Mario Molina: Premio Nobel mexicano que desde niño se enamoró de la Química

Por Mónica Santos Vargas | 
México (Aunam). José Mario Molina-Pasquel y Henríquez, nació el 19 de marzo de 1943 en la Ciudad de México. Desde pequeño leía novelas de piratas y biografías de científicos famosos. Algunos de los regalos que pedía en fechas memorables eran juegos de química, así como un microscopio. 

Foto: Universidad Técnica Particular de Loja

Pero un día enfermó y faltó a la escuela. Así que, a Mario se le ocurrió poner una lechuga en un recipiente para que se generara agua podrida. Sacó una gotita para observarla en el microscopio. “¡Fue un gran descubrimiento ver la cantidad de vida que había en una gota de agua! A partir de ese día […] pude entrar a otros mundos que me parecieron fascinantes”, son las palabras escritas en Mis Amigos de El Colegio Nacional, libro donde científicos escribieron sobre su infancia, uno de ellos el doctor Mario Molina.

Leonor Henríquez (madre de Mario), murió cuando él era pequeño. Su padre fue Roberto Félix Molina Pasquel, un reconocido abogado. Además del doctor Molina, el matrimonio tuvo otros tres hijos. Una de sus tías era química y fue quien le sugería experimentos. También lo llevaba a comprar reactivos y recipientes para sus experimentos en farmacias del Centro Histórico de la Ciudad de México. 

Además de eso, Mario Molina tenía en casa una biblioteca y aprendió a tocar el violín. Tiempo después encontró su gran incertidumbre y se enfrentó a una decisión difícil: elegir entre la música y la ciencia. Poco a poco, los juguetes fueron reemplazados por matraces y otros instrumentos usados en la química. 

Mario Molina era conocido por haber adaptado un baño en un laboratorio para hacer experimentos. En 1965 egresó de la Ingeniería Química impartida en la Universidad Nacional Autónoma de México. Para 1967 realizó estudios de posgrado en la Universidad de Friburgo (Alemania). Recibió el grado de doctor en Fisicoquímica de la Universidad de California, Berkeley, en Estados Unidos en 1972.

Decidió hacer su posdoctorado, de modo que, el científico Frank Sherwood Rowland lo invitó a ser parte de su equipo. Para ese entonces, ambos investigadores se especializaron en química atmosférica.


“Pensamos que podíamos tratar de usar nuestro conocimiento de ciencia muy fundamental en algo que tuviera un impacto más directo en la sociedad. Resulta que había ciertos compuestos industriales que se estaban acumulando en la atmósfera, pero pues nadie le daba importancia, nadie sabía lo que pasaba”, explica el doctor Mario Molina en una entrevista para Canal Once.

“Nuestro planeta tiene una capa que nos protege de la radiación del Sol. La vida como la conocemos no hubiera podido evolucionar sin esa protección. Resulta que es una capa vulnerable”, agrega el investigador. 

Para 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland publicaron su investigación en la revista Nature sobre la amenaza a la capa de ozono ocasionada por los gases de clorofluorocarbonos (CFC). Los gases eran usados como uno de los ingredientes en botellas de spray, espumas de plástico, así como en refrigeradores. El problema era más grave de lo que se pensaba ya que esos gases llegaban hasta la capa de ozono y estaban provocando un agujero en ella.

Una vez publicada la investigación, la empresa estadounidense DuPont atacó a los investigadores. Había un dilema, ¿Tenían razón? De ser así, Mario Molina tuvo que defender la investigación en el Congreso de Estados Unidos. Sin embargo, para poder comprobar la hipótesis de la investigación, Molina tuvo que renunciar a la ciudadanía mexicana y aceptar la estadounidense.

Después de comprobar su investigación en donde con evidencia científica, los investigadores hicieron visible el problema de perder la capa de ozono, se creó el Protocolo de Montreal (de la Organización de las Naciones Unidas), donde 20 países acordaron reducir el uso de los gases clorofluorocarbonos. “Todo el planeta se puede poner de acuerdo para resolver problemas globales”, explica Molina. En 1993, se convirtió en Miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos. 

Luego de una larga lucha en defender la investigación y hacer posible que varios países se pusieran de acuerdo en disminuir el uso de gases, el 11 de octubre de 1995 anunciaron el Premio Nobel de Química. Los ganadores: Paul J. Crutzen, Instituto Max Planck de Química (Alemania); Mario J. Molina, Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos), y a F. Sherwood Rowland, Universidad de California (Estados Unidos), "por su trabajo sobre química atmosférica, particularmente en lo que respecta a la formación y descomposición del ozono".


A partir de ser galardonado con el premio Nobel, Mario Molina recibió más de 30 doctorados honoris causa y desde 2011 fue uno de los 21 científicos que formaban parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del ex presidente estadounidense Barack Obama (PCAST).

Molina Enríquez también investigó la química de la contaminación atmosférica para enfrentar el problema de la degradación de la calidad del aire en las grandes ciudades del planeta, especialmente grupos de contaminantes del aire en territorio urbano como en Zona Metropolitana del Valle de México. También se creó el Centro Mario Molina enfocado en estudiar la calidad del aire, participó en ponencias de divulgación de la ciencia para acercar el conocimiento a jóvenes, se enfocó en la política científica relacionada con el cambio climático e impulsó acciones globales a favor del desarrollo sustentable. 

Hoy 7 de octubre, el día en que la Real Academia Sueca de Ciencias anunció el Premio Nobel de Química 2020, murió el premio Nobel mexicano a los 77 años causa de un infarto. 




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