Morado, verde, prohibido y secreto: el aborto en la Ciudad de México

Por Mariana Cristina Chávez Pedroza
Ciudad de México (Aunam). Sostiene su mano mientras grita y llora por el dolor que le producía la anestesia local. Éste es su primer y único aborto. Varias enfermeras la auxilian en aquella clínica escondida por alguna estación del tren ligero que ella no puede recordar. Su mente se queda en blanco por unos instantes, pero las preguntas vienen como ráfagas feroces que invaden sus pensamientos: sí quería ser madre, pero no ahora; ¿será normal que su pareja la violente verbalmente?, su familia no le perdonará. Al final solo piensa si está mal que esto sea un secreto.


Ella es Ana, sobrenombre que se le coloca para proteger su intimidad. Estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México. La sonrisa que decora su rostro es amplia y blanca. Su mirada juega con el horizonte y el aire fresco roza cada hebra de su cabello. No a cualquiera le cuenta su experiencia con el aborto, a pesar de que quiere que la gente conozca su vivencia:

“Era fin de año, iba a pasar a la universidad y tenía que pasar mis materias. Era menor de edad. Mi relación era buena, pero estaba embarazada en una familia que jamás me perdonaría un embarazo a esa edad y mucho menos un aborto. Creo que, si mis abuelitos y tíos se enteraran, me tacharían de zorra. Eso fue lo que más me deprimió, pero también lo que más me animó hacerlo”.

Ana desde sus 17 años de edad, cuando abortó bajo la tutela de su novio, pertenece a las 209 mil 353 mujeres que han interrumpido su embarazo en la Ciudad de México desde el 2007 hasta los primeros meses del 2019, según cifras de la Secretaría de Salud de la CDMX. La ciudad representa el único estado en México donde el aborto está despenalizado.

El 26 de abril de 2007 se publicó la reforma al Código Penal y a la Ley de Salud del entonces Distrito Federal, en la que se estableció la despenalización del aborto durante las primeras doces semanas de gestación y disminuyeron las penas para quienes desearan interrumpir su embarazo después de ese plazo. Nació el Programa de Interrupción Legal del Embarazo (ILE).

Sin embargo, la despenalización se dio durante el sexenio del entonces presidente Felipe Calderón, quien interpuso en la Procuraduría General de la República una acción inconstitucional contra la reforma, ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Demanda que perdió cuando ocho de los once ministros avalaron la ley reformada en la ahora Ciudad de México. Entre las ministras estaba la actual secretaria de gobernación Olga Sánchez Cordero.

No obstante, la victoria de las mujeres citadinas que fueron reconocidas por primera vez como sujetos autónomos sobre su sexualidad, provocó que varios estados intentaran despenalizar o penalizar con más fuerza el aborto. Por lo menos 16 estados intentaron proteger dentro de sus constituciones el derecho a la vida desde la concepción, donde Nuevo León hace poco lo acaba de lograr.


Pero esto no ha detenido ni detuvo el avance del ILE en la Ciudad de México, donde ninguna mujer ha muerto por abortar en 12 años y donde el 77.28% de los abortos son realizados con misoprostol o mifepristona con misoprostol, medicamentos que puede comprarse en farmacias de algunos países o por internet como Cytotec u otros nombres comerciales, ya que también es utilizado contra las úlceras.

De acuerdo con la International Women´s Health Coalition, asociación en favor de la salud de las mujeres, se necesita de cuatro tabletas para iniciar un aborto temprano, aunque se pueden requerir más de cuatro para completarlo. Tiene una efectividad del 75 al 85 por ciento en la inducción del aborto en el primer trimestre del embarazo, es decir, las 12 semanas de gestación y que, según la International Pregnancy Advisory Services (IPAS), organización sin fines de lucro que trabaja por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres a nivel mundial, en su libro de acceso gratuito 10 datos sobre aborto de 2010, es incluso un procedimiento más seguro que un parto normal.

Antes de acudir a una clínica, sin información y con miedo, a la joven Ana no le funcionaron los óvulos vaginales con misoprostol de la marca Cytotec (que también pueden ser pastillas orales) ya que, por la angustia no entraron correctamente: “no leí bien las instrucciones por los nervios, bueno en primera yo las compré por internet, ni siquiera fui a la farmacia porque necesitaba una receta… ¡quién sabe que me metí!, así te lo digo, no sé qué me metí”.

“Mis papás nunca me hablaron de condones hasta que una vez me cacharon teniendo sexo con mi novio y hasta ese momento fue que me dijeron ´tienes que usar condón´. Yo llevaba 3 o 4 meses teniendo sexo, o sea ¡imagínate! Es algo que a mí no me enseñaron, es algo que yo veía en las ferias de salud sexual de la UNAM o en programas de televisión, o en internet.”

La psicóloga Ofelia Reyes Nicolat, ex jefa del Programa de Sexualidad Humana de la Facultad de Psicología de la UNAM y una de las primeras impulsoras en el país sobre educación sexual, comenta que hay un gran reto para combatir la desinformación y el tabú.

“Muchas veces las jovencitas no preguntan por miedo, porque se ve como lo prohibido, nadie nos enseña a conocer nuestra sexualidad y se cometen errores al momento de ver qué hacer si no quiero un embarazo. No hay cómo recibir orientación profesional, sin que te sientas agredida, en un ambiente seguro y confiable para aquellas jovencitas o jóvenes que no recibieron educación sexual, aunque lo preferible es recibir esta información gradualmente desde edad temprana”, asevera Reyes Nicolat.

