30 de septiembre de 2011

PUMAS Y LINCES EN BUSCA DEL LIDERATO

  • Pumas CU y Linces de la UVM buscan ganar su quinto partido
Por Abigail Saucedo
México (Aunam). El próximo sábado a las 19:00 hrs. dos de los equipos más regulares de la Conferencia del centro de la Organización Nacional Estudiantil de Fútbol Americano (ONEFA) Pumas CU y Linces de la UVM, buscan ganar su quinto partido, en el mismo número de jornadas para consolidarse en lo alto de la tabla de la temporada, en el estadio José Ortega Martínez.



Raúl Rivera, entrenador en jefe del equipo auriazul, conoce la importancia de ganar este partido ahora que el calendario va prácticamente a la mitad del torneo. “Nosotros preparamos el partido exactamente igual que todos los demás, tal vez se genera un poco de expectación porque ya es la quinta jornada y ambos siguen invictos; sin embargo, será tan complicado el encuentro como todos los demás partidos que hemos tenido”.

Sobre la importancia que representa jugar los partidos contra los equipos de la conferencia “lo que más nos interesa es mejorar nuestra intensidad y ejecución, independientemente de la escuadra a la que nos enfrentemos. En este caso lo que tienen los Linces es que son un equipo con talento y esto siempre es peligroso” destacó el head coach universitario.

Una parte fundamental en el funcionamiento del equipo a lo largo de la campaña ha sido la defensiva, “Somos una defensiva que ha aportado 28 puntos en lo que va de la campaña, que son muchos, y por el otro lado somos la mejor defensiva de la conferencia en cuanto a puntos recibidos con 24; eso nos da confianza porque generamos errores en el contrario y sabemos que le damos más posibilidades a nuestra ofensiva de anotar”, señaló Rivera.

El partido del sábado en el JOM ha generado tal expectación que los boletos asignados para la porra visitante (Pumas CU) están totalmente agotados.







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29 de septiembre de 2011

BISEXUALIDAD: LA DIVERSIDAD INVISIBLE

Por Abigail Saucedo
México (Aunam). La principal problemática entre las personas con preferencias bisexuales es la invisibilidad que se da al mencionar a la población lesbico-gay, “con el lenguaje podemos invisibilizar o podemos incluir a la gente”, afirmó el activista por los derechos humanos Jorge Yáñez.

Señaló que la bisexualidad se ha esteriotipado mucho y que no se puede hablar de ella como algo singular sino de las bisexualidades ya que estas dependen de la forma de vida de cada persona.



En el marco de la Tercera Jornada Cultural de la Diversidad Sexual en la UNAM, este 27 de septiembre fue realizada la conferencia “Reporte de la tercera opción: La bisexualidad como realidad sexual existente” con la participación de Jorge Yáñez López, Natalia Anaya y José Antonio Hernández Reyes.

Natalia Anaya, activista en pro de la bisexualidad comentó que ha reconocido una etiquetofobia dentro de la población, y éstas son importantes para que pueda haber una adecuada clasificación e identificación entre bisexuales, heterosexuales, lesbianas, etc. Considera que el principal problema de las etiquetas es quién las pone ya que estas etiquetas pueden ser usadas a favor o en contra al usarlas de una manera peyorativa.

La ponente explicó que no era lo mismo que las personas se identificarán dentro de una clasificación de acuerdo a sus preferencias sexuales y otra era lo que esta persona practicaba en su intimidad. “Identidades vemos, prácticas amorosas no sabemos” afirmó.

Habló acerca de personas que han hecho el esfuerzo de tratar de entender la diversidad sexual, entre ellos Alfred Kinsey quien decía que el mundi no puede ser dividido entre cabras y ovejas (heterosexuales y homosexuales), también explicó el modelo de Lizarraga quien mencionaba que si no se era 50% homosexual ni 50% homosexual entonces la persona era bisexual. Por último Anaya señalo que se está dando un problema de bifobia y éste proviene principalmente del sector lesbico-gay.

El psicólogo y activista José Antonio Hernández Reyes habló acerca de un articulo publicado en el New York Times donde explica que se realizaron estudios que concluían que los hombres bisexuales no existían y que fueron muy ambiguos ya que se basaban en la observación de sujetos y el grado de excitación que les provocaba la proyección de películas pornográficas lésbicas y gays.

José Antonio Hernández define la bisexualidad como la “identidad sexual de sentirme o nombrarme como bisexual para con esa palabra hablar de la orientación de mi deseo”.

Concluyó que la bisexualidad es una mayoría que está invisibilizada y que sin embargo, es el sector dentro de esta nueva diversidad sexual que está abriendo las puertas hacia otras opciones.


