EL ARTE DE PEGAR SIN SER GOLPEADO

De Monserrat Aceves
Ciudad de México (Aunam). A un costado del estadio de Ciudad Universitaria (CU) se encuentra el ex reposo de atletas, sede del boxeo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dentro, los múltiples aparatos para ejercitar todo el cuerpo se alinean entre sí, pero el ring de box, con el puma en el centro, inevitablemente llama la atención.


La pared del fondo con letras azul marino confirma que se ha llegado al lugar indicado: “Asociación de Boxeo de la UNAM”. En el muro se lee el nombre del presidente y el de los entrenadores. El lugar es muy luminoso y el ambiente está lleno de las canciones de la estación Universal Stereo. Frente a varios espejos, seis costales negros de box cuelgan del techo y terminan por formar una fila que, por encima, tiene el escudo de la ABUNAM.

En la esquina, al lado de un pizarrón de madera donde se publican los requisitos para inscribirte en el gimnasio y practicar box, y cerca de un altar a la Virgen de Guadalupe, se observa una puerta blanca con varias publicaciones de Gaceta UNAM que enaltecen los resultados obtenidos por el equipo de box del lugar. Detrás de la entrada espera el profesor Reynaldo Antonio Solórzano González.

“Más de la mitad de mi vida la he dedicado al box, en un principio como aficionado, luego como deportista, posteriormente como entrenador auxiliar, entrenador en turno y hasta la fecha como presidente de la Asociación”, pronuncia Solórzano González desde su reducido lugar de trabajo.

Su oficina es pequeña: un escritorio está a un costado de la puerta y otro al frente. Hay un mueble con una pequeña televisión que encaja perfectamente con el tamaño del lugar y un DVD. El profesor ocupa la mesa que se encuentra frente a la puerta. Sobre ella reluce una placa con su nombre y el cargo que mantiene en la Universidad.

El box, un gusto familiar

Al ritmo de la salsa y la música tropical de la Sonora Santanera o la Sonora Maracaibo, el ex boxeador recuerda los inicios de una larga trayectoria que incluyó más de 300 peleas.

“Empecé a practicar box a los 18 años en el Centro Social y Deportivo José María Pino Suárez, en la colonia Jamaica. Mi mamá y mi hermano mayor, que tuvo que remplazar la figura paterna, siempre me apoyaron, así que mi agradecimiento es infinito para ellos”, narra con un semblante poco expresivo, pero con una mirada que atraviesa al interlocutor.

Con una voz grave y ronca, el profesor cuenta que su inquietud por practicar “el arte de pegar sin ser golpeado” surgió por las visitas que realizaba a su padrino David y a su esposa, seguidores del boxeo, en la delegación Iztacalco, zona de la que el profesor es oriundo.

“A ellos les gustaba gozar de esta disciplina cada sábado, por lo que al irlos a visitar presenciaba las peleas de Vicente Saldívar y José ‘Mantequilla’ Nápoles. De esa forma fue formándose mi interés por el box”, recuerda al tiempo que presume las arrugas de una frente con más de 60 años de recorrido.

El preseleccionado nacional para los juegos panamericanos de 1975 estudió la carrera de Derecho en CU; fue generación 77-81. Sin embargo, su pasión por el box lo llevó a convertirse en entrenador auxiliar del equipo de la Universidad, posteriormente entrenador y, finalmente, presidente de la ABUNAM, puesto que lleva desempeñando por más de 25 años.

“Concluí la carrera de Derecho y la ejercí un año, pero como no fue lo que esperaba opté por capacitarme en el área deportiva. Cursé un diplomado en el Centro de Educación Continua de Estudios Superiores del Deporte (CECESD) de la UNAM y, posteriormente, un diplomado en Alemania con especialidad en boxeo”, afirma Solórzano González.