Ana admite que desconocía el procedimiento. Había escuchado hablar del aborto, pero no sabía dónde acudir y buscar información; incluso una conocida le propuso ir a “lugares escondidos, ilegales para abortar; dijo que salía más barato o no me iban a cobrar”.

Sin embargo, gracias a que una amiga le llevó un par de trípticos obtenidos de la feria universitaria de la salud sexual y reproductiva que promueve la UNAM, abortó en una clínica privada. El procedimiento costaba 4 mil pesos, pero le hicieron un descuento del 50% por ser joven: “me prestaron [dinero] mis amigas y tuve que empeñar una cadenita con una cruz que me regaló mi mamá. Con esa cantidad de dinero pagamos prácticamente el aborto”.

La interrupción legal y voluntaria del embarazo es considerada un avance en la protección y garantía de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres por parte del gobierno de la ciudad. Este derecho les permite decidir sobre su propio cuerpo para elegir libremente la maternidad protegiendo su propia vida, más allá de las creencias de cada quién, las cuales quedan como un asunto privado de cada persona.

Estigma, aborto y presión social


“Te da vómito y empiezas a tener un cólico muy fuerte. Tenía aproximadamente tres semanas de embarazo. Así que fue muy rápido creo yo. Haz de cuenta que tenía una infección en el estómago, entonces nadie notó nada raro. Nadie supo nada entonces”.

Montserrat, nombre que protege su identidad real, tiene 28 años y es ingeniera en sistemas ambientales. Ella decidió interrumpir su embarazo cuando tenía 22 años. Compró vía internet una pastilla abortiva por 700 pesos y abortó en casa. En aquel entonces la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) ya era una realidad en la Ciudad de México, pero la información era limitada. Existía la posibilidad de abortar en diversas clínicas privadas; sin embargo, era un lujo que no podía pagar su familia de 7 integrantes, contándola a ella:

“Físicamente me sentí mal como por tres días nada más y unos meses después me hice un ultrasonido para confirmar que no quedaran restos, pero nunca me revisó un médico (…) Obviamente tenía culpa y más porque no quise pedir ayuda de nadie”, expresa Montserrat.

La ILE, como proceso, se compone de 8 pasos básicos: 1) solicitud de procedimiento, sea en una clínica pública o privada; 2) consejería, especialmente psicológica para orientar y tratar si es necesario el sentir de las mujeres; 3) consentimiento informado, en donde el especialista explica los procedimientos médicos para el ILE; 4) historia clínica; 5) pruebas del laboratorio; 6) ultrasonido; 7) procedimiento; y 8) ofrecimiento de colocación de método anticonceptivo.

En el presente reportaje, de los 4 testimonios recabados, en 3 no hay pruebas clínicas de laboratorio anteriores al procedimiento y al menos en 2 no hubo historia clínica, así como en 3 tampoco hubo orientación psicológica. No obstante, esto no es lo que más preocupa a Montserrat. Afirma que existe aún un tabú respecto al tema; la sociedad juzga a las mujeres y las prefiere ver muertas o encarceladas antes que dejarlas tomar decisiones sobre su embarazo.

Comenta que la falta de apoyo psicológico le afecto para superar el suceso, sin embargo, el mayor reto ha sido vivir con el estigma de ser una mujer que abortó, ya que, al sufrir de problemas hormonales necesita atención médica continua, la cual recibe en el IMSS desde hace un año:

“La primera vez que le dije a una doctora había sido un aborto decidido me lo puso como espontáneo. Y me dijo que si quería que me mandaran a la especialidad y e hicieran seguimiento. De preferencia que no lo mencionara porque no me darían prioridad. Y he podido ver que si es cierto. Y siempre que leen mi expediente me lo preguntan¬--si fue espontáneo o no--pero más en tono de chisme o no sé, no por cuestión médica. (…) siempre he tenido que decir que es espontáneo para que no me saquen de la lista, por así decirlo, porque los tratamientos son caros”.

Raffaela Schiavon, directora de la IPAS, mencionó en una entrevista que ofreció para el investigador de la UNAM, Gustavo Ortiz Millán en 2014, que el reto más grande para el ILE en la ciudad era “seguir contando con personal capacitado, romper la barrera de la objeción de conciencia (…), deberían acatar las leyes de la Ciudad de México. Este es un reto grande”.

La psicóloga Ofelia Reyes Nicolat comenta que el hecho de que en la sociedad se reproduzcan estos patrones de estigma no es exclusivo de los servicios de salud. Existe resistencia para tratar temas de sexualidad y aborto, desde las familias hasta el mismo gobierno; lo que complica una atención integral y un brazo de compresión y diálogo para las mujeres que quieren y/o deciden abortar:

“No hay un recinto que acoja a las chicas, sus familias no saben qué hacer, súmale que no han tenido educación sexual, y que el gobierno y los grupos conservadores frenan toda posibilidad de impulsar estas cosas importantes para disminuir el aborto porque es la última opción en la que se debe pensar y las chicas lo saben, primero el anticonceptivo después todo lo demás.”


No obstante, a Montserrat le ha ayudado el feminismo y la hermandad que encontró en la colectiva Las Constituyentes CDMX Feministas, quienes, en febrero de 2016, durante el proceso de la elaboración de la actual constitución de la Ciudad de México, tuvieron el Primer Encuentro de Mujeres de la CDMX, cuna de la colectiva. Amamantada por la necesidad de visibilizar y conquistar espacios de incidencia para la mujer y la promoción y ejercicio de sus derechos, este grupo de mujeres lleva una incasable búsqueda desde ya hace 4 años, para que sean reconocidos y garantizados dichos derechos.

