JUAN PABLO PROAL: HOMBRE DE LETRAS Y MÚSICA

Por Diana Jazmín Escalona González y Anayeli Tapia Sandoval
México (Aunam). En el interior del número 13 de la calle Fresas, tras los muros agrietados de una casa en la colonia del Valle, la tonalidad blanca del lugar resaltaba las letras rojo carmín de una de las principales revistas de política en el país: Proceso. Dentro, el silencio acorralaba cada espacio de la estrecha sala de espera. No había ningún reloj sobre la pared, pero cada movimiento de las manecillas se sentía como el latido de un corazón acelerado tras haber culminado un maratón.

Juan Pablo Proal, de Proceso. Foto: Diana Escalona

Un hombre, cuya altura oscilaba entre 1.70 metros, se dirigía de manera precipitada con sus 31 años de vida por el pasillo principal hacia la recepción. Su cabello castaño, rizado y enmarañado detonaba su cansancio de un viernes por la tarde; y sus lentes, de armazón rectangular negro, le brindaban un porte intelectual.

Juan Pablo Proal Mantilla, coeditor del portal en internet de dicha revista, portaba un suéter a rayas azules (marino y cielo) que marcaba la silueta de su cuerpo delgado, mientras que un pantalón recto color café se ajustaba de manera correcta en sus piernas y, como complemento, sus pies se ocultaban dentro de unos tenis Nike azules con detalles en color verde amarillento.

—Hola, qué tal —estrechó la mano de forma rápida y su mejilla izquierda culminó con un fugaz beso que raspa cada espacio de la piel debido a los diminutos vellos de su barba castaña —perdón, hoy es un día muy difícil; en unos momentos los padres de los normalistas darán su respuesta tras las declaraciones de Murillo Karam esta tarde y tengo mucha chamba. […] Por aquí hay muchas cafeterías, yo creo que en una hora más o menos ya tendré un pequeño momento para atender la entrevista.

No pasó mucho tiempo para que el periodista, originario de Puebla, volviera; su cambio de opinión y sus 15 minutos de tiempo disponible permitieron que comenzara la entrevista, la cual se llevó a cabo dentro de otra pequeña sala que se encontraba junto a los escritorios de los demás comunicadores que estaban trabajando.

El interior de la estancia estaba repleta de libros, revistas y enciclopedias, además de una televisión, que pendía de un soporte de metal; y una mesa rectangular de madera a juego con 4 sillas. Antes de poder abrir y cerrar los ojos, Proal ya estaba sentado sobre un sillón de piel color tabaco.

La afonía era más potente en esa habitación que en la anterior; adentro todo deslumbró, la luz alcanzaba un punto que no era comparable con el de la sala anterior, aislada y sombría. De la grabadora del celular se activó un foco rojo que indicó que todo estaba listo para comenzar a registrar su voz.

Lejos de casa

El también escritor decidió dar un giro a su vida y hace pocos años dejó su casa, familia y amigos para residir en el Distrito Federal, en donde tendría mejores oportunidades de crecimiento laboral. Con un volumen bajo, su voz lanzó la primera confesión:

—Creí que lo más rudo iba a ser el tráfico, lo grande, y sí es difícil, pero mucho más lo es empezar desde cero, volver a hacer amigos, volver a hacer trayectoria profesional; fueron tiempos duros y aun así no dejo de extrañar Puebla— explicó mientras los dedos de su mano izquierda jugueteaban con los vellos de su barba.

Con el completo apoyo de su madre, y pese al dolor por parte de ambos al distanciarse, Proal se arriesgó a buscar nuevas oportunidades y aventuras; ser periodista era uno de sus sueños, e incluso desde que era adolescente comenzó a poner en práctica su escritura hasta desarrollar un amor por ello.

—Fuera del Distrito Federal, las revistas, los periódicos, los medios en general, tienen mala calidad. Los medios locales tienen muchos vicios: corrupción, poco profesionalismo, poca buena escritura; no hacen las cosas bien y ese ambiente es difícil. Es como crecer entre maleza, no puedes salir de él —dijo mientras su mirada se perdió en la desgastada alfombra gris de la habitación—.

Sus labios se llenaron de motivos, los cuales fueron expulsados uno a uno —es difícil hacer buen periodismo en medios tan poco favorecedores y si uno quiere aprender a hacer las cosas medianamente bien, hay que hacerlo donde hay más profesionalismo y aquí hay más revistas, periódicos y medios de una calidad más elevada; tenía que hacerlo si quería mejorar como periodista.

Los acordes del rock

La influencia de grupos como Deep Purple, Black Sabbath, The Doors y Led Zeppelin han generado en su vida una especie de filosofía, —el rock me influyó mucho, yo vengo de una familia muy católica, muy conservadora y Puebla también es así, entonces el rock para mí fue una puerta a la rebeldía, a la cultura, a la expresión, y me influyó tanto en lo que soy ahora que no dejó de ser rockero, aunque los grupos que me gusten ya estén muriendo o ya están viejitos —comenzó a reír al mismo tiempo que sus dientes bien alineados y blancos se hicieron presentes—.

