MAJO SISCAR: LA VOZ DE LOS MUDOS


Por Alexis Ortiz Balderas
México (Aunam). Majo Siscar Banyuls ha vivido en México desde hace un lustro, el mismo que le ha debilitado su acento valenciano aún íntegro hasta sus 26 años. Como lo hizo con su voz, el tiempo ha desvanecido grandes historias del centro de la Ciudad de México. Sus calles guardan secretos y Luis Moya no es la excepción, lleva el nombre de un General que participó en la Revolución Mexicana y fue partidario del antirreeleccionismo.

En la misma vía se encuentra el pequeño Café Deli Gradios, que encierra entre sus paredes una joven historia pues recién abrió en 2008, aunque eso no le ha impedido ser uno de los más recomendados y más visitados. Majo, periodista española, se encuentra entre la lista de sus comensales y, con una sonrisa en la cara, asegura que le atrae ese lugar por la comodidad que ofrece y el silencio que abunda en él. Buen lugar para una entrevista.

El frio que recorre las calles del Distrito Federal anuncia que el invierno está a punto de entrar en su apogeo. Las personas que caminan por la acera de Luis Moya han dejado el estilo primaveral en sus roperos y se han cubierto con los abrigos más grandes que poseen. El sol ya no calienta; apenas puede penetrar con sus delgados rayos las nubes grisáceas que reinan en el cielo.

El interior del Café Gradios es visible para todo el que se pasee a sus afueras; en carro, en camión o a pie, basta una mirada a través de sus puertas de cristal para conocerlo. Sus paredes están forradas con azulejos de color azul decorados con flores de tono blanco, su techo es amarillo y el suelo blanco. De algunas esquinas resalta un naranja incandescente.

Majo toma asiento en una de las mesas que se encuentran casi en la entrada del lugar, lejos de la bocina que emite música clásica mexicana y del ruido de la licuadora que irrumpe la tranquilidad del establecimiento. Las voces de los comensales y el sonido del motor de los carros que se pasean en el exterior son lo único que no se puede evitar.

Complexión delgada; entre el metro 60 y 70 de estatura; piel blanca y pura, como los pétalos de una margarita y sin ningún tipo de maquillaje que la afecte; hoy sólo resalta en el rostro de Majo el rojo intenso de su lápiz labial, que superó los límites de su boca y pintó un poco abajo y arriba de ésta, y la leve sombra en tono negro que rodea a sus ojos color café claro intenso, profundo.

La escritora de Animal Político ha pedido un café que extravía su nombre entre el ruido que se produce a las afueras del local, pero ya se encuentra sobre la mesa y la espuma está a punto de derramarse, por lo que Majo le da un sorbo rápidamente. Pasado el peligro del desbordamiento, la periodista coloca ambos codos sobre la mesa blanca y rectangular para esperar estática las preguntas.

Periodismo humano

La corresponsal española ha salido del lugar común del periodismo, no sigue el juego de intereses de los medios. Su trabajo se guía por una de las máximas del polaco Ryszard Kapuściński, del que admite es admiradora: “el periodista debe prestar su voz a los que no la tienen”.

─ En los lugares de conflicto, no sólo violentos y políticos, sino sociales, a mí me interesa siempre la visión de las víctimas. Parto de que a partir de las víctimas se puede contar mejor o se puede hacer un poco más de justicia. Ser un periodista no es impartir justicia, pero los que hacemos este tipo de periodismo sí aspiramos a que se haga justicia o a ser un catalizador del cambio.

A pesar de que México es un país en el que predominan los temas políticos, económicos y de narcotráfico en la agenda de los medios, Majo declara que no fue muy difícil establecerse en el mercado laboral periodístico de la nación y trabajar la temática que más le gusta.

“Me incorporé muy rápido a medios mexicanos porque el periodismo humano no es muy tratado aquí “. Sus manos bailan con el sonido de sus palabras; empiezan a balancearse de arriba abajo y de izquierda a derecha, como queriendo romper el viento. “En México y Centroamérica te abren las puertas por ser extranjero, presienten que tienes una mejor formación. Además de que el fenómeno de ‘extranjeridad‘ cuenta, un ojo foráneo siempre es bueno porque notas hechos que pueden ser noticia y que otros no ven porque están acostumbrados a éstos”.

Una liga sostiene su cabello color carbón que se niega a estar sujeto, deja caer sobre sus hombros dos mechones delgados de cabellera; uno de cada lado. Estos se pierden en la chamarra negra que lleva puesta y de la que sólo destacan unas pequeñas letras en tono blanco ubicadas sobre su corazón: Reebook.

