La angustia detrás de la mascarilla: médicos y enfermeros en la pandemia

Por Adriana Massiel Mendoza Serrano y Jesús Velázquez Martínez |

México (Aunam). Pasan desapercibidos por las calles del país, algunos caminan con miedo, otros con mucho orgullo. Realizan sus quehaceres cotidianos, pero tienen un compromiso añadido: se encargan de procurar la salud y el bienestar de los habitantes de México. Son personas que ríen y lloran, seres humanos que se exponen a un virus que ha traído consigo consecuencias mortales.
 

Actualmente, los médicos y enfermeros tienen una carga física y emocional mayor debido al COVID-19. Son las siete de la mañana en el puerto de Veracruz, el clima es húmedo y los pájaros vuelan por el cielo aterciopelado. La arena espera los pies descalzos de los turistas, pero desde hace meses no hay fiestas en la playa. A esa hora, Ana Montano se prepara para su jornada laboral en el ISSSTE de Alta Especialidad, en el área Covid-Terapia intermedia. 

La mujer de 33 años sale de su casa sin desayunar, debido a que teme a que le den ganas de orinar mientras atiende a sus pacientes: el trabajo que realiza exige una intensa concentración. Su turno abarca siete horas; es decir, finaliza a las dos de la tarde, pero esto no siempre es así: su horario se ajusta a la demanda del hospital, algunas veces se encarga de hasta 8 enfermos. 

Ana Montano: la enferma que se vio a través de una paciente 

Además de ser enfermera, es madre de dos hijas muy curiosas y comprensivas. Al llegar a casa prepara la comida y se recuesta con ellas para ver una serie. Tiene un temor latente por contagiarlas, incluso —cuando recién comenzó la pandemia—, le pidió al padre de sus hijas que se las llevara para que así se redujera el riesgo. Su miedo no es fortuito. 

El 24 de julio el gobierno mexicano informó que 72 mil 980 profesionales de la salud habían contraído el virus y 978 habían muerto, lo que significa que alrededor del 19 por ciento de la población que dio positivo al COVID-19 son parte del personal médico. 

La transmisión se da por diversos factores, entre ellos la falta de recursos o de protocolos adecuados en las clínicas. Al respecto, la enfermera apunta que ella y los 8 compañeros que atienden la problemática han tenido que comprar los materiales de protección, ya que los que les proporciona el sector salud son ineficientes. Un ejemplo es el cubrebocas KN-95, el cual viene con una leyenda “no apto para uso médico”. Señala que gasta tres mil pesos mensuales en la adquisición de artículos de calidad, mismos que realmente le sirven como coraza. 

La información proporcionada por la agencia periodística Reuters, apunta que en México la probabilidad de muerte de un trabajador de la salud es cuatro veces mayor a la que tiene Estados Unidos, y ocho veces más riesgoso que en Brasil. 

A pesar del ambiente tenso que se experimenta dentro y fuera del lugar, Ana Montano dice que sus colegas son muy amables. Entre todos se brindan apoyo para superar de la mejor manera esta crisis. Al estar reunidos y compartir una plática esporádica, frecuentemente olvida el dolor. Menciona que al laborar en el sector salud se experimentan diversas emociones, que van desde la alegría hasta la tristeza. Ella finaliza su jornada con mucho cansancio: siente presión, estrés, desgaste y angustia. 

Algunas personas dentro del hospital logran recuperarse; sin embargo, otras fallecen. Considera que no solamente son cifras de contagio o de muerte, sino que son personas con una historia: tienen familia y amigos que los esperan, pero muchas veces ya no regresan. “Son muchas sensaciones, el desgaste emocional es todavía peor que el físico”. 

En la segunda semana de agosto, la cuidadora recibió a una señora de 39 años que contrajo el virus, pero murió después de que la intubaron. Las complicaciones se dieron porque no se procuró a tiempo. Lo que le resulta preocupante es la semejanza de edades entre ella y la afligida, así como el hecho de que su paciente era madre de una compañera de la escuela de su hija. “Mucha gente no quiere ir al hospital por temor a que vayan a morir o porque les causa pavor estar aislados completamente, pero sí se les permite usar un celular y hacer videollamadas”.

