CENTRAL DE ABASTO DE LA CIUDAD DE MÉXICO: PARAÍSO DE LOS INMIGRANTES

Por Mario Alberto Rosas Guillén
Ciudad de México (Aunam). La alarma del teléfono comienza a sonar. Víctor García o “el consentido”, como lo apodaron sus amigos, se levanta de la cama. Ve el calendario que tiene colgado en una pared y se da cuenta que es viernes 6 de mayo. Con mucho sueño se lanza agua en la cara, se viste con la ropa más vieja que tiene y sale de la pequeña habitación que renta en la colonia Los Ángeles, Iztapalapa.


Mira el reloj, el cual indica las 3:30 a.m., toma su bicicleta y se dirige a trabajar a la Central de Abasto de la Ciudad de México. La madrugada es fría y oscura. Conforme se acerca el recinto ubicado en el oriente de la capital, ve cómo muchas personas al igual que él ya han salido de sus hogares en busca del “pan de cada día”.

Víctor es originario de Michoacán y migró a la capital a los 12 años: “Yo me vine para acá porque en mi pueblo está muy feo”. Comenzó a trabajar en una tortillería, pero sólo le pagaban $700 a la semana. Entonces, un señor le dijo que fuera a buscar trabajo a la Central de Abasto porque allí pagaban mejor: “Empecé como acomodador de carros, pero rápidamente me convertí en diablero, ya que ganan más lana”.

El fenómeno de la inmigración en México ha tomado suma relevancia en los últimos años. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) lo define como: “el cambio de residencia de una o varias personas de manera temporal o definitiva, generalmente con la intención de mejorar su situación económica así como su desarrollo personal y familiar”.

Según datos del organismo, en el 2010 llegaron 239 mil 125 personas a vivir a la Ciudad de México procedentes del resto de las entidades del país. De cada 100 personas: 39 provienen del estado de México, 8 de Puebla, 8 de Veracruz, 6 de Oaxaca y 4 de Guerrero.

La Central de Abasto de la Ciudad de México (CEDA), ubicada en la Delegación Iztapalapa, es el mercado más grande de toda Latinoamérica y la central de mayoreo más grande del continente. Su extensión es de más de 327 hectáreas y en ella es posible encontrar desde frutas y verduras hasta abarrotes en general.

De acuerdo con datos del Gobierno del Distrito Federal, la CEDA está considerada como el segundo centro comercial más importante de México, después de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).

Al respecto, Gabriel García Solano, sociólogo y especialista en temas migratorios, afirma: “La Ciudad de México es receptora de una gran cantidad de inmigrantes del país. La mayor fuente de trabajo que encuentran estas personas son las fábricas o el comercio informal. La Central de Abasto se ha convertido en uno de los principales lugares donde ellos pueden laborar”

“Las razones por las que terminan acá son varias. Algunos llegan porque nos les queda de otra, otros por el mero gusto de venirse a ‘la gran ciudad’ y también hay quienes dejaron a sus familias para venirse a trabajar, y desde acá mandarles dinero”, exclama García, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Para poder laborar, Víctor tiene que rentar su diablo en una bodega ubicada en la sección I-J llamada “Diablos El chino”. Los requisitos son llevar una copia de la credencial de elector y del acta de nacimiento, y pagar $30 pesos diarios por el uso del aparato.

Sin pensarlo dos veces

Entre los hombres que están formados para rentar un diablo se encuentra José Tapia, apodado el “Rocky”. Una camisa anaranjada, un pantalón de mezclilla, un cinturón café y un par de zapatos negros son el atuendo que todos los días utiliza para “ir a chambear”.

“Rocky” es originario de la ciudad de Canícuaro, Michoacán y hace 10 años abandonó su tierra natal: “Me fui cuando tenía 20 años, pues en mi pueblo está canija la situación, casi no hay trabajo y el poco que existe es muy mal pagado. Así que un día decidí irme para buscar mejores cosas”.

Primero estuvo en Morelia y allí trabajó poco tiempo en una tortillería. Un día un señor le dijo que en la capital las cosas eran mejores y que si quería lo podía llevar. Así, sin pensarlos dos veces decidió irse con él.