Montserrat es clara al afirmar que las mujeres deben incidir en cómo se escriben e interpretan las leyes para “que deje de ser un tabú y nos permita tener un todo para tomar una decisión responsable, pero personal. Que en la práctica no te vean feo, te traten mal y te practiquen el aborto, no solo se debe atender el tema físico.”

Confiesa que le hizo falta durante mucho tiempo el apoyo psicológico, porque al provenir de una familia católica tenía dudas, creía que estaba en pecado, era mala persona, y a pesar de que investigó y confirmó la existencia de abortos voluntarios en la historia de la humanidad, confiesa: “si pensé que, si hubiera encontrado un lugar con información y apoyo psicológico sin juicio de valor para tomar la decisión y hacerlo con menos riesgos, me hubiera ayudado mucho a superarlo más rápido.”

Ana también comparte esta experiencia. En ocasiones sus ojos se vuelven cristalinos por algunas lágrimas, al recordar que su aborto es un secreto, ella ha escuchado a gente cercana como etiqueta a las mujeres que interrumpen su embarazo como putas o asesinas, además de que, en la red social Ask, le preguntaron durante un tiempo si su bebé ya estaba en el cielo.

“Se me hace mala onda que la gente tenga el valor de juzgarte por algo que ni siquiera sabe qué onda, porque mate un bebé según los pro-vida y me da miedo platicarlo (…) pero yo sí quiero que la gente lo sepa porque yo no quiero que nadie pase por lo mismo (…) pero también me da miedo que cuando lo estoy platicando alguien me diga ´qué puta, eso no tuviste que haberlo hecho, por qué no te cuidaste´. Los errores suceden, pero no es solo cuestión de que se rompa el condón, hay muchas situaciones que pueden pasar”, expresa Ana.

Reyes Nicolat coincide con el razonamiento de Ana y Montserrat. Asegura que existen prejuicios y estereotipos hacia las mujeres que abortan. Un halo de presión social que lastima su autoestima y lleva a algunas a niveles de depresión y suicidio, porque no hay nadie que las acompañe en el tema o en la experiencia. Si es difícil que alguien asista al psicólogo, es aún más complicado el acercamiento de una chica o solicite ayuda en un entorno donde puede ser juzgada y agredida.

Para Ana, incluso ha significado el hecho de aumentar su depresión por la falta de apoyo de sus padres, quienes desconocen de su decisión: “he tenido muchas crisis existenciales a lo largo de mi vida (…), un pensamiento suicida es algo fuera de lo normal y no me ha pasado una vez, me ha pasado muchas veces en mi vida. He tratado de decírselos a [mis papas] para que entiendan todos los pedos [problemas] que traigo”.

No es por el procedimiento en sí mismo, como lo afirma la psicóloga Nicolat, es el contexto que no permite tratar la experiencia, convirtiéndola en una carga mental constante para las mujeres; pero, no quiere decir que todas las mujeres experimenten estas sensaciones o pensamientos: “las chicas están conscientes que es un procedimiento por el cual se opta como última opción, nadie te va decir que se lo hace cada fin de semana.”

Por esta razón es necesario desmenuzar la temática respecto al aborto, los estereotipos promovidos y la mala información, a fin de poder generar un diálogo de compresión; las mujeres también saben lo que hacen e incluso, como menciona Ana, no es algo que se promocione entre las amistades:

“Se los platicó así a mis amigas, trato de ser lo más gráfica, les digo que duele un chingo, que no lo hagan, no porque no quiera que aborten sino porque no quiero que tengan que tomar la decisión de abortar o no abortar, me gustaría que fueran responsables y tuvieran los medios para serlo”.

Estado laico: el aborto es un derecho, el aborto es una decisión difícil


La gente hace muecas de extrañeza, intenta recolectar más información de las lonas colocadas en el suelo y en el tendedero del hemiciclo a Juárez. “Son abortistas, que asco”, menciona una mujer blanca y rubia de alrededor de 50 años de edad, que acaba de ver el pañuelo verde que todas portan en el cuello. Jamás leyó una sola línea de aquellos carteles en los cuales se revelaba que casi 10 mil bebés en el 2017 eran de niñas entre los 10 y 14 años, de acuerdo al ex secretario de Salud, José Narro Robles; tampoco logró enterarse que, de esos mismos bebés, el 70% de los padres son mayores de edad.

La colectiva Las Constituyentes CDMX Feministas realiza la primera de las múltiples paradas cívicas en favor del aborto. Este grupo de activistas se pronuncia en favor del Estado Laico, haciendo un llamado a legisladores, población y poderes fácticos que el tema de la legalización del aborto no es un asunto de la moral sino del derecho.

Esperanza Olguín Hernández, Maribel Barbosa Velazco, Karen Cuevas y Esmeralda Arizmendi, integrantes de la comisión de Estado Laico, derechos sexuales y derechos reproductivos de todas las mujeres en la colectiva, afirman que la laicidad permite el respeto a la vida privada de los y las ciudadanas. Ni el gobierno, ni ninguna otra institución o persona debe emitir juicios de valor “en relación a cómo debemos vivir”.

En el caso de los servidores públicos, deben regirse por un Estado laico que les obliga a dejar sus creencias fuera el ámbito profesional, las reglas y normas son muy claras, por ejemplo, en caso de violación las ampara la norma NOM-046-SSA2-2005 que obliga a la prestación de servicios de salud para la atención medica de la violencia familiar, sexual y contras las mujeres.