Foto: Colectivo Universitario Udiversidad




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28 de septiembre de 2011

EL “SEXO A PELO” ES LO DE HOY

  • El bareback ha ido en aumento porque los hombres ya no tienen miedo a contagiarse: Óscar Salvador Torres
Por Oscar Eduardo Guzmán
México (Aunam). El bareback (coitos anales desprotegidos de manera voluntaria entre dos o más hombres) ha ido en aumento en la Ciudad de México. Los hombres que lo practican ya no tienen miedo a contagiarse al contrario “es un elemento de identidad entre la comunidad gay, el sexo entre seropositivos es sexo para disfrutar” matiza Óscar Salvador Torres, licenciado en antropología social.

El crecimiento de esta actividad se ha dado principalmente por internet, en páginas electrónicas como BBRTS.com, se crean perfiles donde la sociedad gay interactúa y se sita para tener sexo sin protección “el hecho de que se tenga VIH, en la actualidad es un elemento de erotización. Ya no se tiene sexo para contagiar sino por liberación” comentó Salvador Torres.

En la conferencia “amor a pelo” impartida en el marco de la Tercera Semana de la Diversidad Sexual, Juan Alfonso Torres, director y presidente de Identidad Saludable A.C, señala que las campañas para el uso del condón desde su aparición han fracasado porque se ha impuesto su uso en vez de concientizar a la población.

Estas condiciones han generado que se tengan muchas zonas de riesgo porque a la población, en este caso gay, no le interesa usar condón por diversas situaciones “el estatus de clase, por ejemplo, la gente con dinero no ven la realidad, se sienten menos vulnerables porque pueden escoger con quien tener sexo”, sentencia Alfonso Torres quien es colaborador activo del programa VIH.

Además de VIH “hay más enfermedades que se pueden contagiar y que han ido en aumento, como por ejemplo, la hepatitis B, desgraciadamente hay poca información” dijo Juan Alfonso en la facultad de Medicina de la UNAM.

El incremento del bareback según el doctor Julián Alcalá Ramírez, médico y filósofo egresado de la UNAM se debe a situaciones de “libertad, irresponsabilidad, autodestrucción. Existen entre los practicantes nulas aspiraciones por la vida, se ve el placer hoy y la protección mañana”.

Alcalá Ramírez apunta que el Estado debe asumir la responsabilidad de regular los lugares de reunión, las redes sociales donde se desarrolla el bareback para que se pueda tener libertad y responsabilidad entre los practicantes.

La Tercera Semana de la Diversidad Sexual en la UNAM estará presente hasta el 30 de septiembre en diversas facultades de Ciudad Universitaria.






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27 de septiembre de 2011

DESGARRA PUMAS CU 67-0 A LOS LEONES DE CANCÚN


  • Mejoramos nuestra situación defensiva y tiene como resultado un buen marcador. Raúl Rivera
Por Abigail Saucedo y Oscar Eduardo Guzmán
México (Aunam). El equipo universitario desgarró este sábado 24 de septiembre a sus visitantes los Leones de la Universidad Anáhuac de Cancún con un contundente marcador de 67 a 0, de esta forma los dorados se coronaron una vez más como vencedores para así lograr su cuarta victoria consecutiva.

El juego quedó definido desde el inicio, el primer cuarto se cerró con un 28-0 a favor a los universitarios. El mariscal Bruno Márquez completo pases de anotación con Eluzaid Gutiérrez, Alan Rosado, David Aceves y Josué Esquivel y fueron 4 los puntos extras proporcionados por Mauricio Morales.

Para el segundo cuarto pese a sus intentos en la contención, la escuadra visitante, no logró siquiera pisar el campo enemigo, y un balón al aire fue interceptado por los auriazules. Por su parte el equipo local no perdió la oportunidad de anotar una vez más con la carrera de 1 yarda de Erick Espinoza y el extra de Mauricio Morales, con un 35-0 concluía este lapso.

“Es el resultado del trabajo de todo el equipo y muestra que está bien conformada la defensa, la gloria se la lleva uno, pero en realidad se la deberían de llevar los once que trabajaron para lograrlo”, señaló David Aceves y no mintió, pues en el tercer cuarto aunque sin su mariscal titular, los Pumas continuaron su victoria sin misericordia con pases de anotación por parte de Salvador Castañeda a Eluzaid Gutiérrez con el punto extra por parte de Mauricio Morales y un pase más para a Heriberto Salazar de 19 yardas con conversión de 2 puntos de Alonso Muñoz cerrando con un marcador de 50 a 0.