“Cuando llegamos a DF, don Pepe, el hombre con el que vine, me recomendó que fuera a buscar trabajo en la Central de Abasto. Primero trabajé de diablero, después me metí de ayudante en una bodega. Me ha ido muy bien, de dinero no me quejo”, narra el hombre de tez morena y cabellos blancos.

Al respecto, Myriam Montes Rios, licenciada en Comunicación y periodismo, declara: “Un factor muy importante es lo económico. Es razonable que las personas estén en constante búsqueda de mejorar su vida; es natural. Entonces, si allí en sus pueblos sólo les alcanza para comer frijoles, en la ciudad quizá les alcancé para frijoles y huevo. Mas no es seguro que si se trasladan a la urbe encuentren un trabajo digno”.

El más grande de Latinoamérica

A las 4:30 a.m., las casetas de la Central de Abasto de la Ciudad de México se encuentran repletas de todo tipo de transportes, desde carros hasta tráileres. El costo de acceso mínimo es de $10 y aumenta según el vehículo. A un costado, un letrero da la bienvenida a los visitantes.

Según el Fideicomiso para la Construcción y Operación de la Central de Abasto de la Ciudad de México, el mercado incluye distintas zonas. La mayor de ellas es la de Frutas y legumbres con 1923 bodegas enumeradas de la letra I a la W; seguida de la zona de Abarrotes y víveres con 344, que van de la A a la K.

De igual manera, hay otros 1489 locales comerciales, que abarcan prácticamente todos los rubros comerciales de una ciudad, los más comunes son bancos, ferreterías y restaurantes.

Como zonas auxiliares está el Mercado de Productores o Subasta, la cual es la zona de mayoreo para los productores que desean vender a los propietarios de las bodegas, y 96 Bodegas de Transferencia que sirven como puntos de almacenamiento para los bodegueros de la CEDA.

Por otro lado, el Mercado de Aves y Cárnicos, cuenta con 111 bodegas, en tanto que el Mercado de Flores y Hortalizas, se extiende a lo largo de 16 hectáreas, son las principales zonas de venta directa entre productor y minorista.

De la misma forma, el Mercado de Envases Vacíos, con 359 lotes, constituye el punto de servicio más importante para el recinto, ya que en éste se concentra el comercio de cajas de madera, papel y plástico.

De chile, mole y dulce

Rigo Suárez, un hombre bigotón y corpulento que es comerciante de chilacayotes tiene su bodega en la sección M-N. Desde a las 5:00 a.m. comienza la actividad allí. Aproximadamente 10 hombres laboran con él: “Yo le doy chamba a los que veo bien jodidos, muchos ni son de acá, sino de otros estados. Les digo que lleguen puntuales pero los cabrones siempre llegan tarde. Ese ‘wey’ acaba de llegar, obviamente le descontaré de su pago”, dice el bodeguero antes de regañar al muchacho de aproximadamente 20 años que llegó cerca de las 6 de la mañana.

“Acá te encuentras de todo. Chilangos, tapatíos, jarochos, chiapanecos y un chingo más. Parecen tamales de chile, mole y dulce”, exclama Luis Licona, dueño de una bodega de chayotes ubicada en la sección I-J. Con él trabajan ocho hombres que distribuyen la mercancía a otros puestos a través de los diablos.

No es tan bueno como esperaba

En punto de las 7:00 a.m. el sol comienza asomarse y una gran cantidad de gente continúa llegando al mercado. En los amplios corredores de la sección de frutas y verduras los individuos caminan cual hormigas.

Manuel Castro se encuentra sentado en su diablo frente a una bodega de aguacates en la nave K-L. Está muy cansado y la respiración se le dificulta un poco: “Hoy ya me eché varios viajes. Unos bien pesados, pero pues aunque no quiera, necesito dinero” , exclama el “Gordo”, como lo apodan otros diableros.

Manuel tiene 22 años y nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Tiene aproximadamente tres años viviendo en la Ciudad de México: “Mi tierra es Chiapas, con orgullo. La verdad, no me hacía falta nada allá, pero pues la ambición me ganó. Hace como tres años decidí venirme a la capital, pues esperaba que acá iba a ganar mucho dinero e iba a ser como los ‘batos’ de la televisión”, dice el chiapaneco mientras bebe una botella de agua.

