SIN DIRECCIÓN

Agradecimientos a las personas que nos permitieron saber sobre
su historia de vida, y en especial a Lalo Escobar,
por su camaradería para conseguir los testimonios y entrevistas.

Por Gustavo Alfonso Ramiro Juárez
México (Aunam). Las viejas ruinas de la antigua ciudad en el Valle de México, no son lo único que se resiste al olvido ante la magnificencia de la Ciudad de los Palacios; bajo ellos, aún persisten dos mundos distintos: el de los ciudadanos que admiramos los resultados de nuestro moderno desarrollo social, y el de aquellos, cuyas vidas transcurren día y noche en las calles de la ciudad, y que han sido despojados de su investidura como personas, entendiendo el término persona, como el ser humano que ostenta la garantía de los “derechos del hombre”.

Hablamos de la modernidad, definida como la corriente del pensamiento que abarca varias ciencias y disciplinas, que van de lo económico, los sociológico, lo político, los historiográfico, etc., cuya convergencia se ve reflejada en el desarrollo de una sociedad, garantizada por primera vez por una institución con la Declaración de los Derechos del Hombre, en Francia (1789),

La cuestión social de las personas en condición de calle, es un reflejo de esta inequidad de oportunidades, todas las grandes urbes del planeta padecen de dicha problemática. En la Ciudad de México, ha aumentado gradualmente en los últimos años: en el primer Censo de personas en situación de calle de la Ciudad de México “Tú también cuentas” 2008-2009, se contabilizaron 2 mil 759. Según el último censo, correspondiente a 2012, la cifra ha ascendido a 4 mil 14 personas. Personal del Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS), declara que ésta y otras cifras manejadas distan de ser exactas dada la complejidad del problema, la vida nómada de muchas de éstas personas y la falta de una política más efectiva por parte de las autoridades.

El IASIS, fue creado en 2001, mediante un decreto emitido por el entonces jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, con el objetivo de brindar atención a los grupos más vulnerables de la población, para el desarrollo de sus capacidades y la construcción de oportunidades que favorezcan su reincorporación social en un ambiente de igualdad y justicia social.

Las personas que viven en la calle, se encuentran en una situación de vulnerabilidad, expuesta ante peligros, agresiones, violaciones y discriminación; son más propensos a ingerir sustancias dañinas, más del 60 por ciento las consumen: 44 por ciento consumen alcohol, 23 por ciento solventes, 19 por ciento tabaco, 10 por ciento marihuana, 3 por ciento cocaína y el resto otras sustancias. La situación en la que se encuentran, ha llevado a muchos a consumir drogas para acallar las consecuencias de su realidad; otros han luchado por superar sus adicciones y se dicen listos para reiniciar sus vidas.

Cosme Ortiz, de 41 años, es operador de maquinaria pesada. En su caso, el pertenece al porcentaje de quienes cayeron en las calles por el abuso del alcohol, con el tiempo, llegó al Centro de Asistencia e Integración Social (CAIS) Coruña, a unas calles de la estación del metro Viaducto. “Tengo mi esposa, me casé con ella, pero pus ora sí que me alcanzó a dominar el maldito alcohol y fue que tuve que llegar a este lugar”.

Más del 85 por ciento de los indigentes son hombres, este factor aumenta el riesgo en la población femenil ya que carecen de apoyo de otras congéneres, es mayor el número de vejaciones, incluso dentro de los albergues.

A pesar de confesar la necesidad de ayuda y de sufrir hambre, Blanca Irma Arriaga de 29 años, prefiere mantenerse en la calle y no acudir nuevamente a un albergue por causa de malas experiencias sufridas; la marca visible de un golpe en su ojo derecho es la prueba de su testimonio. “En algunos albergues me ha tocado con adictos, yo me imagino que no están en sus cinco sentidos y quieren aprovecharse de mí y en otros te tratan como recluso: te dan un papel donde tienes que firmar hora de entrada y salida, si no llegas a tales horas ya no te dejan entrar y así…”

Frente al Palacio de Bellas Artes, con lucidez y calma, Arriaga cuenta que emigró como indocumentada a Estados Unidos donde vivió un par de años hasta que fue deportada. En vez de regresar a su natal Michoacán, Irma decidió venir a la Ciudad de México en busca de oportunidades, desde entonces ha pasado sus días en distintos albergues. “Es lo mismo, te mandan a institución de Inmujeres, de Inmujeres te mandan a Coruña, y en Coruña te ayu…, dicen que te ayudan, pero pus la verdad no”. – ¿No les tienes confianza? –No.

Otro sector que se ha visto fuertemente golpeado, es el de los jóvenes: más del 32 por ciento tienen entre 18 y 30 años, alrededor del 23 por ciento tienen entre 31 y 40 años, cerca del 16 por ciento tienen entre 41 y 50 años, 22 por ciento tienen de 51 a 81 años, y un siete por ciento son menores de edad; el último grupo abarca bebes abandonados, niños y adolescentes.

