México visibilizado por el Coronavirus: descentralizar los problemas educativos

Por Mónica Vázquez Delgado | 
México (Aunam). El 3 de agosto del 2020, Esteban Moctezuma, titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), declaró que las clases serían a través de la televisión. Pidió apoyo de madres y padres de familia para involucrarse en esta nueva modalidad educativa. Agradeció a Televisa, TV Azteca y Grupo Imagen por convertirse en aliados para llevar a cabo este proyecto federal. Respecto a las comunidades rurales, dijo que la radio pública sería otra vía para transmitir las clases.  

Y así, 21 días después, la comunidad docente y el alumnado mexicano iniciaron un nuevo ciclo escolar, acompañados de la incertidumbre, la verdadera protagonista de esta “Nueva Normalidad”. 

Escuela Primaria “Caritino  Maldonado Pérez”. Foto proporcionada por Fredy García.

En Guerrero la “Nueva Normalidad” no es nueva 

“¿Cuál ´Nueva Normalidad´?”, me dice Fredy García, profesor de primaria, egresado de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, quien trabaja en Parota del Cuartel del Municipio Zirándaro de los Chávez en Guerrero. Tiene a su cargo ocho niñas y 10 niños, cuyas edades van de los siete a 12 años. Fredy es  docente unitario, es decir, que en una misma aula imparte  clases a los seis grados de primaria. 

Para Fredy, esta “Nueva Normalidad” no tiene nada de nueva, porque desde antes de la pandemia, la Escuela Primaria “Caritino Maldonado”, en donde él trabaja, cerraba sus puertas cada 15 días debido a la violencia generada por los enfrentamientos entre el Cártel de Jalisco y la Familia Michoacana.  

“No baje porque puede que regrese en caja”, es la advertencia que enuncian los grupos criminales a la comunidad cuando utilizan a la Parota como su campo de batalla. Ya sea por la violencia o por la deficiencia de infraestructura de años, esta región no tiene estable el sistema de electricidad. Los cárteles cortan la luz y a oscuras la gente escucha los balazos toda la madrugada. El virus del crimen organizado desde hace algunos años ha obligado a confinar a estudiantes y campesinos de este municipio. 

“Aquí las comunidades no cuentan con acceso a la señal y algunos otros no tienen ni teléfono. Es difícil mantener la comunicación con los papás”, me comenta Fredy. Y es que además de tener el problema de la señal, la otra gran barrera es que los padres de las y los niños dicen que “eso (el Coronavirus) no existe”; exigen que Fredy regrese a las aulas y si no lo hace, no ven funcional resolver y entregar las guías de estudio. 

“Si mi hijo no va a la escuela, mejor me lo llevo a trabajar”, argumentan los padres.  En la Parota, el Covid-19 es un mito, así como la seguridad, la electricidad y la señal telefónica. 

La voz comunitaria suple al teléfono celular, ya que los padres o madres que cuentan con celular, avisan a las y los que no tienen sobre los mensajes que Fredy les envía vía WhatsApp. Les dijo que resolvería dudas telefónicamente de lunes a viernes en un horario de siete de la mañana a 12 del día, sin embargo, el sonido de la notificación de mensajes se acrecienta pasadas las ocho de la noche. 
 
Antes del Coronavirus, y si los grupos criminales lo permitían, Fredy dormía dentro de la escuela, un cuarto conocido como la “Casa del Maestro”. La escuela para Fredy era su lugar de trabajo y su hogar también. “Lo que más extraño de las clases presenciales son ver a los alumnos alegres cuando aprendieron algo nuevo”, me dice firmemente. 

“Profe, ya sé leer; a pesar de que no estemos con usted, seguimos aprendiendo”, fueron las frases de uno de sus alumnos que le envió un video a través de WhatsApp. “Ya queremos que termine la pandemia” y finaliza el video. “Me sentí bien con esas palabras. Se les extraña mucho”, me cuenta Fredy y así concluye nuestra entrevista por videollamada. 

“No hemos trasladado la escuela a lo virtual”

Marlene Romo es licenciada en Educación y doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se ha especializado en temas pedagógicos con perspectiva latinoamericana. Para ella, el término Educación a Distancia es una falacia. 

“Deberíamos nombrarla Educación en Emergencia o Educación a Distancia por crisis sanitaria, ya que esta modalidad tiene características muy específicas que se alejan del formato literal del concepto”. 

