CELE: UN LUGAR DE ENCUENTROS, OPORTUNIDADES Y DISYUNTIVAS


Por Jesús Leonardo Quiroz Ruiz
México (Aunam). Desliza su mano por la banca. Al parecer trata de cerciorarse de que no esté mojada o haya algún residuo de basura en ella. Se sienta. Bosteza. Saca de su mochila un engargolado de copias. Lo abre y comienza a leer, sin embargo, los bostezos arrebatan su atención. Voltea hacia la puerta del centro, pero está cerrada. Son las 6:40 am. Sumerge el cuello en los hombros. El frío la agobia, pero debe entrar a clase, debe esperar a que abran la puerta, debe aprender pues a eso se viene aquí.

Dan las 6:45 am, un hombre con camisa de mezclilla color azul y las siglas UNAM en color oro bordado en el pecho tiene a bien abrir la puerta del centro de estudios. Ella, la chica que estaba en víspera de que le abrieran se levanta con desdén. Sube los escalones, dice: “Buenos días” al trabajador, éste devuelve el saludo. Prosigue y a su izquierda una placa metálica la recibe: Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras (CELE). Su presencia aquí es trascendental ya que puede formar parte del 75% de los matriculados que logran llegar al final de un semestre de cursos regulares de idioma.

Docenas de escalones se avecinan de manera inmediata frente a ella. Lucha paso a paso por llegar al segundo nivel, ahí donde recibe clase de francés. Mientras, en cada descaso de piso se encuentra con una cultura diferente: en el primer nivel se encuentran textos en latín, griego moderno, etc.

Llega al segundo piso y una luz blanca parece surcar los salones. Puertas color nogal, paredes de ladrillos blancos enmarcados por líneas azules van abriendo paso. Camina lentamente, sin prisa. Es muy temprano, faltan 15 minutos para que la actividad aquí comience, para que acentos extraños, algunos mal producidos, otros casi nativos fluyan por el CELE.

Pasó por el 203, 204… llega al 208, sin embargo, en cada salón sólo se encuentra un profesor en espera de sus alumnos. Los escritorios lucen llenos de copias, libros y demás. Ella ingresa a su salón, enciende la luz. Deja la puerta abierta detrás de sí. Espera en una banca mientras empieza la clase.

Hay algunos cuerpos fatigados, pies que se arrastran por el piso; caras llenas de bostezos y ojos rojos se avecinan por la puerta. Ingresan al salón y se sientan. De pronto, el profesor José Luis Costa Anguiano, profesor de francés y ex jefe del departamento de la misma lengua entra al 208 y dice: “Bonjour mes petits, ça va?” (En español: “Buenos días, mis pequeños, están bien?”).

Lo recibe con un “Bonjour” una clase de 20 alumnos, sí, 20 alumnos, ahí donde el CELE puso a 40 aproximadamente, según informó el Lic. Amadeo Segovia Guerrero, Jefe del departamento de servicios escolares del centro de enseñanza.

El profesor José Luis parece preocupado. Sentado y con una mirada reflexiva se toma la barbilla y dice: “Mes petits no falten. Yo sé que es difícil levantarse tan temprano para venir a tomar clase a las siete de la mañana, pero en verdad que tienen que echarle ganas. Este es uno de los salones más llenos en verdad y quiero que siga así. Cuando venía para acá me asomaba en los otros grupos y sólo veía al maestro con dos o cuatro alumnos apenas. Hay que echarle galleta, ¿va? Él no quiere que sus alumnos formen parte del 25% que conforman de los desertores. Los alienta.

Comienza la fiesta de los acentos, la práctica-error, corrección-aprendizaje. La cultura francesa sale de los textos. Las vocales nasales se escuchan por todo el salón.

Y ahí al interior del salón convergen alumnos de diversas licenciaturas, posgrados, ex alumnos, administrativos de la UNAM, etc. Todos ellos contra la deserción escolar. A pesar de los problemas luchan.

“Tengo que ir al servicio. ¿Hiciste la tarea? Yo no. En verdad que tuve muchísimo trabajo de mi adelanto de tesis. Estoy muerta” comenta Abigail Milián, estudiante de Arquitectura, a su amigo Larry Rodrigo Murillo, estudiante de derecho. Él le contesta: “Sí, bueno más o menos. No la terminé toda”. Ambos comienzan a platicar sobre sus vidas como estudiantes de licenciatura. Tras la ventana de su salón se alcanza a ver la biblioteca central, uno de los edificios más emblemáticos de Ciudad Universitaria y en general de la UNAM.

