ANTROPOCENTRISMO Y LA CRISIS DEL MEDIO AMBIENTE

Por Ángeles Escudero Andrés
Ciudad de México (Aunam). Los seres humanos hemos perdido de vista el verdadero estudio de la ecología desde el punto de vista de las ciencias sociales, esto no es fortuito, viene desde la cultura y educación del individuo. La manera en que pensamos la naturaleza, así como nuestra relación con esta debe cambiar si queremos que nuestro planeta sobreviva, esta fue la hipótesis con la que inició su planteamiento el doctor Gilberto Giménez en conferencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.


Nuestro planeta se encuentra en un estado crítico, las estadísticas marcan claramente un incremento en el consumo de combustibles, el consumo de papel, en la tasa de natalidad, en la expansión de telecomunicaciones, la explotación de mantos acuíferos y combustibles, entre otras cosas que influyen cada vez más en la gradual destrucción del medio ambiente.

Durante la conferencia Cultura subjetiva y ecología, el doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), expuso el tema de la relación intrínseca que debe existir entre ciencias sociales y conciencia ecológica. Hizo énfasis en que existe un desorden de términos dentro de las ciencias sociales en cuanto al estudio de cuestiones ecológicas y en que los ecólogos no saben tratar problemas desde las mismas.

La cultura, aseguró, debe verse como un sistema acoplado al sistema ecológico, la cual debe fungir como guía fundamental de la acción y la intervención humana en el ecosistema.

También hizo una distinción entre formas objetivadas y formas interiorizadas de la cultura, las primeras se refieren a la cultura pública, artefactos culturales, bienes culturales y el patrimonio tangible, mientras que en las segundas se trata de representaciones sociales, el habitus, esquemas cognitivos, imaginario social, ideologías y otras representaciones intangibles de la realidad. Estas formas, afirmó, son inseparables.

A su vez, definió la cultura como “la organización social del sentido, de signos interiorizados en forma relativamente estable por sujetos colectivos que lo comparten, y objetivados en forma simbólica”. Ésta, continuó, ha dado pie a lo que denominó “antropocentrismo”, lo cual es la base de “una cultura capitalista y consumista, que imagina y representa el medio ambiente sólo como una fuente de energía y de recursos, y como vertedero de desechos”.

Esta concepción del mundo como entorno a la disposición del hombre para su explotación y destrucción es lo que nos ha conducido tendencialmente a la destrucción y depredación del medio ambiente con ayuda de cada vez mayores y más efectivos medios tecnológicos.

Explicó que se parte de las creencias con las que forjamos nuestra identidad y con las cuales crecemos, en este caso habló del imaginario cristiano, el cual desde hace siglos y partiendo de su libro sagrado, pone al hombre sobre de todas las demás formas de vida en la tierra. Escrito en el Génesis está que “la tierra existe para ser explotada por los hombres en función de sus necesidades, sin limitación alguna”.

Esta concepción bíblica de la tierra ha sido de importancia crucial en el desarrollo de la humanidad, pues invita a los individuos a ser lo más fecundos posibles, multiplicarse exageradamente e imponerse irresponsablemente sobre todas las demás criaturas y recursos de la tierra. Y, finalmente, la creencia en un “apocalipsis” o “Armagedón” sólo alienta a las personas a seguir consumiendo y destruyendo porque a fin de cuentas, todo tiene que acabar, finalizó.


Fotograma: YouTube



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