ENTRE NECESIDAD E ILEGALIDAD: UN ATISBO AL AMBULANTAJE URBANO


Por Atzin Ibarra Jacobo
México (Aunam). Seis cuevas de lona multicolor ocupan las banquetas de la avenida Marina Nacional, crean un cálido contraste con el smog en matices gris plata ygris de carbón que recorre las calles de la delegación Miguel Hidalgo. Dentro de ellas, en un comal burbujea aceite quemado, y de un extractor de jugos se derraman gotas ácidas de pulpa de naranja. Es el espacio que constituye el acceso al mundo de los vendedores ambulantes de comida.

Los comerciantes informales forman parte del ecosistema exótico del Distrito Federal. Han desarrollado la capacidad de atender simultáneamente a ocho, nueve o hasta diez comensales y la habilidad de hacer cuentas matemáticas en menos de cuatro segundos. Todo al mismo tiempo, en su lucha por sobrevivir.

A los ambulantes, también se les reconoce por obstruir parte de la infraestructura urbana: calles y banquetas, además de apropiarse de la corriente eléctrica, limitan el paso fluido de los peatones sobre la banqueta opuesta a la Torre de Petróleos de Pemex.

Esta porción de trabajadores forma parte del 29.3 por ciento del total de la población, que se dedica al negocio informal y callejero, según datos del 2012 provenientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Existe algo aún más característico que define al oficio al que se dedica este grupo; no operan en el sistema legal, por lo cual, no cumplen con los reglamentos de mercado de sus establecimientos. Son irregulares y no pagan impuestos.

“Tampoco aportan ingresos contables para el Estado; pero sí conforman un escenario caracterizado por la pobreza, empleo mal pagado y la obligación a trabajar más del tiempo establecido”, expuso la profesora de Investigación y Análisis Económico de la Facultad de Economía de la UNAM, Claudia Solís.

¿Por qué los comerciantes informales operan sin registros contables? de acuerdo con la tasa de ocupación del sector informal realizada por el INEGI en el 2012, se debe a que trabajan para unidades económicas no agropecuarias que funcionan a partir de los recursos del hogar o de la persona que encabeza la actividad, sin que ésta se constituya como empresa.

Aunque cabe precisar que, “No todo el comercio ambulante es ilegal, algunos pagan cierta cantidad a la Delegación correspondiente y a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para mantener el espacio donde venden. A diferencia de reconocidas empresas mexicanas, como Televisa y TV azteca que no pagan impuestos y son consideradas como legales”, dijo la socióloga Leticia Nieto Escobedo.

Antes de exprimir el jugo ácido que representa esta problemática social, es importante mencionar que el comercio informal se divide en dos ramas, según la Cámara Nacional de Comercio (Canaco).

La primera, se denomina de “alta rentabilidad”. Se refiere a negocios familiares que se ubican en puesto fijo: cuentan con más de un local en la misma zona o en una distinta, algunos de sus locales los rentan y disponen de trabajadores para los mismos.

La segunda se llama de “subsistencia”, actividad que proporciona dinero para necesidades básicas e inmediatas: comer, vestir y tener una vivienda.Son trabajadores ambulantes en puestos improvisados. Algunos laboran por cuenta propia, o para cumplir la cuota de un espacio rentado.

Aquí surge otra cuestión: la relación por debajo del agua que las empresas establecen con el sector informal.

Lo cual desata que “el capital se valorice con la actividad del ambulantaje, es decir, que obtenga jugosas ganancias aunque esta actividad sea “ilícita”: los comerciantes venden productos, como coca-cola o Sabritas y no reciben comisión alguna por parte de la marca monopólica. Las grandes empresas se aprovechan del comercio ambulante, explotan a los trabajadores”, expresó Nieto Escobedo.

¡Llegaron los Reyes Magos con botellas de tequila, vodka y ron!

“¿Qué cómo se da la relación entre los ambulantes y la Delegación? como en todo, se basa en mafias: lazos entre la delegación y los líderes que regulan el que un puesto se quite o permanezca en su lugar. Básicamente esto va de amenazas y mordidas”, resuena el eco de la voz de Luviana, vendedora de alimentos sobre la avenida Marina Nacional en la Delegación Miguel Hidalgo.

