10 de febrero de 2016

ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO, CRONISTA POR AZARES DEL DESTINO


Por María Guadalupe Ramírez Jiménez
México (Aunam). Una de las más importantes cronistas del Centro Histórico de la Ciudad de México, Ángeles González Gamio, se encontraba ya en su departamento, lista para la entrevista. Su piel blanca resaltaba perfecto con su cabellera rojiza, que le llegaba arriba del hombro. Ojos grandes que exigían atención y unos labios finos que pronunciaron un amable saludo.

Una mujer con estatura de 1.70 cm., complexión delgada, de caminar ligero pero elegante, de pies que parecía que apenas tocaban el suelo. La piel de sus manos, su rostro y su cuello decía que los años iban avanzando cada vez más. Su vestimenta era sencilla: chamarra azul de algodón que cubría desde la mitad de su cuello hasta la cintura, pantalón negro un poco holgado y zapatos negros.

Un departamento amplio con decoración sencilla en el penúltimo piso, con vista panorámica. Piso alfombrado. Luz de focos tenue pero suficiente, pues su ventanal permitía la iluminación natural, resplandeciente.

La cronista no posee lujos como se puede esperar de alguien que vive en Polanco; al contrario, es un lugar tranquilo y cómodo que hace sentirse como en casa. Al fondo un librero ocupa toda una pared y, en la mesa, revistas y libros que ha leído recientemente.

Tomamos asiento en su sillón anaranjado; González Gamio acomoda los cojines, cruza las piernas y se recarga en el respaldo.

A mí lo que me gustaba mucho era escribir


González Gamio ejerció por un tiempo la profesión que estudió: Derecho. Lo hizo en el jurídico del Colegio de Bachilleres. Mientras laboró en esta institución escribía mucho, otro de sus gustos; fue cuando conoció al director de la revista Expansión, y le propuso realizar artículos de interés general sobre los derechos más importantes que tienen los ciudadanos. En ese medio impreso Ángeles inició haciendo entrevistas y reportajes sobre empresas principalmente.

Tiempo después colaboró en la revista Razones, donde inició con reportajes especializados, por ejemplo, sobre las violaciones a mujeres.

“Fui a los reclusorios a entrevistar a los violadores, a los jueces, entrevisté a mucha gente violada”, recuerda mientras su mirada cambia totalmente; sus ojos se agrandan más y su rostro reflejaba que la experiencia seguía viva. A pesar de que le pagaban tres pesos, ella disfrutaba mucho hacer estas colaboraciones.

“Hacía esto porque realmente me satisfacía hacerlo, y el otro trabajo de abogada lo puse en marcha porque tenía que sacar para la papa (la comida)”, agrega y comienza a reírse.

La cárcel es un infierno

Cuando inició este trabajo de investigación sobre las personas violadas acudió a las cárceles. Era muy joven. Cuando la veían entrar al reclusorio muchas personas querían acercarse y tener la oportunidad de hablar con ella para que los ayudara, pues estaban enterados que es abogada.

“Siempre que iba, casi me agarraban como un paño de lágrimas --añade mientras su mirada se fija en el ventanal, como recordando aquellos tiempos de visitar a personas con un mundo difícil y diferente-- pero fue una experiencia muy buena poder escuchar las historias de cada persona”.

La cronista recordó los reclusorios antiguos y los comparó con los de ahora. “Anteriormente estaban bien cuidados, los baños limpios, eran nuevos, había cosas para que trabajaran los presos. Hoy en día hay veintitrés presos en una celda”. Su mirada refleja indignación y admiración a la vez, pues seguía sin creer lo que había visto en aquel lugar.

Soy cronista por azares del destino

Gonzáles Gamio inició en Expansión, continuó en Razones. Después fue invitada a ser directora de Publicaciones del Consejo del Centro Histórico. Durante los años ochenta, el Centro Histórico estaba deteriorado, al punto de no poder caminar. Fue hasta que María Félix declaró que dicha zona era un asco y olía a orines que las autoridades comenzaron a arreglarlo hasta convertirlo en un lugar atractivo.

“Fui a ver al director de Unomásuno y le propuse realizar unos artículos sobre lo que estaba pasando en el Centro Histórico para que la gente regresara y lo descubriera” --sus manos juguetean en el aire, mientras disfruta contar sobre cómo llegó a ser cronista.

