, España, Inglaterra y Francia. Después de que nace Sofí… nos cambiamos de casa, años después a Tepepan a una casa muy bella, a Gilberto le comienza a ir muy bien, comienza a ser director de la escuela para abogados, compró esta casa de Coyoacán y nos mudamos a mediados de 2013, y bueno… en el 2014 ya conoces el evento que tuvimos -fallece su esposo-, muy triste, hasta el momento es muy difícil… y bueno mi mamita en noviembre del año pasado, tuve la fortuna de tenerla un año conmigo, de estar súper al pendiente de ella. Esa es una gran satisfacción que tengo, hijo, el haberla atendido”.


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