Luviana, quien no quiso revelar sus apellidos por cuestiones de seguridad, declaró en entrevista exclusiva que existen líderes por zona. Éstos son la conexión directa con la Delegación.

Cada ocho días, estos seis locales deben pagar a su líder una cuota para asegurar su espacio de venta, cantidad que les proporciona cierto tipo de “seguridad” ante la fuerza bruta de la Delegación.

Se supone que sin intervención de la Delegación: mentira. Aparte del pago semanal a la líder comerciante, representantes de la Delegación Miguel Hidalgo rondan cada veintiocho días por la banqueta sobre Marina Nacional para cobrar una retribución más.

“En Navidad tenemos que regalarles una o dos botellas de tequila, vodka o ron al líder y al representante de la delegación, si no, es muy posible que pierdas prestigio y atraigas riesgos que nadie quiere saber en qué pueden terminar”, puntualizó la joven vendedora.

La calle es una radiografía exacta sobre la forma de operación del sistema económico y social del Estado: “México es el país de los amigos”, como dijo Denise Dresser en su libro El país de uno. En el ambiente callejero e informal sucede lo mismo: se nutre de amistades convenientes, amenazas, favores y mordidas de por medio. Corrupción en su expresión pura.

Aún no es todo. ¿Cuándo empeora la situación? de acuerdo con información revelada por un vendedor ambulante de esta zona, quien no quiso confesar su identidad, “Definitivamente cuando hay cambio de sexenio presidencial. Llega el nuevo partido y con esto un nuevo Delegado con una forma distinta de hacer las cosas”.

Al principio siempre quieren desalojar a los comerciantes ambulantes. Ahí es cuando entra la negociación, o sea la corrupción. Todo depende del partido político que entre al poder y claro, de la personalidad y ánimo del Delegado. Que la cuota suba es seguro.

Pero los informales deben adecuarse a otra regla de convivencia: regalar algo de su mercancía que sea de agrado para el Delegado en alguna de sus visitas inesperadas.

“Al final sólo nos queda adaptarnos y callarnos la boca”, declaró Luviana, quien porta unos lentes “de botella” y una playera estampada color pastel.

Aunado a lo anterior, sucede un fenómeno peculiar entre los vendedores ambulantes de la avenida Marina Nacional: existe una hermandad entre los mismos. Funciona como protección en caso de que los de la Delegación quieran desalojarlos, porque ese día se levantaron con ganas de hacerlo.

Situación a la que Luviana añade: “La cosa funciona así: si alguien viene y me quita mi mercancía y quiere pasarse de lanza, mis compañeros de puestos aledaños responden por mí. Y es recíproco, si alguien quiere aprovecharse de otro vendedor yo voy a defenderlo”.

¿Vendedora ambulante es sinónimo de persona sin educación?

“A veces la gente nos subestima y piensa que porque somos vendedores informales, no estudiamos y somos personas sin educación. Por esa razón, algunos se creen con derecho a tratarnos mal”, dijo Luviana quien además de ser comerciante ambulante de medio tiempo, estudia la carrera de Arte y Patrimonio Cultural en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

El negocio ambulante, no significa dinero fácil y rápido, como los mismos vendedores lo perciben. Al contrario, “tenemos que levantarnos a las 4:30 de la mañana, lidiar con el multifacético estado de ánimo de los clientes, con los automovilistas descuidados, los asaltantes, y en general con el ambiente pesado en que nos acoge el manto de la calle”, expresó la joven comerciante.

Síntomas de vivir en la informalidad

Como en distintos oficios, los comerciantes informales viven al día con riesgos y desventajas que diagnostican la enfermedad de vivir en la “ilegalidad”.

De acuerdo con la experiencia de la familia Castillo, un clan dedicado al ambulantaje urbano; de un momento a otro pueden ser atropellados por algún conductor despistado que vuelque sus frágiles puestos de lona. O que una fuga proveniente de los tanques improvisados de gas provoque una explosión. Una herida, resultado del filo despiadado del cuchillo para cortar las naranjas; son algunos de los riesgos cotidianos con los que deben lidiar los comerciantes de comida.

Como se mencionó en líneas anteriores, el comercio ambulante no es parte del sistema económico formal del país y, por lo tanto, tampoco de los beneficios del sistema de seguridad social.

