CULTURA, CAMPO DE BATALLA EN LA LUCHA DE CLASES

Por Yadira Isabel García Leyva
México (Aunam). El investigador Carlos Aguirre advirtió al auditorio, predominantemente joven, que antes de morir conocerían un sistema social distinto al capitalismo, mientras hacía su disertación de Cómo abordar una historia de las culturas subalternas en México,.

Motivado por el objetivo del Seminario permanente de Cultura y Representaciones Sociales de mantener a sus miembros al corriente del debate internacional en el campo de las ciencias sociales, Carlos Aguirre recuperó la propuesta metodológica del historiador Carlo Ginzburg, fundador de la corriente de la microhistoria italiana, para el estudio de la historia de las culturas en México.

Sin mucho preámbulo, el ponente comenzó por romper el paradigma de que la mejor forma de acercarse a la cultura es la historia de las mentalidades, argumentando que no toma en consideración la cultura como “un campo de batalla”: lugar de constante interacción entre culturas hegemónicas y culturas subalternas.

También, habría que aceptar la existencia, dentro de estas culturas subalternas, la existencia de la “cultura popular”; es decir, no generalizar a la alta cultura (o cultura hegemónica) como la cultura, bajo “la falsa creencia de que es más valioso lo escrito que la propia experiencia”; pues, por el contrario, “la cultura dominante no es la cultura originaria”, sino que proviene de la experiencia directa, de las clases populares, las que construyen el mundo, las que lo hacen todo, para que nosotros podamos estar aquí haciendo libros creyendo que sabemos más que ellos.”

Entonces, procedió a explicar el proceso: la cultura dominante tiene que anclar con elementos de la popular. Como ejemplo mencionó la manera en que las fechas del calendario cristiano coinciden (sin ser coincidencia) con fechas del calendario pagano previo a la colonización en México.

A pesar del origen, hay una relación circulante entre estos dos términos constantemente mencionados por Carlos Aguirre, que a su vez parten de la idea de Carlo Ginzburg quien propone la explicación de una relación constante entre los dos universos: culturas hegemónicas y subalternas.

“Se permean, se imponen, de manera permanente. […] hay un proceso constante de circularidad en que las clases dominantes se roban motivos de las clases populares, los alteran y luego lo devuelven”, dijo Carlos Aguirre. Como el caso de Shakira, aseguró. Era una buena cantante, pero se fue volviendo popular, la comercializaron y la vomitaron deformada, explicó.

Según el ponente, las clases dominantes roban elementos de las clases populares para adquirir legitimidad. Sin embargo, las clases populares no son pasivas; continúan el proceso cíclico y resignifican lo recibido creando elementos de resistencia, en un proceso bastante complejo que ha requerido de mediadores, tal como lo fuera en su momento Carlos Monsiváis para el caso mexicano, quien traducía códigos de la cultura popular para la hegemónica.

Retomó la idea marxista del trabajo como imprescindible a diferencia del capital, dentro de un sistema capitalista. Análogamente, la cultura popular es la imprescindible, no la hegemónica.

Para estimular la reflexión y el aprendizaje interactivo mediante la discusión, Carlos Aguirre tomó entonces el papel de auditorio con disposición no sólo de reflexión sino de debate. Y así, hizo sus últimas consideraciones.

Describió la cultura popular como una paradoja, pues, a pesar de ser masivamente más presente, también es la cultura sometida, debido ciertos elementos que afirman su propia dominación, como el lenguaje y los medios de comunicación que generalmente están al servicio del poder mayor.

Finalmente, recordó las palabras de Carlos Monsiváis, para agregar que en momentos de crisis social predominan las culturas populares sobre las hegemónicas, tal como sucedió en el quiebre entre la cultura porfirista y la cultura del siglo XX, cuando surgieron figuras como la del charro, la china poblana y la época de oro del cine mexicano.

El “espacio de diálogo interdisciplinario” organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales cerró sus puestas, e incluso sus ventanas abiertas on line para sus seguidores a distancia, con la promesa de abrirlas de nuevo los siguientes viernes penúltimos de cada mes, al menos hasta noviembre.







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