Finaliza la clase y la mujer que porta un portaplanos o bazuca como también es llamado en el gremio toma una mochila negra, bastante robusta, aproximadamente 40 cm de ancho por 50 de alto. Su amigo, el futuro abogado, se levanta y de manera más delicada se inclina para tomar un portafolio de piel, se acomoda el saco y dice: “Vámonos, Abi. La artista otra vez no llegó”. Ella le replica: “Sí, esa Martha se desapareció bien feo desde el segundo examen”.

Martha es estudiante de la Facultad de Artes y Diseño, según sus amigos ella abandonó los cursos regulares del CELE porque sabía que la reprobarían por exceso de faltas. La extrañan. Y ahí van caminando el par de amigos. Abandonan el salón, pasan por el nuevo elevador que construyeron las autoridades del Centro y descienden por las escaleras. Ríen a carcajadas. Se dirigen a las islas, área verde destinada a fines recreativos y de convivencia. Se detienen en la Facultad de Diseño Industrial que se ubica frente al centro de Idiomas. Conversan…

Deserción escolar en el CELE, un temor latente

Amadeo Segovia Guerrero, jefe del departamento de servicios escolares del centro de enseñanza dijo que la cifra de abandono de los alumnos de sus cursos de lenguas extranjeras varia semestre con semestre, sin embargo, las últimas estadísticas arrojaron que de los 8,127 alumnos que se inscribieron a cursos se dio de baja un 12.1% reduciendo así a 7,250 matriculados, hacia finales del semestre quedaron 6,100 inscritos.

El dato es considerable pues 2027 personas que pelearon por un lugar están abandonándolo. Segovia dijo que el proceso para poder obtener un lugar en el Centro tiene varios filtros que muchas veces los alumnos no entienden e inclusive llegan a reclamar a las oficinas para exigir un lugar. Los factores que intervienen: avance de créditos, alumnos regulares o irregulares y número de solicitudes hechas con anterioridad.

Los números dicen qué pasa, pero es preciso saber ¿por qué está pasando? Alumnos y profesores opinan al respecto.

Valeria Cano, 21 años, alumna desertora de francés, opina al respecto: Las clases que tomé ahí eran muy buenas. Yo salía muy contenta, pero lamentablemente el traslado de Centro hacia mi facultad es larguísimo, además de que tenía mucha carga por parte de la licenciatura que estudio. Creí que con 15 minutos bastaba para trasladarme, pero en realidad se convertía en media hora, gracias al pumabús que siempre va muy lento, no me sacaban puntual de mi clase de idioma, etcétera. Yo diría que la distancia y las faltas en mis clases fueron las causas primordiales”.

El profesor Pedro Mundo González, secretario de servicios escolares de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM opina: “Definitivamente la distancia que existe entre nuestra facultad y el CELE es considerablemente amplia. Para los alumnos que no tienen carro la cuestión se complica aún más. Ellos usualmente piden a sus profesores de aquí una prórroga para salir de sus clases 15 minutos antes, pero se corre el riesgo de que no lleguen o lleguen tarde lo cual incurre en una falta y así sucesivamente creo que es como aumenta la deserción. Pienso que sería bueno robustecer el programa de lenguas extranjeras de la facultad para evitar que los alumnos se tengan que estar trasladando hasta dicho Centro. Caso ejemplar es el de la Facultad de Contaduría y administración”.

Pero ¿qué piensa la planta docente del CELE quienes viven en carne propia este evento?

La profesora Rebeca Navarro afirmó: “creo que es muy demandante para los alumnos venir diario. Es de las pocas clases que tienen todos los días, también resulta difícil que se desplacen desde facultades lejanas hasta aquí”.

La convivencia del grupo puede ser otro factor según aseguró: “La deserción es el resultado de un comportamiento previo de ausentismo. Empiezan a faltar, a atrasarse, les empieza a costar mucho trabajo ver que los demás los están dejando atrás y se sienten mal. Efectivamente, hicieron lo necesario para bajarse del barco. Es importante jalar parejo. Cuando un alumno se sale de la dinámica y los alumnos se olvidan de él yo he notado que pesa. Que uno se salga y que cuando regrese encuentre un grupo que está cohesionado hace sentirse excluido, eso puede ser una causa”.