Alejandro Saldívar, amigo y compañero de Proal en la misma revista, recuerda con exactitud las palabras que una vez le pronunció: “Las estrellas de rock son los nuevos dioses de la juventud, ellos ya no creen en Dios o en los santos, ellos creen en la gente que se para en los escenarios”.

Por ello Proal ha dedicado artículos y reportajes como Black Sabbath, diabólicamente inmortales; Deep Purple sigue siendo la banda más ruidosa del mundo, La religión del rock, entre otros títulos a exponer su visión de este género musical desde la parte más social como lo es el público que rinde culto a estos grupos. Asimismo, ha buscado reforzar su conocimiento con un Diplomado en Historia del Rock, impartido por el Museo Universitario del Chopo.

Además de su gusto por el rock, tiene más pasiones en la vida como escribir, el periodismo, el arte en general, la política, los perros y caminar—me gusta vivir alguna aventura, meterme en algún contexto, trabajar, nadar, esas cosas me gustan mucho—, declaró mientras una de sus manos agarraba el diminuto arete plata que colgaba de su oreja izquierda—.

En contraparte, también hay cosas que le disgustan, pero entre ellas destacan dos: las ruedas de prensa y las entrevistas. —Es un mecanismo difícil y cada vez me disgusta más el asunto de la pregunta y la respuesta; todo es muy forzado, muy artificial: “cómo pregunto, qué va a contestar, cómo va a contestar”, además es algo que trae todo el mundo; es un mecanismo muy difícil y masivo, no me entusiasma—.

Su respuesta se vio interrumpida por un zumbido que emergió de la bolsa derecha de su pantalón, su IPhone negro salió tras una breve lucha entre su bolsillo y su mano, a tiempo para alcanzar a contestar: “¿Qué pasó, Cheque?, ¿ya empezó? […] órale […] ah, ya, ya, órale, ok”. Juan Pablo Proal salió apresurado de la habitación, sin antes disculparse por la interrupción y solicitar un poco de paciencia.

El lugar se vio abrumado por un silencio, igual al que suele reinar durante las noches frías de invierno. Después de unos 10 minutos, los cuales habían parecido años, la manija de la puerta se abrió para dejar pasar al comunicólogo, que se dejó caer en el asiento de manera violenta.

—Ahora sí, en qué estábamos.

Periodismo de entrega

Juan Pablo Proal, de Proceso. Foto: Alexis Ortiz

Además de sus pasiones profesionales, a través de los años ha buscado inspiraciones que lo guíen a lo largo de su viaje periodístico, entre estas figuras destacan Hunter Thompson, Tom Wolfe, Frank Zappa y humoristas como Trey Parker, creador de South Park; sin embargo, quizá el que más lo ha marcado es Julio Scherer García, fundador de la revista Proceso.

—Me ha inspirado como ser humano, como escritor y como periodista es el más grande que ha dado México, su obra es importantísima, tanto en Proceso como afuera—. Una nueva interrupción se dispuso a perturbar la entrevista; la puerta se abrió una vez más y la cabeza casi calva de un hombre de edad avanzada se asomó por el hueco que se forma entre la pared y el marco de la portezuela: “¿Te están entrevistando?, yo pensé que eran los padres de los normalistas”, los rizos del entrevistado se movieron de izquierda a derecha como forma de negación.

Como si nada hubiera pasado, las respuestas seguían brotando de su boca al igual que el agua en un manantial, mientras el sonido de su pie al contacto con el suelo se encargaba de armonizar la impaciencia de todo su cuerpo.

—Mi admiración por Julio Scherer comenzó desde que era un adolescente y siempre anhelé estar aquí; a veces reparo en eso, me doy cuenta y claro que es satisfactorio— la expresión de sus ojos, aunque nunca hizo contacto, se volvía más distante a cada minuto—.

No obstante, dejó en claro que para ser el mejor no basta con la inspiración, sino con los años de disciplina, trabajo, formación, crítica y tenacidad, cosas que Proceso le ha brindado además de la libertad de expresión. De igual manera, para llegar al público Proal expuso que no hay otra manera que escribir bien.

—Es lo mismo que ser buen músico, debes hacer buena música y si te atreves a hacer un escrito debes escribir perfecto, precioso, debes seducir, informar, divertir, innovar— elevó su mirada mientras el tono de su voz se volvió más cálido con cada frase transformada en un consejo periodístico— si sólo tienes una redacción mediocre y como en muchos casos ni siquiera tienes buena ortografía, jamás la vas a armar, tienes que aspirar a escribir lo mejor posible y tener textos muy bien trabajados, cuidar las palabras y esmerarte en tu formación—, afirmó mientras los dedos de su mano se enredaron con en el centro de su barba.