Un sistema de salud resquebrajado y la paradoja de AMLO

La corrupción ha sido un eje imprescindible para comprender lo que sucede, ya que anteriores administraciones servían a intereses específicos. Los mexicanos han vivido históricamente un desamparo por parte de las autoridades porque el Estado ha dejado de garantizarles cobijo y confianza.

Un ejemplo de esta perturbación en el poder son los 327 nosocomios que reporta la Secretaría de Salud como inconclusos o abandonados. En entrevista con BBC Mundo, el secretario de salud Jorge Alcocer Varela pronuncia que tales estructuras “son escandalosos monumentos de la incompetencia, la corrupción y el tráfico de influencias”. 

Antes de que brotara la epidemia, Andrés Manuel López Obrador explicó en su conferencia matutina del nueve de febrero del 2020 lo siguiente: “Nos dejaron el sistema de salud por los suelos, centros de salud, hospitales, médicos y medicinas. Se robaban hasta el dinero de las medicinas. Y no sólo políticos, también le entraron algunos médicos”. 

Ahora, el presidente de la República ha sido juzgado por la forma en la que actúa: no usa tapabocas, se encomienda a fuerzas espirituales para cuidarse (dos amuletos), se contradice, hace aseveraciones irresponsables y minimiza el impacto de la pandemia en el territorio. 

Laura —el otro nombre de Ana Montano— manifiesta que no se siente cómoda al ver tantas noticias acerca de lo mismo. “Antes sí veía a Hugo López-Gatell, ahorita yo ya no lo veo. Yo me estaba sugestionando mucho, me quedo con lo que veo en el hospital: ese es mi panorama, para mí eso es lo que realmente está pasando”. 

El presidente, afirma, ha dicho frases que directa o indirectamente propagan un discurso violento y estigmatizado contra los médicos y enfermeros. En su conferencia del cinco de mayo comentó esto: “Como se decía antes de los médicos, que sólo buscaban enriquecerse, ¿no? Que llegaban y lo primero que hacían era preguntarle: ‘¿Qué tienes?’ Es que me duele acá, doctor. ‘No, ¿qué tienes de bienes?’”. 

El gremio de la salud ha expresado la molestia que tiene con el mandatario, se han pronunciado al respecto la Asociación Mexicana de Cirugía General A.C, el Consejo Mexicano de Medicina de Urgencia, la Asociación Mexicana de Medicina Endoscópica, el Colegio Mexicano de Cirugía Pediátrica, entre otras organizaciones. 

Miguel Vázquez: cuando una bata médica significa peligro


Predominan los bosques con árboles oyamel, aunque el aroma a pino caracteriza a la región. Es temporada de lluvias, pero eso no significa que no haya días calurosos. La gente se ha reunido por años en el Estanque de la Luz, un manantial que solamente un estado como Coahuila puede ofrecer. No obstante, este año los atractivos de la región se encuentran casi desiertos. El pueblo mágico Parras de la Fuente ha perdido su esencia por un virus que arrasó con la zona abruptamente. 

En tal área reside un enfermero que ha enfrentado con audacia al COVID-19. Miguel Vázquez labora en el Hospital Psiquiátrico Parras y cuenta que solamente tiene 45 camas; por este motivo, invita a los habitantes a que sean empáticos y sensibles con el sector salud. 

Expresa que dos de sus compañeros se han enfermado por estar en contacto con sus pacientes, pero que afortunadamente se recuperaron. Él realiza su quehacer profesional con toda la humanidad posible y está dedicado a cumplir con las expectativas de sus pacientes. Ante todo, sabe que su compromiso está con la sociedad y como tal, debe salvaguardar la salud de cada persona que ingresa. El equipo que adorna su cuerpo ya es parte de sí mismo. Una bata, unos lentes, un gorro, un tapabocas y una careta lo acompañan gran parte del día. Casi no utiliza su uniforme cuando está fuera del trabajo, pero a veces es inevitable no llevarlo consigo pues en él encuentra certeza. Expone que en una ocasión echó gasolina a su coche y los encargados lo miraron de forma extraña, precisamente por aquella vestimenta que para muchos mexicanos significa peligro. 

