LA GENTE DEL EUROJAZZ

Por Isis Margarita García Martínez
Mëxico (Aunam). ¡Yo no vine a ver, vine a escuchar jazz! Los que llegaron tarde están parados. Los que sí llegaron temprano están sentados en el jardín junto al escenario ¡Pero que flojera ir para allá! Elegí este lugar por lo fresco del pasto, puse mi chamarra y sin importarme nada no ver al francés, decidí acostarme aquí. En el mejor lugar: las áreas verdes del Centro Nacional de las Artes.


Un amigo me dijo que lo acompañará al Eurojazz ¡Qué hueva me dio, pero igual le hice paro porque acaba de cortar con su novia y anda cacheteando la banqueta el wey! Total que parecía retén ahí en la entrada. Que las mujeres a la izquierda y los hombres a la derecha. El puerco abrió mi mochila y que me dice: Tira tu chela.

No me acuerdo de su nombre, pero necesito la fotografía. Los fotógrafos tenemos un área privilegiada, más o menos somos cinco las personas que estamos aquí, rodeando el escenario. Una toma en cenital, el artista acaba de sonreírme ¡es una lástima, ahora parece una foto posada y yo quería algo más natural! Necesito el nombre para el pie de foto: Laurent de Wilde en el Eurojazz.

A esta chica le gusta mucho el jazz, especialmente este francés, para no quedar mal le dije que a mí también me encantaba. Para impresionarla aún más, busque en Google su vida. Ahora sé que nació en Estados Unidos en 1960, realizó seis álbumes en Nueva York, alterna sesiones acústicas en trío y proyectos electro jazz. Fue premiado con una “Victoire de la Musique”, sea lo que sea que eso signifique. Crea su música con un dúo piano/computadora con el productor Otisto 23. Eso suena apantallante así que no lo olvidaré. En la batería estará Donald Kontomanou y en el contrabajo: Ira Coleman. La primera pregunta que ella me hizo durante el concierto: ¿Cuál es tu canción favorita?, ¡Fuck! Las canciones.

¿Quieres we? ¡Qué si quiero! ¿Cómo me pregunta entre tanta gente? El olor a marihuana nos delata. Esconde la pipa entre sus manos, pero me pregunta sin menor reserva si quiero fumar. Bueno tampoco es que estas cosas no pasen todo el tiempo. Así es ella, el infinito tatuado en su cuello me enloquece. Si yo estuviera tan loco como ella, le hubiese besado el cuello hace mucho tiempo, desde la segunda pieza. “What's better than a kiss?” ¡Nada! “¡Two kisses!” Esta es la canción, tengo que besarla en esta. Me acercó lento, recojo su cabello. ¡Ay ya, chingue su madre!, La beso…

Cuando tocó el piano, la música se apodera de mí, entonces muevo los dedos cada vez más rápido dependiendo del ritmo a seguir y cuando los tres estamos en sintonía, en el clímax de la canción, cierro los puños, golpeó las teclas del piano y la gente aplaude.

Aquí revisando que todo esté en orden. Leí en el periódico que se esperan casi 100 mil espectadores en los 10 conciertos ¿Cómo vamos a vigilar a tanta gente? ¿Cuánto tiempo falta para que acabe el evento? Como 20 minutos todavía. Bueno, la chamacada ya está adentro. No quiero imaginarme la cola para comprar los boletos del metro, ni la cantidad de compañeros policías en las entradas de General Anaya, para evitar que se salten los torniquetes.

Quiero comprar unos lentes desde hace unas semanas y no he encontrado ninguno como los que quiero. Aquí parece catálogo de ventas. Por la forma de mi cara quizá me queden unos de hipster como el chico de la camisa de cuadros. O unos circulares como la muchacha de rastas de allá.

A veces la gente me pregunta que por qué sonrío todo el tiempo en los conciertos. Seguramente no saben el placer que causan las batacas en las manos y la sensación de su vibración con los tambores. O ese momento en que como ahora, hay un solo de batería y la gente aplaude y chifla como reconocimiento.

Ay, ya, por favor, ya me cansé de estar parada. Es la tercera vez que todos gritan ¡Otra, otra! Y los músicos regresan a tocar. Deberían considerar que hay gente cansada aquí. Pero no vuelvo a acompañar a mi hermano a estos eventos. ¿Qué clase de organización permite que los músicos regresen al escenario tantas veces? Con el mismo chiste desde 1998. Organiza el Centro Nacional de las Artes y la Delegación de la Unión Europea en México, ¡europeos!, debe ser por eso que se permiten estas cosas.

Se hubiera regresado una última vez a tocar. Mejor no, pobrecito, yo creo ya está cansado. ¡Eso es todo, papis! El pianista mandó un beso para agradecer. Me estaba mirando a mí. Ojalá venga el próximo año también.






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