Itzel Gamboa Mendoza: profesora de día, viajera de vida


Por Azucena Ma. Fernanda Nieto Zavala |
CDMX (Aunam). El atardecer regala cálidos rayos de Sol e inunda de color a través de las cortinas las cuatro paredes blancas del espacio en el que me encontraba ese lunes de enero. Un espacio de armonía se podía percibir, el escenario perfecto para reencontrarme con Itzel Gamboa, profesora de la Escuela Nacional Preparatoria, quien con una sonrisa entró al lugar quince minutos pasadas las 6, con dos tazas de té humeante entre sus manos.

Con una blusa rosa brillante que contrastaba con el color de los sillones donde nos sentamos a charlar durante casi dos horas, me recibe amablemente en su hogar para realizar esta entrevista en donde abre su corazón para dejar entrever su alegría y amor por la vida, que, aunque llena de retos, ha sabido disfrutar y aprovechar día tras día de lo que más le apasiona: dar clases, sin que la pandemia mundial se interponga en el amor que tiene por su profesión.

Itzel Gamboa se describe a sí misma como una mujer fuerte y realizada, una persona que conserva la inocencia de su infancia y esa habilidad para seguir sorprendiéndose por todo: soy una mujer que sigue teniendo corazón de niña [...] porque fui una mujer muy feliz en mi niñez. -asegura con una gran sonrisa en su rostro.

Una enfermedad silenciosa al acecho


Tuvo una infancia feliz, de confianza, amor y sinceridad. Una etapa de su vida que, gracias a sus padres, hoy recuerda con un brillo en los ojos, reflejo de la alegría que vivió. Mi hermana y yo crecimos seguras, tranquilas y queridas, -agrega mientras bebe un poco de té.

Lamentablemente la vida tan alegre y despreocupada que llevaba hasta ese momento, se vio perturbada por una noticia que impactó a toda su familia: “A los 17 años me diagnosticaron diabetes, gran sorpresa para mí porque no hay nadie en la familia con diabetes más que yo”, recuerda con visible incomodidad en su rostro.

"Fueron 6 años de lucha horrible [...] cuando tomé las riendas de la enfermedad, Itzel Gamboa empezó a crecer [...] me tuve que hacer responsable de mi enfermedad y de enfrentar el largo camino que esperaba por delante".

Fue inevitable vivir momentos difíciles al inicio del diagnóstico; el enojo y la desesperación llevaron a Itzel a retar en varias ocasiones a la muerte: “Yo estaba tan enojada que no me cuidaba [...] iba a la panadería y compraba bolsas de donas de chocolate y me las comía todas para ver si es cierto que me iba a morir [...] tomaba mucho refresco y me subía la glucosa hasta 800".

Tras esos complicados momentos, llegó la persona que significó la luz al final del túnel y la motivación que tanto necesitaba: su esposo. Desde el primer día de conocerse hasta el día de hoy, ha acompañado a Itzel incondicionalmente: “Cuando me casé mi esposo me dijo, ‘Itzel, yo te amo, te voy a acompañar toda la vida, pero te voy a acompañar, yo no te voy a cuidar, la que se tiene que cuidar eres tú’, en ese momento caí en la cuenta que tenía que hacerme responsable de mí, fui poniendo en orden mi vida...”.

A partir de ese momento, Itzel comenzó a cuidar de ella misma y a ver la vida con una perspectiva distinta. Agradece y disfruta cada día que pasa. Además, sabía que tenía que cuidarse para poder ser madre. La maternidad no fue un tema sencillo para ella y comparte lo complicado que fue elegir ser mamá: “Conocía los riesgos de un embarazo con mi condición, en cierto momento pensamos en adoptar, pero yo quería embarazarme, aun sabiendo que existía el riesgo de morir”, relata.

Contrario a los pronósticos, Itzel logró convertirse en mamá dos ocasiones; sin embargo, el verdadero reto llegó cuando crecieron y comenzaron a vivir todo el proceso junto con ella: Cuando mi hija tenía 6 años y mi hijo 2, [...] y no era tan responsable con mi enfermedad como lo soy ahora, iba manejando y me dio una hipoglucemia, perdí el control del auto y no reaccionaba [...] ese evento marcó a mi hija y desde entonces se preocupaba mucho por cuidarme, no quería dejarme sola. recuerda Itzel con un tono de voz más sombrío.

Lo anterior desencadenó que poco a poco se cuidara más. Sabía que tenía que hacerlo para que sus hijos no se sintieran responsables de lo que le pasara.