En el Distrito Federal, la delegación Cuauhtémoc tiene el mayor porcentaje de indigentes, el cual supera el 30 por ciento, seguido por la Venustiano Carranza con más del 18 por ciento, la Gustavo A. Madero con casi 17 por ciento, seguida por Iztacalco con 15 por ciento y Coyoacán, cuya cifra desciende entre el cuatro y el cinco por ciento. La mayoría de ellos, alrededor del 35 por ciento son originarios del Distrito Federal; otros lugares de origen con mayores porcentajes son los estados del centro y sur, como Estado de México, Puebla, Veracruz y Oaxaca.

Entre los programas y acciones más efectivos llevados a cabo por el IASIS, se encuentran los albergues o CAIS; hasta el momento son ocho, de los cuales el CAIS de Plaza del Estudiante/Coruña, es el más concurrido, llega a albergar a más de mil personas por día.

La entrada de Coruña, un portón blanco de más de cuatro metros de alto y tres de ancho con el logotipo de la Ciudad de México (el Ángel de la Independencia), es vigilada por un control de seguridad; un patio largo de alrededor de 50 metros separa a éste del segundo control; inmediatamente se encuentra un corredor amplio, el cual conduce a las distintas secciones del albergue. En primer lugar, a la izquierda, te conduce a las oficinas del área de trabajo social y psicología, a la derecha se encuentran los primeros dormitorios y sanitarios, ambos hechos de láminas de metal.

Siguiendo por el corredor, llegas al comedor: un patio amplio, acondicionado con bancas, mesas, una lona grande y una televisión; al fondo, en las ventanillas, los cocineros sirven a la hora de la comida. El comedor se encuentra rodeado de otros dormitorios, algunos también de lámina, otros son edificios de dos pisos, todos contienen un número indeterminado de camas y literas.

Frente al comedor, se encuentra la enfermería y servicios médicos, en esta sección se encuentran algunos ocupantes con enfermedades crónicas. De regreso al corredor, finalmente, te conduce a la sección de los jóvenes de hasta 21 años, dicha sección está aislada por una reja que es cerrada a cierta hora, aparentemente, en el momento en que la noche cae sobre el albergue.

Aflicción, seriedad, reflexión y alegría son emociones visibles en el semblante de los ocupantes del CAIS Coruña, igual de diversa es la opinión que tienen del albergue, aunque la mayoría se declaran satisfechos con el trato recibido. “Un amigo me invitó acá, y la verdad me gustó, ahorita me siento feliz aquí. Es un poquito malo (el trato que recibe), pero hay días en que amaneces sin un peso en la bolsa y aquí por lo menos nos dan un taco, un café, lo que sea… Bueno, yo al menos en lo que me dan me siento muy agradecido”, asegura Cosme Ortiz.

“La verdad, opiniones del albergue…, pues sí, yo los felicito, al gobierno por tener un lugar así para los que en verdad lo necesitamos”, opina Alejandro Cano Navarro, de 46 años y proveniente de Pachuca, sin embargo hay quienes se rehúsan a acudir a los albergues por desconfianza; alrededor del 30 por ciento de gente en situación de calle rechaza el servicio.


En el caso del CAIS Coruña, su personal administrativo cambia constantemente, la mayoría del trabajo es llevado a cabo por pasantes universitarios, así lo declara Marco Antonio Juárez, pasante de la Carrera de Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien en ese momento estaba a cargo de un grupo de estudiantes de la misma carrera.

Marco Antonio Juárez describe el procedimiento de quienes ingresan por primera vez: “pasan por un estudio inicial donde se les pregunta por sus datos generales, se anotan sus características físicas, se da fe de su ropa y pertenencias que tengan, y además, se les hacen preguntas sobre su familia y la situación que los llevó a estar en la situación actual (sic)”.

Pasan de la seis de la tarde y la hora de la cena se aproxima. Mientras algunos ocupantes se forman frente a las ventanillas en espera de su plato, algunos de ellos hacen negocios, venden dulces y cigarrillos de marcas poco conocidas, según José (quien no quiso dar su apellido) los compró en Tepito, los da a dos pesos; otros más platican, algunos reposan en los dormitorios, los que están sentados en el comedor esperan pacientes mientras ven un capítulo de Los Simpson.

Antonia Terán, cocinera del albergue, se encarga de servir una porción de frijoles, un compañero más, sirve una porción de huevo con ejote, otro, les reparte tortillas, y uno más, un vaso con agua de sabor. “Son alrededor de mil gentes los que les damos de cenar, varían, a veces es más, a veces es menos, depende el menú por que…, a veces rinde, a veces no. Ahora no hay pan, a veces también hay pan de dulce, o sea, es variado esto. Se les da la cena y el desayuno, a las personas postradas, las compañeras les dan desayuno, comida y cena por que hay servicio médico y hay personas ahí permanentes, a esas se les da las tres comidas diarias”, explica.

