LA VIDA DE PATRICIA: EL TIEMPO JUSTO Y JUSTO A TIEMPO

  • Cambiar tu vida personal por la laboral trae consecuencias...

Por Karina Quiroz
Ciudad de México (Aunam). En medio del tránsito en la avenida Ferrocarril Río Frío, se suscitó la charla con Patricia Quiroz, quien a sus 52 años es subdirectora del departamento de Remuneraciones al personal en el Instituto Nacional de Migración (INM), órgano descentralizado de la Secretaría de Gobernación; pero antes de ser funcionaria pública, es madre, abuela e hija, responsable de una familia y sustento de la misma.


Hace 16 años entró a laborar al gobierno y su vida ha cambiado desde entonces. Su carrera gubernamental dio inicio cuando entró a la Procuraduría General de la República (PGR) para cubrir un interinato de una plaza de base, con sueldo no mayor a los $6,000 al mes. En la Procuraduría obtuvo cuatro promociones, las cuales son lo mismo que ascensos. “El primer ascenso que obtuve fue en el departamento de Servicios bancarios, donde elaboraba oficios de solicitud de cancelación de cheques y comprobantes de sueldos de los servidores públicos; la segunda fue en el departamento de Conciliación bancaria presupuestal”.

La tercera promoción fue como Jefa de departamento en el área de comprobación, donde se sumergió en el mundo de las nóminas correspondientes al pago de remuneraciones al personal de la Procuraduría. Y por último, la cuarta promoción fue al departamento de distribución, igualmente como jefa de departamento, pero se encargaba de recibir y organizar las nóminas para distribuirlas a los pagadores habilitados de forma local y foránea.

Mientras ocurrían los ascensos de Patricia, los compañeros de trabajo le hacían la vida difícil, hablaban mal de ella, le daban mal los oficios y pedían que ella hiciera más de lo que le correspondía realizar. Pero en el trabajo no era lo peor, era en la casa; sufría reproches por parte de sus hijos, celos de su ahora ex marido y desplantes del mismo.

“¿Qué consecuencias te trajo ser exitosa en el trabajo?” pregunté con cierta cautela, a lo que respondió con un suspiro: mi divorcio. “Mi divorcio fue la consecuencia más grande que me trajo estar laborando de esa manera, tenía unos horarios muy desgastantes y pesados, la relación no aguantó ese ajetreo”.

En junio del 2007 la familia Rosas Quiroz se desbarató, el divorcio forjó un desplazamiento de los integrantes. Karla, la hija mayor se mudó a Cancún para laborar allá y alejarse del gran golpe que recibió; Jorge se quedó con su padre al igual que Luis, por último Karina se fue con su madre, pues era menor de edad y con base en ello la ley le otorgó la custodia.

“Ese proceso fue lo más difícil que he pasado, mi vida se veía rota con esta separación, pero lo único que hice fue refugiarme en el trabajo, claro, sin descuidar a mi hija”. A pesar del gran desgaste emocional, la licenciada en Administración siguió su vida como hasta ese día lo había hecho: luchando por salir adelante ante todas las vicisitudes presentadas.

El trabajo, para ella, representa una salida de sus pensamientos emocionales, pues se enfoca en lo que debe entregar y realizar; es una escapatoria. Hubo una ocasión que no pudo llevar a cabo tal escapatoria, ese día fue cuando se enteró que su madre tenía cáncer. La vida se le volvió a nublar nueve años después, pero esta ocasión la vida recordaba que existe un ciclo, del cual nadie escapará.

Al ver lágrimas en sus ojos decidí no ahondar en el tema, inclusive cambiarlo porque sabía que tocaríamos algo que aún no sana y no sanará del todo jamás. Pero su madre fue su inspiración para realizar hazañas que jamás se habría propuesto sin empujoncitos: terminar la carrera y decir que sí a una subdirección. La carrera de Administración la terminó en la Universidad del Valle de México, campus San Rafael, al mismo tiempo que fue promovida a Jefa de departamento.

Al término, estuvo un año más en la PGR para después ser invitada a laborar en el INM con una plaza más alta: una subdirección. Sabía que la responsabilidad era triple que la que ya tenía y que tener al menos tres departamentos a su cargo sería como una moneda en el aire. Pero al final aceptó porque tenía presente lo que la había llevado hasta ahí, su perseverancia, esfuerzo y dedicación al trabajo.



En su adolescencia fue muy estudiosa y comprometida con su vida académica; las altas calificaciones que obtenía se las enseñaba a su padre con gran entusiasmo, pero no recibía una respuesta igual, de hecho no había más que un “bien hecho”, lo cual es de los recuerdos que más le pesa traer a su memoria tantos años después; “no sé por qué mi papá no me hacía caso con las calificaciones, quería mostrarle mi esfuerzo, pero tal vez el trabajo no lo dejó reconocer mis méritos”, confesó con cierta nostalgia.

Su etapa de maternidad llegó a temprana edad: a los 19 años. En medio del segundo semestre de Arquitectura, en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Aragón, mantenía una relación con Antonio y se adelantaron a la época de responsabilidades cuando concibieron a su primer hija. Por obvias razones Patricia dejó la escuela, pero laboraba en casa pues su padre tenía una empresa de cobranza y mensajería, llamada Cobasmen.

“La empresa de mi papá tuvo mucho éxito entrada la época de los 90, pero a finales de esta, quebró. Esto por el avance tecnológico: el internet, las computadoras y las nuevas transferencias electrónicas, o sea que ya no nos necesitaban”. La economía familiar se vio en declive y por un coraje que su padre pasó le dio una embolia.

Además de estar a cargo de sus ya cuatro hijos, tuvo que hacerse cargo de su padre, de sus rehabilitaciones y terapias, pero su madre fue clave en la rehabilitación, pues mientras ella trabajaba, María le daba los cuidados intensivos necesarios y obligados bajo prescripción médica. Pero ese fue otro logro, su padre volvió a caminar, hablar, escribir: volvió a nacer. Su ayuda, paciencia y amor fueron la base del éxito para levantar a su progenitor.

Las hazañas logradas las consiguió gracias a su dedicación y arduo trabajo, con el amor de sus hijos y con la convicción innata que posee. “No digo que no me haya costado trabajo cada uno de los éxitos alcanzados, pero si estás convencida de lo que quieres, realmente no es difícil lograrlo”, expresó con amplia confianza y seguridad.

Al llegar a Laboratorios Chopo, en Fray Servando Teresa de Mier, dio fin la entrevista y bajó del auto a recoger unos estudios en dicho establecimiento. La confianza con la que dialogamos, dio por enterada la seguridad de la que es poseedora y la que ha sido menester tener en su vida laboral y personal. Además, hizo énfasis en darle suficiente tiempo al trabajo, sin quedarse corto o sin pasarse del necesario. “Hay tiempo para todo, lo difícil es saberlo administrar y especificar en cada actividad cotidiana”.

Foto: INM.



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