A pesar de que solamente fue una mirada incómoda, cientos de profesionales en el ámbito de la salud son violentados con golpes y palabras hirientes. Datos del Observatorio Nacional Ciudadano (ONC) demuestran la ignorancia de algunos ciudadanos que los consideran como una amenaza. 

Entre abril y mayo ocurrieron 103 ataques contra médicos y enfermeros: 44 por ciento fueron físicos; 24 por ciento, verbales; dos escritos y cerca de la tercera parte de otro tipo. 51 casos fueron hacia mujeres, 26 dirigidos a los hombres y el restante no contestó el apartado de género. Las entidades con mayor número de enfrentamientos: Ciudad de México, Jalisco, Coahuila, Hidalgo, Yucatán, Querétaro, Veracruz, Guerrero, Morelos y Aguascalientes.

A pesar de que esta es una realidad, Ana Montano comparte que una vez en el súper se le acercó una señorita para agradecerle. Aunque no fue su paciente, la mujer se atrevió a decirle eso por la filipina que llevaba puesta. Expresa que le dio mucha alegría y sentimiento haberla escuchado. “Hay gente que desgraciadamente no valora muchas cosas, gente que piensa ‘para eso le pagan o es su trabajo’. Y sí lo es, pero hay gente que no se cuida. Uno está arriesgando la vida por alguien que no valora la suya”. 

Sin tiempo: el creciente estrés en el personal de salud

Esta situación tan crítica no es para menos. El sector salud se enfrenta a la enfermedad más importante de los últimos años y bajo un contexto de crisis. En México --uno de los primeros lugares en afectaciones por Covid-19--, hay más de 50 mil fallecidos y un promedio de casi medio millón de casos activos. Esto se traduce en estrés, preocupación y más malestares para quienes están a diario en la primera línea de batalla. 

Las jornadas se extienden, los médicos y enfermeros son llevados al extremo. Sin descansos, sin poder salir al baño, sin un momento de paz. Algunos de los profesionales de la salud pueden darse un respiro cuando salen de su hospital, pero muchos otros no. Esa responsabilidad excesiva lentamente les va dejando marcas invisibles con relación a las que deja el equipo de protección, pero no por ello, inexistentes, ni menos dañinas. 

La psicóloga Ariana Melisa Gónzalez Estrada, egresada de La Salle, explica que el cuadro médico que combate la actual crisis sanitaria es más susceptible a presentar cuadros del Síndrome de Burnout . La ausencia de un descanso real y el estrés a flor de piel, lentamente provocan ansiógenos. Estos, a su vez, van acumulándose hasta encontrar su salida: ansiedad, depresión e incluso la presencia fantasmagórica del suicidio. Esto en un país que carece de considerar la salud mental como algo vital. 

La propia sociedad y los medios de comunicación han acumulado puntos para incrementar el estrés en el personal médico. Detrás de una expresión como héroe, hay una concepción sobrehumana, una exigencia que supera al sector salud. Como comenta Gónzalez Estrada, utilizar estos señalamientos sirven para una sociedad que ha perdido su esperanza, pero también presionan de más al personal de salud. Mismo que en repetidas ocasiones rechaza esa etiqueta: tan solo quieren respeto y dignidad hacia su labor. 

Las jornadas laborales se extienden. El tiempo se escurre, como el sudor al interior de los googles médicos. Más trabajo es directamente proporcional a estar menos en casa. La enfermera Ana Montano comparte poco tiempo con sus dos hijas. 