Coruña cuenta con servicio médico, Marco Antonio Juárez explica: “este centro es de filtro, aquí no se debería atender a ninguna persona, sino que de aquí derivarlo a otro centro, dependiendo de sus características y sus padecimientos, sería canalizarlo, pero debido a la demanda, aquí se llega a tener cierta población de enfermos”. Paola Nava Barrera, jefa de enfermeras, habla de los padecimientos de quienes se encuentran en calidad de internos permanentes: “hemos visto pacientes con CEA, que es cáncer, la tuberculosis con VIH, fracturas, diabetes, cirrosis hepática, y entre esas son las más comunes”.

Varias de las personas del albergue se sienten listas para reintegrarse a la sociedad, sólo esperan por la oportunidad, dispuestos a encontrar a sus familias, hay quienes buscan o ya cuentan con una actividad remunerada, sin embargo, no ha sido implementado por parte de las autoridades un programa eficaz para conseguir la reinserción de estas personas.

Alrededor del 53 por ciento tienen alguna actividad laboral, además, otros tantos cuentan con estudios: 20 por ciento cuentan con primaria completa y 18 por ciento inconclusa; dieciséis por ciento tienen la secundaria terminada y 10 por ciento no la concluyeron; cinco por ciento cuentan con estudios medios superiores completos y cuatro por ciento inconclusos; 24 por ciento no cuentan con ningún grado escolar; menos del dos por ciento son analfabetas.

Según sus declaraciones, la incidencia de las causas que los orillaron a vivir en la calle es relativamente la misma: la mayoría lo atribuye a problemas económicos, seguido por las adicciones, la desintegración familiar y la violencia intrafamiliar, y aunque estos motivos pudieran acabar formando parte de una estadística, la historia de cada individuo es distinta.

“Para mi ha sido mucha mi experiencia por que he conocido compañeros aquí, que por…, precisamente falta de papeles, falta de familiares que no los apoyan, también los echan en la calle, entonces, para mí me sirve mucho. Yo pensaba, la verdad, que nomás por querer tener vicio o querer estar en la calle tomando pensé que estaban aquí. Ya me di cuenta que muchos como yo estamos aquí por problemas”, relata Alejandro Cano.

La mayoría de la gente en condición de calle desconoce sus derechos, apenas más del 30 por ciento los saben por ello, más del 60 por ciento reconoce haber sufrido de discriminación de algún tipo por su condición de calle.

También hay extranjeros en esta condición, la mayoría de Centro y Sudamérica, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Perú, Ecuador, Argentina, Cuba y Brasil, algunos sólo están de paso hacia Estados Unidos; además, podemos encontrar personas de Asia y Europa. Los extranjeros necesitan de un permiso especial para poder permanecer en el país, aun en calidad de indocumentados.

Otros programas son los comedores públicos, el de Adultos Mayores en Abandono Social, Atención a Niños y Jóvenes en Situación de Calle, Atención y prevención de Adicciones, Atención y asesoría Jurídica, Campaña de Invierno, y Financiamiento para la asistencia e Integración Social (Profais), que consiste en un concurso donde se convoca a distintas organizaciones sociales para que expongan sus proyectos de asistencia social.

Alejandro Cano, quien es electricista, nos da su impresión del porvenir, “ya ve como se viven las épocas de la vida, cada día se vive más crítica, como que ya el dinero se está escondiendo por que sí, ¿no? Entonces va a ver…, yo pienso que va a ver a futuro todavía muchas más familias vamos a necesitar de la gente”. –¿Le parece que en un futuro va a ver más gente que va a necesitar el servicio (de albergue)? –Exactamente.

En algunos casos, muchos de ellos compartirán el mismo destino infortunado y poco digno: los difuntos “no identificados” en la Ciudad de México, son sepultados en la fosa común o enviados a escuelas de medicina de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional (IPN); en 2011 hubo 413, muchos de ellos eran indigentes.

La ciudad de México es una ciudad de contrastes, lo mismo la gente que la habita. Todos reconocen la problemática de las personas en situación de calle, no la niegan, pero tampoco están informados, por lo que no tienen respuesta o solución, sólo una opinión que termina por ignorar el problema, un problema que ha convertido a las personas que viven en las calles en parte del paisaje de la ciudad; como cualquier árbol, como cualquier banca, como cualquier semáforo, como cualquier poste de luz, sin dirección fija. Los vemos todos los días, pero los ignoramos, y por las noches ni siquiera los vemos.


Fotos: Wikimedia


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