LA BODA Y EL INFIERNO


Por Silvana Flores Sánchez
México (Aunam). Los arcos de la iglesia están cubiertos por rosas blancas y carmín. Los pasillos, abarrotados por flores costosas: aves del paraíso, orquídeas y pompones contrastan con el marfil de las telas de seda situadas en las bancas marrones. Vigilantes encubiertos andan entre los invitados. El perímetro está cubierto por muchachos de Sinaloa y de Michoacán. Ante Dios como primer testigo, esta unión se definirá.

Los cantos de la iglesia han silenciado el eco de los murmullos y las pisadas de los invitados. “La Princesa” ha llegado. El perla de su vestido contiene la magia de un cuento de hadas.

“El Pariente” sonríe levemente mientras la novia acapara las miradas en su andar por la alfombra roja. El pueblo se ha reunido hoy para festejar a sus nuevos amigos. El presidente municipal se encuentra en primera fila. Al lado está “El Chaparro” y su esposa, la mujer del eterno semblante apagado. “Dicen que el vestido costó $65,000”, comenta una comerciante del pueblo. “Yo tenía mera curiosidad de conocer a la novia”, murmura el cocinero del restaurante aledaño. “Tienen buena relación con los padrinos”, afirma un vendedor. “¡Vivan los novios!”, gritan sinaloenses y michoacanos. La unión se ha consagrado. La familia se ha hecho más grande.

“¡Los esperamos en el salón. La fiesta es para ustedes!”, anuncia el novio. Desde la carretera hasta el salón hay gallos armados, vigilantes desde camionetas blindadas; hombres armados camuflados como meseros. El escenario alberga las mejores bandas: “Es La Arrolladora Banda Limón, amá. ¿Ves?, te dije que iba estar recio y tú que no tenías ganas de venir”.

El arcoiris existe en forma de pelotas en el salón para infantes. Juegan a ser adultos, pocos alcanzan más de 12 años de edad. Sus juguetes son el arma de un asalto primerizo. En las escondidas, el que delata los escondites de sus compañeros es una chiva. Policías y ladrones es el padre anticuado de sicarios vs sicarios: “¡BANG, BANG, BANG, les di”. Cae uno, caen dos. “¡BANG, BANG, BANG, ya te maté!” “¡BANG, BANG, BANG! ¡Cállate, todavía no me das el tiro de gracia!”. “Te voy a chingar de parte del ‘pariente’, ese sí va ser tu tiro de gracia”.

Los gallos

El portal CNN México, con base en cifras de la Procuraduría General de la República declaró que en cuatro años del mandato del ex presidente Felipe Calderón el número de muertes ascendió a 24,836. Entretanto, el Centro de Investigación de Seguridad Nacional (Cisen), publicó que fueron 28,000 homicidios. De acuerdo con el periódico Excélsior con información del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI), los cuerpos hallados en las narcofosas del año 2007 al 2013 son 2,326. Los registros de la organización civil México SOS destacan a Michoacán como uno de los estados con mayor número de fosas.

Era 2009 cuando el torso quemado de Héctor, el hijo menor de 13 hermanos, fue encontrado en una camioneta Toyota tipo Tacoma en un rancho de Jalisco colindante a Michoacán. Un mes antes un costal de huesos humanos con su foto fue velado por su familia. “Nunca tuvimos dinero, sólo teníamos bocas que alimentar”, plática Genaro, uno de sus hermanos. “Nuestras únicas opciones eran irnos al gabacho o seguir aquí y trabajar las tierras de narcos o de una u otra forma terminar embarrados con ellos. Cuando yo inicié mi familia comenzó a vivir mejor, ya no sufrimos hambre. “La gorda del perro”, así le decíamos a Héctor por ser el menor, él siempre lo decía cuando recién le entró: yo no sabía que era esto, sólo tenía hambre”.

