Xoloitzcuintle, el perro mitológico

Por Yulissa Arcos | 
México (Aunam). En el periodo precolombino el “perro azteca” era una especie sagrada no solo por su significado religioso sino por sus dotes curativos. Es una de las razas más representativas del México prehispánico, y regiones andinas, que ha subsistido hasta nuestros días. Pero ¿por qué el xoloitzcuintle está relacionado con la muerte?




Mayas y aztecas creían que, el también llamado “perro pelón mexicano”, era un acompañante de los difuntos hacia el Mictlán (inframundo).  Según la leyenda, Xólotl el dios del ocaso, los espíritus y el Venus vespertino, creó al Xoloitzcuintle como un acompañante de las almas. Por ello, debían cuidar bien de él durante la vida.

Los xolos cuidaban los hogares de espíritus malignos para después ser sacrificados y enterrados junto con sus dueños cuando estos morían; el alma no se perdería en el camino. Su piel debía ser completamente negra, si presentaba alguna mancha o cicatriz pensaban que ya habían sido acompañantes de alguien más. 

“Xolo”, en náhuatl, significa “deformidad” o “monstruosidad” que hacía referencia, también, a personas con alguna discapacidad o apariencia anormal tales como los jorobados o los gemelos. El dios del ocaso era hermano gemelo de Quetzalcóatl. Ambos conforman el Tlahuizcalpantecuhtli, la personificación de Venus. 

Debido a su aspecto, los mexicas percibían en el xoloitzcuintle un representante de la enfermedad y las deformidades físicas. De forma contraria, también era considerado una especie curativa. Se presionaba la piel del animal contra las zonas afectadas, así aliviaban dolor de cabeza y músculos, asma, reumatismo, insomnio y hasta malaria. 

El perro azteca era degustado como un manjar gastronómico debido a su alto contenido proteico. También fue considerado un alimento sagrado, funcional para los sacrificios donde se creía que el xolo sustituía al humano. Con la llegada de las culturas europeas, esta especie corrió peligro de extinción pues encontraron en él un alimento incomparable. 

Para continuar con las expediciones, los colonizadores buscaban fortificar a sus tropas mediante la nutritiva carne del animal.  Además, vieron una oportunidad para acabar con la raza xolo y cumplir su cometido de conquista y dominio religioso. Por ello, el perro fue desplazado a las sierras de Oaxaca y Guerrero donde se resguardó así mismo. 

Años más tarde, el xoloitzcuintle fue adoptado como un símbolo de identidad nacional y representación de las culturas mesoamericanas. Artistas como Frida Kahlo, Diego Rivera, Rufino Tamayo y Raúl Anguiano intentaron conservar la esencia indígena. En sus obras se reconoce a esta especie prehispánica. 

Para la década de los 50’s la Federación Canófila Internacional, en conjunto de especialistas británicos, emprendió un proyecto para la búsqueda y preservación de la especie. Se encontraron 10 ejemplares de raza pura en perfectas condiciones y se lanzó un programa para proteger la raza y postularla como patrimonio de México. 




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