¡NO MÁS PRODUCTOS MILAGRO!


  • La Norma Oficial Mexicana en la materia sugiere que bajar un kilo por semana constituye el límite para tener una pérdida de peso segura
Por Yari Jazmín Torrijos Orozco
México (Aunam). “¿Ya viste a la gorda?”, es lo primero que surge dentro de su mente. “Dice que tiene 13 años, pero yo no le creo”, expone con rabia una voz. “Tal vez tiene 13 años de no bañarse”, grita impaciente el que siempre se quiere hacer el chistosito. “Yo la neta le calculo unos 20 o 25 ¡Mírala!”, señala un dedo acusador. “¿Se fijarían en ella?”, pregunta con cierta malicia uno de esos tantos adolescentes que hay en la secundaria. “¡Por supuesto que no!”, responden al unísono, muy seguros de sí mismos, y con cara de asco el resto de los estudiantes.

La tristeza en su mirada es evidente: tiene los ojos rojos y una pequeña lágrima se asoma por la mejilla derecha. “¿Ya viste a la gorda?”, es la frase que se recuerda, a sí misma, día y noche. Pesa 90 kilos. Tiene 13 años. Y se ha empezado a interesar en los chicos de su edad. Como a cualquier otra adolescente en desarrollo, las burlas sobre su apariencia física le incomodan, la atormentan, le molestan, le duelen, la hieren, pero sobre todo la hacen reflexionar: “Quiero tener novio, pero para lograrlo necesito estar delgada”.

Su objetivo es claro, aunque el camino para conseguirlo se torna peligroso. “¡Ningún alimento entrará a mi boca! ¡No comeré nada! ¡Estoy segura de que tomando agua y sólo agua, bajaré de peso!”, replica animada Ivonne Torrijos Morales. Los días transcurren y, con ellos, su aspecto físico se deteriora más. Tiene bolsas en los ojos. Ojeras moradas y una piel amarilla.

Dentro de su mente, recuerda la voz de su madre: “¿Ya comiste?”, retumba en sus oídos el tono de preocupación de quien le dio la vida. Ivonne sonríe, mientras hace un esfuerzo por mantener los ojos abiertos: “Sí, mamá”, responde, pero sabe que está sola. Al menos en su casa, está sola. No hay nadie que le haga compañía. El tic-tac del reloj se aleja cada vez más y más. No le queda ni una pizca de energía para moverse, pero está feliz. Lo ha conseguido y, a diferencia de otras personas, sólo le ha tomado 15 días. Sí, sólo le ha tomado 15 días llegar a los 56 kilos.

Lo más preocupante: ésta no sería la única vez que Ivonne Torrijos Morales pondría en riesgo su vida. Y es que, más tarde, conocería las consecuencias y los efectos secundarios de los llamados productos “milagro” para adelgazar.

¿Obesidad en niños y adultos?


México es campeón de peso y no precisamente porque sus boxeadores destaquen en esa categoría, sino porque en la actualidad ocupa el segundo lugar en obesidad a nivel mundial. De acuerdo con las declaraciones de la actual encargada de la Secretaría de Salud (SSA), Mercedes Juan López, México es el segundo país, entre los miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), con el mayor número de obesos. Pero lo importante no es eso, sino “¿qué vamos a hacer como país?”, es el pensamiento de la también diputada.

Y es que el reconocimiento a los malos hábitos alimenticios no acaba ahí. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por sus siglas en inglés), México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil. “Problema que está presente no sólo en la infancia y la adolescencia, sino también en población de edad preescolar”.

Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSATU) indican que “uno de cada tres adolescentes de entre 12 y 19 años presenta sobrepeso u obesidad”. Los escolares que padecen estos problemas —hombres y mujeres— representan más de 4.1 millones de personas en total.

Es en dicho contexto, lleno de cifras alarmantes sobre la obesidad y deficiencias en cuanto a los servicios de salud y los elevados precios a los medicamentos —señalan las dos investigadoras de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y la especialista en Género y Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Patricia Ortega, Elsie Mc Phail y Aimée Vega Montiel respectivamente— que se propicia “la existencia de un mercado potencial, cautivo, para la distribución de productos que prometen aliviar estos males de manera rápida y efectiva, sin que la persona tenga que modificar sus hábitos alimenticios o de vida y sin hacer ningún esfuerzo”, de ahí que se les denomine productos “milagro”.