Formativamente, la familia es el primer vínculo que tenemos con la sociedad y este nos acompaña por el resto de nuestras vidas. Los médicos y enfermeros están privados de este contacto que eventualmente golpeará su estado anímico. Sin embargo, no hay tiempo para pensar en posibles represalias. La emergencia cobrará más víctimas; los médicos y enfermeras buscan, con toda su fortaleza frenar el flujo de muertos y contagiados. Eventualmente, cuando regrese a la verdadera normalidad, todo ese malestar evolucionará a estrés postraumático, pero esa ola solo la podrán enfrentar por sí solos. Un primer paso es aceptar la vulnerabilidad ante la que están expuestos.  

La psicóloga Brenda Carbajal, licenciada y con maestría en la materia, está encargada de una las líneas de atención hacia el sector salud. En esta labor, trató a una enfermera, cuyo nombre decidió suprimir por respeto, quien llamó en búsqueda de sustento mental. Ella empezó a mostrar los síntomas comunes de Covid-19: para evitar una expansión mayor, decidió retirarse de su casa e ir a hospedarse en un hotel. Totalmente aislada y en un entorno controlado.

Lejos de sus seres queridos, en la enfermera se incrementó la presencia de la ansiedad y la angustia. La falta motivacional de su casa se hizo cada vez más presente. El miedo y una responsabilidad superior a ella misma provocó que pensara que, tal vez, nunca los volvería a ver. Fue en ese momento cuando tuvo que contactar a la línea de ayuda: donde la psicóloga Carbajal la atendió por llamada. Al realizarse la prueba el resultado fue negativo. Aquel malestar tan solo fue una recaída de sus defensas: sin embargo, denota su desgaste mental. 

“Realmente siempre ha existido ese desgaste”, recuerda la profesional Brenda Carbajal. La carrera de Medicina es tan compleja, como desgastante, los periodos de descanso eran un tanto limitados, pero ahora en esta crisis sanitaria se volvieron más estrictos. Este periodo tan intenso de trabajo, de estrés y sumó desgaste, tanto físico como mental, puede dar paso a un pensamiento sobre el cuerpo médico. A pesar del compromiso de estos, hay diversos atropellos contra su integridad por parte del propio sistema de salud en México.


Tania Navarro: en un ambiente desolador hay esperanza en una sonrisa infantil 

“Antes de que llegara, supe que querían quemar el hospital”, recuerda Tania Navarro, médico que ha transitado entre la capital y el Estado de México. Se refiere al Hospital General San Felipe de Progreso, donde realiza sus últimas actividades de servicio social. Al no ser catalogado como un centro covid, el hospital carece de las medidas sanitarias necesarias. La doctora se cuestiona si es correcto hacer esa distinción, pues a las puertas del San Felipe han llegado positivos de Covid. 

Sin protecciones ostentosas, ni un plan de acción efectivo, el hospital ha tenido casos positivos sin ser un lugar para el tratamiento. En tal caso, y tratándose de un centro de salud en medio de la ruralidad, son trasladados. Esto a bien de los pacientes, para ser tratados con el material y las medidas pertinentes; pero también para el cuerpo médico del propio hospital. Tania Navarro sabe del miedo y la paranoia del momento: dio positivo mientras hacía lo que más ama en este mundo. La doctora Navarro se encarga de las zonas de pediatría, está en pleno contacto con los niños que ingresan. 

En abril de 2020, estaba rotando sus actividades en la Ciudad de México en el Hospital Pediátrico para Niños Quemados, muy cercano a la Escuela Nacional Preparatoria 4. Este centro de salud, como en el que habitualmente labora, no está en la lista de encargados para combatir Covid en la Ciudad de México. A pesar de ello, los hay y rápidamente se expande. 

Tania Navarro resultó positiva a su prueba de Covid. En aquel entonces, vivía junto a su pareja y familia política. El cuerpo administrativo del Tacuba, también nombrado así al Hospital Pediátrico, ocultó y no cuidó a sus residentes. Posterior a su detección y rápido aislamiento, donde la enfermedad también alcanzó a su pareja, la doctora Navarro leyó el origen de su infección: el cuerpo de limpieza estaba infectado y poco hicieron por detener la creciente amenaza.  

