LA TRAYECTORIA DE UN ASTRO HACIA LA GLORIA

Por Raúl Gerardo Parra Rosales
Ciudad de México (Aunam). Soy originario de Tijuana, ahí aprendí lo que es la lucha libre. Emigré a Estados Unidos, donde duré 12 años. Debuté como Súper Astro en el año de 1974 en Los Ángeles, California. Después de consagrarme en el país de las barras y las estrellas y el noroeste mexicano, me llegó un aviso para contratarme en el Toreo de Cuatro Caminos, la Cuna de los Independientes en la capital del país. De ahí pasé a la Arena México, la Catedral de la lucha libre mexicana.


El primer tramo del camino hacia la gloria

Sentado en una banca de la calle Luis Moya, al exterior de su santuario en el Centro Histórico de la Ciudad de México, Súper Astro narra con sosiego sus primeros acercamientos a la lucha libre. Porta la célebre máscara plateada que lo hiciera famoso en las décadas de los años ochenta y noventa, conformada por dos gotas en la apertura de los ojos rodeadas por dos estrellas, y una estrella más de cinco picos con una cola como si se tratara de un cometa en la frente.

“La primera invitación que recibí para ver una función de lucha libre fue a una arena que se llamaba El Danubio Azul, que estaba en a zona norte de la ciudad de Tijuana. Ahí vi luchar por primera vez a El Santo, “El Enmascarado de Plata”, con Blue Demon de pareja y a Los Gemelos Diablo”, expresa con un dejo de añoranza al referirse a los dos máximos ídolos que ha tenido el pancracio mexicano.

Sobre sus inicios en los encordados, hace ya más de cuarenta años, menciona: “Cuando ya me vi tan profundamente involucrado en este deporte, ya entrenaba con luchadores que radicaban en Tijuana, como El Indio Pípila, El Chamaco Martínez, Rayo Acosta, El Faraón y Ala Azteca. Ellos fueron los que me inculcaron, los que me enseñaron la lucha libre”, declara con orgullo y melancolía.

El hombre robusto de metro y medio de estatura debutó como Rey Bucanero en mayo de 1974 en la ciudad de Ensenada, Baja California, pero su presentación con el personaje que lo inmortalizaría se llevó a cabo más tarde durante ese mismo año, en el Olympic Auditorium de Los Ángeles, California. Desde entonces, sus andanzas por la lucha libre lo han llevado a Japón, Centroamérica, Canadá, Estados Unidos y prácticamente toda la República mexicana.

Un tipo con suerte


El escritor alemán Carl Zuckmayer dijo que la mitad de la vida es disciplina y la otra suerte. Súper Astro es la prueba viviente de que este adagio es cierto, ya que ha entrenado todos los días desde hace más de cuatro décadas, pero su inclusión en el libro de oro de la lucha libre mexicana no hubiera sido posible sin un toque de fortuna.

Su debut mismo fue una cuestión de suerte. En 1974, para una función de estrellas mexicanas organizada por el promotor Valente Pérez en el Olympic Auditorium de Los Ángeles, invitaron a todo el contigente de luchadores a entrenar en el recinto, para ver a quiénes podían meter en la lucha preeliminar.

Tras el ejercicio señalaron a todos los que entrarían a la función; Súper Astro fue el único que fue desdeñado. “Yo comprendí, dije: ‘Pues a lo mejor yo no’, pero toca la casualidad que allí había dos amigos míos que me dijeron: ‘¡Vamos, vente, a lo mejor tú eres el que te quedas! Ya fuimos y efectivamente, necesitaban a alguien que se subiera corriendo a las cuerdas, que se echara mortales y ahí estaba yo. Entonces dijeron: ‘No se puede’, ‘No, cómo no, aquí el que está abajo puede hacerlo’. Entonces el que iba a hacer la función me dijo: ‘A ver, súbete, a ver si es cierto’. Con todo y ropa me subí corriendo, eché brincos de la segunda cuerda y hasta malabares hice. Me llevaron a luchar en la primera función de lucha libre ahí en el Olimpic […] porque querían a dos para calentar la lona, y esos dos fuimos El Hindú y un servidor, y ahí fue donde me descubrieron”.

En Tijuana le sucedió algo similar. En esa época iba a debutar un Santo de Oro. La publicidad inundó las calles pero el gladiador nunca se presentó. Cuando los colegas de Los Ángeles iban a salir a Tijuana para presentarse anduvieron buscando quién podía viajar a México para suplirlo. Su búsqueda fue infructuosa hasta que lo encontraron, y santo remedio, “de ahí pa’allá empecé a luchar Tijuana - Los Ángeles – Mexicali - La Paz - Constitución”.

