LEONARDO ROMÁN, ESTRATEGA PRO-EMPLEO JOVEN


Por Diana Laura Espinoza Delgadillo
México (Aunam). Es fácil olvidar que el acceso al trabajo digno está plasmado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El artículo 23 se pierde ante un panorama de crisis financiera, miseria y desesperación por encontrar un empleo. Los jóvenes de la ciudad de México no están exentos de esa realidad.

Leonardo Román Lugo firma hojas con tablas, letras y estadísticas cada 10 minutos en la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo (Styfe) del Distrito Federal. Jóvenes y funcionarios públicos suben al piso seis del edificio ubicado en avenida José Antonio Torres Xocongo, número 58, para llevarle papeleo burocrático y proyectos que pretenden combatir el desempleo juvenil.

Tiene 31 años de edad y es el coordinador del Programa de Atención Integral a Jóvenes Buscadores de Empleo (Pajibe) que a su vez forma parte de La Comuna, una estrategia de vinculación laboral, acciones de impulso a la inserción y posicionamiento laboral en la “capital social”.

Dice que no es bueno para las conversaciones y detesta que le hablen de “usted”. En su escritorio tiene hojas apiladas, folletos de fomento al empleo y un pequeño pizarrón blanco donde anota sus actividades programadas para octubre.

Desde hace dos años, Leonardo trabaja en la secretaría con el objetivo de ayudar a los jóvenes a insertarse en el mercado laboral. Su licenciatura en Economía por la Universidad Autónoma de México le ha permitido desarrollar estrategias para lograrlo.

Para Román Lugo, el derecho al trabajo y sus condiciones dignas no son negociables. Esta actividad remunerada debe permitir a quien la ejerza asegurar su vida y el desarrollo de quienes están a su lado (familia). Además, es la puerta de entrada para gozar de otros derechos como la salud y la vivienda.

--¿Consideras que los jóvenes son vulnerados en este derecho?

--Sí, sí, sí. El grupo de juventudes es considerado en sí mismo vulnerable por su condición de autodefinición. En esta etapa de la vida buscan definirse y encontrar estabilidad, misma que el trabajo debería propiciar pero que ya no lo hace.

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de enero a junio de 2015, el número de desempleados de 18 a 29 años con estudios profesionales superiores (como licenciatura, maestría y doctorado) es de 37 mil 567 personas en la capital del país.

La cifra representa una tasa de desempleo de 10.9 por ciento, es decir más del doble de la media nacional general.

Leonardo Román prende una y otra vez un encendedor verde y muerde el extremo de un bolígrafo mientras explica que el desempleo de profesionistas es el resultado de un conjunto de factores.

Por un lado, la ciudad necesita gente enfocada a servicios, y algunas carreras no tienen oportunidad de crecimiento. Por otro, comenta, hay un desajuste de competencias entre lo que aprenden los jóvenes en las universidades y lo que las empresas les piden para entrar a trabajar.

“Ellos (los empleadores) dicen que es muy difícil encontrar líderes de proyectos, que muchos tienen rezagos tecnológicos y de conocimiento. Así tenemos gente de maestría realizando labores de licenciatura y a los de bachillerato trabajando en lugar de los de licenciatura porque tienen mayor experiencia previa. Nosotros no podemos cambiar tan fácil esto porque, finalmente, son las empresas quienes generan el empleo”, señala.

Desde los ventanales se vislumbran las calles y edificios de la colonia Tránsito, pero se pierde de vista la fila de cerca de 40 personas que esperan afuera para entrar a las oficinas pintadas de blanco de la secretaría. A diferencia de ellas, Leonardo se considera un profesionista afortunado.

Cuando egresó de la universidad partió al estado de Hidalgo, de donde son originarios sus padres. Allí tuvo sus primeras experiencias profesionales en la Secretaría de Desarrollo Económico. Sin embargo, sólo pensaba en volver a la ciudad y retribuir la formación que había recibido en las aulas de Ciudad Universitaria.

Trabajó con Juventudes en la delegación Tlalpan y en 2011 ganó el concurso Empresas Juveniles impulsado por el Instituto Mexicano de la Juventud en coordinación con el Instituto de la Juventud del Gobierno del Distrito Federal, cuyo propósito era respaldar los proyectos de jóvenes emprendedores.