Una característica especial que tenían sus crónicas acerca de estos cambios que estaban ocurriendo en el corazón de la capital de México era que ella siempre las realizaba como un paseo, con el fin de que la gente regresara, ofreciéndoles un lugar para comer.

Así, en 1992 fue invitada a trabajar en La Jornada. “Ya llevo 23 años ininterrumpidos trabajando ahí”. Orgullosa de sí misma, la cronista demuestra alegría al recordar los años laborados en ese medio.

Lo que más disfruta de su trabajo es descubrir lugares y luego investigar sobre su historia. Es curiosa: en cuanto ve algún recinto antiguo que le parece interesante empieza a preguntar a las personas cercanas sobre el nombre de la construcción o busca en los libros viejos que guarda en su casa referencias que la pueda guiar hasta encontrar la información que desea. "Busco en mis libros viejos los recintos antiguos".

“Me muero de la emoción al encontrar la información, y entonces escribo sobre eso”, comenta y se acomoda en su sillón, al tiempo de reordenar los cojines que protegen su espalda, con el fin de encontrar una mejor posición.

Manuel Gamio, un gran arqueólogo

Con los años, Ángeles González Gamio se ha vuelto una mujer importante en el ámbito periodístico, pero no olvida su lado humano y suele ser una persona sencilla, recuerda con mucho cariño cuando, en su infancia, su abuelo Manuel Gamio, un gran arqueólogo, la llevó a caminar por el centro.

Para entonces no había sido descubierto el Templo Mayor, aun cuando su abuelo aseguraba desde 1914 que ahí estaba dicho recinto porque se habían encontrado ciertos vestigios. Él le contó aquel día lo que había debajo de la tierra, que era tan importante. Ángeles se imaginaba esa ciudad debajo de sus pies mientras iba caminando.

Manuel Gamio le solía contar aspectos destacados de los mexicas, se encargaba de describirle la cultura. “Siempre quedaba encantada con todo lo que me contaba mi abuelo”, recuerda fascinada.

Había estudiado en un colegio de monjas

El mejor momento de su adolescencia fue cuando ingresó a la preparatoria número 1 de San Ildefonso. “(Fue) muy emocionante porque yo antes había estudiado en una escuela de monjas. Imagínate nomás”. Su mirada fue de impresión, no porque le haya resultado difícil el cambio de un aula a otra, sino porque se sorprendió de haber estado en un lugar diferente para ella.

En un inicio le daba pena conversar con los niños porque no estaba acostumbrada a ese ambiente pero con el tiempo fue agarrando “cancha”. Para ella era otro mundo, y sin lugar a duda, disfrutaba de las buenas experiencias de su entonces corta edad.

Familia unida

¿Tiene esposo?

-No, soy viuda.

El brillo de sus ojos se desvanece luego de responder, su sonrisa se acorta y el aspecto de su mirada cambia totalmente a un estado serio.

Si no le incomoda, ¿me podría contar cómo lo llegó a conocer?

-Para nada –recupera la sonrisa y agarra un cojín para recargar su brazo izquierdo-- pues justamente lo conocí en la Facultad de Derecho.

¿Y tiene hijos?

-Sí, tengo tres hijos, dos hombres y una mujer. Ya son grandes y cada quien tiene su familia. Viven en diferentes lugares. Suelo extrañarlos, pero ¿qué se le puede hacer? Así es la vida.

A pesar de aceptar la distancia que ha tomado cada uno de sus hijos, sabe que el cariño continúa más fuerte y eso ayuda a que su familia siga unida.

¿A qué se dedica cada uno?

-¡Uy! Bueno, son muy diferentes. Uno estudió ingeniería, otro, cardiología, y mi hija es psicóloga. Ninguno de ellos siguió mis pasos, pero me da gusto saber que encontraron su pasión y a eso se dedicaron.

¿Tiene nietos?

-Sí, tengo seis y a todos los amo como no tienes idea. Son mi mayor adoración -- su mirada muestra felicidad, el tono de su voz recupera lo alegre.

Decisiones de vida

González Gamio estudió Derecho porque su papá logró convencerla. Al igual que ella, su padre era abogado pero se dedicó al periodismo. Ángeles no sabía si estudiar sociología, historia o periodismo.

Tenía tantas dudas, hasta que su papá le dijo: “mira, como estás tan insegura, estudia derecho, porque con derecho después vas a poder dedicarte a todas esas cosas”. Y por eso la escogí, aunque nunca me gustó pero soy necia y la acabé.

