EMOCIÓN NICOTIZADA


Por Ilse Becerril Castro
México (Aunam). Jueves. Calor de una tarde de otoño. Cansancio en forma de agujas que se clavan en las plantillas de los pies. Ruido en cada parte. Cuestionamientos por todos lados. Risas. Llantos de niños en brazos de sus madres. Diversión. Curiosidad que llama a los inquietos en busca de respuestas. Voces delicadas, graves, agudas que emanan distintas palabras y frases: “Bienvenidos, pueden preguntar”, dicen unos, “¿qué te muestro? ¿algo de tu interés?”, preguntan otros.

De pronto guardas silencio y pones atención a lo que ocurre. Esperas. Entonces escuchas sonidos específicos que llaman la atención de las personas presentes: música que proviene de alguna parte del Zócalo en el Centro Histórico de la Ciudad de México, de hecho, son varios los puntos en donde se perciben guitarras, bajos, solos, cantos, gritos y aplausos.

Dentro de una carpa blanca, de unos cuántos metros cuadrados, la cual fue asignada con el nombre de “Foro José Emilio Pacheco”, un grupo de cuatro jóvenes, tres hombres y una mujer, cantan y bailan al ritmo de rockabilly; su vestimenta es sencilla: pantalones de mezclilla azul con tirantes a los costados, playeras negras sin ningún símbolo aparente y botas negras por debajo de la rodilla bastante relucientes. Flecos levantados que simbolizan peinados llamativos, llamativos como su música misma.

“¡Nicotina nos acompaña esta tarde!”, menciona uno de los presentadores. La euforia está presente en los rostros de los más de cien asistentes. Los aplausos y aclamaciones no se hacen esperar. Los cuatro jóvenes cantan para su público, el cual está conformado por niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres. Mientras unos asistentes al evento degustan la muestra musical desde las sillas negras colocadas justo frente al escenario; otros tantos de pie, entonan y bailan las más de seis canciones presentadas por la vocalista y los demás integrantes.

Sin pensarlo, dos jóvenes provenientes del público se levantan de sus asientos y comienzan moverse al ritmo de las canciones. Ella: alta, de cuerpo robusto, pantalones azules, crop top blanco que deja ver su perforación en el ombligo, cabello largo y negro, fleco rosa y labios rojos carmín. Él: playera blanca, pantalón azul rasgado de las rodillas, botines negros que se mueven al ritmo de la música y un peculiar tatuaje que se deja ver en su antebrazo derecho. Ambos bailan, giran unas cuántas docenas de veces, sienten la música, ríen, emanan gotas de sudor en cada paso. Todos están ahí, no importa la edad ni el sexo, disfrutan de las maravillas que la ciudad y la cultura ofrecen.


El centro de la ciudad de México fue la sede de la décimo cuarta Feria Internacional del Libro en el Zócalo que estuvo presente durante 10 días, del 10 al 19 de octubre, en donde participaron alrededor de 350 sellos editoriales y más de 200 expositores.

Las actividades artísticas que la Feria del Libro ofreció fueron varias: lecturas en voz alta, presentaciones de libros, charlas, cuenta cuentos, trueque de libros, un espacio para los editores emergentes, cine, música en vivo…

Diversas agrupaciones, de distintos géneros musicales, dieron color y ritmo a esta Feria a lo largo de 10 días. Mientras un público disfrutaba de la literatura ofrecida, otros tantos preferían descansar en las bancas improvisadas con huacales anaranjados de plástico, jugar ajedrez, asistir a las presentaciones y charlas de libros, acompañar la tarde con un buen café, o bien, disfrutar de un evento musical gratuito como el presentado por “Nicotina”; aquella agrupación que logró diversas sensaciones en su público.

Un chico de aproximadamente 15 años de edad, con pantalones entubados negros, tenis converse negros, lentes de armazón rojo y camisa a cuadros dice a su madre: “Mira, mamá, creo que ya es mi grupo favorito, cuando los escucho pareciera que están nicotizando mis sentidos”. Sonríe, escucha, canta, baila, siente la música, se embriaga de “Nicotina”, pide más, contagia sus sentidos, contagia su emoción nicotizada.





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