El principal reto educativo en el marco del Covid-19 es sostener el vínculo pedagógico y con ello la socialización que la escuela presencial le otorgaba. “La escuela es el espacio público donde se genera tolerancia, empatía. Es el reconocimiento de uno mismo a través del otro y regresar a ella no solo es un acto de conocimiento, sino político y democratizador”, sentencia la doctora.

Añade que el otro problema educativo del que ha hablado con colegas es la desvirtualización de la figura del docente, ya que, en el caso de las escuelas privadas, muchas y muchos profesores perdieron su empleo y debido a sus situaciones económicas, comenzaron a regularizar a niñas y niños de diferentes casas, haciendo de sus servicios una cuestión mercantil.  La imagen de la y el profesor en la comunidad estudiantil, en los padres de familia y en el Estado podría adquirir una percepción preocupante. 

La especialista en educación dice que antes de hablar de brecha tecnológica, se debe hablar de la desigualdad en nuestro país, donde las clases en zonas urbanas, periféricas y rurales cuentan con diferentes necesidades y atenciones; y en las cuales, la adquisición de conocimiento pasa a segundo plano. 

“Aprende en casa  fue una decisión paliativa” 

“Deja de mentirte. La foto que subiste con él diciendo que era tu cielo. Bebé, yo te conozco tan bien, sé que fue pa' darme celos. No te diré quién, pero llorando por mí te vieron. Por mí te vieron…”, suena Hawái de Maluma a las nueve de la mañana en la sala de espera del Zoom. Las y los alumnos de sexto grado de la Escuela Primaria “Turquía” de la alcaldía Gustavo A. Madero van conectándose poco a poco. Es una de las escuelas públicas de la Ciudad de México que ha buscado adaptarse ante la situación. 

Karen Romero Chombo, su profesora, ha decidido colocarles música mientras llegan 26 estudiantes que están a su cargo para este ciclo escolar. Comenta que su alumnado le pide en general canciones de reguetón, banda y pop. 

Romero Chombo despierta 7:30, desayuna en lo que ahora ha adoptado como su escritorio, ese cuarto de su casa que está decorado de acuerdo a las festividades mensuales. Sus paredes han sido intervenidas con banderas mexicanas el 15 de septiembre, papel picado en noviembre y globos de colores el 30 de abril.

Escritorio de Karen. Foto proporcionada por ella.

Desayuna frente a su computadora, la cual acaba de comprar porque la anterior no le permitía realizar videollamadas. Revisa detalladamente la presentación que ha preparado días anteriores.  Generalmente siempre se conectan 24 estudiantes.

Cuenta que en su alumnado hay quienes cuidan y hacen las tareas con sus hermanos menores, lo que repercute en su aprendizaje porque no se focalizan en la entrega de sus actividades. 

Después de pasar lista, pregunta a sus alumnas y alumnos cómo han estado. Luego realiza dinámicas lúdicas para enseñarles sobre geografía, matemáticas o español. Cada tercer día, hace videollamadas con ellas y ellos: “Lo que más extraño de la escuela presencial es ver el aprendizaje en vivo, esos momentos humanos y pedagógicos”.

Ella tiene una certificación en G Suite for Education, el servicio web educativo de Google, y una maestría en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) en el marco de la pandemia, con una tesis sobre la relación entre diálogo y conocimiento. La escucha colectiva como método de comprensión y aprendizaje. 

Respecto a las decisiones de la SEP, dice que no toman en cuenta a la comunidad docente. “Por ejemplo, sobre el programa Aprende en casa nos enteramos por la conferencia matutina (…). A mi parecer fue una decisión paliativa, una respuesta inmediata para que México no se quedará atrás ante los demás países”, y con esto, acentuaron las desigualdades ya existentes. 

“La escuela acrecentó la brecha digital. Perdimos mucho tiempo en ocupar las tecnologías en algo productivo”, argumenta, ya que por mucho tiempo las autoridades educativas satanizaron el uso del celular u otras aplicaciones, cuando debieron apropiarse desde un entorno escolar, con fines alfabetizadores, tanto para el profesorado, como el estudiantado.  

Cuenta la historia que más le ha marcado en esta pandemia: Sucedió el ciclo escolar pasado, cuando laboraba en otra escuela primaria y realizó una graduación virtual. Zoom fue la sede del encuentro. Los familiares de sus alumnas y alumnos se conectaron, vestidos de traje, corbatas, faldas y tacones. Aplaudieron en la parte de los diplomas y en el discurso que dio el niño de mejor promedio. “Fue muy bonito”, dice. 