Se levanta por un vaso de agua, al parecer la garganta se le ha secado un poco tras la conversación. Se dirige a su cocina. Tarda menos de un minuto y ya está de regreso con un vaso de cristal en su mano derecha. Se sienta de nuevo a mi lado y retomamos la plática.

“Me gradué de la universidad 10 días antes de tener a mi tercer hijo.”

¿Se le complicó terminar la escuela por lo de su embarazo?

-Fue difícil, pero decidí echarle muchas ganas para salir adelante.

¿Cómo se tituló?

-Pues hice una tesis para “salir del paso” --no le gustaba la carrera pero la hizo para obtener el título y terminar-- de hecho me decían que me recibí de panzazo, y pues sí, literalmente fue así, en todos los aspectos –comienza a reírse tras haber recordado momentos de la universidad.

Decidió entrar a la UNAM porque ahí habían estudiado las personas más importantes para ella: su mamá, su papá y su abuelo; y no se quería quedar atrás.

Lugares favoritos, recuerdos inagotables

“Mi lugar favorito es la zona chinampera, donde se siembra gran parte de las hortalizas que consumimos en México, porque se sigue trabajando de la misma manera que en la época Prehispánica.”

A ella le parece algo digno de cuidar, ya que son de las pocas cosas ancestrales que quedan. Para algunos podrá ser una simple manera de sembrar, pero para González Gamio, es algo único, un tesoro que aún nos sigue caracterizando a los mexicanos.

“Estas zonas chinamperas se encuentran en Xochimilco y Tláhuac. Han sido declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco (Siglas en inglés de la Organización de las Naciones Unidas por la Educación, la Ciencia y la Cultura)”.

Su rostro refleja un gesto de impresión. Pareciera que aquellos ojos grandes están a nada de salir de su cavidad.

La arquitectura clásica es compleja y siempre conlleva una historia, ¿qué construcción arquitectónica de la Ciudad de México le es de mayor agrado?

Los recuerdos le llegan rápido a la memoria. Podría percibirse que mientras escogía algún lugar, las imágenes pasaban por su cabeza como una cinta de película y le puso pausa a la escena que más le gustó de ese enorme desfile.

-Para empezar, a mí me gusta mucho el estilo barroco. De este estilo tenemos bastantes recintos maravillosos aquí en México. Principalmente en el Centro, hay palacios muy hermosos, por lo cual yo te diría que el Palacio de Iturbide es mi preferido porque se me hace muy precioso.

La Catedral del Centro Histórico no la hizo a un lado, es la joya de esa zona de la ciudad, igual es una construcción que ella admira mucho, ya que de la misma manera, su estilo es puramente barroco.

Lo bueno de la vida lo quiere uno compartir

Para la cronista, lo más valioso que le ha dejado su trabajo es conocer la ciudad muy íntimamente, lo cual le da una enorme satisfacción, y mejor aún, el privilegio de poder compartir lo que ella conoce porque “lo que uno tiene bueno en la vida, uno quiere compartirlo”.

El simple hecho de que primero haya conocido la ciudad, después tener la oportunidad de difundirla a través de sus crónicas y ahora realizar un programa televisivo en el cual se muestren sus rincones interesantes es una enorme satisfacción para ella.

“Pensar que este amor por esta ciudad se lo pueda contagiar a otras gentes, es lo que más aliviane me puede dar, y sobre todo, a gente joven, porque de esta manera la vamos a cuidar”.

Entrelaza sus manos y las acerca hacia ella. En su mirada se puede reflejar cierta esperanza. Enseguida toma un sorbo de agua. La tranquilidad que posee es bastante perceptible.

Algo que anhela González Gamio es que la mayor parte de la población posible pueda conocer la ciudad y, al hacerlo, darse cuenta del valor que guarda cada rincón, que la disfrute, que realmente la ame.

México es un país maravilloso, con la mejor gente del mundo

Lo que más desea hacer por México es transmitirle el amor por él a cualquiera que se pueda, “muy a mi manera, pero este amor es a través de su historia, de los valores que tenemos, que se refleja su arquitectura, en su gente, en las costumbres, las tradiciones”.

La mirada de la cronista es alegre. Ella cree en la humanidad, sabe que hay muchas personas que se sienten interesadas en hacer de México un lugar mejor, dejándose guiar por un bien común y no por intereses propios. Vuelve a tomar agua de su vaso. En esta ocasión la termina.