“Tengo familiares en la ciudad y cada que iban a visitarnos a Chiapas nos contaban muchas maravillas de acá. Pero la verdad no tan bueno como esperaba. No me quejo del trabajo, pero pensé que sería mejor”, narra Manuel antes de retirarse con un viaje de 20 cajas de aguacate.

El experto Gabriel García comenta: “Venirse hacia la capital y dejar todo el patrimonio que tenían en su tierra es como echar un volado con una moneda, es decir, es como cuestión de azar. No es garantía que en la capital haya mejores oportunidades de trabajo para ellos, ya que, en la mayor parte de los casos, al no tener el más mínimo grado escolar, lo único que encuentran es laborar en puestos bajos”.

Su situación es difícil


Cerca de las 8 de la mañana la administración de la Central de Abasto, ubicada cerca de la puerta 1, comienza a laborar. Este lugar se encuentra un poco apartado de las demás secciones. Tiene distinta fachada que el resto del mercado. Al interior hay varios trabajadores, en su mayoría mujeres, que se encargan de los trámites burocráticos.

Un hombre identificado como Raúl Márquez atiende dudas y aclaraciones: “Pues sí, la mayoría de los trabajadores son originarios de otros estados del país. En un estudio que hace años realizamos descubrimos que acá laboran más foráneos que capitalinos”.
“Sin embargo, la mayor parte, si no es que todos, trabajan en la informalidad. Son muy pocos los casos en que logran ser auto dependientes, ya que casi siempre terminan como empleados”, exclama el trabajador gubernamental.

“Al parecer, aquí les va mucho mejor que en su lugar de origen, porque al fin y al cabo, lo único que quieren es ganarse la vida”, exclama Márquez.

En búsqueda de ingresos extras

En vísperas del Día de la madre, fecha de gran relevancia en el país, en la Central de Abasto de la Ciudad de México (CEDA) se lleva a cabo la Romería de la Flor de Mayo, evento en el que comerciantes de todo el país acuden a ofrecer sus productos, específicamente flores, a la gente de la capital.

En la feria realizada por una organización de comerciantes independientes, se pueden hallar desde alcatraces hasta zapatillas. Incluso es posible comprar flores que están fuera de temporada, como el cempasúchil o la nochebuena. Estas plantas provienen de todo el país, pero principalmente de los estados del sur, como Hidalgo, Guerrero y Oaxaca.

“Este es un evento que organizamos hace ya algunos años, no muchos, pero sí ya va algo de tiempo. La idea es que la gente venga a comprar una florecita, un ramo o un arreglo a su jefecita”, dice Noé González, uno de los organizadores de la Romería y quien es originario del estado de Puebla.

Oaxaqueños, poblanos y jarochos son algunos de los comerciantes que ofrecen sus productos: “Acá hay gente de todos lados, incluso californianos, que aunque parecen estados muy distantes, también se hacen presentes acá”, explica Raúl Villegas, representante oficial de los comerciantes.

Sin embargo, no todos son vendedores de temporada, pues hay algunos inmigrantes que residen en la capital y que aprovechan dicho evento para ganar unos ingresos extras: “Yo trabajo de diablero acá en la sección de Flores y Hortalizas, pero cada año mi familia que vive allá en Oaxaca me manda unas cuantas florecitas y pus’ yo las vendo para ganarme unos centavos más”, exclama Erminio Gala, originario de Oaxaca y actual habitante de la Ciudad de México.

La Central de Abasto de la Ciudad de México cada año da una concesión especial para que se pueda realizar la Romería, ya que aunque en el recinto se encuentra una zona específica de flores, prefiere obtener ingresos y dar permisos, que dejarlos que se instalen de manera irregular.

“Ya les permitimos que se instalen allí en la orilla, antes los mandábamos hasta afuera.
Fueron negociaciones entre los dirigentes de los comerciantes y la administración de acá. Esto parecer ser más un acto de buena fe, ya que debería estar prohibido pues disminuye las ventas de los floreros de acá. Sin embargo, se les permite por lo corto que es su duración y para ‘echarles la mano’”, dice Juan Pineda, trabajador de la administración del mercado capitalino.