Dicho proyecto, realizado para NUPA Records, cambió su vida. No solo ganó 56 mil pesos, sino que el secretario de Trabajo y Fomento al Empleo, Carlos Navarrete, vio en él ideas innovadoras y decidió integrarlo a su equipo de trabajo.

Desde el principio concibió al empleo como una consecuencia del desarrollo económico y de la cooperación entre universidades-gobierno-empresas-egresados.

“Esta onda de atender los problemas de desempleo juvenil llega con Cuauhtémoc Cárdenas (a la jefatura de gobierno del Distrito Federal en 1997). Resolver los problemas desde el micro-espacio está bien chido porque tomas en cuenta la especificidad de cada localidad, no es el pinche programa de reglas de operación que dicen tener todo y no es así. Se trata de una coordinación de instituciones”, explica con un lenguaje propio de quien trabaja con jóvenes.

Leonardo asegura que cada vez más profesionistas llegan a pedir asesoría a la Styfe, pero no tiene contabilizados cuántos son. Los cursos de panadería y estilismo ya no son suficientes para cubrir las necesidades de los solicitantes.

El equipo de Pajibe desarrolla acciones de acompañamiento, vinculación laboral, foros e impulso de proyectos emprendedores para la canalización de los jóvenes al autoempleo y al empleo formal.

Dan talleres de planeación de proyectos profesionales acordes a las carreras de los egresados para que después los presenten a empresas que los necesitan, dan cursos de capacitación para desarrollar habilidades (como informática), enseñan a los jóvenes a “vender” su trabajo y hasta les enseñan cómo redactar un currículum.



¿Qué opinas de la estrategia “vales de primer empleo” propuesta por los partidos políticos?

--Ja ja ja, eso es un choro. Es un choro totalmente. Lo implementó (el gobierno de Felipe) Calderón y falló porque tú no puedes llegar con las empresas y decirles "este chavo ya está evaluado, contrátalo”. Ellos tienen sus mecanismos de contratación y es su derecho, no puedes cambiarlo. Además metes a los empresarios en una onda de rendición de cuentas que no les conviene y los incentivos fiscales no les son para nada atractivos.

Nosotros, en cambio, desarrollamos la empleabilidad, es decir la capacidad de conseguir empleo. ¡No ponemos changarros!

En 2014, Pajibe atendió a 8 mil 134 jóvenes y colocó a 471 en un empleo formal. Leonardo repasa, emocionado, los casos de éxito y asume que algunos no se han concretado. Cuenta, sin dejar de jugar con su bolígrafo, que lograron emplear a un licenciado de 23 años en la Cámara de Comercio México-China gracias a un proyecto que el joven desarrolló durante los talleres que implementan.

No obstante, admite que los programas “incompetentes” que tanto critica ya son implementados por el gobierno del Distrito Federal. Se toca la cabeza y muerde con ansiedad la tapa de su pluma negra antes de señalar que la Secretaría de Desarrollo Social “se inventó un madruguete” llamado Mi primer empleo.

Román Lugo lamenta, con el ceño fruncido y moviendo la cabeza de un lado a otro, que los realizadores de ese programa piensen que el proceso consista en poner en contacto a los empleadores y a los jóvenes.

“Nosotros identificamos problemáticas, proponemos soluciones y hacemos un cambio. ¡No microchangarros! Fuimos con el (Instituto) Politécnico y apoyamos los proyectos que tenían atorados en el centro de incubación de empresas”, expone enérgicamente.

Desde hace 16 años, las personas que han formado parte de Pajibe y La Comuna intentan que su plataforma permanezca y reciba más recursos, pero los programas de atención inmediata (como los vales y apoyos económicos) se les presentan como un problema.

En 2007, declara Román Lugo, (el entonces jefe de gobierno) Marcelo Ebrard quiso reducir todas las acciones de La Comuna a un módulo de atención. Los “comuneros” increparon al secretario de Trabajo Benito Mirón y lo presionaron para que no lo concretara.

Leonardo sonríe, por primera vez, junto a un cartel de comuna. No tiene ningún cubículo especial. Regresará a trabajar a esas computadoras alineadas en filas, en su escritorio lleno de papeles, carpetas, calendarios y muchas hojas más que firmar.









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