¡AL FIN UN NUEVO RÉCORD!

Por Bernardo Uribe Valdés
México (Aunam). Mientras que la mayoría de la gente se encierra en un mundo de un solo deporte, todavía hay personas que se aferran al deporte amateur, lo practican sin grandes multitudes apoyándolos, pero con la pasión y la entrega suficiente como para sobrevivir en el anonimato. El atletismo mexicano es uno de esos deportes solitarios.

El futbol soccer acapara el espacio de la televisión abierta todos los fines de semana durante la temporada de torneos, pero mientras los jugadores profesionales se preparan a salir al campo, otro tipo de deportistas también se preparan.

En medio, Diego del Real Galindo recibiendo la medalla de primer lugar

En el lado norte de la ciudad de México, a un costado del Palacio de los Deportes, se encuentra la Escuela Superior de Educación Física (ESEF), lugar que alberga desde su fundación en 1936, a los futuros educadores del deporte.

Es aquí que desde hace 44 años se celebran uno de los primeros eventos oficiales dentro de la agenda del atletismo mexicano. Los relevos ESEF marcan el inicio de la temporada de competencias. Atletas de toda la República viajan a la capital para intentar superar sus marcas y aspirar a un alto lugar dentro del ranking.

Las instalaciones tienen ese característico semblante de escuela de gobierno. La estructura principal consta de dos edificios de salones separados por un pequeño patio con unos postes improvisados que fungen como cancha de voleibol. Las paredes blancas con azul están cubiertas con anuncios e itinerarios de las actividades de la semana.

Al fondo, un pasillo largo te lleva a dar un recorrido más profundo. Primero pasas por las oficinas administrativas, pequeños cubículos con una computadora y repletos de papeles; el auditorio “Lázaro Cárdenas” es la siguiente parada y, finalmente, el gimnasio clásico con suelo de madera es el preámbulo para el escenario más importante.

La pista de atletismo se encuentra hasta atrás de todos los edificios, es vieja, probablemente no ha sido renovada desde su inauguración. Sin embargo, es lo suficientemente buena como para acoger a todos los participantes y brindarles la mejor experiencia competitiva.

Desde las 8 de la mañana los primeros involucrados empiezan a llegar; como es sabido entre la comunidad deportiva, siempre hay que estar un ahora antes de la competencia. Uniformes de todos los colores empiezan a desfilar en la pista de calentamiento. Aquí todos son rivales, pero el espíritu deportivo logra un ambiente de fraternidad.

Rápidamente se puede diferenciar a los competidores dependiendo en la prueba en la que se especializan. Los corredores de distancia son los más delgados, los de salto suelen tener un cuerpo mas formado, y los lanzadores siempre son los más pesados.

Aunque la mayoría de los atletas le dedican su vida al deporte por el simple “amor al arte” uno que otro se distingue porque ya juega en las grandes ligas. Un ejemplo de esto es Diego del Real Galindo, quien ahora busca un boleto a los próximos Juegos Olímpicos en la prueba de lanzamiento de martillo.

Mide un poco menos de dos metros de altura y es de complexión musculosa, su cara con rasgos felinos le ha ganado el apodo de “El Gato”. Ya es toda una leyenda en la comunidad y su actitud dentro del círculo, lo demuestra, inmediatamente que entra al campo, se convierte en otra persona.

Su semblante se vuelve serio, la sonrisa que tenía hasta hace unos segundos, desaparece. Su mirada se concentra y antes de empezar, suelta un sutil grito que alerta a todos los espectadores, les dice que ya está listo para hacer lo que mejor hace.

El originario de Nuevo León, ya ha representado al país en diversas justas internacionales, tales como los Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014 y los Juegos Panamericanos de Toronto 2015. Pero el sueño olímpico de convertirse en el primer hombre mexicano en representar al país en dicha prueba, no se irá tan fácilmente, y menos ahora que está cerca de cumplirlo.

El evento empieza y todos los competidores guardan silencio, muestran signos de concentración. Los primeros en pasar revelan una habilidad decente para lanzar el martillo, pero los últimos en pasar, son los que se posicionan a la delantera, entre ellos, “El Gato”.

Todos tienen seis oportunidades de lanzar su mejor marca. Para Diego del Real el momento de la verdad viene en el cuarto intento. Agarra el martillo, lo mira intensamente, entra al círculo hecho de concreto y ejecuta su lanzamiento. Después de unos cuantos segundos, suelta un grito que convence a todo el mundo de que ese ha sido su mejor intento. Celebra y confía en su trabajo. La cinta métrica corrobora su sentimiento.

Ha sido su mejor marca, hasta ahora. El lanzamiento de 73 metros con 56 centímetros es histórico, pues rompe el récord mexicano. Esta es la segunda vez que rompe dicho record, tan solo un año antes había superado la antigua marca de Guillermo Guzmán Magaña de 71.46, la cual había permanecido intacta por 23 años.

Diego demostró que no necesita los grandes reflectores para sobresalir y en él se depositan las nuevas esperanzas del atletismo mexicano. Un deportista solitario que le dedica su vida a una disciplina condenada a la indiferencia y que ahora supremamente grita: ¡al fin un nuevo récord!





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