Son diez años los que Majo se ha dedicado al periodismo. En su natal Valencia inició a ejercer su oficio dentro del canal InfoTV, además de trabajar en una estación de radio catalana. En México empezó a laborar primeramente no en un medio nacional, sino para uno español: Periodismo humano. Aún recuerda el primer reportaje que hizo desde este país.

̶ Me contacté con Periodismo humano y les propuse hacer cuatro reportajes para que conocieran mi trabajo. El primero se trató de dos chavas indígenas de la sierra de Guerrero que fueron violadas por el Ejército. Por este caso se cambió el fuero militar y ahora los soldados pueden ser citados en un juzgado civil.

El viento natural de la calle se combina con el artificial producido por un par de lámparas con ventilador que cuelgan en el techo pálido. La planta de la maseta que está en la entrada del local, como los mechones del cabello de la periodista, sufre la corriente de aire y se agita de vez en cuando. Los comensales se han ido, el cocinero y la mesera platican en voz baja, al fondo, en la cocina.

Primera visita a México

La corresponsal de medios como El País, El Universal y Proceso, opta por cambiar de posición. Aleja sus codos de la mesa y ahora cruza sus brazos, se recarga en el respaldo de la silla negra y un muro blanco impide que vaya de espaldas. Recula su movimiento y se pone de lado, encima sus piernas que están cubiertas por un pantalón de mezclilla azul y deja a la vista sus tenis estilo converse color morado con la punta en blanco. Aunque ha tomado su distancia, sus ojos café no pierden su fuerza.

Majo había llegado a México desde el 2006, la emoción de conocer nuevos horizontes la trajo a América Latina, donde encontraría una nueva cultura y experimentaría vivencias ajenas a su profesión de corresponsal, pero que posteriormente influyeron para que decidiera asentarse en el país.

̶ La primera vez que vine a México fue con dos amigas en septiembre de 2006, recién acabada la carrera. Una amiga nos platicó del movimiento zapatista y cuando llegamos, con ayuda de una beca, trabajamos en una organización de Chiapas que labora en comunidades indígenas haciendo capacitación en medios.

El café está intacto y la periodista sorbe un poco de éste directamente del vaso. Sobre la mesa hay un frasco con canela, un servilletero y un popote mordisqueado y doblado porque Majo ha jugado con él los últimos minutos.

̶ Llegar a Chiapas fue una experiencia muy bonita, yo de hecho me quedé todo un año cuando debía volver a los cuatro meses. Me gustaba mucho lo que estaba haciendo, fui feliz. En septiembre de 2007 regresé a España por falta de dinero, la beca se había terminado. Me fui y me quedó la sensación de que no debí hacerlo.

Parece que el tiempo se ha detenido a escuchar a Majo. Por un rato el interior del establecimiento se ha congelado: las mesas siguen vacías y los trabajadores del lugar aún platican en la cocina. El café de la periodista es lo único que cambia, a cada momento se vacía el vaso y es lo único que permite saber que los minutos transcurren.

En busca de aventura

“Mi sueño romántico es ser corresponsal”, dice Majo con una sonrisa dibujada en su rostro y con el popote entre sus dientes. Ella es una persona que está en constante movimiento, le gusta viajar y ésa es una de las ventajas que le ofrece su trabajo. Su condición de periodista freelance le ha permitido conocer varias partes del mundo, sobre todo de América.

̶ La primera vez que me salí de España fue porque sentía que Europa estaba muy estancada. En América había más conflictos políticos y movimientos sociales. La democracia estaba en disputa.

Después de haberse arrepentido de abandonar México en 2007, dos años más tarde volvió a tierras chiapanecas. Pero esta vez las cosas serían diferentes: trabajó un par de meses en la misma organización indígena en la que había laborado, pero se dio cuenta de que ser corresponsal era lo que a ella le apasionaba.

̶ Cuando volví a San Cristóbal me di cuenta de que no era mi lugar, que yo era reportera. En ese momento estaba ocurriendo un golpe de Estado en Honduras y me fui a vivir ahí por cuatro meses, cubrí todo el suceso hasta que Manuel Zelaya fue derrocado.

