Semestre de caos: El martirio de las clases en línea

Por Alexis Leonardo García González y Oswaldo Alexis Yáñez Zapata | 

México (Aunam). El Coronavirus comenzó en un lugar al que nosotros consideramos lejano, sin embargo, en unos cuantos meses el problema de unos se convirtió en el de todos. Poco a poco el lema de “Quédate en casa” pasó de estar en un idioma poco entendible para la mayoría de los mexicanos hasta mudarse en nuestra lengua natal.
  

La pandemia llegó para cambiar la vida de millones de personas las cuales no estaban preparadas para un fenómeno de tal magnitud. El confinamiento obligado trajo consigo fuertes consecuencias como desestabilidad económica, política, social, educativa y de salubridad en la mayoría de los países en los que ha tenido un impacto considerable, México entre ellos.  

Aunque el sector económico sea de los más afectados, también destacan las nuevas políticas de salud pública que deben entrar en vigor con la llamada “nueva normalidad”. La limitación del servicio de transporte público, cierre de plazas, cines, teatros, bares, etcétera, el uso casi obligatorio de mascarilla en vías o establecimientos públicos y la publicidad para fomentar el confinamiento son algunas de las medidas más importantes que ha tomado el Gobierno de la ciudad de México para evitar el contagio y la propagación del virus.   

¿Educación pública? 

Las instituciones públicas y privadas encargadas de la educación se vieron obligados, al igual que muchos otros servicios en el país, a cerrar sus puertas. El repentino parón de actividades llevó a la improvisada aplicación de sesiones escolares en línea y junto con éstas surgieron dificultades tanto para estudiantes, profesores y trabajadores.  

Cada institución contó con una forma diferente de adaptar las clases a su formato en línea. Sin embargo, los estudiantes más afectados son aquellos los cuales no cuentan con los recursos para acceder a una educación desde casa. 

“[...] la escuela de Chapingo es que su matrícula de alumnos viene de todo el país, y la mayor parte de los alumnos venimos de pueblitos, zonas rurales muy lejanas donde no es fácil acceder al internet. Y con todo esto de la huelga y que los alumnos no puedan conectarse constantemente han hecho difícil que podamos avanzar, la situación es muy delicada, no se ha resuelto nada, los profesores dejan tarea como pueden y van a calificar como puedan, pero realmente no estamos llevando unas clases y un control eficiente”.  

Santiago, estudiante de la Universidad Autónoma de Chapingo ubicada en Texcoco, cuenta el cómo está viviendo la situación de su escuela, la cual, además, pasaba por una huelga de trabajadores. Con un tono poco tranquilo, narra cómo muchos de sus compañeros que no tenían la posibilidad de tomar clases en línea fueron obligados por la institución a darse de baja para no reprobar el semestre.  

Con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) únicamente el 65 por ciento de la población mexicana cuenta con acceso a internet. Y según información del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) sólo 44 de cada 100 estudiantes de instituciones públicas cuentan con internet. 

El tiempo avanza, hay alumnos que perderán un año o incluso más de sus vidas académicas por no contar con recursos suficientes o por problemas externos a ellos. “[...] muchas instituciones ya avanzaron al siguiente semestre y nosotros todavía seguimos atrasados, y la escuela no ha dado indicaciones correctas. Ya estamos avanzando un poco en línea, lo que se puede, y eso es de forma ilegal según lo establecido en la Constitución y la Ley del trabajo porque la institución sigue en huelga, los trabajadores siguen en huelga y no ha habido una respuesta clara por parte de la administración central de la escuela”.  

¿Pasión o compromiso? 

Los estudiantes que no se vieron en la necesidad de dar de baja su semestre en línea se tuvieron que enfrentar a otro tipo de problemas, algunos de los más comunes son el surgimiento de trastornos mentales como estrés, ansiedad, depresión, aumento de pánico, bipolaridad o trastornos alimenticios o sentimientos de claustrofobia.  

“Hace unas semanas, estaba muy saturado de tareas. Sólo leía por leer, sin comprender. Me estresé mucho porque no me quedaba claro nada de lo que leía, fui a decirle a mi hermana que ya estaba harto de las clases, estaba con el sentimiento de estar harto de todo, de las tareas en especial”, comenta Eduardo Bravo Díaz, estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Al igual que otros universitarios de la institución, tuvo que empezar el semestre en línea, sumado al paro total de actividades que inició antes de la pandemia y terminó hasta meses después.  

Para Eduardo la presión en el pecho, el insomnio y los ataques de ansiedad no son desconocidos, pues a lo largo de toda su vida académica ha sufrido este tipo de trastornos. Sin embargo, tras el arribo de las clases en línea ha notado un aumento.  