La pared de la oficina de box es blanca y está salpicada de cuadros que muestran diversas fotos; destaca una en la que el ex boxeador posa, muy sonriente, con el anterior rector de la Universidad, José Narro Nobles, con el edificio de Rectoría como fondo. Solórzano González porta con orgullo el uniforme azul y oro, oficial de los equipos representativos de la institución.

Reconocimiento a la aportación del deporte universitario

El box universitario abrió sus puertas en 1977, a partir del Campeonato Universitario y el Campeonato Nacional estudiantil, los cuales ayudaron a consolidar el boxeo en diversas instituciones a lo largo de la República Mexicana.

El entrenador reconoce el esfuerzo del profesor José Rodea Fregoso como uno de los primeros entusiastas del pugilismo en CU. Sin embargo, “los forjadores del boxeo universitario en la máxima casa de estudios fueron el manager profesional Adolfo ‘El Negro’ Pérez y ‘Lobano’, quienes con el apoyo de las autoridades lanzaron la convocatoria para el Primer Campeonato Universitario de Boxeo Fidel Ortíz”.

Este campeonato sirvió para integrar la selección universitaria de pugilismo que representó a la UNAM en el Primer Campeonato Nacional de Boxeo Universitario en Durango, en donde se obtuvieron dos medallas de oro; una en peso pluma (57kg) por Juan Carlos Zaragoza y la otra en peso Walter (67 kg) por el ahora presidente de la ABUNAM.

“En esa época, el director de Actividades Físicas y Recreativas era Alejandro Cadaval Torres y el boxeo tuvo todo el apoyo de nuestra institución, por lo que hubo un gran fogueo del equipo de la Universidad y los resultados al final fueron excelentes. Tener medallas es equivalente a éxito, alegría, superioridad; éstas representan gloria para cualquier nación, país o institución”, recuerda.

En esos años, el profesor ya había estado concentrado en el Comité Olímpico Universitario y conquistado el título de campeón en varios eventos de carácter nacional, además de haber sido preseleccionado nacional para los juegos panamericanos de México y para los juegos olímpicos de Montreal, Canadá.

“A partir de ese momento, me integré de manera extraoficial como entrenador auxiliar. Y ya en 1978, desempeñaba el rol de boxeador y de entrenador. Con el paso del tiempo me consolidé como entrenador de base, entrenador principal y hasta la fecha seguimos colaborando ampliamente con el deporte universitario”, explica.

Solórzano González considera que su puesto actual dentro de la asociación es un reflejo de su constante trabajo y profunda dedicación al deporte de sus amores.

“Ser el presidente de la ABUNAM es básicamente un reconocimiento a la aportación que hemos hecho al boxeo universitario, al trabajo y a los éxitos que hemos obtenido. Estoy convencido que, a pesar de los malos dirigentes que ha tenido esta rama en la Universidad, son los atletas y los entrenadores quienes hacen al deporte, no los dirigentes”, afirma el profesor mientras su ancha nariz de boxeador se estremece.

Dos guantes de plata cuelgan de una cadena del mismo material alrededor de su cuello, mientras que en su muñeca presume un reloj grueso. Es día de entrenamiento y Antonio Solórzano porta su característica ropa deportiva: unos pants azul marino con algunos detalles en oro, como el escudo de la Universidad a la que representa con orgullo y dedicación.

“Mi compromiso como presidente de la ABUNAM es institucional, y dentro de ésta están comprendidos los alumnos. Mi interés primordial es que la UNAM siga manteniendo su prestigio como una de las mejores escuelas de América y el mundo y que nuestro granito de arena sirva para darle más brillo y solidez a nuestra casa en todos los ámbitos”, afirma.

El entrenador comenta que la difusión del box universitario ha ido creciendo. Prueba de ello es que este año se realizará la primera Universiada Nacional de Boxeo. Este evento demuestra que las autoridades prefieren enfocarse en apoyar al pugilismo y a la lucha ya que ambas disciplinas pueden traer más medallas al deporte universitario, sobre todo si se les compara con los resultados obtenidos por el basquetbol, voleibol y futbol soccer, por ejemplo.