Con el cabello en hebras negras y esponjadas, Esperanza Olguín, quien lleva algunas pulseras en sus muñecas y escribe en repetidas ocasiones en una libreta que pareciera llevar consigo a todos los actos políticos y reuniones de la colectiva, menciona que, si logran el aborto como ley federal, esto será una opción para que “toda mujer o persona en capacidad gestante pueda tener la opción de acceder a esta garantía que la ley le debe ofrecer. Si su decisión es no recurrir a esta posibilidad, igual es respetable. Nadie tiene porque juzgar a una mujer porque decidió ser mamá, a lo mejor en las peores condiciones; si es un ejercicio de la libertad, tiene que ser respetada”.

Matiza el comentario al reafirmar que el respeto a la libertad de elección de las mujeres no significa que estén de acuerdo con que el ser madre sea una obligación: “no se puede discriminar a una mujer porque no es madre, eso solamente lo decide ella y por eso no estamos de acuerdo en que se sacralice el destino materno de las mujeres. Votamos porque se respete la decisión de cada una de ellas. El Estado solo debe dar la garantía para cuando la mujer quiera optar por un destino diferente”.

Afirma con fuerza que, aunque la mayoría de los estados o entidades federativas contemplan el aborto por violación: “no nos hacemos tontas: existe propaganda, una cultura que criminaliza a las víctimas y que no se les da las condiciones ni se propician esas condiciones para que las mujeres violentadas ejerzan sus derechos”.

Panorama en el que se suman las 4200 denuncias por aborto en México en los últimos 10 años, según el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), así como 700 mujeres encarceladas por esta acción que está penalizada en el código penal a nivel federal en el artículo 330, misma legislación que en el artículo 334 menciona que no se castigará el aborto en caso de que el embarazo sea producto de una violación.

Es de llamar la atención que, dentro del capítulo sexto del código penal federal, que trata el tema de aborto, en el artículo 332 se reduce la condena de 3 o 5 años de prisión a uno, si concurren tres de las siguientes circunstancias: que no tenga mala fama la mujer acusada, haya logrado ocultar su embarazo, y éste sea fruto de una unión ilegitima. Circunstancias que fueron establecidas desde el Código Juárez en 1871, el primer código penal liberal del entonces Distrito Federal, donde el aborto penalizado podía tener atenuantes por las razones ya expresadas.


“Imagínate, si hablamos de la Ciudad de México donde está legalizando el aborto, estamos viendo una situación compleja. Imaginemos lo que pueden vivir las mujeres, las niñas y adolescentes en las entidades de nuestra república (…) si bien pudieron haber sido víctimas de violencia sexual, existen posteriormente una victimización hacia ellas, son señaladas, censuradas y sobre todo continúan siendo maltratadas”.

Maribel Barbosa Velazco es integrante de la colectiva, mujer y madre en busca de la garantía de los derechos de las mujeres. Ella apuesta a la concientización de los funcionarios públicos sobre las diversas problemáticas de género, con el objetivo de que estas puedan ser atendidas. Anteriormente la iglesia, en especial la católica, había sido de los principales obstáculos, pero Maribel recalca que hoy en día “donde tenemos que poner los ojos es en todos esos servidores públicos que manifiestan su predilección religiosa y la mezclan con su trabajo como funcionarios de todas y todos los ciudadanos”.

Aunque, no niega que el trabajo “desde la base” con la sociedad sea fundamental para impulsar estos cambios. Debe transformarse el discurso y verse de una forma más amplia, tal como coincide la maestra Reyes Nicolat: “hay mucho que trabajar en material de concientizar a la gente, de los servidores de salud para que hagan procedimientos dignos, que las mujeres se sientan dueñas de sí mismas, no permitan abusos, porque las que abortan lo hacen no solo por querer seguir sus estudios, hay otras variantes, como la mujer que es madre soltera y su hijo tiene cáncer, o las cientos de mujeres atrapadas en relaciones tóxicas.”

Por ejemplo, Samanta, quien no sobrepasaba los 18 años. Su primer acercamiento con el aborto, antes de caer en manos de Salud Digna por Cuautepec Ciudad de México, intentó realizarlo en el seguro popular que le correspondía, pero tenía que formarse desde las 3 de la mañana para alcanzar ficha. Al preguntar si existía otra posibilidad de horario porque estudiaba, le dijeron:“eso lo hubieras pensado antes embarazarte”. No obstante, en la clínica privada basto con tomar unas pastillas y posteriormente una aspiración “porque no había quedado bien”.

El padre le había dado el dinero. Con su típico humor agrio y violento, la llevó al sitio y una hora después la abandonó. Ella, asustada y sin saber qué hacer, tomó asiento y con los 1800 pesos que tenía decidió abortar. Era un lugar blanco, azul y verde, le causaba escalofríos por lo terrorífico que lo percibía. El ambiente era pesado, las demás mujeres que le acompañaban estaban nerviosas y algunas lloraban en un profundo silencio que le congelaba la piel.

Recuerda que las enfermeras la trataron bien, como casi todos los servicios de Salud Digna, le dijeron que debía hacer lo que ella decidiera. Sintió arrepentimiento por momentos, pero la presión de su pareja y familia le dijeron que no había otra salida. El doctor era seco y serio, su frialdad y desapego se notaban cuando les decía a otras mujeres que no llorarán porque lo hecho, hecho estaba. A lo mejor por eso nunca le hicieron pruebas de laboratorio ni seguimiento médico o psicológico, por que las cosas se realizan rápido.