El último suspiro llegó y los Leones continuaron sin reaccionar como en todo el juego, mientras que los Pumas dorados anotaban tres veces más con un acarreo de 2 yardas para anotación de Fernando Banda y un punto extra y gol de campo de Mauricio Morales. Y para cerrar con broche de oro un pase de 35 yardas para anotación por parte de José Luís Canales al número 88 Heriberto Salazar y el extra de Mauricio Morales con un espectacular resultado final de 67-0.

“Mejoramos nuestra situación defensiva y tiene como resultado un buen marcador; realmente eso es lo que queríamos regresar a nuestra casa y darles un buen espectáculo y creo que lo hicimos” declaró Raúl Rivera.

En cuanto al próximo partido el head coach de Pumas CU señaló que “sigue linces vamos a jugar con la UVM es un buen equipo, ha crecido mucho y seguramente será un buen rival”

“El equipo va mejorando día con día, tenemos que seguir trabajando para poder obtener el campeonato otra vez; Pumas está para bicampeón, pero hay que trabajar para eso” comentó el quarterback titular Bruno Márquez.





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26 de septiembre de 2011

HOYOS FONQUI EN LA CIUDAD DE MÉXICO


Por Rubén Alejandro Álvarez Reveles
Fotos: Isaí Morelos
México (Aunam). Este año será crucial en el destino de los hoyos fonqui, pues pareciera ser que están condenados a desaparecer, y junto con ello, los espacios donde las contraculturas del país, pueden desarrollarse y expresarse; de ahí que, en un corto plazo, se deba gestar una batalla épica por su sobrevivencia.

Lo anterior se deduce a partir de la modificación aplicada a la ley de Exterminio de Dominio, consignada en el artículo 22 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la cual entró en vigor el pasado 6 de junio del año en curso.

Las reformas están encaminadas a ampliar el combate contra el narcotráfico, y en especial el narcomenudeo. Sin embargo, también afecta a cualquier fiesta que tengan en lugar dentro del Distrito Federal, y con ello los hoyos fonqui.

Los cambios en el artículo constitucional son resultado de la propuesta realizada por la candidata del Partido Acción Nacional, Mariana Gómez, en conjunto con Mario Palacios, representante de la Delegación Benito Juárez.

En ella proponen erradicar las fiestas clandestinas de cualquier índole para evitar el narcomenudeo dentro de éstas, a su vez, la venta de alcohol a menores de edad. El artículo 22 se aplicará de tal forma, que el predio, o los artículos que estén en uso, podrán ser decomisados con el objetivo de que puedan servir como prueba del delito. De esta manera la reforma solamente será válida cuando se compruebe el mismo.

La ley de Exterminio de Dominio, fue creada en 2008, pero con el paso del tiempo, los diputados han visto la necesidad de especificar su contenido, para disminuir el menudeo en la venta de drogas. Esta ley, solamente será efectiva mientras se pueda verificar el delito.

Iniciación

“Que chingue su madre el que no cante”, gritó Ricardo Ochoa, mientras Peace and Love presentaba su canción “Mary-marihuana”, en el festival de Avándaro el 11 de septiembre de 1972. El evento se transmitía en radio y, de pronto, la transmisión se cortó. Una sentencia para el rock en México.

Sin embargo, no fue lo único que se terminó, pues a partir de allí, los espacios donde los jóvenes se congregaban para escuchar música, estudiar, o alguna otra actividad que reuniera gente, era mal vista por el gobierno. Directamente la opresión estaba presente, detenciones y prohibición del rock en todo el país.

El clamor de justicia y las voces de insatisfacción hacia las políticas del gobierno mexicano debían salir por algún lugar. de esta manera, que los garajes, patios de escuela, bodegas y otros lugares en condiciones deplorables y sin autorización del gobierno, se vuelven los centros de atención de los jóvenes.

En estos se organizarían las tocadas posteriores a Avándaro. Los denominados hoyos fonqui, término adjudicado por el escritor Parménides García Saldaña, en 1982.

“Los hoyos fonqui, eran lugares clandestinos, y donde la salubridad no era tema de relevancia. A veces un baño, a veces ni eso. El espacio era reducido y la ventilación insuficiente, el calor encerrado en aquellos lugares, era insoportable”, según palabras de José Cruz integrante del grupo Real de Catorce y quien llegó a tocar en estos lugares. Esto en una entrevista realizada en la revista R&R número ochenta y seis en 2008.

En estos sitios la juventud de los 70 y parte de los 80, se juntaban a escuchar y ver bandas underground (grupos sin una disquera ni un contrato en especial), las cuales, sólo ahí podían darse a conocer.