Por las calles del pueblo caminan dos ancianos platicando sobre las generaciones que han visto irse. Un comerciante anónimo relata con nostalgia cuando trabajó en el campo años atrás. “Toda mi vida he vivido de la siembra. Lo que siembro lo vendo. Ahorita ya tengo mi casa y ahí cultivo aguacates, maíz y unas frutas. En esos años trabajaba para una ranchería. Como yo ya sabía tratar la tierra les enseñaba a los peones. Un día llegaron unos tipos, bien raros. Se decían cuates del padrino del pueblo. Estaban reclutando muchachos para unos trabajitos. Yo me negué, pero cuando hay dinero de por medio y el diablo es diablo se deja seducir rápidamente. De los 10 peones que trabajaban conmigo sólo uno sobrevivió; fue el único gallo”.

Jorge Chabat, profesor investigador de la División de Estudios Internacionales en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), experto en temas de seguridad y crimen organizado explicó para la revista norteamericana Newsweek lo que en el pueblo llaman apadrinamiento: "No quieren que la población los vea como enemigos, sino como gente que los puede ayudar. Así, cuando hay una operación policial, la comunidad no los denuncia".

Las personas con buena posición económica mandan a sus hijos después de la prepa a Estados Unidos a trabajar. Desde su nacimiento son mexicanos nacionalizados estadounidenses. Tienen un futuro garantizado en la frontera. Otros se mudan a otras capitales para estudiar. Los nacidos en cuna de bronce esperan cualquier oportunidad de trabajo. La mayoría termina en el campo. Un pequeño porcentaje termina la secundaria.

“El pueblo fue subiendo poco a poco. No teníamos luz, las calles eran empedradas. De repente llegaron donadores anónimos. De un día para otro teníamos calles pavimentadas y alumbradas. La gente los ubica bien, pero no van a morder la mano que les da de comer, son como nuestros padrinos.”, dice resignado un amigo del comerciante, quien perdió a su sobrino en el pasado. “Nadie sale de ahí, se lo advertí. Chamaco necio, apenas tenía 14 años y ya quería aventarse a la vida de sicario para ayudar al hogar. Me dijo que en cuanto pasara unas pruebas tendría empleo permanente. No tenía la sangre tan fría. No era tan gallo para lograr dar el tiro de gracia a alguien. Al siguiente día fue a la escuela, nunca regresó. Días después me hablaron del forense para que identificara a mi muchacho. Habían encontrado una fosa”.

El ciclo del narcotráfico comienza con el reclutamiento de los más jóvenes. De acuerdo con el sociólogo e investigador Álvaro Camacho Guizado en el libro Narcotráfico: Europa, EEUU, América Latina, el narcotráfico es contribuidor de una juventud nacida para ser carne de cañón. Este fenómeno es la razón de un futuro de jóvenes sicarios o víctimas de estos. En algunas comunidades del país ser joven y pobre conduce a la muerte, igual que “la gorda del perro” o el sobrino del amigo del comerciante.

Los profesionales


Un grupo de jóvenes se reúne habitualmente en la plaza central del pueblo. Las dos mujeres y los tres hombres son bien parecidos, ninguno rebasa los 25 años. Tienen estabilidad económica, una familia acomodada y estudian en las Universidades de Guadalajara. Se hacen llamar “los ilustres”, para el resto del pueblo son “los fresitas o los juniors”. Su grupo de amistad es mediado de acuerdo al apellido.

En el periódico Excélsior Ernesto Guevara, investigador del Colegio de la Frontera Norte (Colef) declaró: “Se le está dando a la juventud diversos esquemas más imitativos que en ocasiones son muy complicados de erradicar desde la escuela o la familia. En muchas ocasiones, a partir de la música y la ficción televisiva se genera en los jóvenes percepciones de aprobación a lo que nosotros vemos como un crimen, pero muchos de ellos ven una forma de vida”.