Lo cual significa que este sector de la población, según el artículo El crecimiento explosivo de la economía informal, publicado en la revista Economía, vol.5, Número trece, de la economista Norma Samaniego, al no contar con bienestar social, como el Instituto Mexicano de Seguro social (IMSS), o el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), queda desprotegido y aislado del resto del porcentaje de trabajadores del país, que sí cuenta con seguridad social.

Así es como emerge o se ahonda, un fenómeno de segmentación y marginación social, entre los vendedores informales y el resto de la población.

En relación con lo anterior, El Economista del día 18 de diciembre del 2012, establece que México supera en 13 por ciento el promedio del empleo informal de América Latina, que se ubica en 47.7 por ciento en toda la región.

Además, la economía informal según un estudio realizado en 2005 por la Cámara de Comercio en el Distrito Federal, representa una parte considerable del Producto Interno Bruto (PIB) anual mexicano, al igual que una fuente de empleo.

Por tanto, los informales se convierten en confidentes y cómplices del sistema disfuncional y corrupto mexicano, pero también son víctimas del mismo, debido a que no cuentan con la certidumbre de que tendrán ventas al día siguiente, ni con la seguridad de que regresarán a dormir a casa. Una coartada que define el modo de vivir en la ilegalidad.

Como no tenemos de otra, la calle es nuestra única solución: Nayely Díaz



“La opción que brindan los puestos ambulantes, es práctica, rica y barata. Además aquí un jugo, una quesadilla está entre seis y ocho pesos, máximo, mientras que en un restaurante un platillo sencillo cuesta 50 pesos. Y ¿quién puede pagar a ese precio?, sólo las personas que tienen con qué. Nosotros como no tenemos de otra, la calle es nuestra única solución”, declaró Nayely Díaz, cliente de los locales ubicados en la avenida Marina Nacional.

Díaz continua: “La comida que compramos en los puestos informales nos sirve, al menos, para callar al hambre un rato en lo que llegamos a nuestras casas”.

Sin duda alguna, “la comida callejera que ofrecen los comerciantes informales es la válvula de escape ante una realidad en donde cada vez más el valor adquisitivo desciende y la pobreza predomina dentro de la situación económica de la población. Una estrategia de supervivencia ante la crisis de empleo actual”, declaró la socióloga Nieto Escobedo.

Al final, los vendedores ambulantes son el resultado de un régimen que opera en lo clandestino, tal como una especie animal endémica que se adapta a las condiciones económicas decadentes del ecosistema del país y lucha para sobrevivir.

Manifiesto ambulante

“Nosotros- continúa Luviana-, los ambulantes vivimos al día. Es cierto que ganamos dinero fácil, siempre y cuando sepamos movernos. Con esto me refiero a que desarrollamos habilidades y capacidades que son básicas para sobrevivir en el ambiente del negocio informal”.

Basado en información que proporcionó la familia Castillo, vendedores de jugos y licuados sobre Marina Nacional, hay reglas fundamentales que deben seguirse:

Hablar fuerte y claro. La pena en el negocio no existe. Se debe dejar en algún otro lado, afuera del puesto, en casa. Finalmente, ser amable y hacer cumplidos a las personas, “qué bien se ve hoy señorita”, hacerlos sentir bien, con ganas de regresar a comprar.

“Los ambulantes también nos dirigimos a públicos distintos. No es lo mismo vender helados y tratar en un ambiente libre de presión, como es el de los niños, a trabajar preparando jugos de naranja, toronja, y licuados de fresa a las seis de la mañana para gente que lleva prisa y quiere todo al momento, fresco y de buen modo”, dice la hija mediana quien habla de una manera fluida. (Se detiene un instante), traga saliva para continuar.

Su postura es relajada, se nota que la experiencia al tratar con gente a diario, le ha otorgado la capacidad de apoderarse del lenguaje, de manera que las palabras son su mejor aliado en el momento de hablar con su clientela.

Sin embargo, detrás de los lentes cuadrados de armazón, se oculta la mirada de una joven que revela signos de fatiga, lo contrario su voz enérgica que por momentos es más fuerte que la música proveniente de una grabadora del puesto contiguo.

De pronto, el vaivén de la gente que pasa por entre los puestos de Marina Nacional, se convierte en un caminar lento, debido a que no falta alguien atraído por el olor y con el hambre entre los dientes, se detenga un momento a observar qué es lo que ofrece cada local.