Los grupos que participaron en esos lugares, son Three Soul in my Mind, Botellita de Jerez, Javier Batiz, Ginebra Fría, Hangar Ambulante, Enigma, Nuevo México, Toncho Pilatos, Zebra, entre otros. Datos que aparecen en la misma revista R&R.

“El sonido era muy malo, en primera porque las bandas no tenían los recursos para comprar instrumentos y equipo necesario y, en segunda, porque la tecnología no era tan avanzada como en estos tiempos”, acompleta Pedro Antonio Chávez, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, y quien llegó a asistir a estos lugares.

Actualmente Cuautepec Barrio Bajo y colonias aledañas, esto en la Delegación Gustavo A. Madero, los hoyos fonqui han tomado gran importancia, puesto que sirven como medio para difundir la cultura, además de hacer una mezcolanza de diferentes contraculturas existentes en el país.

Madrugada

Dos semanas antes del evento musical que se llevará a cabo en la colonia Guadalupe Chalma, el Dj “Jungla Reggae Sound System” empieza a mover cielo, mar y tierra para que su presentación se escuche y se lea, en oídos y ojos de los habitantes cercanos al reclusorio norte.

Hace poco más de cuatro años, los eventos relacionados con el reggae y la música electrónica, se han dado cita en al norte de la ciudad de México. Sus inicios se ubican directamente en casas estrechas, sin baños, y con pocos invitados.

Cuando los organizadores, “El Nery” y Martín Trejo, se dieron cuenta que aquellas casas eran insuficiente para cubrir la demanda de los asistentes, recurrieron a otros lugares, sobre todo clandestinos. Ésta última palabra define aquellos sitios, ya que no cuentan con las normas de seguridad que pide el gobierno del Distrito Federal, y lo establecido en la Agenda Mercantil de los Estados Unidos Mexicanos.

De acuerdo con ésta última, el Sistema Integral de Gestión Registral (SIGER) es el programa por el cual se hará captura, administración y transición del registro de un espacio dedicado al comercio de bienes, que en este caso es el consumo de un bien cultural.

Además, pide el pago de una cuota, y una inspección al sitio donde se instalará este negocio, y que de allí se determine qué tan apto es el lugar o no. Estos parámetros legales, ni Martín Trejo ni ninguno de sus ayudantes los han realizado. ”Mucho papeleo”, argumenta “El Nery”, con una sonrisa malévola de oreja a oreja.

“Preferimos lugares en donde sea más fácil establecernos, sin tener que meternos en rollos legales, tendríamos que pagar impuestos y eso ya no nos convendría”, continúa.

Martín Trejo, un hombre que pasa la edad media, aproximadamente 45 años, de unos 90 kilos de peso, simpático y con un bigote negro y bien cortado, menciona, “recuerdo los inicios, a veces no se llenaba el lugar, y por lo general acudía la misma gente, sobre todo conocidos de nosotros”.

Hoy es sábado 12 de marzo de 2011, son casi las 7 de la noche. El sitio destinado para esta tocada, se ubica en la calle Venustiano Carranza esquina con Morelos número 83 de la colonia Cuautepec Barrio Bajo, en la Delegación Gustavo A. Madero.

7.30 p.m. y el lugar aún está vacío. A pesar de ello, nadie se preocupa.

El lugar donde se lleva a cabo el concierto del día de hoy, es una casa color verde y de proporciones pequeñas en la parte de afuera, pues sólo se alcanza a ver una puerta la cual, con sus dos metros de altura y casi 3.50 de ancho, contiene a la gente que espera entrar a ese sitio.

El reggae, la electrónica y en menor medida el ska, son ritmos musicales, los cuales los asistentes pueden disfrutar. Éstos, por lo general, son de dos tipos, unos son los rastafaris, quienes sus largas y gruesas rastas, que parecen mecates de color negro, los identifican. Su ropa es holgada y de una combinación de colores verde, amarillo, negro y rojo.

Los otros, los que se sienten atraídos por la electrónica, llevan ropa ajustada, con camisas y pantalones adornados con diminutas figurillas. También portan diversos artículos como lentes, collares y uno que otro, lámparas de colores fluorescentes que danzan al ritmo de las pistas seleccionadas.

Los organizadores, “el Sirena”, tipo delgado de tez blanca, perfil afilado, orejas grandes (debido a sus expansiones), además de ropa holgada, y “el Nery”, sujeto de piel morena clara, de aproximadamente 1.70 metros de altura, y, quien tiene un estilo en la vestimenta similar a el mencionado anteriormente, sueltan su estrés, fumando un cigarro creado por sus propias manos.