En la ciencia no hay milagros

De acuerdo con el artículo “Productos milagro y medios de comunicación en México: una reflexión crítica”, hecho por la Revista Científica de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, los productos “milagro” se caracterizan por exaltar una o varias cualidades terapéuticas, dirigidas a erradicar males. Elaborados con plantas, nutrientes, productos sintéticos u otros ingredientes generan efectos aún desconocidos y que tienen acciones farmacológicas sin ser medicamentos.

“Su publicidad está asociada a la promoción, distribución o venta fraudulenta de artículos que son presentados como eficaces para el diagnóstico, prevención, curación, tratamiento o erradicación de una enfermedad, sin que su eficacia y seguridad hayan sido probadas científicamente”, se menciona dentro del artículo.

Dicho punto de vista apoya el argumento del médico-cirujano general de la clínica privada “San José”, Miguel Fernando Santiago López, quien especifica: “Los productos milagro no tienen realmente un fundamento científico para su administración, hay muchos y se deben manejar con cuidado. Realmente son productos que no resuelven los problemas adecuadamente. Por ello recomiendo que si las personas padecen molestias en cuanto al ámbito de la salud —sobrepeso u obesidad— acudan con profesionales capacitados y certificados”.

Para la psicóloga educativa, Laura Aguila Franco, los productos “milagro” tienen una característica muy específica: realizar maravillas con la ley del menor esfuerzo. En otras palabras, estos productos tienden a alimentar una ilusión en la que se señala “que vas a adelgazar sin hacer ejercicio, que vas a adelgazar sin dejar de comer, que vas a adelgazar con casi mirarte al espejo y mentalmente decir ‘quiero adelgazar’. Y no, no es cierto, no existe eso. La única forma que existe —y existirá por los siglos de los siglos, amén— para que elimines la grasa es y será el ejercicio. No hay otra”, exalta la especialista en desarrollo del niño y rehabilitación de conducta.

Ahora bien, ¿por qué se les denomina productos “milagro”?, la doctora Aguila Franco menciona que en la Edad Media había medicamentos o sustancias cuya creencia popular llegaba al punto de afirmar que dichos productos lo curaban todo, sin necesidad de realizar una verificación científica. En este sentido, estaba permitido recibir un té sin saber de dónde venía y hasta ponerse hierbas con la promesa de que el mal, cualquiera que fuera, se iba a aliviar.

Sin embargo, enfatiza Aguila Franco, actualmente el proceso es otro. Cabe recordar que “en la ciencia no hay milagros y mucho menos en la ciencia médica”. Y es que para que un medicamento tenga un registro ante la Secretaría de Salud, y pueda salir a la venta para ser consumido por pacientes, requiere de un promedio mínimo de diez años. La razón es simple: para elaborar un producto serio se necesita investigación, experimentación con animales en un simulador computarizado y aplicación de la nueva sustancia en personas que accedan a ser sujetos de protocolo.

“Una vez que ya probaste la eficacia en estos tres niveles y viste resultados, probados científica y medicamente, entonces el producto sale a la venta. Pero estamos hablando de un periodo de tiempo muy largo, dime qué proceso de calidad pueden tener los llamados productos ‘milagro’. Ésos que, además de todo, se anuncian en pantalla como medicamentos, pero que se ofrecen al mercado como suplementos alimenticios, productos estéticos o de belleza, hierbas o remedios herbolarios y hasta sustancias homeopáticas”, refiere la psicóloga educativa.

Farsa: Maribel Guardia y Logar


“Llega un punto en el que crees que no vas a bajar de peso, que ya te quedaste así”. Explica con la misma voz de quien ha descifrado los misterios de la vida, la mujer de pronunciado escote, cabello de concurso, figura de muñeca y tez perfecta. Con las mismas características que una mala película de Hollywood. Así es el comercial en el que Maribel Guardia anuncia las gotas Logar, un aparente medicamento avalado por especialistas que no cuentan con una trayectoria médica y que ni siquiera aparecen en el infomercial.

Entre los elementos persuasivos del mensaje se hallan las fotos del “antes” y el “después”, la báscula que indica menos peso, el testimonio de la supuesta nutrióloga y la experiencia de la propia Maribel. Y es que, pese a que no lo verbaliza en ningún momento, hay una escena donde se observa como la actriz costarricense toma un vaso de agua con las gotas Logar.