La segunda vez que aborto únicamente con misoprostol, también fue en Salud Digna, iba completamente sola. Sin embargo, los regaños y reclamos no se hicieron esperar. Enfermeras y el doctor que le realizó el procedimiento no se cansaron de señalarle lo irresponsable y tonta que era por volverse a embarazar: “te hacen sentir como estúpida porque pues sí, te equivocaste, pero no se cansan de repetirlo (…) no tienen el tacto para tratar a las personas, son hasta cierto punto crueles”.

En 2018 La Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), instrumento internacional vinculante más amplio sobre los derechos humanos de las mujeres y niñas, al cual México está adscrito desde 1981, enfatizó la necesidad de concluir el proceso de armonización legislativa en los niveles federal, estatal y municipal acorde con los estándares internacionales y de garantizar el acceso a la justicia de las mujeres y las niñas en todo el país. Recomendación que ha sido ignorada hasta hoy en día.

Samanta está convencida de que decidir libremente es la mejor garantía que una mujer puede tener, pero por el maltrato clínico que recibió agrega que “también debería existir una ley para que cuando vayas a estos lugares no te juzguen o traten mal porque tomar la decisión es bastante difícil”. Asimismo, agrega que es mejor no juzgar la decisión que toma una persona al abortar porque no se conocen las condiciones de esta, incluso califica como una “tontería” pensar en el aborto como un método anticonceptivo: “te daña emocionalmente y las repercusiones físicas de abortar son muy dolorosas. Yo jamás lo recomendaría, pero sé y defiendo que sea una opción para las mujeres, siempre y cuando considere ella que es la mejor decisión para sí misma”.

Karen Cuevas, miembro de Las Constituyentes CDMX Feministas, concuerda con la declaración de Samanta. Es muy enfática cuando comenta la importancia de la libertad, sus labios nunca titubean al decirlo. Ella sabe que el instinto materno no es una característica natural de las mujeres, sino una creencia que se ve reforzada por toda una estructura social que presiona a las mismas, dejando de lado otros factores que influyen.


“La capacidad de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos es lo más importante, es incluso más importante que el aborto mismo. Es un derecho universal. Nadie puede decidir sobre el cuerpo del otro, es un avance que tenemos desde que la esclavitud se acabó. Tenemos derecho a la libertad de expresión y del cuerpo. Ni el Estado, ni el gobierno, ni la iglesia deben elegir por nosotras”. Remarca con insistencia el respeto a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, para reconocer la autonomía física de éstas, partiendo del principio pro persona del cual subyace el principio de dignidad y libertad corporal y moral.

La colectiva ha trabajado en diversos foros el tema del aborto, especialmente para pedir la atención integral del ILE en la Ciudad de México, ya que aseguran que muchas mujeres llegan violentadas de diversas maneras, además de tener la presión o necesidad de abortar. “Hay mujeres en extrema pobreza que van a realizarse la interrupción del embarazo sufriendo desnutrición o anemia que no se detecta (…) y después del aborto tu cuerpo sufre un sin número de cambios, si no son las instituciones de salud ¿Quién está valorando estos cambios?”.

Por ello, Maribel también menciona que hace falta un organismo que supervise el proceso de atención a las mujeres durante el aborto para garantizar el acceso completo y en forma al derecho:

“Además de una atención integral, en el caso de la Ciudad de México, hace falta que exista un organismo o procedimiento donde verdaderamente evalúen la atención que se está dando porque los servidores públicos hacen de las suyas y los médicos no quedan fuera de esas actitudes. ¿Cuántas mujeres llegan y son violentadas? ¿Cuántas han sido rechazadas o se les está negando la atención? ¿Quién está supervisando o vigilando que este derecho de las mujeres en la CDMX se lleve a cabo como está planteado en los programas?”.

El cuestionamiento se vuelve válido al pensar que no hay datos estadísticos exactos sobre quejas o sobre los procedimientos, porque no hay institución u organismo que le dé seguimiento y ponga a disposición pública estos datos. Varias chicas platican casos de violencia hacia ellas cuando solicitan la interrupción del embarazo y que por diversas razones no denuncian o no saben si pueden denunciarlo.

Otra de sus compañeras comenta que este tipo de violencia no solo sucede al abortar sino al momento de parir, por lo que es visible la violencia de género durante cualquier proceso gestante: “te agreden porque no tienes derecho a quejarte por lo que sientes y si no tienes derecho a quejarte cuando vas a tener un hijo, menos aún cuando vas hacerte un aborto, porque ya eres una criminal y si te están violentado cuando vas a tener un hijo, la violencia es extrema cuando vas a interrumpir un embarazo”.

Samanta admite que solo 10 personas conocen su historia. Es un secreto que guarda consigo por miedo a ser juzgada, señalada o incluso violentada. Entristece un poco al recordarlo, en especial a sus dos exparejas con las que concibió no solo un embarazo no deseado, sino una violenta relación que la daño psicológica y emocionalmente: “Fui tan tonta por creer en personas que no debía”.

Contextos difíciles, un derecho no totalmente garantizado al someter en ocasiones a estragos emocionales e incluso físicos a las mujeres que solicitan el ILE. Pero al menos la opción existe. Para el resto de la entidad federativa las cifras no cuentan: no importa que casi el 5% de los abortos registrado hasta el 31 marzo del 2019 en la Ciudad de México sean de menores de edad, ni que en el 2016 se registraran entre 2 y 3 violaciones por hora en México de acuerdo a datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. “Vivimos en un Estado de Derecho donde no hay Derecho ni derecho” bien diría Esmeralda Arizmendi mientras sus gestos solo muestran una profunda indignación porque no deberían existir ciudadanas de primera ni de segunda, todas deberían acceder a sus derechos.


