BAILO LA REBELDÍA DESDE LA FRAGILIDAD Y DULZURA DE MI CUERPO: DIEGO PIÑÓN

Por Mariana Hernández
México (Aunam). El butoh se ha vuelto un símbolo universal, rebasó las fronteras de Japón para inspirar a los artistas mexicanos y toda Latinoamérica. Es una danza para encontrarse con el ser interior, va más allá de diferencias culturales y tradiciones, señala Diego Piñón (Michoacán, 1957) pionero de la danza butoh en México.



Piñón considera que el butoh es un movimiento con raíces ancestrales en todo el mundo; digamos que el butoh japonés sacó a la luz lenguajes corporales que ya existían. En las culturas rarámuri, purépecha, huichol, bailan desde el espíritu y entran en estados de conexión con el cosmos. Ese es el punto de conexión entre Japón y México, su veneración hacia la naturaleza.

Durante la entrevista realizada después del taller que ofreció a una veintena de bailarines en el Centro Cultural la Pirámide, con motivo del Segundo Encuentro Latinoamericano de Danza Butoh. El artista señaló las dificultades de los cuerpos para liberarse, “hay incredulidad y resistencia”. Quienes asistieron a la clase son personas diversas pero con el interés de conocer su energía y saber cómo expresarla en movimiento, en ese punto se concentra su papel como guía, en crear una visión colectiva, “tejer una red” que se manifieste en energía corporal.

También hay expectativa, mucha gente se ha quedado en la imitación japonesa, repitiendo clichés, “el butoh ha sido muy trastocado, para mí tiene que ver con el ser interior, con tus raíces, tu pasado, sueños e intenciones hacia el futuro" aclara el docente.

Sobre el cuerpo el bailarín expresa: "es un canal, un pretexto para indagar en lo más etéreo, en los sentimientos y el espíritu, de todo lo que no se puede explicar; es un vehículo inacabado y portentoso, pero sometido a un sistema de reglas socioeconómicas y políticas, donde se manipula y controla”.

¿Cuál es el papel del butoh en ese cuerpo sometido?

Abrir un espacio de expresión y rebeldía. Una expresión contenida que busca el silencio interior para actuar creativamente. Yo puedo salir a la calle a quemar una bandera, eso lo hicieron los japoneses, pero empezaron a encontrar que el cuerpo desnudo decía más. Yo quiero bailar esa rebeldía desde la fragilidad y dulzura de mi cuerpo.

¿Hacia dónde se dirige la danza que realizas?

Se dirige a un encuentro de seres interiores más allá de la diferencia cultural o de cualquier tradición, lo que me ha motivado es saber que el ser humano es un ser en evolución, un ser frágil que ha estado sometido ha procesos de colonización y sometimiento. Lo seguimos viviendo aquí en México.

¿Qué elementos simbólicos presentas en tu obra escénica?

Uso barro como maquillaje, es como salir de la tierra, soy mis abuelas, las ramas secas de Michoacán. Uso trajes de tehuanas y chinas poblanas para intentar conectar con la fuerza femenina. En mi danza represento lo masculino y lo femenino; valoro la fuerza de mi madre y me rebelo a mi padre, quien no aceptó mi profesión como bailarín.

Cuando fui a Japón la última vez, a finales de los ochentas, observé que los japoneses no quieren perder sus tradiciones pero a su vez cuestionan los valores patriarcales del imperio. Todavía hay sumisión de las mujeres hacia los hombres. La cultura del predominio de estos valores masculinos machistas también están en nuestro devenir como colonia, que conserva el valor del dominio del hombre sobre la mujer y sus hijos.

También cuestiono todos los valores machistas, en la danza Puente, soy el cromosoma X y el cromosoma Y, conjunto mi camino hacia Japón, mi regreso a México, mi conexión con Estados Unidos.

Piñón desciende de la corriente estética de Kazuo Ohno, en su trabajo escénico prevalece las sanación de la vida y de lo que somos como producto de una creación cósmica. Sus obras escénicas están conectadas con su pasado personal y al colectivo como mexicano. Son espacios donde dialoga con referencias de la cultura popular con mirada crítica.

En 2001 fundó el centro de danza Butoh Ritual Mexicano en Tlalpujahua, Michoacán, donde recibe a bailarines del país y todo el mundo. Desde el año 2005 desarrolla el proyecto MARIPOSA en conjunto con bailarines norteamericanos, logrando hacer un puente de retroalimentación cultural.

Dedicado a la experimentación de lenguajes cuerporales, Piñón abarca las terapias Reichianas, el Teatro Ritual contemporáneo y la danza moderna, su encuentro con el butoh japonés fue en 1987 cuando vio por primera vez a Natsu Nakajima en la Sala Covarrubias del Centro Cultural Universitario, “verla fue una revelación, descubrí que era lo que quería hacer”, recuerda.

Si “el butoh japonés le permitió a la danza contemporánea renovarse,” en Latinoamérica ha logrado consolidar una comunidad activa, como se constató durante el Segundo Encuentro Latinoamericano de Danza Butoh organizado por la investigadora y bailarina Tania Galindo, quien fuera su alumna.




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