No obstante, lo cierto es que la cantante y conductora de televisión, naturalizada mexicana, evita el consumo de dichos productos. En una entrevista con el portal en línea tvymas.mx, la actriz menciona: “Sí hago ejercicio, pero no crean que tanto, es muy poco lo que me ejercito en comparación con otras artistas. Tampoco me mato de hambre, sólo intento consumir alimentos sanos, pero seguido me doy mis gustos con los antojitos que a todos nos encantan”.

La estructura de los infomerciales, según la psicóloga educativa Aguila Franco, consiste en vender fantasía, mover una pulsión de tipo sexual y luego ofrecer una solución mágica. “Siempre vas a notar la constante de que utilizan a personajes famosos, o incluso a ‘médicos’ o ‘especialistas’, para certificar los beneficios de un producto; aun en algunas ocasiones se emplean certificados de asociaciones inexistentes que afirman haber utilizado dicho producto”.

Por ello, aconseja la especialista Aguila Franco: “No siempre tenemos que creer lo que nos dicen. Hay que tomarse la molestia de verificar si las cédulas de los médicos existen, si la asociación que avala el producto es real, si el médico que lo anuncia es un profesional de la salud o un charlatán”.

***

El desmayo que sufrió Ivonne a los 13 años no tuvo mayores repercusiones. Se estabilizó y, como consecuencia, regresó a su peso normal: 90 kilos. Cuando llegó a la edad de 15, Ivonne decidió asistir a la clínica “Logar” —ubicada en Plaza Aragón— para bajar de peso, pues esos kilitos de más le molestaban y la hacían sentir mal. Las burlas en la escuela continuaron. Los ataques en contra de su apariencia física se intensificaron. Incluso, las bromas hacia su figura se hicieron —cada vez— más y más frecuentes.

Al respecto, la licenciada en psicología educativa menciona: “Aunque el sector de la población que consume productos ‘milagro’ engloba principalmente a mujeres que van de los 30 a los 50 años —sí, todas esas generaciones— nadie está exento de consumir estas sustancias”. La credulidad de las personas, de acuerdo con la doctora Aguila Franco, favorece el éxito de los llamados productos “milagro” para adelgazar.

Y es que tanto la idiosincrasia como el nivel educativo son dos factores, si bien no determinantes, que facilitan la compra de dichos “medicamentos”. Sin embargo, hay personas que aun con una preparación universitaria, o hasta con un grado académico, llegan a caer en el engaño de las pastillas mágicas contra el sobrepeso y la obesidad. ¿Por qué? Porque el entorno social, cultural y familiar también definen al sujeto.

“Las personas sociales a veces son muchos más fuertes que las culturales. En otras palabras, si yo estoy en un medio donde lo que prevalece es la belleza y donde me ven mal porque soy gorda, entonces voy a buscar algo externo para poder ser aceptada socialmente y así poder integrarme a un grupo”, especifica la psicóloga educativa Aguila Franco.

La inseguridad que tienen las personas y el hecho de que no sean valoradas por los demás, ni por sí mismas, las vuelve un blanco susceptible para consumir este tipo de productos. Ahora bien, si se piensa en la presión social que existe en contra de aquellos individuos que no son delgados, la situación se agrava aún más. ¿Por qué?

“Porque los gordos no son socialmente aceptados. Son el blanco de burlas, de críticas y de ofensas. Desde que son niños hasta que son adultos tienden a padecer comentarios peyorativos que dañan su autoestima. En conclusión, sí, hay una presión social muy fuerte, pues el gordo siempre será la víctima en todos lados”, resalta la psicóloga educativa.

En tanto, la especialista en terapia psicoanalítica, Mayela Padrón Ramírez, añade que “en nuestra sociedad está mal visto ser obeso”, de ahí se desprenda la necesidad por querer cambiar la imagen física. No obstante, resalta Padrón Ramírez: “Aunque la sociedad puede llegar a ejercer mucha presión sobre el individuo, también es importante la estructura mental de la persona que padece el abuso, ¿cuánto le importa lo que opinen los demás?”.

En cuanto al tratamiento que recibió en la clínica Logar, Ivonne explica: “Me dieron unas gotas y tenía que ir cada semana para ver si bajaba de peso o no. Estuve tres meses. Ya no recuerdo cuánto me cobraban, pero cada semana bajaba desde 800 gramos hasta kilo y medio. Lo único malo es que esas gotas me provocaban mucha sed y tenía que llevar una dieta muy estricta en la que se indicaba qué alimentos podía consumir y cuántos litros de agua tenía que tomar”.