Los trastornos de salud mental en la comunidad estudiantil de nivel superior no es algo reciente. La presión que se vive en un ambiente tanto para profesores como alumnado suele tener como consecuencias capítulos de estrés o ansiedad. Sin embargo, con las clases en línea pudo haber un aumento considerable. “En los últimos meses me ha aumentado la presión en el pecho, tengo sudor y siento que me falta el aire. Antes del confinamiento tenía episodios similares semanales o quincenales, pero actualmente se han vuelto casi diarios. Me da mucha desesperación el no poder dormir”. Incluso ha tenido sueños al respecto: “Sueño que veo gente en la calle y me aterra”. 

Al igual que Eduardo, muchos estudiantes se vieron forzados a tomar clases en las que aprendían poco y había escasa o nula comodidad. “Pues a mitad de la cuarentena como por mayo me empecé a sentir muy mal. No tenía ganas de nada, No quería entrar a mis clases, porque para empezar son muy poco disfrutables en estas condiciones, tener que pasar 6 horas seguidas frente a la computadora no es nada agradable, y también porque no me sentía feliz, ni cómoda”, dice por videollamada Carolina Herrera Flores, se nota el cansancio de sus ojos. Está por entregar uno de sus trabajos finales.  

Los estudiantes que también sufrieron un gran impacto, fueron aquellos que necesitan de la práctica constante para recibir una buena formación. Como el caso de los estudiantes de Veterinaria y Zootecnia. Algunas de sus clases consistían en el trato directo con animales. Christian Loaeza Ruíz, estudiante de esta carrera en la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, cuenta un poco de su experiencia en el curso en línea:  

“Pues de las 5 materias que llevé, 2 las dí de baja: una porque las clases en línea no fueron satisfactorias para mí, literal fueron por comentarios de Facebook y la otra porque simplemente no me gustó (era optativa). De las 3 materias restantes, sólo 2 dieron clase en línea (por medio de Zoom) y dejaban diversos trabajos y evaluaciones por diversas plataformas y la materia restante sólo dejó un trabajo y ya”.  

Otro sector estudiantil afectado por las clases en línea, son los alumnos foráneos. Los que rentan en la Ciudad de México para poder estudiar tuvieron que seguir pagando renta sin ir a clases y algunos tuvieron que regresar a sus estados con el riesgo de contagiarse durante el viaje. “Me quedé con las ganas de no tomar las clases para evidenciar que las cosas estaban mal pero no podía darme el lujo de jugarle a la revolucionaria por la incertidumbre de la economía del lugar donde vivo (Taxco), y empecé a tomar las clases en línea disgustada”.  

Miriam no pudo encontrarle un gusto a las clases en línea. Pero tuvo que cursarlas todas para no ver afectado su promedio.  

“Me ha sido difícil porque el internet no llega a mi cuarto, mi papá tuvo que traer una laptop prestada de su trabajo ya que en casa sólo hay una de escritorio, y ahorita el instrumento que ocupamos es prestado”.  

En la sala de su casa se distraía muchísimo, “tenía que subirme a mi cuarto y aún así. ¿Has visto los memes de que a los foráneos se les va el internet? Pues no es un meme, es verdad. De una clase me sacaba como cinco veces, y cuando exponía, que me tocó exponer dos veces a las siete de la mañana, tenía que bajar a despertarlos porque me daba miedo que a media exposición se me fuera el internet, y eso nos causó muchos conflictos familiares”.  

Live and let play 


De igual manera, algunos estudiantes que tuvieron la oportunidad prefirieron ahorrarse el trabajo de las clases en línea, dándose voluntaria y temporalmente de baja en el semestre. Tal es el caso de Ricardo, estudiante de Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas. “En un principio opté por al menos cursar dos materias”, cuenta a través de mensajes Ricardo: “Al principio mi rendimiento estuvo bien, entregaba todo y me preparaba para las clases en línea. con el tiempo solo dejé de hacer las actividades porque me distraía mucho en mi casa y era difícil seguir el hilo”.

Al estar casi todo el día encerrados en casa, las distracciones como la televisión o consolas de videojuegos resultan tentaciones que influyen en la atención prestada a las clases en línea: “Prefería ver alguna peli o jugar Xbox que leer la actividad”.  

Los números en relación con los videojuegos en cuarentena no mienten. En marzo de este año se registró un nivel de ventas récord en todo el mundo, a raíz del anuncio de las medidas de distanciamiento social en contra de la epidemia del coronavirus. Andrew Little, analista de Global X, confirma que el gasto de los consumidores en videojuegos incrementó un 65% a mediados de marzo, en comparación con el mismo periodo de 2019.  