Rebeca Navarro

Claudia Saldaña, estudiante de Relaciones Internacionales opina sobre la deserción: “Yo abandoné el CELE porque no concordaba con mis horarios. Además de que eran muchísimos niveles o sea son 7, en mi facultad lo libero con cuatro semestres. No creo que me convenga”.

En réplica, se cuestionó al jefe del departamento de francés sobre la cuestionable duración de los cursos regulares. Dijo que es imposible reducir el número de horas o niveles pues no se estarían alcanzando los estándares deseados, es decir una certificación de lengua B2, el necesario para poder viajar a un país francófono.

Rebeca Navarro aseveró: “Ya se han hecho y rehecho los programas, pero siguen estando saturados. Se ha planteado que se alargue el tiempo de duración de los cursos, pero sufrimos de escases de salones. A menos que el CELE se mudara a otro edificio y tuviera más cuerpo docente. No se avecina, que yo sepa ningún proyecto de mudanza. De lo contrario no le veo solución”.

Sharon Correa, estudiante de Administración opinó: “abandoné mis cursos regulares en el CELE porque tuve que entrar a hacer mi servicio social. Entré en disyuntiva, pero tuve que tomar una decisión”

Diana Reyes Soberanes, estudiante de Comunicación opinó al respecto: “yo estaba en el curso de compresión de lectura, pero se me hizo realmente difícil. Los textos eran complicados y lo peor es que era en línea. Yo necesito a alguien que me esté ayudando o me motive, de lo contrario me voy”.

Víctor Martínez replicó: “el curso de comprensión de lectura del idioma francés tiene uno de los mayores índices de bajas. Inician 40 y terminan máximo 10 personas y tiene varias causas: los alumnos creen que ahí aprenderán a saludar, a pronunciar, en general, cuestiones culturales de Francia y los países francófonos cuando en realidad nada tiene que ver con un curso de comprensión”.

Ante el difícil panorama que vive el CELE, ¿qué hace éste y otras instancias de la Universidad para ayudar a los alumnos?

Rebeca Navarro: “Usualmente termino con mis grupos como los inicié. Yo trabajo mucho desde el principio para crear un ambiente sano de trabajo, uno en el que todos se sientan identificados, que pertenecen. Y cuando llegan a faltar les pregunto o les mando mail, no con la finalidad de hacerlos sentir mal o señalarlos, sino con el objetivo de hacerles saber que se siente su ausencia que el grupo los extraña y eso me ha funcionado. Ahora entre ellos mismos se preguntan el por qué han faltado”.

Pedro Mundo González: “Aquí estamos para ayudar a los alumnos. Si vienen y me dicen que están en el CELE y necesitan un cambio de horario nosotros estamos en la mejor disposición de echarles la mano. No se trata de hacerles la vida imposible”.

Ángeles Cervantes profesora de Ruso con 18 años de experiencia en el Centro: “llego a acuerdos con mis alumnos. Si se aproxima el final de semestre pido mis trabajos finales dos o tres días después. Tampoco se trata que yo no sea exigente y no les demande trabajar, sino de un acuerdo en el que le echen las mismas ganas que le echan a la facultad a la lengua extranjera”.

El jefe del departamento de francés finalizó: “El departamento está abierto para ayudar en medida de lo posible a los alumnos que sí quieren continuar con sus estudios. Facilitar el acceso al cambio de grupo y al nivel de planeación, por ejemplo, en el nivel 7 sólo hay tres grupos, trato de distribuir uno en la mañana, tarde y noche. De tal manera que las personas que trabajen puedan venir a concluir”.

Carga académica, distancias largas, servicio social, incompatibilidad de horarios, prioridades, cambios en la vida que los alumnos no prevén: causas que los orillan a desertar de sus estudios de lenguas extranjeras.

Abandonar un centro de oportunidades es equiparable a reducir las competencias laborales, perder una oportunidad que la Universidad regala a sus alumnos por la módica cantidad de dos pesos. La vida gira y con ella oportunidades.

Un reto: el aprendizaje de una lengua extranjera

Se toma de la barbilla, mira a los lados, juguetea con el lápiz, mira el reloj. Finaliza: “¿amiga, le entendiste? Me perdí”. Le cuesta trabajo, articular oraciones de manera correcta, sin embargo, escribe con rapidez todo lo que se encuentra en el pizarrón. “profesor, disculpe, quizá mi duda es tonta, pero no entendí muy bien”. El profesor lo calma: “ninguna duda es tonta. Dime. No hay problema alguno”. Falta de capacidad de entendimiento de los contenidos de las clases… ¿una variable que puede pesar para dejar el CELE?