El 6 de agosto de 2013, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) retiró de una sucursal de Chedraui, ubicada en la Delegación Iztapalapa, todos los productos Xifen y Logar por ser nocivos contra la salud.

De acuerdo con las declaraciones que dieron las autoridades, estos productos se disfrazaban de medicamentos alopáticos —es decir, medicamentos oficialmente registrados ante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris)— para comercializar con productos supuestamente homeopáticos y sin receta médica, lo cual es una contradicción. Y es que cualquier medicamento homeópata debe ser recomendado por un profesional, puesto que se necesita de una receta médica para su compra.

En octubre de 2013, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) calificó la sustancia Logar como ilegal, pues dicha sustancia no demostró brindar resultados científicamente satisfactorios. De ahí que la mayor parte de la pérdida de peso, obtenida por los consumidores de productos Logar, se le atribuyera a la dieta extremadamente baja en calorías.

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Con una sonrisa en los labios, de esas que expresa más nerviosismo que comodidad, Ivonne revive las dos ocasiones que estuvo más cerca de la muerte. No sin antes explicar los motivos por los cuales los productos “milagro” —aquéllos que están supuestamente en contra del sobrepeso y la obesidad— son importantes para ella.

“Recurro a estos productos por los resultados inmediatos: se me bajan las lonjas, se me baja la panza y la ropa me queda. Me vuelvo a emocionar porque creo que me voy a ver bonita. Alguna vez estudié corte y confección y me dijeron que el cuerpo perfecto tenía que medir siete cabezas, yo creo en eso”.

Con una voluntad inexplicable y una seriedad que intimida, Ivonne añade: “Al verme en el espejo me siento bien. Cuando se refleja —y sólo cuando se refleja en el espejo— una imagen que a ti te agrada, que te da seguridad y que te hace sentir bien, estás del otro lado. No importa si para la gente estás fea”.

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¡Apúrate, Ivonne! Acabo de ver unas fajas en Sears que nos harán lucir estupendas. Los ojos de la mujer de 40 años se iluminan. Sus mejillas adquieren un color rosado y sus labios muestran una amplia sonrisa. “¿Sólo tengo que ponerme la faja para bajar de peso y ya?”, pregunta asombrada Ivonne. “¡Claro!”, responde con la misma seguridad de quien dice una mentira, Ana (el nombre de la amiga fue cambiado), la compañera del alma.

De acuerdo con Ivonne, hace muchos años una de sus mejores amigas le prestó dinero para comprar una faja. Sin embargo, lo problemático vino cuando ella llego a casa y se probó dicho producto.

“¿Y esto cómo se supone que lo voy a usar?”, se preguntó Ivonne. “Igual y así”, fue lo último que dijo la mujer de rizos, en color negro azabache, antes de colocarse la faja de yeso que le había comprado su amiga. Sí. La misma faja que, momentos antes, había tenido que mojar y secar. Sí. La misma faja que le ocasionaría graves problemas a la hora de respirar.

“¡Me ahogo!”, fue lo último que alcanzó a exclamar Ivonne. Con movimientos mecánicos, iguales a los de un robot oxidado que ha perdido la movilidad, se dirigió al cuarto de baño. Tomó la primera segueta que encontró. Y, antes de que se le cortara la respiración, logró romper la faja con el filo de la herramienta. Ésa fue la primera vez que la señora Torrijos Morales se topó cara a cara con la muerte.

La segunda vez que utilizó una de estas fajas “milagrosas” ocurrió algo similar. La única diferencia era el tipo de faja y es que, respecto de la primera ocasión, en ésta se trataba con material eléctrico. El procedimiento consistía, más o menos, en lo mismo: ponerse una camiseta de algodón, amarrase la faja (anunciada en CV Directo) al vientre y conectarla a la corriente de energía por 10 o 15 minutos.

El tic-tac del reloj sonó como nunca antes lo había hecho. Los segundos volaron. Los minutos se esfumaron. Las horas se desvanecieron, pero la comodidad del sillón, el placer de la lectura y el arrullo del silencio contribuyeron a crear una atmósfera tan tranquila y calmada de la que sólo podía disfrutar Ivonne.