Entre las entrañas de la informalidad

Hay una cualidad más. La recolección de información sustentada en un sondeo de opinión, arrojó que 8 de cada 10 capitalinos expresaron inconformidad respecto a las medidas anti higiénicas reflejadas en el ambiente de trabajo de los puestos callejeros.

Entre sus experiencias, dijeron haber visto cucarachas escabullirse desde las orillas más altas y frías del local, hasta las esquinas donde se esconde el polvo, además de cabellos resurgir de la comida. Falta de higiene, el vendedor no sólo era quien preparaba los alimentos sino también era el encargado de cobrar.

Así que los comerciantes ambulantes, además de emprender una estrategia de supervivencia ante la crisis de empleo actual, deberían cumplir una serie de condiciones de salubridad estipuladas por la Coordinación de Fomento Sanitario de la Dirección de Vigilancia Epidemiológica, de la Secretaría de Salud del Distrito Federal (SSDF).

El objetivo de esta institución se centra en difundir información entre los consumidores, productores y prestadores de servicios, que prevenga a los ciudadanos de los riesgos anti higiénicos a los que están expuestos al consumir alimentos en puestos ambulantes, tales como infecciones gastrointestinales, enfermedades como diarrea o fiebre tifoidea.

Entre las cláusulas obligatorias que los vendedores de comida en vía pública deben cumplir, se encuentra: el uso de guantes y cubre bocas al contacto con la comida. Tener el cabello recogido, se recomienda portar una malla para cubrir la cabeza, como también evitar poseer anillos o pulseras de oro y plata al momento de preparar los alimentos; Que la persona que despache no sea la misma que cobre. Y, por último, que la persona encargada de recibir el dinero, se lave las manos continuamente.

Esto para mejorar las condiciones sanitarias de los establecimientos, productos, actividades y servicios, en protección a la salud de la población, según la Secretaría de Salud del Distrito Federal (SSDF).

Quién sabe hasta cuándo el negocio ambulante va a ser opción: Leticia Nieto Escobedo

Cabe señalar que ante esta problemática social mexicana, Claudia Solís, economista y profesora de la UNAM, propuso cambiar el modelo económico: crear cadenas productivas que promuevan el consumo de productos hechos en México. Una mejor distribución del ingreso y la creación de una política pública nacional que priorice el sistema interno, volver a una política proteccionista, retomando los errores del pasado.

En oposición, la socióloga Leticia Nieto Escobedo, sugirió hacer frente al comercio informal, en principio, desde el punto de vista de que el Estado emprenda acciones a favor de las necesidades y carencias de sus ciudadanos, y no centrar su visión e intereses en políticas económicas y de desarrollo, como sucede en la actualidad.

Nieto hizo énfasis en que por ahora el problema social del comercio informal representa un trabajo decente. “Pero quien sabe hasta cuándo el negocio ambulante va a ser una opción, debido a que cada vez más el crimen organizado acecha al interés de las nuevas generaciones”, concluyó.

A lo que Claudia Solís aludió, “El sistema siempre trata de ocultar y arrinconar a los vendedores informales en lo más oscuro de la ilegalidad. ¿Qué pasaría si fueran exterminados, tal como una plaga?, ¿México sería un país de primer mundo?: Error”.

La economista terminó la entrevista al declarar que, “Las acciones y políticas económicas del país fomentan una división del trabajo que asigna a sus ciudadanos y trabajadores la opción irrevocable de la mano de obra barata. Los gobernantes quieren aparentar hacia el extranjero una imagen de primer mundo, de desarrollo, lo que no toman en cuenta es que México padece síntomas de uno tercermundista”.

La solución no está en desaparecer a los vendedores ambulantes, sino en atacar el problema de raíz: generar más empleo (mayor oferta), más oportunidades de educación integral, el pago de un salario justo y rentable, y hacer valer los derechos de un Estado benefactor. Nueve palabras: atacar los problemas de desigualdad social en el país.

“Yo sólo sé que si no triunfo a nivel profesional, me dedicaré al negocio ambulante del cual mi familia ha subsistido desde los tiempos ancestrales de mi bisabuelo; al final, en la calle se gana más que de profesionista. Eso lo tengo claro”, finaliza Luvina, mientras su voz se funde en el bullicio de la cúpula celeste del smog que cubre la capital.

Fotos: Archivo






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