Una “bacha”, un “toque” o un “porro”, son diferentes nombres que recibe ese tabaco, hecho con un papel muy fino que parece una capa de cebolla, y un poco de marihuana, la cual por lo general siempre es seca, de color verde pasto, y con un intenso aroma a hierba fresca.

Sin embargo, la situación cambia al poner fuego en la punta del cigarro, el ambiente se distorsiona, el tufo se vuelve insoportable, se desprende un pestilente aroma a pasto quemado, irrita el olfato y transforma los sentidos. Ese cigarrillo, sin duda alguna, es parte inicial de lo que está por aproximarse.

Por dentro, las dimensiones de la casa son de aproximadamente 140 m2, y al fondo de la misma, se ubica un escenario, el cual está hecho de madera consumida por el sol, y alguno que otro fierro oxidado por el agua.

En él, están las mesas con las consolas de los Dj´s para hacer sus mezclas, además de los bafles que dentro de unos cuantos instantes, taladrarán tímpanos. Por lo pronto, se revuelve música con el afán de probar el sonido y todo suene a la perfección.

Dan las 8.30 de la noche, y se empiezan a ver rastros de gente. Hombres y mujeres. No hay una edad promedio, pero se calcula que asisten desde los 16 hasta los 28 años.

Son unas 20 personas, que yacen paradas frente al inmueble. No se distingue si les gusta el reggae o el electro, pues la poca luz que hay en la calle impide diferenciarlos. Esperan. Deben pagar 30 pesos por el costo del evento.

Toda persona que entre a este evento, será revisada para evitar el ingreso de armas, drogas y alcohol en botellas de vidrio. Dos personas de unos 1.80 metros de altura, pantalón de mezclilla obscura y chamarra gruesa también de color negro, están en la puerta. Dos inmensas torres difíciles de pasar. Ellos tienen como tarea hacer la inspección de todo aquel que quiera pisar el concierto.

En menos de quince minutos, donde anteriormente no había ni un alma en pena, ahora se encuentran más de 60 asistentes moviéndose al compás de un todavía frío escenario, el cual necesita del descontrol y euforia de la gente para poder nutrirse y sacar todo su potencial.

A unos 20 metros de la única puerta (la cual sirve tanto de entrada como de salida de emergencia), se encuentra el puesto de las cervezas, el cual debe tener una mención importante, puesto que es la única esperanza para no morir deshidratado tras el calor que se desprende de la piel de las personas.

Son cuarto para las diez, suena Bob Marley, un clásico para la contracultura rastafari, y no tarda mucho en detectarse el primer aroma de la fiesta, y claro, no es el sudor provocado por el baile, sino el tufo de la marihuana que empieza a cobrar efecto entre los participantes al “Unity & Respect”, el nombre formal de la tocada.

La demanda por entrar es mucha, así que las torres en la puerta hacen su trabajo, rápido y austero. El lugar está a reventar, y sólo han pasado dos horas. La despreocupación de un inicio fue sabía. Ya no se puede contar a la gente, pero aproximadamente hay de 250 a 300 personas. El reloj acaba de marcar las 11 de la noche.

Voltear a la derecha o izquierda está por demás: la cerveza, la droga y sus consumidores parecen “gremlins” que se multiplican con el agua. ¿La revisión ha sido un fraude, o la gente que ingresa es más lista y sabe cómo guardar la droga?

Es imposible tratar de caminar entre la gente, es preferible buscar un lugar y bailar en el mismo. El humo de los “porros” a veces impide observar qué pasa en frente del escenario, sólo puede disfrutarse la música reggae, acordes lentos, cansados, pero con cadencia y sensualidad, son la mejor descripción para éste género.

La música cambia repentinamente, la gente brinca y se mueve un poco más rápido que en el baile anterior, la electrónica ahora es la esencia de la fiesta, y con ella, pronto los ácidos (nombre informal, del LSD, que es una tableta de aproximadamente 1 por 1.5 cm, por lo general de color blanco, y que se consume comúnmente en este tipo de eventos) empiezan a surtir efecto entre los asistentes.

“80 varos”, suenan los murmullos, y en un abrir y cerrar de ojos, se nota el cambio de la gente, de un estado pasivo a un activo, de la tranquilidad a la euforia, las aguas tenues se modifican por un tsunami de descontrol.

Hay quienes ya no son lo mismo que cuando entraron. Ojos perdidos en un tiempo y espacio que sólo ellos conocen; movimientos sin control, parecen marionetas; y sin duda alguna, una hora más de éxtasis, puesto que es la 1 de la mañana y el evento está previsto terminar a las 2 a.m.