La profesora Ángeles Cervantes, opina al respecto: “en mi caso particular, a diferencia del aprendizaje de otras lenguas como francés por ejemplo donde vas de la mano de la gramática por semejanzas que hay con el español con el ruso sucede algo completamente distinto, ni siquiera empata con la escritura es por ello que muchas personas que vienen aquí nos dicen adiós”.

Por otro lado la profesora Navarro Bajar opina: “Aprender una lengua es un reto cognitivo muy distinto a los desafíos intelectuales que pueden representar las materias que tenga cada alumno porque simplemente manejamos un código lingüístico nuevo y eso plantea una dificultad que ya de entrada no tiene ninguna materia”.

Por otro lado, el Centro cuenta con una Mediateca a través de la cual se ofrece asesoría a los alumnos de manera general, sin embargo, ponen mayor énfasis en estrategias de aprendizaje. Aprender a aprender. Un esfuerzo más por dotar a los alumnos de herramientas necesarias para seguir adelante.

El profesor Víctor Martínez aseveró que su gestión ha puesto énfasis en las nuevas modalidades de enseñanza. Dijo que también trabajan, por ejemplo, el sistema semipresencial que consiste en que el alumno de las ocho horas y media obligatorias sólo vaya seis a clase de manera presencial y la hora con treinta minutos restante la trabaje en línea, esto con la finalidad de que sea autónomo y se autoregule”. La planta docente se enfrenta ante un problema propio de la enseñanza de la lengua extranjera, sin embargo, luchan contra corriente para hacer algo al respecto y evitar que las cifras de desertores sigan aumentando.

Un espacio de culturas e investigación


Muestras de comida italiana, brasileña; proyección de films alemanes; y karaoke francés son algunas de las actividades que desarrolla el CELE al lado de sus alumnos con el fin de promover el conocimiento de la cultura propia de la lengua que enseñan en el Centro. Una estrategia que lucha por retenerlos y aumentar sus ganas de seguir en el camino del aprendizaje.

Leticia Trujillo, profesora de francés opinó que eventos realizados al lado del profesor Sergio Palacios, como la fete de la chanson (fiesta de la canción) organizada por ellos en el auditorio Rosario Castellanos es un buen ejercicio didáctico que acerca al alumno al aprendizaje de la lengua aparte de entusiasmarlo: “Normalmente no se promueve la música como algo lúdico”.

Por otro lado, Víctor Martínez, jefe del departamento opinó: “La idea es repetir este tipo de eventos culturales. Es bueno acercarse a los íconos de la música francesa”.

Martínez aseveró que el CELE ha gestionado por capacitar constantemente a su planta docente a través de estancias en otros países. Enriquecimiento cultural. Dijo: “la preparación continua de los profesores es otra herramienta ya que los envían a sus diversas extensiones en países con convenio para estudiar, recabar material pedagógico, etc.”.

Esfuerzos hay, profesores comprometidos y entusiastas con sus alumnos también. Imprevistos, servicio social, distintos intereses, largas distancias de traslado, carga académica en la licenciatura y otros problemas que obligan a los matriculados a desertar hay de igual forma.

Es un lugar de encuentros…

Navarro Bajar asegura que la clases impartidas en el CELE son únicas: “Vienen distintos perfiles, diversas personalidades. Y en un curso de idioma la personalidad de cada uno tiene cabida. Es muy diferente a tomar una clase de matemáticas donde el objetivo está fijado y poco importa si uno se siente triste, es extrovertido, tímido y muchas veces el maestro ni siquiera conocerá a sus alumnos. Éste será bueno si explica bien. Es un espacio en el que vienen a hablar de ustedes mismo a implicarse de manera más personal. Es un lugar de encuentros de idiosincrasias, perspectivas de ver el mundo” puntualizó.

Un centro de oportunidades únicas, diálogos, conocimiento, investigación, cultura… Simplemente un lugar que pocas Universidades tienen. La mejor Universidad de Latinoamérica prepara a sus alumnos de manera integral, los idiomas, evidentemente, no podían dejar de tener cabida. Aquí un pequeño esfuerzo por hacerle saber a usted estimado lector un fragmento del hermoso mundo llamado UNAM.







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