El acompañamiento cambia el aborto y salva vidas

“El acompañamiento cambia la vivencia para la mujer, no es lo mismo que lo vivas con temores a que lo vivas con información, no es lo mismo vivirlo aislada sin decirle alguien a que tengas una persona que esté para ti, para escucharte si quieres compartir algo… la calidad de la experiencia es mejor y por supuesto que cambia”.

Sofía Garduño, dueña de las palabras anteriores, es coordinadora del Fondo de Aborto para la justicia social María o Fondo María como comúnmente se le conoce, el cual forma parte de una organización civil más grande llamada Balance, organización progresista-feminista que se dedica a realizar incidencia en materia de políticas públicas relacionadas con derechos sexuales y reproductivos de personas jóvenes, adolescentes y mujeres.

Fondo María, acrónimo que significa Mujeres, Aborto, Reproducción, Información y Acompañamiento, considera que son las mujeres con menos recursos económicos, de información y de redes de apoyo quienes se ven sometidas a prácticas inseguras; razón por la que el tema de aborto es un tema de justicia social. Por ellos sus 3 objetivos principales versan en que las mujeres tengan acceso a servicios de aborto seguros, la movilización de recursos económicos, humanos y de alianzas con otras organizaciones y la transformación de las narrativas negativas de aborto asociados a muerte, para transitar a un lado luminoso que visibilice los efectos positivos del aborto cuando se vive acompañada, de forma segura y digan en la vida de las mujeres.

Sofía admite que hay violencia en los servicios como resultado del estigma alrededor del aborto. A las afueras del Centro de Salud México-España, donde se localiza en el primer piso la clínica especializada en salud de la mujer “Marta Lamas”, se encuentran camionetas con gente que algunos califican como anti-derechos, brindando información falsa como verdadera acerca de los abortos. Nadie se queja sobre su postura política y moral, sino porque les afirman a las mujeres que salen del sitio. Después de la primera toma de la pastilla abortiva aún es posible retroceder, afirman, lo cual no solamente es imposible sino peligroso.

Esto lo sabe bien María Andrea, activista, cantante y actriz de27 años de edad. El último de sus dos abortos lo realizó en la clínica anterior y vio las camionetas estacionadas repletas de videos e imágenes con productos más desarrollados que no corresponden a las 12 semanas de gestación. Colocó una queja sobre lo hecho, pero le dijeron que no pueden hacer nada porque estas personas están en su derecho:

“Una vez tomada la primera pastilla no hay vuelta atrás porque interrumpe el embarazo hormonalmente, aunque todavía no salga nada, y, por ejemplo, los panfletos decían que si te arrepentiste después de la primera toma del medicamento todavía puedes salir, los médicos del lugar te lo dicen bien claro, si no te tomas las demás pastillas el producto podría salir con encefalina o mal formaciones y pone en riesgo al futuro bebé como a la persona que está gestando”.


Esta experiencia de María Andrea la confirma Sofía Garduño. Ella ha visto a estos grupos que se encuentran afuera de las clínicas y ofrecen información a las mujeres que van al ILE, con la finalidad de convencerlas para que no aborten: “el problema es que lo hacen por medio de estrategias super violentas psicológicamente. Les muestran videos que no corresponden a los procedimientos de doce semanas (…) muestran productos que están a término de un embarazo cuando las mujeres están atravesando un proceso gestacional donde apenas hay un embrión. Es una violencia dirigida hacia lo emocional para hacer sentir culpa y miedo”.

Ficha desde las 5 de la mañana. Únicamente 20 lugares disponibles. Desayuno y toallas sanitarias en mano. María esta considerablemente más tranquila en comparación de su primer aborto, en el cual llegó a una clínica cerrada y custodiada por guardias. El trato fue amable en aquel lugar, sin embargo, no podía salir de su cabeza que para ingresar se abrió una pequeña ventana y quitaron un cerrojo que al momento de su ingreso volvieron a cerrar.

La doctora que la atendió en la clínica privada nunca le canalizó con alguna psicóloga, la sentó en un pequeño sillón y durante la plática le paralizó el corazón por un momento: “no sé si el objetivo era hacerme sentir mal, pero cuando yo le dije ´tengo 4 semanas de embarazo no es como sea un bebé’ (algo así le comenté) ella volteo y me contesto ´no es un bebé, pero sí es una vida´. Me sentí mal, pero después me explicó que lo hace previniendo que otras chavas lo tomen como método anticonceptivo. En ese momento no lo entendí, pero después comprendí que es una tontería que lo hiciera porque fue bastante doloroso y no es como que prefiera eso a un método anticonceptivo, ¿me explico? Nadie en su sano juicio diría ´ ¡ay sí!, yo voy por un aborto cada tercer día´”.

Tanto el parche como el condón no fueron suficientes para evitar un embarazo no planeado. No obstante, su familia en su mayoría la acogió bien, aunque algunas personas cercanas le han dicho que ella asesinó a dos personas: “para asesinar a alguien primero debe existir ese alguien y yo decidí no fabricarlo desde el principio (…) la maternidad no tiene por qué ser un castigo siempre, debe ser opcional, elegida con información y libertad. (…) Si tuviera un hijo lo pensaría como algo en equipo, en comunidad y lo hablaría con mi hermana, con mi papá, con mis amigas cercanas y mi pareja”.