Veinte minutos después, empiezan a sonar los acordes de Ska, la gente de un brinco salta a la pista de baile, y como un tornado, inicia la destrucción de todo lo que encuentre a su paso, choca contra la multitud, se desvanece, y vuelve a tomar forma. Son casi ya seis horas y media desde que inicio el evento, y ningún tipo de autoridad se ha acercado al mismo.

Diez minutos antes de que den las 2:00 a.m., los primeros en tirar la toalla, son llevados a sus casas por compinches que los acompañaban, el lugar se empieza a vaciar y el calor también disminuye.

Las drogas y el alcohol consumidos esta noche han surtido efecto. Hay quienes no pueden hablar, otros no pueden levantarse. No importa el dinero gastado, o un posible conflicto familiar por llegar en condiciones inapropiadas, mañana, será otro día, y para algunos la resaca será devastadora, para otros cuantos, insignificante.

La raíz de una aventura

Señales de un calor infernal, que puede sentirse de adentro hacia afuera, que se nota desde las pestañas, hasta donde los ojos permiten mirar. Una silla bajo láminas que forman un techo, calman la situación, y una cerveza a menos dos grados, en la mano de Martín Trejo, suavizan el entorno. Él, es el organizador de los eventos del “Jungla Reggae”, les alquila el sonido y lo ecualiza, para que todo suene a la perfección.

Domingo 17 de abril, el lugar es brillante, el pasto verde juega aún más con los colores luminosos de aquel mediodía. Martín Trejo lleva “la música por dentro”, eso lo ha señalado desde el principio de esta entrevista. Su bigote es casi perfecto, negro y cortado en forma de trapecio. Ese bigote, es la esencia pura de aquel personaje.


“No te miento, para ser sincero, cuando iniciamos este proyecto, pensé que sería un fracaso, no tenía muchas expectativas, pero, ¿qué se puede hacer?, es chamba y quise arriesgarme”. Sonríe, y da el primer trago a su cerveza. A pesar de ello sus manos acarician el envase, se puede notar como con el tacto saborea cada partícula de aquel líquido amargo. El calor no cesa.

Al decir evento se refiere a las tokadas. Él, no conoce el término hoyo fonqui, pues el contexto no se lo permite, sin embargo, sin darse cuenta, trabaja en uno de ellos.

Son diez para la una, y la siguiente pregunta brota, ¿por qué realizas este tipo de eventos? Martín da una mirada rápida hacia abajo y piensa la respuesta

“Porque cuando yo era joven, no había espacios para apreciar la música que en ese entonces nos gustaba. Ahora tengo el material y trato de hacer eso que tanto me agrada, ver a la gente disfrutar de un buen espectáculo, es gratificante. Aparte, la retribución económica de estos desmadres me ayuda a solventar gastos”.

El sudor en su frente resbala lentamente, sus ojos pequeños y cejas grandes, hacen una combinación precisa para expresar que no tiene inhibiciones, y que su interés por agradar a la gente va más allá de cualquier precio.

Un tema que no es muy de su agrado, ha entrado en la conversación, las drogas dentro del evento. Se deduce fácilmente su estado de descontento ante este tópico por el desagrado en su rostro, el cual de tener una sonrisa de oreja a oreja, se torna turbio, serio.

¿Qué al respecto de que se consuman drogas dentro de los eventos que organizas? Me atreví a preguntar, y como un golpe en el rostro, Martín primero tuvo que asimilarlo, para después poder responder.

Aquel tipo de aproximadamente 1.60 metros de altura, y unos 90 kilos de peso, escruta una respuesta. Pronto, los ojos se le llenan de palabras.

Posteriormente articula y responde, “mira, la verdad, entre todos los que formamos parte del staff, tenemos prohibido dejar meter armas y drogas al evento, por eso la revisión de cabo a rabo cuando ingresas a cualquiera de ellos. Pero a veces la gente es demasiado astuta, y quien sabe cómo le hace, y cuando menos te lo esperas, ya te llega el olor a marihuana o a mona”.

“En ese sentido, tenemos que ponernos bien atentos, debido a que no contamos con vigilancia certificada, esto es más clandestino, por eso debemos armarnos de pantalones, porque no sabes si un sujeto lleva consigo un arma, ya sea un fogón o una punta”, mientras habla, lleva a la boca otro sorbo de cerveza. El calor regresa y se estanca entre nosotros.