Ser inmigrante no es fácil

Los inmigrantes por lo general se trasladan de manera individual, por lo tanto, muchas veces no tienen quién los auxilie o les ayude en situaciones que lo necesitan.

El día 8 de mayo del 2016 a las 7:30 a.m., fue encontrado el cadáver de un hombre de aproximadamente 60 años de edad, en la calle Central de Abasto dentro de la CEDA. Esta persona vivía en situación de calle y aunque ya tenía tiempo de andar por ese lugar, nadie conoció su verdadera identidad. Lo más que se pudo precisar es que era originario de Guerrero, información que fue proporcionada por un infante callejero.

Al igual que este caso, en la Central de Abasto de la Ciudad de México han ocurrido una multitud de decesos de inmigrantes que, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), provienen principalmente del estado de Tabasco y Guerrero, y en menor proporción de los demás estados del país.

Uno de los más recientes ocurrió el 3 de enero del 2016, durante un enfrentamiento entre un taquero, de nombre Luis Gómez, y el originario de Michoacán, llamado Jesús Peña. Esta disputa tuvo como consecuencia el asesinato del michoacano y el procesamiento legal del capitalino.

Sin embargo, también existe la otra cara de la moneda, en la cual los inmigrantes son los victimarios. Según el portal de internet Revolución tres punto cero, dentro del mercado actúa una banda conocida como los “Oaxacos”, quienes provienen del estado de Oaxaca y los últimos años han cometido actos delictivos dentro de la capital.

El 9 de marzo del 2016 se registró uno de estos hechos, en los cuales el ladrón, quien se precisa era de esta banda, atacó a uno de los comerciantes. Éste llamó a policías y durante el enfrentamiento entre estos y el delincuente hubo varias detonaciones por ambos bandos. El agresor fue detenido y puesto a disposición del Ministerio Público.

No les queda de otra

Tania Figueroa Puente, licenciada en sociología y temas demográficos egresada de la UNAM, explica: “La migración es un proceso natural y que se encuentra presente en toda las sociedades. Es algo cíclico: sin migración no hay sociedades y viceversa”.

“Asimismo, tiene que comprenderse como el proceso en el que las personas abandonan su lugar de origen para trasladarse a otro con características particulares que complazcan las necesidades del individuo”, dice la egresa de la Universidad Nacional Autónoma de México.

¿Cree que la concentración de los inmigrantes en la Central de Abasto de la Ciudad de México es algo positivo o negativo?

“Es que se tienen que quitar esos paradigmas. No es bueno ni malo porque en realidad es algo que se vive todos los días. Mientras nuevas personas llegan a la capital, hay otras que se van”.

La concentración de los inmigrantes se ha dado en la Central de Abasto, porque la oferta de trabajos es amplia y los requisitos para ingresar son mínimos: "No es que quieran estar en esos trabajos, sino que ya no les queda de otra”, menciona Figueroa.

Una triste realidad

Juan Espinoza Molina, sociólogo egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana y quien actualmente lleva a cabo una investigación de índices demográficos en la Ciudad de México, detalla: “La inmigración es un tema que requiere mucha precisión, pues algo sumamente alterable. En un día pueden inmigrar a la capital 15 personas, pero al día siguiente puede que sean 50”.

Para el experto, el comercio informal es la triste realidad de muchos, ya que continúan sin las prestaciones de ley que cualquier trabajador del Estado o de empresas privadas goza. “No hay una gran diferencia entre su calidad de vida en la metrópoli y en sus pueblos natales”, dice Espinoza.

“El mercado de la Central de Abasto ofrece trabajos que ellos conocen: vender, cargar, cocinar, etc. Prácticamente, sin sonar despectivo, están allí porque es lo único que saben hacer. Las tarea intelectuales, tristemente, son sólo para aquellos que poseen los conocimientos y la preparación necesaria”, explica Espinoza.

¿Se puede detener este fenómeno?

“Como sociedad tenemos que comprender que es algo natural que no se detendrá, pues es como si quisieras parar la lluvia o frenar los truenos, o sea, totalmente imposible. Además, no son una amenaza, ya que en la capital hay la suficiente oferta de trabajos para los inmigrantes”, finaliza el sociólogo.




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