“¡Ay, la faja!”, fue lo primero que escuchó al despertar. En la espalda, a los costados y en el vientre, numerosas ámpulas cubrían su tez. Algunas estaban rojas, otras tenían pus y, entre las que eran menos, predominaban los rastros de sangre y la carne desgarrada.

Uno tiene la culpa, no el producto


“Uno tiene la culpa, no el producto”, ese fue el pensamiento que llevó a Ivonne Torrijos Morales a no denunciar el efecto de las fajas, ni las estrictas y poco saludables dietas que venían en el instructivo de las gotas Logar.

De acuerdo con la psicóloga educativa, Laura Aguila Franco, las mujeres no denuncian —en su mayoría— porque tienen baja autoestima o un sentimiento de autoflagelación que viene acompañado de reforzadores como “mi cuerpo no reacciona”, “me tiene que hacer efecto”, o “la que no sirve soy yo”.

Sin embargo, cualquier persona que haya sido presa de este tipo de productos puede presentar una denuncia ante las ventanillas del Centro Integral de Servicios de la Cofepris; el cual, según refiere la página en línea de la dependencia federal del gobierno de México, se encuentra ubicado en Monterrey, número 33, planta baja, Delegación Cuauhtémoc.

A futuro…

Para la psicóloga educativa, Laura Aguila Franco, la labor del gobierno y, sobre todo, la labor de las instancias vinculadas a la Secretaría de Salud tienen una tarea sumamente importante: hacer una campaña de convencimiento muy fuerte en la que se demuestre, con argumentos científicos, que los productos “milagro” no deberían, siquiera, considerarse como productos. En este sentido, “necesitamos una campaña que eduque a las personas a no consumirlos”, explica la especialista.

A futuro, plantea la doctora: “No vislumbro mucho avance”. Y es que mientras los legisladores no se enfilen, de verdad, a proteger a la población y a actuar de manera definitiva y firme respecto al tema de los productos “milagro”, no veo por dónde avanzar, asevera la psicóloga educativa.

“Ahorita son estos productos y los quitarán, si bien nos va, pero mañana van a surgir otros, con otro nombre, o los mismos con otro nombre y prometiendo otra serie de cuestiones”. Por eso, menciona la doctora Aguila Franco: “Pienso que mientras las personas manifiesten necesidades banales, siempre va a haber alguien que explote y se beneficie de esas necesidades”.

Asimismo, la licenciada en derecho y docente en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, Cynthia Azucena Acosta Ugalde, establece —dentro del artículo Call now! The “miracle” products and their impacto on Mexican society— que el tema de los productos “milagro” es una responsabilidad compartida en la que intervienen autoridades, medios de comunicación, laboratorios, empresas y ciudadanos.

Por ello, “es urgente contar con una cultura ciudadana del cuidado de salud, exigir la aplicación de la ley existente, no permitir que siga prevaleciendo el engaño, no más medios de comunicación irresponsables que asocian la felicidad con la belleza”. Y es que, tal y como lo indica Acosta Ugalde, no se trata de regular la publicidad de los productos milagro, sino de erradicarla. “Ojalá que llegue el día que podamos decir: Por fin un milagro: no más productos milagro”.

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Ivonne Torrijos Morales está por cumplir 48 años. Actualmente, es cultora de belleza. Atiende su propia estética los fines de semana. Trabaja para Servicio Panamericano, lunes, martes y miércoles; en tanto jueves y viernes atiende la Sucursal Reyes.

En sus ratos libres estudia y hace tareas. Cursa el décimo semestre de la carrera de derecho en la Facultad de Estudios Superiores Aragón y espera ser “una abogada en toda la extensión de la palabra”.

“¿Quién eres? Soy Ivonne y aquí está mi acta de nacimiento. En mi carrera sucede lo mismo. ¿Quién eres? Soy la licenciada y aquí está mi cédula profesional”, así resume Ivonne Torrijos Morales sus propósitos académicos.

Un nuevo ambiente se percibe dentro de la recámara. “Ya no consumo productos ‘milagro’ para adelgazar”, afirma orgullosa la estudiante de la FES Aragón. En su cuarto los dos espejos de cuerpo completo, las fotos de sí misma, el maquillaje, los productos para el cuidado del cabello y los múltiples desodorantes parecen indicar lo contrario.

“Bueno…sólo uso los que están en mi refrigerador”, susurra la próxima licenciada en derecho.










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