La vigilancia, es un tema relevante, puesto que no hay medidas que le brinden al asistente seguridad. Y, cuando una patrulla llega a pararse fuera del evento, las únicas palabras son “como andas hijo”, “ya, para tu casa”, asegura Víctor, quien es una tipo delgado y de aproximadamente 1.85 cm de estatura, con playera color morado y pantalones holgados y quien además ha asistido a las tocadas de Martín desde hace más de un año.

Continúa, “una mordida es suficiente para que dejen seguir la fiesta en paz, sin conflictos, sin riñas, sin detenidos. Pero si por una causa mayor, llega a haber desorden dentro de estas fiestas, la autoridad ni sus luces, simplemente desaparecen, se las come la tierra”.

Pero, como un acto de magia llegan al final. ¿Para qué? no se sabe, todo se ha arreglado, con golpes, con sangre. En estos lugares, uno debe hacerse de respeto. Honor a quien honor merece. Las palabras sobran, los puños hablan.

Martín hace un breve contraste entre lo que eran las pocas tocadas en sus tiempos y las que ahora surgen en la zona norte de la Ciudad de México, en Cuautepec, Delegación Gustavo. A. Madero.

“Antes, las pocas fiestas que se hacían, por lo regular, eran en lugares mucho más subterráneos que estos, de plano eran lodazales, ahora, de menos nos preocupamos por darle una barridita”, una carcajada se dibuja en su rostro.

“Las drogas, eran algo que existía pero en menor medida, eran menos obvios. La marihuana y el resistol 5000, eran lo más común. En estos tiempos ya la mayoría de los jóvenes son unos descarados. Los pleitos eran pocos, y te aseguro que si los había, todos eran a mano limpia”, hace memoria Martín.

Termina la cerveza, quiere otra, pero se acuerda que el camino es lejano, y esta vez regresará solo. Me pide unos instantes. Camina y va a la caja, paga la cuenta. Regresa, y la entrevista termina, un asunto pendiente le espera en casa, ¿misterio?, o una posible evasión a preguntas como ¿quién vende la droga? ¿tú les das permiso?, entre otras que ya no quiso responder. Una despedida cordial y un apretón de manos dan fin al encuentro.

Lugar de todos, lugar de nadie

En este lugar no hay clases sociales, en ese sitio la ropa de marca pierde su precio, sólo la noche que está a punto de iniciar es importante para los asistentes al “Jungla Reggae”. Es dos de abril del año en curso. Akil Amar, representante de la música Reggae, se presentaría en ese hoyo fonqui dedicado a quienes gustan de ritmos caribeños y letras que hablan de amor, paz y unidad.

La obscuridad que cae después del atardecer, invade la calle Michoacán de la colonia Chalma de Guadalupe de la delegación Gustavo A. Madero en el Distrito Federal; la falta de luz solar, simula un llamado a los jóvenes, quienes empiezan a salir de su madriguera como murciélagos que van en busca de alimento.

Son aproximadamente las 8 de la noche. El lugar donde se dan cita, es una casa con ladrillos sin color, la ausencia de brillo y la sensación de frío, hace que parezca una prisión en miniatura. Una pequeña ventana adorna el inmueble de dos pisos, y una puerta de 3 por 4.5 metros de altura, divide a la gente del escenario principal, el cual se encuentra al fondo de aquella vivienda.

Esa puerta es de suma importancia, pues es la única entrada y salida del evento, un desastre dentro de ese lugar podría terminar como el del antro New´s Divine, donde el pasado, 20 de junio de 2008, perdieron la vida 12 personas.

La puerta de color negro, está vigilada por tres personas con una capucha que les cubre todo el rostro. Sólo es posible identificar las proporciones de sus cuerpos. Dos miden aproximadamente 1.70 de altura, y con tez morena, la cual puede notárseles en los brazos, debido a playeras de manga corta; el tercero, es una estatua de unos 1.85 metros de alto, robusto y con una chamarra color negro, que lo hace parecer una sombra. 8:15 p.m.

Los tres sujetos cuidan el lugar y revisan a todas las personas que ingresan, desde los pies hasta la cabeza buscan bebidas alcohólicas (las cuales se venderán dentro), drogas y armas, pues están prohibidas.

Pronto, la calle se empieza a atascar de muchachos y muchachas que quieren ver a Akil Amar, y llevan sus 50 pesos para pagar el evento. Todos se amontonan, pues están enterados que después de las 9 p.m., se cobrarían 70 pesos. La buena fortuna los acompaña, aún faltan 30 minutos para que eso suceda.

Una mirada dentro del lugar define proporciones: 20 por 25 metros alojarían a más de 200 personas esa noche. No es un sitio glamuroso. El piso es de tierra, y una lluvia que había pasado y saludaba a la gente, lo había transformado en lodo.