“Si no tienes gloria, no puedes tener dinero”

“Tienes que ser conocido para poder cobrar, y si nadie te conoce, ¿quién te va a pagar?”, espeta con sinceridad Súper Astro antes de confesar que durante muchos años se dedicó a la lucha libre por amor al arte. “Hay partes y luchadores, así como yo empecé, que no cobrábamos por luchar, queríamos luchar, queríamos triunfar, y hasta la fecha sigue igual”.

“Yo creo que duré fácil unos…como más de 12, 15 años. Sí, porque te tenías que preparar, te tenías que dar a conocer, tenías que sobresalir de grupos, lo que ahora ya no vemos aquí”. Fueron unos 12 ó 15 años a partir del 74. “Luchábamos gratis, íbamos a colonias a brindar un espectáculo gratis, nos contrataban gratis, sin cobrar ningún centavo y así anduvimos mucho tiempo. Hasta cuando te toca la suerte de que alguien te descubra”.

Súper Astro llegó a la Ciudad de México en 1982 para luchar en el Toreo de Cuatro Caminos con el grupo de los independientes. ”Ya para eso andábamos luchando los tres como Los Cadetes del Espacio, Ultramán, Solar y un servidor”, comenta. En esa época “subíamos a luchar y dábamos un espectáculo: nos rompiamos las máscaras, nos ensangretábamos y de verdad que la gente se emocionaba”.

Tras dos años de estar ahí, fue contratado para presentarse en la Catedral de la lucha libre mexicana. “Desde que empecé a luchar en la Arena México gusté tanto que volví a seguir luchando, y después de que terminaron los independientes todos nos volvimos a concentrar en la México Catedral”, apunta Súper Astro mientras se le iluminan los ojos como las estrellas que los envuelven.

Una trayectoria envidiable

Durante los 42 años que lleva de trayectoria profesional, a Súper Astro le ha tocado enfrentarse a rivales notables. Baby Face, Luis Mariscal, Los Misioneros de la Muerte, Los Brazos, Fishman, El Perro Aguayo, Canek, Dr. Wagner y Ángel Blanco son algunos de los gladiadores que encaró en los encordados.

En un recorrido al interior de su santuario, una tortería que lleva su nombre en el corazón de la Ciudad de México, Súper Astro exhibe orgulloso la colección de máscaras que ha utilizado a lo largo de su carrera, así como un muro donde cuelgan sus mejores recuerdos: páginas de periódicos y revistas, y fotografías de homenajes, luchas y al lado de colegas y pupilos renombrados, como El Hijo del Santo y Rey Mysterio Jr.

El punto más álgido de su carrera llegó el 6 de julio de 1984, cuando se coronó campeón mundial de Peso Medio de la UWA al derrotar a Gran Hamada en Guadalajara, Jalisco. Ese mismo mes, con el equipo de Los Cadetes del Espacio (Solar y Ultramán), derrotó a Los Temerarios (Black Terry, José Luis Feliciano y Lobo Rubio) en una lucha de máscaras contra cabelleras en el Toreo de Cuatro Caminos.

Súper Astro ha participado en diversas empresas luchísticas en México: la Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL, hoy CMLL), Asistencia Asesoría y Administración (AAA), Universal Wrestling Association (UWA), Promo Azteca, y ahora, en la Liga Elite. “Yo creo que lo más significante para uno es haber quedado en el libro de la lucha libre, el libro de oro de la lucha libre, cualquier persona llega y te conoce”, se jacta el gladiador.

“La máscara es mágica”, dice Súper Astro. “Cuando uno se la pone es un imán, la gente te aborda, se pregunta ¿quién será?, porque si saben que eres luchador te tienen en un concepto totalmente diferente”.

Por esa razón, uno de los pasajes más difíciles de su trayectoria ocurrió en la Navidad de 1999, cuando fue despojado de su máscara en una lucha de apuestas contra el Villano III, durante una función celebrada en el auditorio de Tijuana. Ese día perdió la incognita y su identidad fue revelada. Súper Astro dijo responder al nombre de Juan Zezatti Ramírez y ser originario de Tijuana, donde nació el 1 de octubre de 1961.

Revolucionario del pancracio, pionero de la lucha aérea


Súper Astro fue uno de los primeros gladiadores en desafiar las leyes de la gravedad sobre un cuadrilátero. Revolucionó la lucha libre porque la despegó de la lona donde acostumbraba desarrollarse hasta entonces.