Graduación virtual. Foto proporcionado por Karen Romero.

La visión paternalista y adultocéntrica del gobierno mexicano sobre las infancias

“Hay que trabajar en conjunto con las niñas y niños, no solo protegerlos desde el adultocentrismo, sino construir con ellas y ellos”, dice Itzel Lugo Sánchez, maestra en Ciencias Sociales con Orientación en Comunicación y Cultura por la Universidad de Guadalajara. Se ha especializado en sociología de las infancias y sus apropiaciones tecnológicas. 

Para la maestra, si queremos hablar de brechas y alfabetizaciones digitales, debemos partir desde la concepción del privilegio, porque si bien las leyes mexicanas colocan el acceso a internet y a las telecomunicaciones como un derecho para los infantes y adolescentes, lo cierto es que ese acceso es más un privilegio que un derecho.

“La alfabetización desde la sociología de las infancias no es solo saber usar el internet para fines educativos, sino desde sus culturas infantiles entender cómo ellas y ellos se lo apropian. Hay que quitar la mirada adulta para la toma de decisiones y acciones”, comenta. 

El gran problema sobre el programa Aprende en casa, de acuerdo con la maestra Lugo, es que el gobierno no está reconociendo la existencia de diferentes infancias, tanto en ámbitos sociales, como culturales. “En nuestro país tenemos la infancia trabajadora, la que está en situación de calle, la que fue cooptada por el crimen organizado, entre otras”, explica. 

Lugo Sánchez concluye que ante estas situaciones, “hace falta más diálogo y menos proteccionismo”. 

“Yo no conozco a mis alumnos”

“¿Qué es lo que más extraño de dar clases?”, repite Betsy Vázquez Camacho, profesora de primero y segundo de primaria de la escuela pública “Pípila”, ubicada en La Estancia, del municipio de Jerécuaro, Guanajuato. “Dar mis clases, conocerlos durante su aprendizaje. Te puedo decir que yo en este momento no los estoy conociendo. No conozco a mis alumnos”. 

Su escuela no está siguiendo el programa  Aprende en Casa, y quizá una de las razones es que en la comunidad de La Estancia la luz y la señal de televisión son inestables, así que cada 15 días deja en el escritorio del director de su escuela la guía de estudio para que las mamás y papás pasen por ella, para después recogerla y calificarla. 

Escuela Primaria “Pipila”. Foto proporcionada por Betsy Camacho.

Ella es mamá de unos gemelos y la carga de trabajo ha aumentado considerablemente. El comedor es su nuevo espacio laboral. Han dejado de comer ahí porque ahora los montones de engargolados, libretas y carpetas ocupan toda la mesa. Cuenta que han saturado de tareas a la comunidad docente, porque les exigen múltiples cursos y certificaciones. Recientemente ella finalizó los de Ortografía y gramática, y Covid y Derechos Humanos. 

Las mamás son las que realizan las tareas con las y los niños, trabajan durante la mañana en fábricas de Querétaro; llegan al municipio de Guanajuato alrededor de las cinco de la tarde y es a partir de este horario que el celular no deja de sonar. Las dudas se hacen presente en mensajes de WhatsApp. 

Las veces que realiza videollamada para hacer dictado, las mamás le piden a Betsy que sean breves porque la señal se corta muchas veces. Una de las mamás toma esa sesión virtual en el baño, porque es el único lugar en el que puede recibir llamadas. 

“Han tenido avances significativos pero la mitad de ellos están estancados. No están avanzando como yo quisiera”, relata la docente, sobre cómo la modalidad a distancia y virtual ha afectado a su alumnado. Ella está a cargo de 15 niñas y niños de primero de primaria y 14 de segundo grado. 

Entre la falta de luz y que los infantes ahora pasan más tiempo solos en casa, debido a que ambos padres salen a trabajar, los avances se paralizan mientras la desigualdad, la brecha económica y tecnológica se acrecienta en la sala de las familias mexicanas.

Comedor-escritorio de Betsy. Foto proporcionada por ella. 

“Ya quiero que acabe esto (pandemia)”, exclama en un suspiro. 

El cansancio no es solo físico, sino mental y no solo para el alumnado, también para la comunidad docente que día a día intenta construir el vínculo socializante que la crisis sanitaria fragmentó. Hoy el encuentro con la otredad se ha hecho más cercano y con ello  debe ser más empático. 


Bookmark and Share

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.