Para el ex boxeador, un factor que también explica el aumento de la participación de jóvenes en el pugilismo universitario es la apertura hacia el género femenino. Hace 30 años el deporte sólo era para hombres, pero ahora cada vez son más las mujeres que practican esta disciplina, siendo la boxeadora Laura Serrano una de las pioneras en el pugilismo femenil.

Amor, pasión y decisión


Mientras el entrenador Solórzano continúa su narración, su espalda permanece custodiada por un dibujo del boxeador Julio César Chávez, un gran deportista que en su opinión “desgraciadamente también es humano y cometió errores en su carrera”. Por ello, el profesor considera que el pugilismo no sólo es un deporte, sino también puede convertirse en una filosofía de vida para quienes lo practican.

“El box universitario es un complemento en la formación de cada persona; en el caso de los alumnos, su prioridad es ser abogados, médicos, sociólogos, y para eso sus padres los apoyan, para que tengan un título y una profesión. Hay talento para ser boxeadores profesionales, pero no hay interés”, detalla.

Solórzano González recuerda que, al iniciarse en la disciplina, tenía la ilusión de convertirse en boxeador profesional, pero al ver todos los intereses económicos alrededor de ese medio prefirió alejarse y dedicarse al boxeo amateur, en el que se compite básicamente por símbolos: “compites por una causa noble, por una bandera, por un himno, por una medalla o por un trofeo; pero nunca por dinero”.

El entrenador alza el tono de su voz mientras señala con su dedo índice dos escudos del deporte de la Universidad que se encuentran pegados en una de las esquinas de su escritorio. Uno representa a la institución y el otro, el box. Para Solórzano González un verdadero pugilista necesita motivaciones, como amor, pasión y decisión.

“Para ser un gran boxeador, lo principal es que tengas afición, gusto y que seas disciplinado. Es necesario que definas tus metas. Un atleta de alto rendimiento debe entregarse en cuerpo y alma al deporte; si en algún momento el deporte se empata con la escuela debes tomar una decisión, siempre tomando en cuenta qué quieres y hasta dónde quieres llegar”, remarca.

Con una mirada firme y unos ojos bien abiertos y posados en el interlocutor, el ex boxeador menciona que la vida siempre te pondrá tentaciones, pero que si realmente haces lo que te apasiona no habrá sacrificios, sólo dedicación y gusto. En su caso, señala que eligió irse por el camino del box, decisión de la que no se arrepiente, pues testifica su amor y pasión profesados al deporte.

“Uno no conoce su destino hasta que se da”

El profesor Antonio Solórzano González conoció a su esposa por medio de su profesión como pugilista; narra que en una de las giras que realizó en Culiacán, Sinaloa, el hotel donde se hospedaron tenía enfrente una escuela de computación a donde iban “las chamacas a estudiar una carrera corta”.

“Las cosas suceden por algo, uno no conoce su destino hasta que se da y en ese año me tocó ir en seis ocasiones a esa ciudad”, expresa mientras varias fotos de su esposa relucen a su espalda. “Ya llevo casado 36 años, mi esposa es norteña y aceptó casarse conmigo y venirse a radicar a la Ciudad de México”.

“Tuve un gran apoyo de ella pues comprendió que mi profesión me exigía, en ocasiones, faltar una semana a la casa porque andaba en un campeonato. Entendió también que el medio año que estuve estudiando fuera del país era para beneficio de ella y de los niños”, explica.

El boxeo terminó por ser parte integral de la familia, pues actualmente, dos de sus hijos –Antonio y Alexis Solórzano– también son entrenadores de la ABUNAM. Solórzano González menciona que no fue su intención incluir a sus hijos en el box, pero que su trabajo en esta disciplina puede haber hecho surgir en ellos el interés por practicarlo y expresa, con alegría, que a pesar de que no tuvieron tanto éxito como boxeadores, lo han tenido como entrenadores.