González Gamio tiene por seguro que México es un país maravilloso, que tiene a la mejor gente del mundo, que sí, no descarta el hecho de que de igual manera tengamos a los peores políticos, pero eso no ha impedido que nosotros como mexicanos busquemos una mejoría y amemos el país.

El reloj marca las 6:05 pm, otras visitas llegan a su departamento. Son dos compañeros de trabajo, cronistas, como ella. Los recibe con la distinguible esencia amorosa que la caracteriza. Con la amabilidad que suele expresar, se despide de la entrevistadora para continuar sus actividades del día.






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8 de febrero de 2016

SIN LECTURA, EL PERIODISTA CREARÁ UNA PRENSA ANÉMICA: ANTONIO SIERRA


Por Daniel Rico de la Torre
México (Aunam). En la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se encuentra un hombre dedicado a la comunicación, apasionado por la literatura; su nombre, Antonio Sierra García. Su experiencia profesional le ha servido como un catalizador para compartir su conocimiento en las aulas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), entidad académica que le permitió desarrollar una visión crítica acerca de la prensa en México y, sobre todo, sobre la historia.

Un hombre de letras es quien se encuentra como secretario técnico de Divulgación de las Humanidades y de las Ciencias Sociales en la UNAM, cuya oficina, adornada de libros, da muestra de su amor por la lectura; atiende llamadas mientras revisa su correo y, sobre su escritorio, se encuentran las publicaciones que edita y difunde por la Universidad. Una vez que termina de resolver sus asuntos de trabajo, voltea a verme y me pregunta: ¿cómo va el semestre?

No me trata tan mal —le respondo.

Parece identificarse con los alumnos y admite la dificultad que para él representa cada fin de ciclo, debido a la carga de trabajo acumulado en sus diferentes actividades profesionales.

—Si quieres podemos comenzar con las preguntas, a ver hasta dónde me dejan responderte —dice mientas cierra la puerta para evitar interrupciones.

Me parece perfecto, entonces comencemos con dos cuestiones: ¿Durante su infancia estuvo relacionado con el periodismo? ¿Existió alguna influencia que le despertara interés para realizar lo que ahora hace?

-Durante mi infancia no había personas a mi alrededor que tuvieran una orientación hacia el periodismo; lo que recuerdo es que tengo un tío, él es médico, todavía anda dando batallas –menciona entre risas-. José tenía una biblioteca y poco a poco la fue alimentando, leía bastante y contaba con mucha literatura. Siempre me instruyó, me brindaba lecturas, por lo que comencé a acercarme al mundo de las letras.

¿Qué papel representaban las publicaciones periódicas en su familia? ¿Eran leídas constantemente?

—Recuerdo que la primera publicación periódica que llegó a la casa fue Novedades, todos los días lo teníamos gracias a la suscripción de mi abuelo. Mi abuelo estaba consciente de que necesitaba información; Les pedía a mis hermanas, y a mí que le leyéramos las noticias del día. Yo agarraba la sábana enorme del Novedades y comenzaba a leer.

Con el tiempo, cuando entré a la formación secundaria, comencé a leer un poco más. Las materias de literatura eran las que más me interesaban, las otras no tanto; en matemáticas y ciencias siempre fui malo. Desde entonces había cierta inclinación hacia la literatura, porque en realidad no sabía mucho de prensa y periodismo.

El descubrimiento de su vocación

Antonio Sierra estudió la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la FCPyS, institución que más tarde se vio beneficiada por una retribución de conocimientos al tenerlo como profesor. No obstante, su formación académica daría un giro radical, pero necesario en su carrera.

¿Cómo inició su interés por estudiar Ciencias de la Comunicación?

-Cuando entré a la preparatoria me seguí inclinando hacia las letras, tenía un maestro que daba “Literatura Universal”, su clase era tan interesante que me motivaba a seguir con la lectura; después, con la materia de Literatura Mexicana, la idea se reforzó. Sin embargo, yo dudaba sobre irme a las letras o dirigirme a la comunicación, un campo que también nadaba en mis ideas. Finalmente, decidí estudiar Ciencias de la Comunicación en la FCPyS.

¿Qué le pareció la decisión?