—Con los años me he vuelto cada vez más introspectivo, más dedicado a esto, lo tomo cada vez más en serio, le dedico más tiempo a la lectura y menos tiempo a otras cosas como la diversión, o la vida social—. El resultado de su esfuerzo se ve reflejado en sus libros Voy a morir, biografía del fundador de Real de Catorce, José Cruz, y Vivir en el cuerpo equivocado, aunadas a dos obras de coautoría, Salinas y Rupestre.

El periodista es comúnmente criticado en sus redes sociales por el contenido y, mayoritariamente, por los títulos que llevan sus artículos, notas, crónicas, reportajes, como en fue el caso de Conspiración para que todos seamos homosexuales, pero con el paso del tiempo ha aprendido a afrontar la situación:

—Al principio era difícil, tomaba muy personal las críticas, o en su defecto, los halagos también me ensoberbecían. Creo que con la práctica vas aprendiendo eso; hay muchas críticas que son atinadas y me obligan a depurar mis textos y a trabajarlos mejor, también se debe tener claro que hay personas que me pueden leer y otras que no—.

Mientras hizo ademanes con las manos, declaró que el periodismo es una profesión en donde no hay cabida a los redactores mediocres, faltos de ortografía. Para él, lo más importante es saber que se puede aspirar a más, trabajar los textos, ir a cursos y diplomados, leer, ser empático y dedicarle mucho tiempo a la formación académica y laboral.

El escenario se volvió hostil, los nervios a flor de piel iban en aumento, la lista de preguntas parecía no terminar y el estrés del periodista se potencializó ante la saturación de trabajo, la inquietud de sus dedos y el movimiento de sus pies lo delataban a cada segundo; así, antes de lanzar la siguiente pregunta expresó: —si quieres vamos concluyendo—.

Las últimas preguntas salieron disparadas bajo la presión del tiempo, su tiempo. —El periodismo es una chamba riesgosa, claro que ha habido amenazas de sectas, por ejemplo, persecuciones o, incluso, hasta agresiones físicas. Es de alto riesgo, pero también creo que hay compañeros que se arriesgan mucho más que yo cubriendo temas como el narcotráfico, sin embargo no dejas de arriesgar, ya sea tu salud por comer a deshoras, pero igual creo que si no hay un camino de responsabilidad sin todo esto—.

Una vez más, como en todas las respuestas anteriores, no hubo contacto visual; su mirada se perdió entre los papeles sobrepuestos en los pequeños muebles, sus ademanes cada vez fueron más bruscos, sus dedos dejaron de tocar su barbilla para enroscarse en su alborotado cabello.

Una de las principales características de Proal, es que sus textos son el resultado de fusiones de sus líneas de investigación que se basan primordialmente en política, sociedad, entretenimiento y cultura. Esto lo hace, dice, porque se rehúsa a estar mimetizado con los demás periodistas:

—No me gustan las normas, siempre aspiro a hacer un periodismo diferente, en temas y narrativa. En el periodismo hay una falta de originalidad y creatividad, todo el mundo anda en un plano muy solemne y rígido. En México todavía hay mucha timidez, todo está muy ‘acartonado’, todo es igual. En este medio pocos sobresalen, y esos son lo que se atreven a hacer algo diferente.

Dedíquense a otra cosa

El ruido de las hojas en busca de una pregunta más tuvo como resultado un gesto de disgusto y desaprobación que bastó para que Proal con la mirada fija en el suelo de la habitación, se limitara a decir con un volumen bajo que retumbó como un grito ensordecedor —hay un chingo de competencia y para ser uno más, mejor dedíquense a otra cosa—.

Con cámara en mano y el peor ángulo para una fotografía el flash disparó directo al perfil del periodista quien con el cuerpo encorvado, colocó su brazo derecho a la altura de su cintura, mientras intentaba forjar un gesto de amabilidad en sus gruesos labios, pero su mirada seguía perdida entre las revistas y libros que inundaban el lugar.

—Gracias, perdón por las prisas, no acostumbro a atenderlos tan mal—, es todo lo que dice y sale primero de aquel cuarto. La oportunidad de un último beso en la mejilla se esfuma. —Gracias—, es lo último que escuchó antes de dar la vuelta e introducirse a su cubículo dentro de la sala de redacción.

En menos de 20 minutos cualquier rastro de felicidad y nerviosismo se había evaporado entre las hojas de los libros que inundaban el lugar; su silueta se desvaneció conforme los rayos del sol se ocultaban para dar paso a la noche. Todo había terminado, sólo su voz prevalecía atrapada en la grabación de un celular y su cuerpo en la imagen captada por el lente de una cámara.







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