EL ETERNO REGRESO A CLASES

Por Guillermo Armenta Ugalde
Ciudad de México (Aunam). ¿Vacaciones? ¿Qué es eso? Bueno, quizá ya no hay que asistir a clases, pero uno nunca sabe cuándo necesitará un bolígrafo para firmar los documentos importantes, un rotulador para dibujar o un pliego de papel de china para envolver los regalos de cumpleaños. ¿Qué más da si la entrega de diplomas y la última marcha de la escolta no se hayan efectuado?, siempre es buen momento para comprar los útiles del próximo año.


Lo último en la moda: vestidos, tenis, zapatos de tacón. El eterno combate entre transeúntes y automovilistas por cruzar primero la calle. Una de las estaciones del metro más peligrosas por los robos que ocurren en sus vagones y en la cual afluyen casi 3 millones de pasajeros. Al centro de todo, un contraste. Se trata de Plaza Mesones 123 en Pino Suarez, en pleno Centro histórico.

Conocida también como “la calle de las papelerías”, Mesones cuenta con más de 100 locales dispuestos a ofrecer diversidad de artículos de oficina y escolares. Lápices, reglas, plumas, torres de cuadernos de raya, de cuadro, de cuadro chico para las matemáticas. Mochilas con y sin ruedas, hojas de papel, carpetas. Todo al alcance de un: “puedes preguntar amigo, sin compromiso”.

Se trata de un laberinto, sus sofocantes pasillos son pequeños y en algunos sólo cabe una persona a la vez, por lo que son frecuentes los embotellamientos y los innumerables “¿sí me das permiso? Por favor”. Los insaciables comerciantes, en su mayoría mujeres, componen la mayor parte de la clientela. Tratan de conseguir el mejor precio y de saber a partir de cuántas piezas se considera mayoreo.

La movilidad se vuelve complicada por las agresivas señoras, los estrechos espacios y los veloces surtidores que, sin ninguna consideración por los demás, se abren paso cargando enormes cajas de cartón llenas de juegos de geometría, bloques de notas, adhesivos y tijeras para recortar y pegar los apuntes. Golpean a todos aquellos que se atraviesen en su camino sin piedad.

A pesar de vivir en plena era tecnológica, lo más electrónico que en Mesones se ofrecen son calculadoras sencillas. Todavía sigue predominando la demanda por las clásicas libretas y los pizarrones que albergarán a las tablas de multiplicar, las letras del abecedario y el nombre de Hidalgo, Morelos, Benito Juárez y demás héroes de la historia patria.

Otro de los símbolos predominantes son las marcas. “¿Plumas Bic o Paper mate? ¿Cuáles pintan más suavecito? Estas son de punto fino para que la letra salga delgadita y estas de acá son de gel y pintan más brilloso”. Los productos son de empresas estadounidenses, alemanas (como los codiciados Stabilos) e inclusive chinas, vendidas en el segundo piso por personas provenientes del país donde Múshu sopla su llama.

Algunos de estos locales tuvieron sus inicios a en el siglo pasado, en los lejanos últimos años de Miguel Alemán. Entre los más antiguos se encuentran Marchand y Grupo Gutiérrez, que hoy en día se autodenominan los reyes de la papelería y están presentes desde 1951.

No obstante, existe un comercio con edad similar pero sin la misma suerte. En un rincón donde sólo algunos curiosos se aproximan a ver, yace un sitio que se dedica a la venta de sellos y juegos de mesa tradicionales. Se autodenomina Ca$ino y desde hace varias décadas elabora objetos de madera que, una vez entintados, imprimen marcas sobre el papel.

“Platica mucho en clase”, “No hizo la tarea”, “Mala conducta”, “Excelente”. Son algunas de las frases disponibles que brindarán a las maestras más tradicionales el placer de colocarlas en los cuadernos de sus alumnos. Entre los más de 150 tipos de sellos, hay algunos más extraños que otros como “Asistió a misa”.

A pesar de la poca asistencia en el negocio, los tenderos no ponen de su parte para mejorar el éxito. Un hombre joven se hace cargo, pero sus oídos, dominados por los sonidos provenientes de sus audífonos, hacen caso omiso de las preguntas. “¿Este qué precio tiene? ¿De a cómo el paquete?” pasan por completo desapercibidas.

Todos sus productos son artesanales, realizan sellos personalizados con las palabras que el cliente prefiera, pero cada vez son menos aquellos docentes que colocan imágenes y palabras motivadoras, llamadas de atención y observaciones que valdrán castigos una vez que sean vistos por los padres de los desafortunados estudiantes.

Entre las multitudes y el abrasador calor, los pocos compradores que llegan pronto son atraídos por los novedosos marca textos color pastel, lo último en máquinas para engargolar y enmicar o los típicos mapas con y sin división política. Las computadoras y la internet no han desparecido estas tendencias, pero atrás quedan los días en que “la miss” sacaba su colchón de tinta y colocaba un “Felicidades. Sigue así” en tu cuaderno.




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