JUAN PABLO ARCIGA: UN GENIO EN LA ROBÓTICA MEXICANA

Por Yareli Ortega Avila
México (Aunam). “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”, Juan Pablo Arciga recuerda la frase de Confucio, la cual le ha guiado y servido de inspiración en su carrera, alentándolo a seguir sus sueños de manera constante.

Es alto y luce jovial, aunque un poco cansado, con las ojeras características por el fin de su quinto semestre. Sus manos, largas y firmes, más allá de expresar emociones, es ese toque perfeccionista que él siempre busca haciendo movimientos exactos e inequívocos. Su vestimenta tan casual como su actitud: porta una playera que lo identifica como parte de la comunidad de ingeniería mecatrónica.


Busca un lugar tranquilo donde disfrutar de una buena plática, decide ir a un lugar con sombra, pues el día está muy caluroso como para querer estar bajo los intensos rayos del sol. Observa el paisaje, la Torre de Humanidades que queda a sus espaldas y la Biblioteca Central hacia el frente, ve el monumento que a diario cruza para llegar hasta donde estudia, la Facultad de Ingeniería, donde él ya es más que conocido por sus logros.

Mi infancia resumida en un suceso

—Si pudiera resumir el porqué de cómo soy en un suceso de mi infancia, elegiría el día que mi madre fue a un festival a la primaria donde estudiaba

Se toca la cara como quien intenta recordar una caricia anhelada, sus ojos se llenan de esperanza y se nota como cambia su semblante al hablar de aquella situación, representando la importancia que tiene su madre en su vida.

—En la primaria, en el tercer grado, pusieron muchas manzanas con palabras escritas, como riqueza, abundancia, alegría y demás cosas que uno desearía para el futuro. La maestra dijo que cada padre debía escoger una manzana que tuviera escrita la palabra que desearían que su hijo tuviera e hiciera realidad para toda su vida, yo vi cómo muchos padres sin pensarlo recogían el dinero, el éxito y todo lo que pudiese ser material, al regresar mi madre a mi lugar, me dio la manzana que había escogido para mí: ese fruto decía “humildad”. —Al pronunciar la palabra se llena de orgullo, como un niño al saber que ha complacido a su madre, y suelta un pequeño suspiro—.

—Esa palabra es la que me ha acompañado en lo que tengo de vida, nunca se me olvida, tengo una foto en mi escritorio donde estoy con mi madre y esa manzana; esa palabra clave es la que guía día con día cada una de mis acciones y éxitos, en resumidas cuentas, es mi infancia resumida en ese día.

De médico a ingeniero en mecatrónica

—Yo no pensaba ser ingeniero en mecatrónica, mucho menos en llegar a estar en concursos con la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, —más conocida como NASA por sus siglas en inglés, National Aeronautics and Space Administration— ni viajar por diferentes países; yo quería ser médico, me imaginaba desde pequeño con mi bata atendiendo a las personas y ayudando a curar a todos, pero pronto eso cambió.

Hasta que entré a la preparatoria, que fue en el CCH Vallejo —etapa importante, pues de ahí conoce a quien ahora es uno de sus mejores amigos, Cristian Cortés Pacheco — tenía la idea de estudiar medicina, no había nada que pudiera cambiar esa idea, ni por muy difícil que dijeran que es esa carrera, hasta que entré a un curso de robótica, donde empecé a ver que no sólo era bueno en eso, sino que de verdad me apasionaba el crear robots y armar y desarmar cada pieza; era como volver a ser un niño.

Después de entrar en ese curso, se dio la oportunidad de que mi equipo y yo viajáramos a Holanda a competir con países como Japón, Alemania y China, donde estuvimos en el lugar 15 de 45 participantes, esto me abrió los ojos y así fue como me di cuenta que no quería estudiar medicina, sino ingeniería mecatrónica.

La imaginación como libertad de ingenio

—La imaginación es algo muy importante en mi carrera, con ella se es libre, se piensa sin ninguna frontera y es lo que hace que podamos crear nuevas cosas, es ese ingenio que nos caracteriza.

Algo que siempre nos reconocen a los mexicanos en las competencias de robótica —dice con una sonrisa brillante, orgulloso de serlo— es ese ingenio, el crear mucho con tan poco, es lo que nos ha hecho a mi equipo y a mí irnos destacando en las competencias a las que hemos asistido.

—No voy a mentir, hay personas de otros países que al preguntarnos de dónde somos y escuchar nuestra respuesta llegan a sacarse de onda, piensan que en México aún no estamos lo suficientemente preparados para ir a ese tipo de competencias —al decir esto, se le ve serio, pero no desanimado, sus manos forman un puño tenso, que conforme va hablando se ablanda— pero en cuanto ven nuestro robot y todas las cosas que puede hacer, llegan a pedirnos hasta consejos y eso me hace sentir orgulloso.

Vamos representando a México y es algo que nos hace sentir fuertes, —se mantiene en una posición erguida— porque a pesar de los problemas y la situación que vive el país, somos nosotros la prueba de que los mexicanos somos luchones y podemos distinguirnos entre países tan importantes con nuestro ingenio y esfuerzo.

Enseñar para aprender

—La escuela de robótica era una idea que tenía desde que entré a la carrera, pero por falta de presupuesto y tiempo no se había podido realizar, hace poco fue que se me dio la oportunidad de comenzar con estos nuevos proyectos.

