EL GRAN SALÓN DE LA CIUDADELA

Por Nancy Rodríguez Medina
México (Aunam). José María Morelos resguardado de cañones se encuentra ahí. Bañado en plomo, observa a los que bailan a un lado de él y a aquellos que cantan cumbia colombiana. Acompañado de todos ellos, habita la Ciudadela.

Todos los sábados se vuelve una fiesta, se transforma en aquellos salones de baile de antaño, pero al aire libre. Los recuerdos del mambo, chachachá y sobre todo danzón se recrean una y otra vez entre las parejas de por vida o las que se improvisan de instante.

El cielo es el único techo, se ocupan algunas lonas para resguardar los rayos potentes del astro Rey o las gotas lagrimales de las nubes grises. Debajo de ellas grupos de personas, la gran mayoría que rebasan la tercera edad, se reúnen para ver a los amigos de antaño.

Las películas de Tin Tán dejan de ser a blanco y negro, ahora tienen colores y sus personajes son de carne.

Los caballeros con trajes color chillante, camisas que juegan con la combinación, corbatas con diseños abstractos, tanto que no entiendes los colores y los espirales que hay en ella. Una cadena que se sujeta del cinturón, que se esconde a los bolsillos del pantalón, zapatos con colores binarios, con charol permanente. Y esas plumas altaneras habitadas en los sombreros de pachuco.

Las damas no dejan de pestañar sus abanicos en el aire, usando vestidos con lentejuelas colgantes. Zapatillas de tacón cuadrado, no excedente a los seis centímetros. La coordinación no sólo queda entre los pasos, la ropa se unifica en colores y diseños.

Grupos de amigos, conocidos y extraños se forman en distintos puntos de esta plaza. La orquesta se encuentra compacta en discos, donde las notas salen con retumbando de aquellos pequeños amplificadores.

Los pies dejan de ser sólo instrumento de caminata, se unen junto a las caderas, manos y miradas, para que los columpios, abanicos, las escaleras y paseos, sean parte de ese rico danzón. Que pareciera que se ha practicado de años, pero siempre es distinto. Y los aplausos regresan frente a la orquesta.

Los amigos de ahí, son de siempre y no se verán hasta que vuelva a tocar ese mismo baile.

Después de bailar…

Detrás de esa estatua de Morelos se encuentra el edificio de la Ciudadela, que hoy se ocupa como el Centro de la imagen y el Centro del libro. Entre sus muros se guarda la historia y ante todo los ejemplares de aquellos autores compactados en letras impresas.

Aquella sala de consulta recibe con olor a mojado y edificio lleno de cicatrices e historia, pero todavía con ficheros separados por tema, autor y título. Pero también hay aquella persona que te ayuda encontrar la clasificación de libros.

La hemeroteca resguarda las tintas hechas notas donde se encuentra parte de la historia que data de finales de los 90 hasta nuestros días. El espacio con luminosidad perfecta hace que la consulta sea amena.





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