La vida está formada por decisiones

El deseo de ser madre la llevó a tomar la decisión de dejar a un lado el mundo al que había entrado, casi sin darse cuenta, desde que era una niña: el hotelería. Con una enorme sonrisa en el rostro, y después de una pequeña interrupción para servir más té, responde acerca de su vida profesional: “Intenté seguir los pasos de mi abuelo artista e ingresé a diseño gráfico, pero después me di cuenta que era malísima [...] buscando otra opción me encontré con la licenciatura de administración hotelera en la Escuela Panamericana de Hotelería. [...] y quedé fascinada”, agrega feliz.

Ante la interrogante que buscaba conocer las razones por las cuales se interesó por hotelería, recuerda que cuando era una niña viajaban mucho y su papá adquiría “day pass” en hoteles donde pasaban todo el día disfrutando de las instalaciones, mientras que Itzel soñaba con trabajar en uno algún día.

En tercer semestre de la carrera comenzó a buscar trabajo y tuvo su primer acercamiento laboral en un restaurante, poco después ingresó al Hotel Presidente, lugar que se convirtió en su segunda escuela: "Era increíble porque toda la teoría que veía en la carrera, diario la ponía en práctica en el hotel [...] me sentía verdaderamente soñada y afortunada".

Tras varios años de crecimiento y aprendizaje dentro de la cadena, de metas cumplidas, muchos viajes y de crecimiento personal, llegó el matrimonio.

Al poco tiempo logra embarazarse, por lo que optó dejar a un lado el hotelería para abrirse camino en un nuevo estilo de vida más tranquilo, que le permitiera vivir un embarazo libre de estrés: “No podía estresar a mi cuerpo trabajando así, necesitaba tranquilidad para poderme embarazar y dar un hijo sano”, cuenta con emoción, como si anunciara el clímax de la historia.


 

La docencia: descubriendo su gran pasión

Tras su descanso en la vida hotelera, llegó a su vida la oportunidad de convertirse en profesora de los Estudios Técnicos Especializados en Agencia de Viajes y Hotelería, un momento que recuerda con mucha alegría: “Mi mamá me comenta que hay una vacante, aplico y me llaman un mes después para presentarme en la Escuela Nacional Preparatoria número 8”.

El primer grupo al que estuvo a cargo contó únicamente con un alumno; tiempo después, estos grupos comenzaron a crecer e Itzel formó parte de la plantilla de profesores, de manera simultánea, en la Escuela Nacional Preparatoria 2.

“Me di cuenta, era lo que me gustaba -añade- [...] estudié hotelería y ahora puedo enseñarlo, yo estaba encantada y siempre pensaba: ‘¡Wow, estoy realizada!’".

Derivado al amor que tiene hacia su profesión, desde sus inicios en la docencia, la profesora Gamboa ha mostrado una gran cercanía con sus alumnos, quienes se acercan a ella, en los momentos más críticos de su vida.

Es por lo anterior que, anécdotas y un par de tazas de té después, el ambiente se tornó un tanto sombrío, al recordar momentos difíciles que vivió como tutora de un alumno en especial:

“Él acababa de descubrir su sexualidad y me lo dijo súper angustiado: ‘[...] Mi mamá no lo aceptaría ni mi papá’. Además, querían que siguiera con el negocio familiar, por lo que no lo apoyaban en su sueño de estudiar teatro. El chico se estresaba cada vez más. Luego de haber faltado varias semanas, un día estaba dando clase y llegó su mamá, me dijo llorando: ‘Maestra tengo aquí en el teléfono a mi hijo y nada más quiere hablar con usted’”.

Hablé con él y me dijo: "Maestra, me voy a suicidar. Estoy ahorita ya con una cuerda en mi recámara [...] quería nada más decirle que me voy a suicidar".

Inmediatamente salió del salón con destino a la casa del joven alumno: “Nos fuimos a hablar con él -añade-, no dejaba entrar a su mamá, le dije que era yo y entré a bajarlo de ahí. Nos sentamos a hablar y lloró mucho tiempo. [...] tuvieron que hospitalizarlo en un psiquiátrico y no pudo terminar la preparatoria. Finalmente, el papá aceptó todo”.

Derivado de lo anterior, Gamboa decidió alejarse de las tutorías durante casi 5 años; reconoció que, a pesar de haber actuado de buena fe, se expuso al cruzar los límites permitidos dentro de sus funciones como tutora. La historia había quedado ahí, pero hace 3 años, el joven la volvió a contactar. La buscó por redes sociales, la localizó y hablaron por teléfono: "la quiero invitar a tomar un café [...]".