Majo de nuevo cambia de posición: deja caer su extremidad derecha sobre sus piernas y el brazo izquierdo lo apoya en el muro que está atrás de su silla, en la que vuelve a recargarse. Las puntas del popote se han encontrado, majo las ha unido y ha maleado la pajilla hasta convertirla en un círculo. Más personas empiezan a invadir el establecimiento y el cielo se ha tornado obscuro.

̶ Una de las principales maravillas de este trabajo es que te permite estar en constante movimiento y, sobre todo, que te deja entender porque reporteando comprendes la realidad. Es verdad también que te vas cansando, yo me voy haciendo mayor y pienso: “Me quiero ir de turista y no enterarme de lo que pasa”.

Una nueva cultura

Majo abandonó la comodidad de la cultura española, a su familia y amigos por el deseo de ser corresponsal y, en parte, también por la crisis financiera y laboral que azotó en España. Aunque su adaptación en México fue sencilla, pues piensa que no hay mucha diferencia entre ambas naciones en varios aspectos culturales, reconoce que extraña su tierra natal.

̶ Yo llevo cinco años en México y ya me siento como de aquí, aunque es verdad que me hacen faltan muchas cosas, como mi gente. He hecho una segunda familia aquí, amigos y amigas, pero me faltan los afectos importantes. Extraño también mi cultura, porque hay un cierto sistema de códigos que sí es diferente.

Cada palabra de la profesora de la Escuela de Periodismo Carlos Septién va acompañada de un movimiento de mano. Sigue cambiando de posición en la silla y de vez en cuando lanza miradas hacia afuera del establecimiento. Lo que no cambia es su sonrisa, que se ha mantenido viva desde que empezó la plática.

El color rojo de sus labios se ha humedecido por entrar en contacto con el café; el vaso está casi vacío y el popote destruido. Majo sigue con la lista de lo que extraña de España y le agrega lo que le agrada de México.

̶ Extraño a la gente directa. En España, por ejemplo, si vas a hacer un proyecto en equipo las personas te dicen si están interesadas o no en el momento; en México eso no pasa, parece que la gente te da largas. Aquí no tengo confianza de hacer proyectos en equipo. Pero no todo es malo, de México he aprendido la mentalidad del “sí se puede”, por más que las cosas están mal los mexicanos tienen la esperanza de salir a la calle y encontrar soluciones a sus problemas.

Empatía mutua

México le ha brindado a la ganadora del Premio Europeo a la Excelencia Periodística en 2011 el material para desarrollarse en lo laboral. De su reconocimiento Majo dice “aún no me lo creo” y en forma de broma agrega que a veces se dice: “Venga, Majo, tienes que volver a ganar otro permio porque si no es así algo estás haciendo mal”.

Su galardón se lo ganó por el reportaje llamado El delito de ser mujer, pobre y estar embarazada, en el que refleja las dificultades a las que se enfrentan algunas mujeres mexicanas que encuentran en el aborto una medida de solución para su vida. Como en ese proyecto, Majo necesita de la empatía para ganarse a sus personajes.

̶ Mi punto fuerte es la empatía. Mi principal virtud es que conecto muy bien con la gente y esa es la clave para que haga bien mi trabajo.

La conexión entre la valenciana y sus personajes se da recíprocamente. No sólo ellos sienten empatía hacia ella, sino que Majo captura lo que sus entrevistados sienten, su dolor; el de su familia. “Si no sucediera eso sería terrible, yo sería una persona fría”, comenta la periodista con un cambio de aspecto: su voz se torna débil y su sonrisa se evapora.

̶ Cuando hago mi trabajo soy como una esponja, absorbo todo: el dolor, la tristeza, la rabia de mi entrevistado y la de su familia. Pero sólo cuando regreso al D.F., después de una semana de trabajo, me doy cuenta de toda la carga sentimental que tengo y que, desgraciadamente, no tengo ningún mecanismo para liberarme.

La noche ha caído. La luna ha sustituido al sol que apenas ha brillado este día, las estrellas han tomado su lugar y las nubes se han descompuesto, mañana se volverán a formar. En la calle Luis Moya aún se distingue el color verde del exterior del Café Gradios, que tiene tatuado su nombre en un marco de pintura blanco ubicado en la fachada. La letra “O” es peculiar: Es una silueta de un sol pintada de color azul y el centro de café, como una forma de amigar tres de los elementos del planeta: fuego, agua y tierra.

Antes de marcharse a su casa, Majo revela: “No me veo envejeciendo en México, volveré a mi país, quizá no ahora, pero quiero escribir para medios españoles, quiero estar con mi gente”.



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