ENJAMBRE: CUANDO LA MÚSICA TRASPASA FRONTERAS

Por Andrea González Segura e Ixtlixóchitl López
Ciudad de México (Aunam). Es viernes en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. La explanada principal y la cafetería, sitios icónicos del lugar, y todos los puntos de encuentro de los estudiantes estaban casi vacíos. Apenas se podía distinguir un alma que rondara despistada por los pasillos de los edificios. La vida de este recinto parece haber tomado un descanso antes de dar paso a los alumnos del siguiente turno.


Sin embargo, ese día sucederá algo inusual. El reloj marcaba apenas las tres de la tarde y una enorme fila ya se asomaba afuera del auditorio principal Ricardo Flores Magón.

Algunos llegaron bien preparados con sombrillas para cubrirse del sol, que a esa hora pegaba con todas sus fuerzas. Otros llevaban botanas, para no aburrirse, y algunos más cargaron hasta con el tripié para hacer de sus fotos un recuerdo inolvidable.

No hacía mucha falta preguntar qué era lo que esperaban con tantas ansias, pues la mayoría de los muchachos llevaban playeras en las que se podía leer Enjambre.

Era mucha la emoción y las pláticas giraban en torno a canciones y ritmos. Los alumnos no daban crédito a la enorme fila que rodeaba el sitio del encuentro. “Pasé por aquí hace rato y no vi nada”, decían algunos. “La fila está empezando la rampa” comentaban algunos jóvenes sudorosos que habían llegado corriendo a formarse, esperando encontrar una oportunidad para entrar y ver a sus ídolos musicales.

Tras una espera de casi tres horas, las puertas del auditorio se abrieron. Como si fuesen una ola las personas se fueron levantando, una detrás de otra, al instante. Observaban a su alrededor, ya tenían grabadas las caras de los que estaban delante y detrás de ellos en la fila; bajo ninguna circunstancia iban a permitir que algún extraño usurpara lugares que no le correspondían. Nadie quería perder detalle de la tocada, así que no estaban dispuestos a ceder ni un centímetro.

Adentro, las butacas se llenaron en un abrir y cerrar de ojos. La euforia no se hizo esperar, se escuchaban cantos, porras, bullicio, gritos ahogados de emoción mezclados con propuestas de matrimonio, declaraciones de amor eterno y demás cánticos del alma. Mujeres y hombres por igual manifestaban su impaciencia por ver de cerca a esos jóvenes provincianos.

El momento de su presentación llegó: gritos, aplausos, chiflidos, los clásicos “te amo” y desmayos fueron la carta de presentación de cientos de alumnos hacia ellos. Enjambre estaba ahí, a unos pasos. Aquello se iba a descontrolar.


Presentación, entrada y comienzo de la tertulia. Cada palabra que ellos entonaban iba acompañada de un grito eufórico de sus fanáticos. Ellos, con una sonrisa, agradecían y continuaban bromeando con el público, como si estuvieran con viejos amigos.

Su implicación en la vida de las personas que sufren por la migración, por el desplazamiento forzado, fue la razón por la que fueron invitados a esta charla, para que Enjambre pudiera contar sus experiencias como provincianos oriundos de Zacatecas y como migrantes en Estados Unidos.

Los miembros de Enjambre describieron a la población mexicana radicada en Estados Unidos como una clase trabajadora, que se esfuerza por tener cada una de las cosas que poseen; es gente llena de recuerdos y tradiciones de su tierra y conforman un sector de suma importancia para los estadounidenses.

Cada uno de ellos explicó, de forma muy particular, que la experiencia de vida en el vecino del norte fue de gran ayuda en su vida, tanto en lo personal como en lo musical, pero el gran trampolín para desarrollarse en todos los aspectos fue su patria.

Cada pregunta realizada por sus fans sirvió para darse cuenta que sus orígenes provincianos son los más presentes en sus composiciones y que se sienten afortunados y agradecidos porque su carrera tenga más impacto en México que en cualquier otro lugar.

Pasados los tapujos y los desentramados del corazón llegó la parte más esperada; cual video musical de cadena de televisión, la sesión acústica brindó dos canciones que fueron coreadas, gritadas y filmadas para la posteridad.

La voz de Luis Humberto, el cantante de la banda, que alguna vez fue comparada con la del grande de la canción José José, recorrió cada uno de los rincones de este auditorio para quedarse para siempre en el alma de sus seguidores.

Terminada la sesión los ánimos quedaron exaltados. Aquellos que pudieron ver a sus ídolos presenciaron una conexión diferente entre música y migración. La cultura traspasa cualquier frontera.


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