“SE VISTEN NIÑOS”

Por Valeria Monserrat Pioquinto Morales
México (Aunam). Han pasado cuarenta días. Según marca la tradición, es hora de “levantar” el pesebre: los Reyes Magos, los pastores y los borreguitos que componen el nacimiento regresan a sus cajas a esperar pacientemente durante un año para volver a salir. Aquellos a los que les haya salido el niño en la Rosca de Reyes del 6 de enero tendrán que pagar con la tradicional tamaliza del Día de la Candelaria; sin embargo, antes de poder disfrutar de los alimentos, hay que llevar al Niño “a vestir” para presentarlo en la iglesia más cercana.

Por lo general son las madrinas o padrinos del Niño quienes llevan a cabo el ritual de vestirlo, aunque actualmente casi todas aquellas personas devotas que poseen una figura se encargan ellos mismos de hacerlo. Las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, especialmente las de Uruguay, la 3ra calle de Talavera y el barrio de la Merced, se llenan de puestos informales con letreros atractivos que anuncian que se arreglan y visten Niños para la ocasión. En los improvisados estantes y talleres se pueden ver figuras de todo tamaño y color, algunas en mejor estado que otras, esperando a ser ataviados con diferentes modelos y trajes.

Los precios de los trajes varían dependiendo del tamaño del Niño y del traje que se haya escogido dentro del amplio catálogo con el que actualmente cuentan los comerciantes. El traje más barato –el de San Juan Bautista- cuesta alrededor de $250 pesos, mientras que el más caro es el de Niño Pa, que ronda los $550. Sin embargo, todo es cuestión de “andarle buscando” y de caminar entre la gente que se congrega en los puestos de Niños o en los de comida –que también abundan- para encontrar el mejor traje al menor precio.

Tal como reza el dicho, “en gustos se rompen géneros”, y esta tradición no es la excepción a la regla. Aunque tradicionalmente el Niño debe vestirse de blanco el primer año (por tratarse de uan figura que aún es “un bebé), actualmente existen una gran variedad de trajes que cumplen incluso con las exigencias más extravagantes. Se pueden ver desde trajes típicos, como el Niño de las Palomas, el Niño de Praga, el Niño Mueve Corazones, Niño de Atocha, Niño de Plateros, San Martín Caballero, Niño del Refugio, etc, hasta modelos más nuevos, que incluyen al Niño Cholo, el Místico, el Motociclista, el Militar, el Doctor, el Abogado, el Migrante y los Niños Futbolistas con uniformes de diferentes equipos populares.


Los comerciantes y artesanos que se dedican a este rubro suelen pertenecer a familias que han pertenecido a este ámbito durante generaciones, pasándose la estafeta de padres a hijos para continuar con el negocio y por ende, también los secretos propios del mismo. Es por esa razón que entre ellos saben que vestir a un Niño no es tarea fácil; ya no digamos repararlo. Por lo general se trata a la figura como si realmente fuera un niño de verdad y se le canta o arrulla mientras se le coloca la ropita – que incluso en ocasiones se hace a la medida- para que se sienta cómodo con su nuevo ajuar. Si lo que necesita es una reparación, primero se debe “pedir permiso” al Niño para poder arreglarlo.

Una vez que el Niño está listo y arreglado se le lleva a misa, donde se congregan fieles con figuras de todos los tamaños que esperan la bendición del párroco a cargo. El ritual religioso se vuelve también un enorme desfile de vestimentas lleno de colores y variedad. No hay dos Niños iguales y cada quien sostiene al suyo en brazos, procurando no arrugar sus ropitas, pensando –ahora sí- en los tamales y el atole que vendrán después de la ceremonia.



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