Tras unas vacaciones de pareja forzadas, y sin salir de casa, la doctora pudo recuperarse y volver a sus actividades. Ahora, fuera del Hospital Pediátrico de Tacuba. Al volver a las periferias del Estado de México, el panorama no era tan alentador. El no tener ese asterisco de ser lugar de tratamiento de Covid, las medias en los demás hospitales son más endebles: sin ser inmunes a ser contagiados. 

Tania Navarro recuerda a una pequeña niña de cuatro años, quien fue ingresada por otro malestar. Al tiempo, los síntomas encajaban con los expuestos por Covid. Tuvo que ser trasladada, pero el miedo de que, entre otro paciente, sin ningún tipo de retén por el hospital, sigue latente.  

Hay hartazgo y enojo dentro del hospital donde labora. Revela que hay un ambiente hostil, no entre colegas, sino hacia la población. Ella no considera justo apoyar a una persona a quien no le importaron las medidas sanitarias. Imagina un caso hipotético entre una persona que fue a una fiesta y su propio padre. Sin embargo, el sistema de salud es universal y no hace esas distinciones.  

Para la doctora Navarro, la clave es la educación. Esto no como una medida a corto plazo, pues comenta que la información ahí está, pero la gente no la quiere aprehender. La declaración es directa contra la gente que decidió no creer y hacia las personas que, como ella y sus colegas, tienen que salir a laborar. “Ahorita es lo del Covid, pero esto no cambiará”, critica la doctora al sistema educacional y de creencias a lo largo del país. 

No es para menos tener esa percepción. En el radio del Hospital General San Felipe, Tania Navarro ha encontrado un fenómeno preocupante: la educación sobre la salud no cubre a este poblado olvidado. Es a tal nivel que los métodos anticonceptivos eran reducidos a la Pastilla del Día Siguiente, cuyos compuestos se han demostrado tener efectos secundarios importantes. 

Con dureza, la profesional de la salud arremete contra el gobierno, tanto estatal como federal. El principal ingrediente de su crítica es la falta “de mano dura” contra todas aquellas personas que incumplan con las medidas de prevención. De igual manera, y con desdén, no comprende por qué hay centros comerciales abiertos. Menos con la gente que se forma en ellos. Su temperamento se nota en la forma en que articula. Acepta que no sería una mala idea acudir a un psicólogo. 

Ese ambiente tan hostil como oscuro, es desvanecido cuando la doctora Tania Navarro habla sobre sus pequeños pacientes: los niños. Para ella, ellos son la pureza, la calidez y aquella chispa que hace que no pierda la esperanza. El cariño que le da a aquellos que ha tratado es visible a leguas. Los limpia, no solo físicamente, sino de cualquier culpa que pudieran tener. 

Dentro de las tinieblas, Tania Navarro quiere que cada niño sea una mejor persona para el país. Para poder combatir, no otro fenómeno tan sagaz como es la Covid, sino para visualizar la salida a un mal aún mayor: la falta de educación. La doctora Navarro termina la entrevista y vuelve a sus acciones cotidianas. Con el temor y la esperanza coexistiendo en su ser.  

En conclusión, no podemos negar el papel vital que tanto médicos como enfermeros están librando durante este periodo extraordinario. Estos no pueden ejercer su vocación con total libertad: por falta de equipo y estar inmersos en un sistema que no termina por ser integral. Miles de estos se juegan la vida a diario: sienten miedo, ansiedad y ese adiós con sus familiares puede ser tan duro como final. 

Ante esto, las autoridades deben ser conscientes ante el sacrificio del cuerpo de salud. Reconocer que existe una vulnerabilidad detrás de esa armadura de amor humanitario nos hará revaluarlos como personas que sienten, quieren y como toda la población, mantienen su esperanza fuera el miedo. Como sociedad, se debe desplegar una oda de respeto y dignidad para ellos: no trucos publicitarios.  No son superhéroes, ni los villanos de la historia: son seres humanos. 

Gracias a su trabajo, la crisis da pasos hacia atrás, hay que reconocer su esfuerzo, sacrificio y lealtad ante la vida humana. Ante todas las cosas, no abandonarlos. 






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