“El Chacharero”, un futuro Licenciado en Derecho proveniente de los apellidos ilustres busca ejercer su profesión mientras termina su tesis. Poco antes de finalizar la carrera su madre le pidió que la dejara. No quería que su hijo fuera abogado del narco. Él replicó que sólo exageraba. Poco después embarazó a Carolina de su primer niño. Comenzó a vender las antigüedades de su casa. Dos años después se convirtió en padre de una niña. “El Chacharero” necesitaba un trabajo más estable. Consiguió ejercer en el palacio municipal. Con la tesis trunca no podía conseguir un sueldo más alto. En poco tiempo hizo amistades: “Nos hicimos compadres el día que se hizo padrino de mi hija”, comenta sobre su amistad con “el chaparro”.

Era mediodía cuando los invitados comenzaron a llegar. Una cabaña de tabique y madera estilo colonial estaba lista para recibir a 300 personas. Los primeros invitados en andar en el perímetro fueron hombres con armas ocultas. En la entrada, un par de ellos advertían a los invitados que las fotografías estaban prohibidas. En el techo, ocho hombres vigilaban periféricamente el patio principal; “nunca me había sentido tan bien pinche cuidado”, comenta un invitado. En primer plano una fuente de chocolate semiamargo de 1.60 de altura recibe a los invitados. Al lado, un par de charolas de aluminio contenían brochetas de fresa, perlas de melón y sandía, kiwi y manzana.

Un par de hombres comienzan a degustar. “Lo mejor de los festejos de los padrinos es la comida, me cae de madre”, expresa el presidente municipal al padre de la iglesia. Las mesas estaban adornadas por manualidades: jaulas vintage color hueso con dulces azules, rojos y dorados, paletas de bombón cubierto de chocolate y una almohada del tamaño de una palma en forma de cabeza de oso con colores del arcoiris. Por cada silla un plato con cupcakes de fondant con motivos florales espera a su comensal.

“Ese día todos me acusaron de andar coqueteando con “el chaparro”. Yo no negué nada. De lo único que estoy seguro es que aquí en adelante vamos a estar apadrinados”.

“El Chacharero” no es el primer graduado que trabaja para “el chaparro”. Tiene un grupo de recién graduados en búsqueda de dinero. “Luego ves a los sicarios hablándoles bonito a los universitarios. Caen fácil en cuanto les dicen la ganancia. El problema es que como no han practicado mucho su oficio la terminan cagando y al final son encontrados como coladeras en alguna ranchería”, dice anónimamente un vecino de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

“Seguido necesitan abogados, contadores, ingenieros y médicos, sobre todo médicos buenos, éstos junto con los abogados son los que las ven más negras si pierden a alguien importante. Ingenieros para los túneles, contadores que consigan prestanombres y lleven las cuentas, médicos que sepan curar heridas de alto impacto y abogados que sepan jugar a defender al diablo”.

El infierno

La mujer de “El Chaparro” tiene la figura de una modelo. Su piel canela es el mejor traje que porta. El atractivo de su mirada felina fue la que la llevó a contraer nupcias. Siempre deseó más de lo que tenía. “A “El Bejar” le está yendo bien. Tiene a mi prima como princesa. Deberías ayudarle a trabajar”.

Luis Astorga, doctor en Sociología por la Universidad de la Soborna, en el libro Narcotráfico: Europa, EEUU, América Latina, explica la mitologización del los temibles traficantes por parte de las de las autoridades. “Con enemigos así percibidos, las autoridades pueden justificar fácilmente sus fracasos y magnificar sus éxitos relativos. Las exageraciones permiten también justificar la demanda de mayores presupuestos y medidas punitivas”.

“Yo soy un pendejo. Los verdaderos están por allá arriba. Llámese DF, Guadalajara, Estados Unidos. Por todos lados está el narco, pero los verdaderos matones son los de cuello blanco, esos que siempre traen una corbata”, dice Javier, “El Chaparro” el padrino del pueblo. “Camila me dijo que estaba hasta la madre de mi trabajo. Que me saliera. La muy pendeja creyó que podía entrar y salir como si nada. Aquí no hay fin. Una vez adentro te pudres. Me pidió el divorcio... Si Dios fue nuestro primer testigo, será también el último. Si yo me hundo, ella se hunde conmigo”.

Fotos: Joe Cheng y el7bara




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