—Al principio no me gustaba mucho, sentí que había llegado a un lugar al que no pertenecía. Pero después tuve clases con profesores maravillosos con quienes aprendí. En realidad, esa formación me ayudó mucho. Después, empecé a escuchar la historia de los periodistas de este país y eso despertó mi atención, claro, para ese entonces yo leía bastante.

Un escritorio rodeado de libros y colecciones, muchas pertenecientes a los programas editoriales de la UNAM, da cuenta de su interés por la lectura y la investigación, entendiendo a esta última como uno de los pilares de la institución; Antonio Sierra la ha reforzado con su participación en publicaciones como Una semana Con Villa En Canutillo; Índice de Revistas culturales del siglo XXI (con Fernando Curiel y Carlos Ramírez) y Darío en México: un ambiente enrarecido.

Su línea de investigación durante la licenciatura y la maestría fue el trabajo de Regino Hernández Llergo, ¿qué aspectos de este personaje lo motivaron para seguir con el estudio de su trabajo periodístico?

—En la licenciatura descubrí a Regino Hernández Llergo gracias a una de mis maestras, Irma Lombardo, quien me dirigió la tesis de licenciatura y ahora es parte de mi comité en el doctorado. Ella me contagió ese gusto. Irma me habló de José Pagés Llergo; a partir de este personaje comencé a encontrar pistas de quien sería mi material de estudio en mi tesis de licenciatura.

Lo que me motivó a trabajarlo fue la ausencia de investigación. No se había hecho algún trabajo del periodismo que Regino Hernández Llergo estaba ejerciendo, en gran medida debido a su filiación ideológica, la cual era considerada de derecha; lo dejaron a un lado, como si ese elemento fuera un corto circuito para los investigadores. Yo dije: “este es un gran tesoro”, así que pensé en recuperar y anexar en mi tesis la entrevista, realizada a Pancho Villa.

Era un campo inexplorado y lo sigue siendo. Para mí es muy importante apuntalar que Regino Hernández Llergo fue un revolucionario, no solamente porque participó en el movimiento de 1910, sino por su revolución en el periodismo al incorporar una nueva forma de trabajo conocida popularmente hasta la década de los sesenta.

Una decisión crucial

¿Por qué decidió orientar sus estudios a la maestría en Letras Mexicanas?

—Como siempre me había inclinado hacia la literatura, ya tenía una idea, pero justo cuando iba a inscribirme en la maestría de Comunicación, Lucía Rivadeneyra, otra de mis grandes maestras…

El teléfono suena y atiende la llamada; mientras responde revisa su computadora, quizá para buscar algún pendiente o indicación que pudiera olvidar.

—Como te decía, yo quiero mucho a Lucía, ha sido una de mis orientadoras a lo largo de mi carrera. Cuando yo llegué con ella y la escuché, me deslumbró, sobre todo por su línea de trabajo entre la literatura y periodismo. Ya cuando iba a entregar mis papeles, Lucía, quien conocía mis intereses sobre la literatura me invitó para que fuera a Filosofía y Letras; y ese consejo fue fundamental, porque creo que todos necesitamos tener una mirada multidisciplinaria.

Entrada a la vida laboral

Al recorrer los pasillos de la Coordinación de Humanidades, las personas se dan cuenta del trabajo exhaustivo que desempeñan los académicos, todo con el objetivo de difundir el trabajo humanístico y social de la Universidad.

—Comencé mi vida laboral realizando síntesis informativas para agencias que me pagaban poco. Más tarde conocí a personas que laboraban en las editoriales; estuve en Impacto, Milenio, además fui analista de medios.

¿Cuál es su género preferido?

—El reportaje es el que más me gusta, ya que recoge a los demás géneros, permite una lectura global.

Además de ser editor en la Revista de Humanidades y Ciencias Sociales ¿En qué consiste su trabajo como Secretario Técnico de esta Coordinación?

—Fui alumno del doctor Fernando Curiel, quien me invitó a trabajar como becario en su estudio sobre la obra de Alfonso Reyes, con él aprendí mucho, sobre todo en la investigación. Después de que la beca se terminó, comencé a trabajar durante la rectoría del Dr. Juan Ramón de la Fuente, con un proyecto muy grande, ahí comencé a colaborar en el Departamento de Información y Medios de la Dirección de Divulgación de las Humanidades y Ciencias Sociales, que inició el doctor Curiel.

La idea era darle difusión a estas áreas a través de diversos formatos; la secretaría en la que estoy se encarga de lanzar una agenda quincenal; después se inició la Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, la cual es puesta en la gaceta mensualmente.

