Mismo trabajo, diferentes realidades

Por Mauricio Diaz, Emilio López, Sebastián Pavón e Isai Monterrubio | 

México (Aunam). Mover a 8 mil 855 millones de personas en la Ciudad de México (CDMX) no es trabajo fácil y se tiene que hacer todos los días. La llegada de la pandemia provocó un cambio en el transporte público de la capital, con sus grandes diferencias entre el transporte concesionado y el de la Ciudad de México, donde el primero es más importante.



 Según datos de la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México (SEMOVI) un 82% de las personas usan todos los días el transporte público concesionado de ruta, conformado por personas que poseen un microbús o autobús. 

Para poder dar el servicio público deben de tramitar un permiso con el gobierno, una vez que cuenten con este, deben integrarse a una de las 103 rutas que hay en la CDMX. Mientras que el transporte de la Ciudad de México con la Red de Transporte de Pasajeros (RTP) contrata a los conductores y les otorga el autobús para dar el servicio.

Arturo Medina y José Arreola son conductores del transporte concesionado (microbuses). Erick Ávila, por otra parte, trabaja en la RTP. Ellos son conductores del transporte público de la Ciudad de México. Desde la llegada del covid-19 el trabajo de los tres no ha visto una pausa por la importancia que este implica. Sin embargo, ciertas diferencias en su entorno laboral hacen que un trabajo sea más riesgoso que el otro.

Ese riesgo es equiparable a las personas que trabajan con materiales radioactivos, donde las prendas acondicionadas, equipos de protección y herramientas especiales, son necesarias para la seguridad. Acá el peligro de  la radioactividad cambia por la del contagio viral, un enemigo invisible similar, donde un cubrebocas, gel antibacterial, guantes y una careta son la diferencia entre la vida o la muerte.

A pesar del latente riesgo en el trabajo de los tres, las unidades de la  RTP ofrecen una mayor regulación por parte del gobierno, lo que significa una mayor garantía en la limpieza de las unidades. Caso contrario a lo que pasa en el transporte concesionado. Aspectos que podrían determinar si un vehículo es un foco de contagio o no.

Barrera contra el virus

Hasta el mes de Abril, 48 millones de personas, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se movían en los distintos servicios del transporte público, siendo los servicios de transporte concesionado de ruta fija (microbús) y de la Red de Transporte de Pasajeros (RTP) los más expuestos frente a un posible caso de contagio debido a su cercanía e interacción con los usuarios.

Erick Ávila trabaja en la RTP. Es uno de los 4 mil 368 conductores que hasta el mes de abril seguían laborando en la Ciudad de México, trasladando a 6.1 millones de ciudadanos diariamente, según datos del INEGI. Una actividad que por su estatus de socialmente esencial, no ha detenido su andar o siquiera ha modificado algún horario, pese a la pandemia,  pero sí ha sufrido cambios abruptos en otros aspectos.

“Tenemos un plástico que nos cubre totalmente a los conductores, nos dan cubrebocas, nos dan gel y traemos otro aparte para las personas que vayan subiendo”. Al igual que estas medidas, una de las más importantes es la limpieza de la unidad, la cual aumentó con la llegada de la pandemia. “Hay un grupo que viene y sanitiza la unidad, aparte de los lavadores que tenemos en la base”.  Estas medidas fueron implementadas por parte de la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México (SEMOVI) , a manera de garantizar la seguridad del usuario y su conductor.

En el transporte público concesionado, a diferencia de la RTP, la historia es totalmente diferente: las medidas son más precarias e informales. El personal de conductores, según datos proporcionados por el periódico “El Economista”, consta alrededor de 18 mil, más del doble que la RTP, constituidos en 103 rutas que cubren la totalidad de la CDMX.

José Arreola conductor de transporte concesionado comenta: “Tomamos nuestras precauciones, usamos una cubeta con jabón y cloro; ya en la persona utilizamos cubrebocas, usamos playeras de manga larga tratándonos de cuidar lo mejor posible”. 