Juan Pablo Arciga ganó en septiembre del 2014 un reconocimiento, otorgado por el estado de Michoacán —lugar de nacimiento de Arciga— llamado Premio Estatal al Mérito Juvenil, a través de la Secretaría de los jóvenes,que se da por el aporte al desarrollo de la comunidad, municipio, estado o país, donde Juan Pablo Arciga fue reconocido por contribuir a la ciencia y tecnología y con este reconocimiento también se le dio un apoyo económico.

Con ese apoyo económico fue que pude comprar el material para comenzar con las clases de robótica, —clases que comenzaron a impartirse a principios del mes de agosto— ya que los materiales son muy caros, optamos por utilizar piezas de LEGO para que los niños puedan realizar sus robots.

Es importante para mí —menciona ilusionado y abriendo más los ojos para notar su orgullo por los resultados logrados—. Los niños son el futuro de nuestro país y no pretendo que mis alumnos salgan de la clase queriendo estudiar mecatrónica ni nada de eso.

—Me interesa el lograr que desarrollen sus habilidades motrices, su ingenio e imaginación para que así no crean que algo es imposible; es abrirles un panorama diferente al que ven en la escuela, haciendo que tengan un hobby o actividad recreativa que ayude a su crecimiento.

Enseñar me hace ser mejor, pues sus ideas de los niños siempre serán más libres del prejuicio, más puras y, hasta cierto punto, más locas — la locura para él es una de las más grandes bendiciones, por ser lo que te hace ver más allá de la realidad, sin límite alguno— por eso es que dar clases es una muy grata experiencia.

Al final medicina y mecatrónica no son tan diferentes

—Mi robot ideal sería un androide que ayude creando prótesis y haciendo diagnósticos para las personas enfermas, sería un robot que pueda ser llevado a cualquier lugar para ayudar en lugares donde el hombre no podría entrar sin morir, que esté dedicado al área médica.

Al final medicina y mecatrónica no son tan diferentes— menciona mientras va saludando a estudiantes que pasean por los pastos de CU lo que hace ver lo popular que es; un hombre sociable, aunque ocupado, siempre tiene tiempo para una sonrisa—.

Puedo encontrar un punto medio en donde ayude a las personas, pero también logre crear un robot, utilizando así los conocimientos de ambas y hasta más disciplinas, ya que nunca es suficiente con saber sobre un tema, para poder ser mejor debemos conocer de diferentes áreas para complementar lo que estamos destinados a hacer.

No hay un bien sin mal


—La tecnología hoy en día se ve como algo malo por los cambios tan grandes que ha logrado en la convivencia del hombre, sin embargo, eso depende de los usos que se le da; es un beneficio porque facilita las tareas diarias y si es bien empleado abre un amplio campo para la comunicación ya que sin la tecnología no podríamos ver a quien está en un país lejano.

Lo que se debe hacer es reforzar los valores—para él, el amor y honestidad, de los más importantes—que se inculcan en la familia, para no visualizar a la tecnología como objeto de rompimiento de familias o relaciones no todo puede ser bueno, no hay bien sin mal y nosotros somos los que podemos descubrir qué lado de la moneda queremos más.

Siempre tengo amigos que me abriguen

Ser selectivo nunca traerá nada bueno —menciona con el ceño fruncido, como recordando alguna ocasión en que lo hayan sido con él—, no por trabajar con robots vamos a tratar a los humanos como tal, se necesita socializar y siempre tener amigos o compañeros que te abriguen.

Mi apoyo siempre han sido mis dos mejores amigos, uno de ellos de la misma carrera que yo y, el otro, de Diseño Gráfico, los cuales están conmigo en el proyecto de RoboWit, así es llamada la escuela de robótica, siempre me han apoyado y yo confío plenamente en ellos, son quienes me dan su ayuda, aunque sepan que saldrá mal todo, nunca dudan de mis capacidades como yo no dudo de las suyas.

Algo que me ha traído la carrera, los viajes y competencias son la convivencia con personas de otros lugares que me brindan su amistad y bueno, nunca está de más tener amigos esparcidos por todo el mundo, uno no sabe cuándo se necesitarán, —dice con una risa traviesa, propio de un niño que recuerda sus aventuras, dejando ver sus blancos dientes y grandes pómulos—.

Frase de vida

—Siempre me pregunto si lo que estoy haciendo hoy, me está llevando a donde quiero estar mañana, siempre, trato de volver a ser niño y ver si estoy orgulloso de lo que hago, de cómo soy, de si no malgasto mi tiempo o si estoy actuando impulsivamente, el hacer esto me ayuda a no dejar de tener los pies en la tierra.

A pesar de que “ya soy famosillo” entre mi Facultad, siempre debo esforzarme para mejorar y no dejar que la vanidad me gane.

Sé que he tenido que sacrificar tiempo con mi familia, mis amigos y hasta relaciones sentimentales, pero la escuela requiere ahora mi concentración y sé que si quiero cumplir mis metas debo hacer un esfuerzo para lograrlas, y no me estresa el hacerlo o pensarlo, simplemente ese es mi secreto, siempre vivo estresado —suelta una carcajada que resuena en las paredes del lugar semicerrado en el que se encuentra, con el viento que da la impresión de llevarla arrastrando por entre el pasto—.

En 10 años

Es difícil imaginarse a futuro, cuando aún no acabo la carrera ni tengo una pareja estable que me respalde, supongo que me veo trabajando en lo que me gusta, continuar con mis proyectos y, sobre todo, seguir enseñando, es algo que no quiero dejar de hacer, tener esposa e hijos y viajar mucho —se ve como su vista se pierde, pensando en cómo será su familia y trabajo, con sus pestañas enormes, destacando de esos ojos llenos de esperanza de vida—, conocer otros países, aprender chino mandarín y conseguir mis metas planeadas hasta ahora.

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