“Desde que empecé a aplazar las tareas. Decidí dejarlo (el semestre) porque quiero subir mi promedio”, agrega Ricardo al explicar su preferencia por realizar otras actividades recreativas: “Decidí dar de baja todo para que en lugar de pasarla por pasar, le dedicara tiempo y seriedad”. 

Sin embargo, no todo ha sido tranquilidad para él. “Al principio de la cuarentena me sentía mal. No dormía bien y no comía bien. No sabía qué hacer con tanto tiempo libre”. Incluso al abandonar las clases en línea, persisten señales de estrés. “Lo que me causa ansiedad es pensar en que ahora debo más materias y tendré que hacer extra, intersemestral o recursar el semestre”. 

Ricardo, pese a no haber cursado el semestre en línea, no considera que su cuarentena esté siendo poco productiva: “trato de al menos aprender algo y me inscribí a algunos cursos”. Ante un inminente nuevo semestre en línea, Ricardo sigue pensativo.  

“Estoy pensando en inscribirme el próximo semestre porque no me gustaría atrasarme más. Pero como ya escogemos la opción terminal, siento que estaré más motivado porque veré cosas que me llamarán más la atención”. 

Un camino menos tormentoso  

Existe también otro sector de estudiantes que cursan sus clases en línea en entornos tranquilos, sin otra prioridad o preocupación que no sea la de estudiar. Arturo, estudiante de Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, cursa todas sus materias y nunca pensó en dar de baja el semestre. 

“Algunos tuve que buscarlos. La mayoría buscó contactarnos”, menciona con relación a sus profesores. Cuenta con todas las herramientas básicas para tomar sus clases en línea. “Tengo un escritorio para hacer las tareas”. Y aun teniéndolo, considera que su aprendizaje ha sido de un 6 en una escala de 10.

A diferencia de otros estudiantes, las clases en línea no le han quitado el sueño, sólo persiste una preocupación general por la epidemia. “Me he sentido tranquilo. Pero creo que, como muchos, he tenido un sin fin de emociones, sobre todo cuando comenzó esto, era algo preocupante”.

Carlos, estudiante de Ingeniería de la UNAM, cursa de igual manera todas sus materias en el formato en línea. “6 materias en mi facultad, 2 laboratorios y 1 clase de idioma”, explica a través de mensajes. Además de contar con las herramientas suficientes para cursarlas como un teléfono celular moderno y una computadora de escritorio. 

Le han tocado distintos tipos de profesores, “hay algunos que toman conciencia de la situación y hacen su mejor esfuerzo por impartir todo el temario de manera correcta. Por otro lado, hay profesores que no dan ni una clase en línea y todo te lo mandan para que tú lo estudies. O bien, en el peor de los casos, nunca se contactan con los alumnos”. 

Actualmente la escuela es su prioridad y no le distraen otros factores. Además de haberse adaptado de forma correcta a esta nueva modalidad. No tiene que preocuparse por trasladarse de su casa, ubicada en el Estado de México a la Universidad. 

“(Me siento) Generalmente tranquilo por el hecho de no tener que transportarme de mi casa a la escuela todos los días. Sin embargo, a veces estoy un poco de mal humor por el ruido que hacen los vecinos”. 

De la falla a una educación estable 

Las clases en línea no tuvieron el resultado esperado, en gran medida por su apresurada aplicación. No se tomaron en cuenta aquellas personas que no contaban con los recursos para tomar las clases y en algunos casos fueron obligadas a dar de baja sus semestres para no salir más perjudicados. Se sabe que un semestre presencial es difícil para docentes y alumnos, por lo tanto, su adaptación en línea sería aún más difícil por la pérdida de interacción.  

El estrés, la presión, la depresión, y demás trastornos mentales aparecieron como consecuencia de un semestre pesado y de una situación de incertidumbre global, dejando a la escuela como baja prioridad.  
Las autoridades educativas no lograron entender el amplio grupo de estudiantes que día con día asiste a las aulas. La organización caótica de un semestre en línea, no debe recaer únicamente en los profesores, ya que ellos fueron arrastrados de igual manera a un sistema lleno de lagunas y fallas.  

Debemos comprender nuestra realidad como país, entender a nuestros estudiantes y profesores, sus carencias, miedos y sueños, sólo de ésta forma, lograremos superar las fallas y trascender a una educación para todos, bajo cualquier circunstancia.  







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