Rodolfo Vázquez, fundado del Colegio de Bioética en México y filósofo de derecho, estableció las bases para determinar que un embrión a las 12 semanas de gestación no es una persona, fundamento que fue retomado durante las disertaciones de despenalización en la ahora Ciudad de México. Las razones versan sobre que:

a) Carece de vida independiente porque requiere de los nutrientes y hormonas del cuerpo femenino.
b) Aunque posee el genoma humano ya, no lo hace una persona pues hasta un tumor canceroso lo tiene.
c) A las 12 semanas no hay corteza cerebral, por lo tanto no hay conexiones que permitan sentir dolor. Por lo tanto, tampoco puede sufrir ni goza de tener conciencia.

Las movilizaciones feministas para despenalizar el aborto se han dado desde 1936, pero sería hasta los años setenta que la Coalición de Mujeres Feministas reclamó el derecho sobre el propio cuerpo, revindicando la maternidad voluntaria, que puso énfasis en 4 elementos: 1) educación sexual, dirigida a distintos niveles sociales y edades; 2) anticonceptivos baratos y confiables; 3) aborto como último recurso y 4) rechazo a la esterilización forzada o sin consentimiento. Principios básicos que aún se toman en las actuales demandas. El aborto se sabe que no es un anticonceptivo. Nadie lo ha querido establecer como tal.

En Fondo María, después de 10 años de funcionamiento, le ha tocado recibir quejas o experiencias durante el diálogo fraterno que establecen con las mujeres. Les han llamado mujeres de la Ciudad de México que conocen la legalidad, pero no saben cómo, dónde y cuáles son los requisitos. La información aún no es accesible para todas.

Incluso han recibido casos donde médicos que prestan sus servicios en las instancias de la Secretaría de Salud les ofrecen un aborto por fuera cuando no alcanzan ficha o salen del protocolo de atención de los servicios, lo cual se le considera como un acto ilegal que muchas optan por la desesperación: “la legalidad nos da la oportunidad de tener todo un poco más en regla, quienes son los proveedores y las clínicas donde se hace, pero no quiere decir que la clandestinidad desaparezca por completo, es lo que pasa en el interior de la república: hay clínicas que ofrecen el aborto a altos costos independientemente de la normativa o contexto legal”.

Han atendido a aproximadamente 10 mil mujeres en 10 años; de ellas, 10% han sido mujeres indígenas. Sin embargo, como dice Sofía, es perfectible aún: “necesitamos mirar el aborto seguro no solo como aquel en el que no mueran las mujeres, necesitamos mirar la seguridad de una manera más holística y entender que no es solo suficiente con que no se mueran, sino también necesitamos procedimientos más empáticos, más dignos, que les brinden información, opciones y control de la experiencia a las mujeres (…) no es posible que solo una entidad de 32 tenga la interrupción del embrazo de manera voluntaria, ninguna mujer tendría porque trasladarse para acceder a este derecho, al final termina siendo una discriminación por lugar de residencia ¿no?”.

Los estudios, la falta de dinero --se veía condicionada a obtenerlo por medio de su apariencia física al estar trabajando como edecán. El miedo a perder el trabajo y la escuela, al estar sumergida en una relación violenta, llevaron a María Andrea abortar en aquella ocasión donde solo su prima, el actual esposo de su prima y el supervisor de la escuela donde asistía, se enteraron del suceso.

Lo ocultó bajo la justificación de una fuerte endometriosis durante mucho tiempo; sin embargo, después del aborto, se enteró de otras amigas y mujeres de su familia que también lo habían llevado a cabo y eso le dio fuerza para platicarlo. También tomo consciencia de que era importante hablarlo porque así podría ayudar a otras mujeres que pasaron o fueran a pasar por la experiencia.

Sofía comenta que este tipo de situaciones se dan porque no se toman en cuentan las cuestiones biológicas y sociales de cada paciente, lo que impide ver si la mujer tiene acceso a recursos, a la distribución de los cuidados de la familia. Y, si tiene autonomía de su tiempo, así como espacios para salir, si sufren de violencia o es irregular en su periodo menstrual. Afirma que poder decidir sobre el primer territorio que nos pertenece--nuestro cuerpo-- y romper todos los mandatos sociales que impone la maternidad que impiden realizar el proyecto propio de la mujer, hace válida cualquiera de las razones por las que se aborte.

También, comenta que han tenido casos en el Fondo donde los servidores públicos no están sensibilizados y realizan procedimientos que maltraten a las mujeres haciendo uso de una anestesia inadecuada o sin colocar anestesia para que la mujer sienta dolor físico “en esta lógica de adoctrinar y aleccionar (…) condicionan el servicio forzando a la paciente a colocarse un método anticonceptivo cuando este paso es totalmente opcional. Aunque lo más común es que las culpabilizan por no haberse dado cuenta del embarazo con menos semanas de gestación o les responsabilizan del embarazo como si no hubiera existido otra persona en el acto”.

En esta segunda ocasión, María Andrea se encontró en una relación más estable. El misoprostol adquirido por internet llegó a su hogar, pero no funcionó. Por ello, una semana después fue a la clínica gratuita ubicada en el Centro de Salud México España con ayuda de la organización Fondo María, que ella localizó navegando en internet, ya que en las páginas oficiales que consultó le era insuficiente la información proporcionada o nula.

