INTENTAR SALIR DE LA JAULA, DESAFÍO MUSICAL

Por Carlos Andrés Flores Zulbarán
México (Aunam). Es una bella mujer lo que está expresando el artista. ¿Qué gesto ha colocado el autor en la música? Dos tipos de creación artística se observan: por un lado aquella que mira hacia la obra del ente sujeto-objeto, y aquel que ha sido capaz de entenderla en sí misma, basada en el olvido.

Esta fue la reflexión expresada por Carmen Pardo, académica de la Universidad de Girona, España, acompañada por el moderador Crescenciano Grave, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM al inicio de la conferencia Músicas del olvido: apenas un parpadeo entre Nietzsche y Cage.

La investigadora aseguró que Friedrich Nietzsche expone temas fundamentales del pensamiento en el libro El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, sobre el cual ella explora el nexo existente entre música y la generación del proceso de pensar.

Para la catedrática española, pasar de la retórica de la estructura a la retórica del sentimiento requiere de realizar un análisis de discurso del sentimiento a partir del placer y displacer.

Esto, detalló, no es más que ese bajo fundamental que acompaña a todas nuestras representaciones y que encuentra en la palabra el tono básico por lo que es capaz de expresar algo. La música culpable es un arte a través de lo convencional.

Precisamente, la ruptura del sentimiento y la memoria es lo que se busca, y fue la música romántica la primera que desarrolló esto y colocó a la música instrumental en lo más alto; permitiendo la experiencia de los escuchas, la interiorización.

De esta manera se aprecia la música del olvido, obras en las que el artista ha sido capaz de perder la noción del mundo. Perder ese consenso común, eso que se acota como experiencia delimitada en aquella que consensa qué es el mundo.

De esta forma, aseguró, del olvido se desprende la música inocente, aquella que piensa en sí misma, que no cree más que en sí misma, habla de sí consigo misma, porque ni siquiera a los oyentes que están ahí.

Carmen Pardo mencionó a John Cage, quien plantea la problemática de esta noción de música de un modo más claro: Se tiene que prescindir de la palabra musical y generar una organización de sonidos que no venga establecida, sino que rompa el sentido de armonía con la introducción de ruidos y silencios, con algo que permita escuchar más allá de la música misma.

Se tiene que terminar con el gusto, la memoria, la emoción. Engendrar una música del olvido, para que sea ello y nada más; porque los sonidos son sonidos y el hombre es hombre, así que no hay ninguna relación, “no hay un puente que permita la esencia del mundo”, afirmó Carmen Pardo.

Si el oyente quiere ser libre debe desarticularse de sí mismo, debe aprender la propia experiencia que la música le está dando. No debe seguir la normalidad del tiempo lineal, el tiempo que podría ser en un anuncio del eterno retorno.

Si se concibe el tiempo en otro modo, añadió, también existe la generación de la experiencia, en la que el sujeto ya no es el yo, sino un sujeto nómada. En el fondo, a la música que se ha escuchado, no se le puede atribuir todo. Lo que todavía falta, es que el oyente abra los oídos para dejar que simplemente la música atraviese.








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