SI TUVIERA QUE DEFINIR A ESTE MERCADO DIRÍA QUE ES UN MANJAR: LOCATARIA

  • Un viaje al Antiguo Mercado de San Juan
Por Astrid Mayahuel Adame González
México (Aunam). Un gran letrero azul con letras amarillas en la entrada indica que se ha llegado al lugar donde los sentidos del gusto, olfato, tacto y de la visión se unen para maravillar al visitante: el Antiguo Mercado (gourmet) de San Juan, uno de los más emblemáticos de la Ciudad de México.

Un “¿qué busca, güerita?” que un mercader grita sin un destinatario en particular, dan la bienvenida a la recién llegada. Son las 2 de la tarde del jueves 12 de marzo.

Visto desde el frente, lo primero que se aprecia del centro de abasto son dos corredores estrechos: puestos de frutas y verduras del lado derecho y de pescados del lado izquierdo. Son los que se asoman y destacan de entre los demás establecimientos inundados de fragancias.

Olas de olor a mar cubren a los que entran a la sección de pescadería. La visión del producto fresco incita a dar un vistazo. Allí se alcanzan a ver camarones de tono rosado, pulpos, mantarrayas y pescados de diferentes tamaños, tonalidades y texturas.

Las fruterías son un arcoíris de formas y colores. Cada pieza se mira limpia, algunas brillan y otras parecen susurrar a que las compren y devoren; cerezas, frambuesas, arándanos, maracuyá y carambolos, además de las comunes, pero de la mejor calidad,

El Antiguo Mercado de San Juan de especialidades data de casi 60 años. La popularidad y fama que ha adquirido y lo que lo distingue de otros es que aquí se encuentra todo tipo de productos orgánicos, especies, embutidos, comida prehispánica y carnes exóticas que en ningún otro punto de la ciudad se pueden adquirir.

En el local 162 se encuentra La gastronómica San Juan. Su frase “Toda Europa en una vitrina” y una exhibición de todos los tipos de quesos hacen que el paladar se impaciente por probar cada uno.

José Juárez, dueño y responsable del funcionamiento del puesto, invita a probar las baguettes de quesos y carnes frías; para acompañar el bocadillo ofrece un vino tinto de cortesía.

“Mi vida es este negocio. Llevo 40 años aquí”, señala José mientras una sonrisa se dibuja en su rostro. “Empezamos con las baguettes”, agrega, mientras ofrece trozos de queso a quienes se acercan.

En otra parte del mercado está, entre otros locales, La baguette de Manolo, que ofrece bocadillos de carne de búfalo y cocodrilo.

En la parte final, junto a las bodegas, en la esquina derecha se encuentra el local 270 La parrilla del cazador. Es atendido por Andrea, de no más de 15 años de edad; apresurada, camina de un lado a otro para llevarles sus platillos a los clientes. “Disculpen la tardanza, aquí tienen: mixiote de jabalí y mixiote de venado”, dice rápido y regresa a la cocina.


Aparte de la comida exótica, la oferta gastronómica de La parrilla del Cazador es armadillo, avestruz, codorniz, pato, jabalí, escamoles, chinicuil y gusanos de maguey.

A unos metros del local 270, Olga de la Torre ve pasar a los marchantes: “Tenemos lechón, escamoles, venado, ¿qué buscaba?”, los invita desde detrás de la barra, donde exhibe siete lechones.

Olga atiende una distribuidora de carnes exóticas, un negocio familiar. Su hija Melissa creció en los pasillos del mercado.

Con toda una vida en el mercado, Olga platica sus experiencias: en este mercado conoció al padre de su hija, sufrió accidentes y llegó a pasar casi 48 horas seguidas trabajando. Ha probado prácticamente todas las carnes exóticas que se pueden encontrar aquí. “Si yo tuviera que definir al mercado, a este mercado, diría que es un manjar”, suelta a pregunta expresa.

Melissa agrega: “Me siento orgullosa de donde vengo y del trabajo de mi mamá. Te acostumbras a esta forma de vida… la gente del mercado es mi familia. El olor del pescado y el de la sangre de los otros animales ya no los percibo”.

A las 6 de la tarde la mayoría de los locales comienzan a recoger. Antes de marcharse, Olga hace una recomendación gastronómica: filete de venado con aceite de oliva, pimienta, sal y un toque de orégano. Esto acompañado con unas papas Cambray asadas y sazonadas con hierbas finas.

En los pasillos se encuentran locales de comida corrida, a los que acuden oficinistas, estudiantes recién salidos de la escuela y demás, quienes disfrutan de los alimentos mientras un olor a condimentos y una combinación de sabores impregnan el ambiente.

El recinto se encuentra en el Centro Histórico del Distrito Federal en la calle de Ernesto Pugibet esquina con la Plaza Buen Tono. Las estaciones del metro más cercanas son Salto del Agua, San Juan de Letrán y Balderas.







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