Fondo María, a través de sus programa de acompañamiento, del que María Andrea fue beneficiaría, pudo conocer el proceso, las opciones y la empatía que tanto le había hecho falta: “ el proceso de abortar nunca es claro y no hay información que te lo explique; fueron las de Fondo María quienes me dijeron qué tenía que llevar y los requisitos que necesitaba, porque en el hospital México-España solo te dicen los requerimientos estando en el lugar, no hay nada en su página de internet y cuando llamas al número que proporciona nadie contesta el teléfono”, expresa.

Fondo María lleva un modelo de acompañamiento llamado Acompañar para empoderar en el que se establece una relación horizontal, ya que no es un modelo asistencialista, sino que, como dice Sofía: “entiendo que quien tengo enfrente de mí es una persona que tiene recursos, herramientas propias que muchas veces se ven silenciados o disminuidos por todo el sistema patriarcal en el que vivimos. Nuestra tarea es brindar un espacio de confianza y empatía para que esa mujer pueda volverse a sentir con el poder que ella ya tiene, con el fin de que tome decisiones que únicamente le van afectar a ella, es la persona ideal para poder hacerlas”.

Dentro de los beneficios que le trae a una mujer abortar, y no por el acto mismo, es que este grupo de mujeres que brindan compañía y orientación a las mujeres, les toca con regularidad identificar otras situaciones alrededor de los embarazos no deseados: violencia de género, violencia intrafamiliar, problemas de salud, entre otros, ya que pueden llevar un dialogo más profundo y tenga un espacio empático para ser escuchada, espacio que probablemente no tuvo en su lugar de origen o familia. Tal como lo explica Sofía Garduño:

“Para muchas significa el primer acercamiento con los servicios reproductivos y sexuales, por lo que pueden identificar otros padecimientos que , si no hubiera sido así, no hubieran señalado, como los miomas, los quistes, papiloma humano u otras enfermedades de transmisión sexual, pero sobre todo que les brinda la oportunidad de construir y tener certeza de que ante situaciones adversas pueden contar con una red de apoyo que las sostenga y apoye, les cambia el panorama porque saben que si hay alguien que les apoyó para el aborto, debe haber alguien que les ayude con otros problemas”.

El acompañamiento resulta empoderamiento, en especial para las mujeres. La mayoría de ellas llegan solas a las clínicas y el hecho de que puedan moverse solas en una ciudad complicada, peligrosa y muy grande, tomando en cuenta que para muchas es la primera vez que la conocen, les da una sensación de autosuficiencia y poder. La mayoría regresa el mismo día a sus lugares de origen, a menos que el viaje de noche sea peligroso o la hora en que lleguen a sus localidades ponga su vida en riesgo durante el regreso a casa.

Les piden que les avisen cuando ya estén seguras en su hogar y un mes después les hace una llamada para evaluar el acompañamiento que recibió de parte de Fondo María, así como la atención del servicio al que acudió y la experiencia propia; aunque a veces no pueden establecer contacto con ellas. A pesar de que el acompañamiento no es una intervención psicológica, que en caso de necesitarlo alguna mujer cuentan con el personal especializado en el Fondo o en dado caso la canalizan a otras organizaciones con las que Fondo María tiene alianzas.

María Andrea, a partir de la experiencia de un segundo aborto obligado para continuar con un proyecto de vida establecido y un acuerdo mutuo con su pareja que tampoco deseaba tener hijos en este momento, y posterior a que su hermana le enviará un anuncio con la invitación de una escuela feminista, se integró a la colectiva Las Constituyentes CDMX Feministas, donde actualmente trabaja junto a sus compañeras un proyecto sobre aborto.

Admite que este segundo embarazo no planeado sí le provocó decaimiento emocional porque ella desea ser mamá en un futuro: “me dio un golpe de realidad de que mi cuerpo traía una agenda propia y me hizo darme cuenta de que soy más fuerte de lo que creía porque soy yo quien decide sobre mi vida y nadie más, no me había caído el veinte hasta ese instante (…) pero yo si quiero ser mamá, ¡es lo que más quiero!, entonces este último si me pegó duro porque el que haya fallado otra vez el método anticonceptivo fue difícil”.

Asimismo, asevera que ella no recomendaría el aborto a ninguna mujer, pero le diría que es una opción, la última de las opciones, pero al final una posibilidad. Ella apuesta por una educación sexual integral y anticonceptivos gratuitos, ya que a María Andrea le ha tocado vivir en carne propia el pudor, el secreto e incluso la culpabilidad de no poder hablar de su sexualidad.

No obstante, tanto el feminismo aprendido dentro de la colectiva de Las Constituyentes CDMX Feministas y el programa de acompañamiento de Fondo María le han hecho responsable y libre de sus actos: “me dio seguridad y paz. Ahora sé que es un derecho internacionalmente reconocido y que incluso México ha ratificado en diversos tratados internacionales. Me dio más fundamentos para poder tomar decisiones porque siempre sabes que es lo que quieres, pero los perjuicios, la violencia a la que te vez sometida siempre, se quedan como una pequeña voz dentro de ti de todo eso que te han dicho".

Sofía Garduño y todo el equipo de Fondo María son testigos de que el apoyo brindado las mujeres de manera sorora ha salvado vidas y cambiado para bien “porque justo al unirnos como mujeres estamos desafiando y resistiendo ante el patriarcado, en una sociedad que nos dice que las mujeres no podemos estar juntas porque lo único que vamos hacer es pelear y rivalizar. Que se puedan construir este tipo de espacios, es una manera de resistir a esas opresiones. El unirnos dentro de un sistema que quiere vernos separadas y aisladas puede llevar al cambio social, a que tengamos proyectos que nos hagan felices y nuestro paso por este mundo sea mejor y disfrutable.






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