Estas son las acciones que los conductores de transporte concesionado llevan a cabo, sin embargo, siguen en constante contacto con los usuarios. Estas medidas de protección no son proporcionadas por una institución, ellos mismos ponen el dinero de sus ingresos en pro de su seguridad.

La limpieza de la unidad, una de las partes más importantes en esta situación, es realizada por ellos mismos “lo hacemos nosotros los conductores, con una franela, una cubeta de jabón y cloro. Limpiamos principalmente los pasamanos. Lo hacemos de tres a cuatro veces en el día”. 

“No hay apoyo de la ruta ni de nadie, aquí todos estamos por nuestra cuenta, lo dejan a uno a como se pueda defender”. Aún con la emergencia sanitaria los apoyos médicos a este medio son inexistentes por parte de las autoridades “No voltean a ver a este lado, somos la parte más olvidada”, afirma José.

Al igual que José, Arturo Medina es conductor de transporte concesionado. Él comenta que su seguridad se veía comprometida por la falta de información: “Al principio no se creía esto, todos decían que no pasaba nada, ya después poco a poco se fue viendo lo que estaba pasando”. 

Una de las medida que decidió implementar fue mojar las monedas con cloro: “El cambio que doy hasta húmedo está, ya nomás se me quedan viendo, pero por las dudas mejor me cuido, uno nunca sabe”.

El grado de exposición en el trabajo de los tres es muy peligroso, existe una alta probabilidad de que contraigan del virus, esto abre paso a otra gran diferencia: A los conductores de RTP, al momento de la llegada de la pandemia les dieron incapacidad a los más vulnerables, como personas con alguna enfermedad degenerativa, diabetes o hipertensión. 

De igual manera, su seguro médico cubre totalmente el posible contagio. A parte de estas ayudas, en su base les hacen pruebas de Covid-19 y cada que regresan a la base hay una persona que les toma la temperatura, esto según un conductor del módulo 3  de RTP.

De 100 ni un 20

La necesidad económica arrinconó a José Arreola a seguir laborando, siendo su única opción para subsistir el salir a recorrer “con temor” su respectiva ruta. “Nos están permitiendo trabajar un día sí y un día no”. 

Desde el inicio de la pandemia sus ingresos se vieron afectados. “Es demasiada la baja que hay. Vamos a hablar que de un 100 por ciento, yo creo, ahorita de ingreso, ni un 20 por ciento” narró José con profunda desilusión.

Esta situación obligó a los choferes de microbús, como Arturo y José, a permitirle el acceso a la unidad a cualquier persona aunque no tuviera puesto un cubrebocas. “Nosotros, por la problemática que estamos viviendo de que no hay pasaje, no podemos darnos ese lujo”, comenta José. 

En otro extremo, Erick declara que los choferes de RTP sí tienen la facultad de negarle el acceso a las personas que no utilicen cubrebocas, además de explicarles que “es para la seguridad de los demás y también de él mismo”. Esta acción, la cual disminuye la afluencia en su unidad, no repercute económicamente en Erick; él recibe su salario íntegro. 

Los choferes de RTP durante la pandemia mantuvieron su salario y su condición de empleados, un contexto diferente al de Arturo, quien tuvo que dejar de trabajar por seguridad propia y de su familia.

Él expone que en un inicio no temía salir a rodar por la ciudad, a pesar de las recomendaciones de su familia, “Yo les decía: ¡No, yo sí me voy!...pero te pones a pensar en un contagio; llegas ¡Y vas a contagiar a todos!”. Arturo finalmente decidió cambiar el volante, por el riesgo que representaba, y ceder ante las recomendaciones familiares.  

Arturo confesó que él no llegó a usar la mascarilla, ya que salió a recorrer la Ciudad durante pocos días, una vez ya instaurada la cuarentena. “Ahorita llevo más de un mes que no trabajo”, aunque acepta que se ha visto afectado económicamente. 

Sin embargo, Arturo, a diferencia de José, se pudo dar el lujo de dejar de recorrer su ruta para dedicarse a otros oficios provisionalmente. “Aquí con mis cuñados. Giovani (su cuñado) tenía jardinero [...] y lo descansó y me dieron a mi la chamba”. 

La Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, anunció el 25 de abril del presente año que el Gobierno daría un apoyo de 400 millones de pesos (mdp) a los microbuseros. Los 400 mdp serían repartidos en bonos mensuales para combustible con un valor de 4 mil pesos, sin embargo, 4 meses después de anunciado el apoyo, Arturo menciona no haber recibido ni un solo bono.

El miedo anda sobre ruedas

Arturo reflejaba el miedo con cada palabra. “Aquí con nosotros, fijate que muchas personas ya no quieren seguir trabajando en el transporte ahorita”. Con tristeza narraba la pérdida de algunos compañeros a causa del virus “Conozco a varios que les pegó y ya no regresaron”, tenía motivos de sobra para temer. Uno de ellos es el nulo apoyo que el gremio les proporciona “¿Ellos en qué te pueden ayudar?” con ironía se preguntaba Arturo.

Los choferes no son los únicos que sienten miedo cuando están en la unidad. Talía, quien es usuaria del transporte público en México, reporta que a pesar de no requerir con frecuencia el servicio, siente miedo al usarlo y más al tener contacto directo con el propio microbús “sí me agarro de los tubos, pero siento feo. Siento que me pican las manos”, aunque confiesa que para ella, las unidades de RTP están más limpias “porque son del gobierno y le ponen un poquito de atención; a los otros no hay quien los regule o quien vea si van limpios o no”.

Por otra parte, Erick menciona que, a pesar de todas las medidas de seguridad y de los materiales que la RTP les proporciona, siente algo de miedo, miedo que le hizo adoptar nuevos hábitos como el de usar guantes mientras hace su recorrido. Incluso menciona que su familia también tuvo que adaptarse al nuevo estilo de vida “al principio mis niños tenían un aerosol y decían ¡No pases!. Hasta que me rociaban todo: ahora sí pásale”. A pesar de todo Erick disfruta de su trabajo y se siente a gusto con él, “el ser operador me gusta, hago mi trabajo bien; me encanta”.

No obstante, el miedo no es algo general en los usuarios. Maria Eugenia declara que no siente miedo al usar los servicios del transporte público, “me da igual porque me protege el de allá arriba”. Maria Eugenia es una de las usuarias que utiliza el RTP por necesidad, ya que tiene un local en Zapotitlán, en la alcaldía Tláhuac. 

José menciona que no solo el virus da miedo, sino también el propio gobierno, quien además de no apoyar a los microbuseros al grado de poder llamar “casi olvidado a este sistema”, implementa operativos para remover ciertas bases no autorizadas que los propios microbuseros habilitan en las calles “Vienen sobre de ellos correteándolos como delincuentes y ¡No es justo!. Todos estamos prestando un servicio, estamos haciendo un trabajo”, un trabajo muy necesario, el cual “no alcanza a cubrir con sus unidades todo el sistema de transporte”.


La cromaticidad de las realidades laborales de los tres personajes es muy variada; mientras que a Erick le proporcionaron materiales para prevenir un contagio, a los microbuseros ni siquiera les ha llegado el apoyo que Claudia Sheinbaum anunció hace 4 meses. 

La Semovi se ha mantenido alejada de la realidad de los microbuseros y al momento de ser entrevistada, para lograr ampliar el panorama con respecto a la situación actual del transporte público, opacó la transparencia ignorando las llamadas y los correos, dejando sin voz a la parte institucional de este reportaje 

Trabajar en el transporte público hoy en día representa un riesgo para el conductor y su familia, aunado a la preocupaciones de completar la quincena, que limiten su movilidad o que la policía los hostigue.

Algunos han podido buscar otras fuentes de ingresos fuera del transporte público, sin embargo, muchos tuvieron que trabajar con el miedo y la preocupación que día a día los acecha.

Por no poderse dar el lujo de esperar a que la normalidad llegue o aún menos probable, que el Gobierno extienda la mano, por ahora un cubrebocas, gel antibacterial y una cubeta con cloro y agua, tendrán que ser suficientes para esquivar a la muerte. 

Fotos: Aldebarán 18 y Gobierno CDMX | Wikimedia Commons





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