“Yo vine a renovar la lucha aérea aquí a México y fui criticado, como critican ahora a los luchadores aéreos. A mí me decían que nomás sabía volar, pero cuando les demostré que también sabía luchar fue un cambio radical para mí, empezaron a aceptarme en la Arena México, empezaron a aceptarme en varias arenas donde no me programaban”, expresa con firmeza el ex campeón mundial de Peso Medio de la UWA.


Rey Mysterio Jr. muestra gratitud hacia su maestro Súper Astro durante un encuentro que sostuvieron en Tijuana, Baja California. La instantánea cuelga en el santuario de Súper Astro, su tortería ubicada en la calle Luis Moya del Centro Histórico de la Ciudad de México. Fotografía: Raúl Parra.

El discípulo más avanzado

Súper Astro puede presumir que entre sus discípulos se encuentra el luchador mexicano con mayor proyección internacional en los últimos 20 años: Rey Mysterio Jr., quien es considerado el mejor gladiador mexicano en la historia de la World Wrestling Entertainment (WWE).

“Rey Mysterio Jr. es un chamaco que estuvo entrenando en Tijuana mucho tiempo con nosotros, lo poquito que le pudimos enseñar entre varios lo llevó a cabo, todo eso le sirvió para que él pudiera expresar que yo soy uno de sus maestros”, declara con humildad el experimentado luchador, sin alardear por poseer tan destacado discípulo.

Incluso, pocos saben que el movimiento entre las cuerdas que Rey Mysterio hiciera famoso como su finisher, llamado “619”, no fue creado por él, sino que desde mucho tiempo antes ya era utilizado por el luchador japonés Tiger Mask y por el propio Súper Astro, quien se lo enseñó a su pupilo.

El ex gladiador de la WWE ha declarado que considera que su mentor es uno de los mejores luchadores de Tijuana y la Ciudad de México de todos los tiempos, además de ser una fuente inagotable de inspiración para él.

Agradecido con Dios

A pesar de todas las carencias, privaciones y problemas familiares inherentes a su profesión, debido a que no se tiene la estabilidad en algún lugar por los viajes recurrentes que tiene que hacer, Súper Astro muestra mucha gratitud: “Yo le doy muchas gracias a Dios porque me ha cuidado, me ha salvado de muchas tragedias”.

“Se podría decir que somos adivinos porque a lo único que nos encomendamos es a Dios, no sabemos si vamos a regresar a la casa. Nos tocaron varios accidentes, suerte de no viajar en vuelos que se cayeron, cosas que no tiene una idea la gente de que hasta dónde batalla uno para viajar, para comer y para brindar un buen espectáculo”, ahonda visiblemente conmovido.

La primera tragedia de la que se salvó fue la caída del vuelo 498 de Aeroméxico, que iba de la Ciudad de México a Los Ángeles con escalas en Guadalajara, Loreto y Tijuana.

El 31 de agosto de 1986, el avión “Hermosillo”, un Douglas DC-9, colisionó en el aire con un Piper Cherokee propiedad del señor William Kramer, lo que ocasionó que se estrellara en el suburbio de Cerritos, California y murieran inmediatamente todas las personas que iban a bordo: 64 pasajeros y 6 tripulantes, además de 15 personas en tierra.

“En se vuelo tenía que ir yo, pero llegué tarde al aeropuerto. Llegué tarde por algo. Cuando te pase una cosa y no puedas ir, dale gracias a Dios. Porque por algo te pasa, por algo pasan las cosas”, confiesa Súper Astro con gratitud por haberse salvado de perder la vida.

“La otra, el día que murió el Ángel Blanco en un accidente en Monterrey, iba manejando el Dr. Wagner, el Ángel Blanco iba de copiloto, que fue el que murió, iba Jungla Negra, Mano Negra y mi compadre Solar. Yo tenía que haber ido en lugar de Mano Negra, pero tuve que salir de emergencia porque tuve un problema en Tijuana y me tuve que ir para allá, y mandaron a Mano Negra en mi lugar”.

Tras superar esos sustos, Súper Astro hace un balance sobre su experiencia en la lucha libre profesional y concluye:

“Yo creo satisfactoriamente que en todos los lugares donde me presenté en la época más gloriosa de mi carrera, que fue de los ochenta al 2000, recorrí ciudades muy importantes, arenas extraordinarias que quizás hoy ya no existen, pero que fueron la base para todas aquellas grandes estrellas de la lucha libre, […] que de verdad acordarse de ellas es una remembranza de los momentos que vivimos en esas noches de gloria”.



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