Para el presidente de la ABUNAM, su trabajo en el ex reposo de atletas forma parte de un legado familiar, una herencia para generaciones futuras. Ejemplo de ello es el considerable número de alumnos que no ejercen la carrera que concluyeron en la UNAM y por el contario se dedican, profesionalmente, a ser entrenadores de boxeo.

“Transmití las ilusiones, la misión y los objetivos a mis hijos de manera natural y también intento comunicar ese sentimiento a los alumnos que hemos tenido aquí. Ellos han comprendido que, más allá de las cuestiones socioeconómicas, puedes ser auténtico y hacer lo que más les plazca; afortunadamente, eso ha sido el boxeo para ellos”, explica.

Conocer otros horizontes y diferentes formas de pensar

“Una de mis pasiones es el cine”, expresa con gran ímpetu el profesor Antonio Solórzano mientras la música tropical sigue su ritmo y el entrenamiento sigue afuera de su oficina. El conteo de los boxeadores y el golpeteo de los guantes alcanzan a oírse por encima de la melodía.

“Cuando éramos pequeños había un cine sobre Calzada de la Viga, a la altura de las pescaderías, se llamaba el cine Cuauhtémoc. En una gran pantalla se exhibían películas americanas de gran colorido, también cintas mexicanas y era muy económico el acceso. Creo que cobraban un peso y pasaban tres películas”, comenta.

Las idas al cine formaban parte de una dinámica familiar, pues su mamá solía llevarlo, junto con “todos los chiquillos”, a ver filmes llenos de escenarios increíbles que estaban en otros países. “Las películas despertaban en mí una gran admiración por sus paisajes hermosísimos de otros lugares; de ahí me nació el gusto por otros países”, recuerda.

El entrenador no se olvida del cariño que tuvo por las películas de los cómicos nacionales de esa época, como Cantinflas, Clavillazo, Tin Tán, Resortes; y de grandes películas como las de Jorge Negrete, Javier Solís y María Félix.

El ex boxeador evidencia que le gusta ver películas de todo tipo, pero se obliga a ver de forma crítica las cintas relacionadas con el box pues “hay cintas perjudiciales para nuestro deporte, por la información fantástica o equivocada que plasman en ellas”, resalta.

Aparte de su pasión por el cine, también se dedica a juntar algunos artículos o columnas que lee en periódicos o libros. Entre los investigadores que sigue se encuentran el doctor Héctor Castillo Berthier y la maestra Sara Sefchovich. Para Solórzano su gusto por la lectura radica en que leyendo puede enterarse de muchas cosas, diferentes formas de pensar.

“Al leer un artículo, sea de política, de la vida artística o de espectáculos, éste nos ilustra, orienta y complementa nuestra mente universitaria y nos permite tener una mejor visión de las cosas y comprender muchas situaciones de tipo social, económico, religioso, etcétera”, explica.

El ex boxeador se declara a favor de la pluralidad de ideas, ya que esa es la esencia de la Universidad, y afirma que muchas veces la gente tiende a discriminar lo que no conoce.

Una vida de box


El entrenamiento que se llevaba a cabo afuera de la oficina termina. La música tropical sigue su curso mientras varias personas comienzan a entrar al lugar por materiales y escuchan, al mismo tiempo, lo que el ex pugilista comenta sobre su relación con el box.

Para Solórzano, este deporte ha ocupado 30 años de su vida, tiempo en el que trabajado con gran orgullo y dedicación para el boxeo, pues la UNAM le ha brindado muchas oportunidades como estudiante y deportista. “La Universidad merece que se le retribuya; en este caso, con triunfos y medallas para la institución”, comenta.

Mientras suena una canción de la Sonora Santanera parecida a La Boa, el presidente de la ABUNAM expresa que el box lo es todo para él pues le dio la oportunidad de estudiar, de capacitarse mejor, de tener una familia y un empleo “y, primordialmente, que mis hijos y mis alumnos sean mejores seres humanos”, finaliza.




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