Nos vimos, me abrazó y me dijo: "Maestra le agradezco que siga con vida. Le agradezco que me haya escuchado, apoyado y que me haya acompañado todo ese tiempo".

Un amor tan grande que ni una pandemia mundial pudo cesar


 ¿Las clases en línea han modificado la cercanía que suele tener con sus alumnos?

No, pero no es lo mismo que ver sus caras o ver si alguno está llorando, acercarme a ofrecerle ayuda [...]. Es extraño pero no me ha hecho lejana a ellos; sigo al pendiente de casos particulares, incluso una chica me habló un día en la madrugada para contarme una situación que está viviendo y le di seguimiento, le escribo para ver cómo está y nos vemos por Zoom a veces.

 

Hablando de su experiencia con las clases en línea, asegura que ha sabido adaptarse para diseñar clases distintas a las demás, en donde el alumno aprenda, se divierta y pase un momento agradable: Hay que hacer cosas diferentes -comenta decidida, por lo que su hambre de aprender cosas nuevas la llevó a tomar distintos cursos como "las redes sociales como herramientas de la educación".

 

Así fue como la profesora Itzel comenzó a utilizar Youtube, Twitter y hasta TikTok, aplicaciones mediante las cuales comparte tareas, videos e información a sus alumnos.

 

Otra muestra de empatía hacia la situación que el mundo entero está viviendo es, por ejemplo, optar por reducir el tiempo de clases: Imagínate, que horror estar 2 horas sentado en una clase - comenta entre risas-. Decidí dar las clases en 40 minutos, pero… ¿Qué crees?, nos entretenemos tanto y nos quedamos tan picados que siempre utilizamos las dos horas.

 

Aunado a lo anterior, ofrece a sus alumnos 5 minutos de mindfulness -técnica de meditación que aprendió hace varios años en un taller budista antes de comenzar las clases, también da talleres de habilidades para la vida, enseñanzas que quiere sembrar entre sus chicos -como llama de cariño a sus alumnos-, y que hasta ahora ha tenido resultados positivos que se ven reflejados en las calificaciones.

 

La historia de una vida excepcional que continúa escribiendo día con día

Itzel Gamboa es una mujer fuerte que inspira a muchas personas a continuar adelante. En cada una de sus declaraciones mostró una amplia sonrisa que contagia un sentimiento de tranquilidad. Es una mujer que ha tenido que enfrentar importantes retos, momentos en los que siempre ve el lado positivo.

 

El baile, la lectura, la meditación, la música y sobre todo su familia, han sido piezas claves para que todos los días despierte con ese gran corazón, dispuesta a repartir alegría entre sus conocidos y posicionándola como una profesora muy querida.

 

Para ella, la docencia lo es todo: "Disfruto ver sus rostros de sorpresa cuando explico algo, me encanta convivir con chicos llenos de energía y día con día aprender de ellos":

 

"Mi parte favorita de enseñar es poder estar presente en la vida de cada uno de mis alumnos, saber que dejé una huella en ellos"

 

Gamboa toma con humor la pregunta: ¿Cómo te ves en 10 años? Hace poco tiempo recibió un desalentador diagnóstico; sus riñones no están funcionando en la forma correcta y probablemente en un futuro necesite un trasplante: “Con esto del riñón, pienso en mañana nada más”, comenta entre risas.

 

“Yo me veo aportando y aprendiendo más, escribiendo un libro, me veo sana; diario le hablo a mis riñones, les doy masaje. Me veo viajando más, viviendo quizá fuera de México, en alguna playa tal vez y sobre todo feliz, con expectativas cumplidas y viendo a mis hijos crecer”, concluye la profesora.


"Yo quisiera que mi último día de vida sea dando clases. Sería el mejor regalo".


El encuentro concluye, entre risas, con una frase que le gustaría compartir al mundo: "Todos tenemos defectos y cualidades, tenemos oportunidades, y esas oportunidades hay que aprovecharlas para abrazar nuestras cualidades, para poderlas compartir [...] Lo más importante en esta vida primero es amarte con todo tu corazón, creer en ti, si crees en lo que te gusta y eres feliz con eso, haces simplemente que todo a tu alrededor comience a brillar, ese es el mejor regalo de la vida: querer y compartir".


Itzel Gamboa Mendoza nació el 25 de febrero de 1971 en la Ciudad de México. Actualmente es profesora de la UNAM en la Escuela Nacional Preparatoria y de la Universidad de la Comunicación. Es mamá y esposa de tiempo completo, viajera de corazón y lectora en su tiempo libre. 








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