También comenzó un programa en Radio Educación; hablábamos sobre problemas nacionales, la desigualdad, la pobreza, bioética, temas de agenda nacional. Invitábamos a diversos investigadores, e incluso instituciones que trabajaban esas problemáticas para dar una visión más amplia sobre un mismo fenómeno; en un inicio fue cada 15 días, pero debido al éxito ampliaron las emisiones semanalmente.

Su labor como docente

En los últimos años, Antonio Sierra ha impartido las asignaturas de “Sociedad y Comunicación” e “Historia y Procesos de la Comunicación en México”. Su empeño por dar una cátedra provechosa a los alumnos de la FCPyS crece día con día, así como su interés por dar una visión amplia sobre la relación existente entre los contenidos de la clase y la literatura.

¿Por qué decidió ser maestro?

—La docencia al principio no me entusiasmaba, había dado clases en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) y en El Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (CONALEP), pero fue muy distinto trabajar con chicos de nivel medio superior, son diferentes etapas. No tiene mucho que llegué a la Facultad, tenía ganas de dar algo de mi experiencia.

¿Qué es lo que más le gusta de desempeñar esa profesión?

—Me gusta descubrir lo que otros dicen, porque yo puedo llevar las cosas que estoy trabajando y simplemente exponerlas, pero en realidad me sorprende más lo que encuentran los alumnos a través de sus miradas.

O porque no leen

—Exacto —se ríe mientras asiente con la cabeza—, por muchas cosas; es un intercambio de ideas y cuando encuentro comentarios que dan vuelta a lo que uno ya había visto, es una riqueza; sin ellos no podemos tener aportaciones.
Es una retroalimentación

—Justo así, no hay alumno si no hay profesor, y no hay profesor si no hay alumno. Me gusta descubrir a través de los alumnos muchas cosas que también me ayudan en mi formación académica.

El periodismo ideal

¿Cuál es la opinión que tiene respecto a las generaciones o estudiantes que aspiran a hacer periodismo? ¿Qué recomendación les daría?

—Creo que la base de absolutamente todo es una actualización y una constante preparación, el periodista no puede quedarse estático y no se trata sólo de ir y hacer entrevistas o reportajes; deben ser científicos sociales porque así nos formamos en la Facultad, hay que salir las calles, al gran laboratorio compuesto por la sociedad, a la realidad. Los estudiantes deben profesionalizarse, el periodista se queda estancado si no hay una preparación persistente.

Recomendaciones, pues es necesario leer, todos los días. El ser humano alimenta el espíritu a través de la lectura y sin esta alimentación el periodista creará una prensa anémica.

¿Cuál es la percepción que tiene de los medios de circulación nacional y del periodismo mexicano en general? ¿Realmente cumplen con la labor social que el periodismo implica?

—Veo dos asuntos que son muy importantes; el soporte de la prensa, de los medios impresos, y el de las redes sociales. Estos soportes requieren una nueva comprensión sobre la difusión de la información. Pero también hay un peligro, este tipo de plataformas nos orienten a una nueva comunicación y, a la vez, sufren una gran crisis.

Un mundo tan globalizado ha contribuido a la conformación de estas plataformas. Otro gran problema es la falta de comprensión de estos soportes, los periodistas de la vieja guardia se rehúsan a utilizarlos o no los entienden; hay que comprender su lenguaje.

Finalmente ¿Cómo ve o quisiera ver al periodismo en 10 años?

—En 10 años a mí me gustaría regresar a viejos modelos, es decir, a los modelos fuente, pensando en los años treinta, cuarenta y cincuenta. Hay que tomar los elementos de una prensa mucho más crítica, profesional; en esos tiempos existía una formación integral a raíz del trabajo diario y la actualización.

El periodismo ya no considera importante a sus propios géneros, tratan de vender reportajes de una cuartilla y eso no es posible. Tenemos que regresar a la definición de cada uno de los géneros periodísticos para poder comprender el complejo enramado social y así lograr consolidar una prensa nacional.

Con esta reflexión termina una larga charla limitada por el papel, pero extensa en pensamiento y letras. A través de todas las palabras dichas por el doctorante en Ciencias Políticas y Sociales, Antonio Sierra García, se puede entender la visión de un científico social en busca de una reforma integral en el quehacer periodístico, reforma que él lleva a cabo día con día en los salones de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.






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