Un solo baño para toda la “banda” que ese día se acumularía, estaba en condiciones degradables, el polvo lo invadía y la falta de agua, hacía el remate perfecto. Lo único saludable era el puesto de cerveza que, como en cada evento, relucía impecable, cada que se derramaba una “chela”, rápidamente limpiaban, limones partidos para las micheladas, y unas botanas para saltar el hambre.

Dieron las 11 de la noche, todos aclamaban al mencionado Akil Amar. El aroma a marihuana pronto invadió toda la plaza. El prender y apagar de los cigarros, parecía una danza que la integraban pequeñas luciérnagas con sus brillantes colas.

Nadie se podía mover, nadie podía bailar; sólo los labios jugaban, y con ello se escupían las letras del artista en el ruedo. Una hora duró arriba del escenario, sacudió a la gente con sus notas y melodías pegajosas.

Era un ambiente de unidad, respeto y armonía, todo en orden.

De la nada, un movimiento en la entrada alborotó a todos. Un robo a quien portaba las ganancias de la noche entera. Con pistola en mano, habían llegado y arrebatado aproximadamente 20 mil pesos, lo acumulado por las entradas.

Pero, no sólo se llevaron el dinero, sino todo el evento. En la gente, se enredó el miedo y no soltó a nadie, pues los allí presentes, con el pánico en el cuerpo, decidieron retirarse para evitar problemas.

Antecedentes de un pasado aguerrido

“Eras considerado como un delincuente, como un desmadroso, tan solo por tener la greña larga. La policía, te paraba y te revisaba, y muchas veces hasta te llegaba a meter droga que tú ni traías”, respuesta de Juan Pedro Antonio Chávez, economista e historiador, que actualmente da clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Dentro de la entrevista se hizo un contraste entre los hoyos fonqui de los años 70, a los que hoy en día se encuentran en la Ciudad de México, para ser más específicos, puntualizando Cuautepec Barrio Bajo y otras colonias aledañas, como sitio donde se localizan varios de estos lugares. Éstos, en la Delegación Gustavo A. Madero.

Varias décadas han pasado desde que se les denominó hoyos fonqui, y esto debido a que la clandestinidad, es un factor que los define, pues no tienen las normas de salubridad, ni de seguridad establecida en la Agenda Mercantil de los Estados Unidos Mexicanos.

“Estos lugares, empezaron a surgir en el año de 1971, después de Avándaro (11 de septiembre), un evento que sería una carrera de automóviles, pasó a ser un concierto de rock, el cual tuvo como novedad, la congregación de miles jóvenes. Un cálculo comparado con los periódicos que dieron nota de ello, me lleva a decir, que aproximadamente hubo entre 250 mil y 300 mil personas”, agregó Pedro Antonio.

Posterior a ese festival, la represión por parte de las autoridades hacia la juventud mexicana, fue más autoritaria, pues ese llamado, sucumbió en los oídos del presidente Luis Echeverría, quien no se tentó el corazón, y mandó mano dura, contra las congregaciones que se llevaran a cabo.

Esto llevó a la necesidad por parte de los “chavos de onda” de buscar espacios, donde sintieran un apego de gustos musicales, de vestimenta, de empatía.

Los garajes, patios de escuelas y bodegas, sirvieron como sitio para que aquella juventud reprimida, se juntara y pudiese organizar tokadas. Ahí, se montaban pequeñas presentaciones de grupos underground, con un sonido malo y con carencias en la infraestructura del lugar.

Antonio, los describe de la siguiente manera, “eran lugares amplios, que se llenaban hasta el tope, por la misma razón, había veces, en que ni siquiera te podías mover. La sanidad, era algo sin mucha importancia, pues la gente sólo iba a pasar un buen rato.”

“El alcohol y la marihuana, eran un factor que nunca podía faltar, y si el slam te tocaba, ni modo, aguantarse de una u otra manera. Los hoyos fonqui representativos de ese tiempo se ubicaban en Tlatelolco, y eran, Siempre lo mismo y El Salón Chicago”, agregó Juan Pedro, fuente viva de aquellos lugares.

Hoy en día, Cuautepec Barrio Bajo, posee lugares con características similares, aunque para el profesor, no es lo mismo, puesto que la esencia de aquellos jóvenes con ideales, con objetivos, organizados, ha demeritado estos sitios.

Una nueva oleada de espacios para difundir la cultura, se hace presente en muchos lugares de la Ciudad de México. Sin embargo la zona norte ha sido un parámetro para estos hoyos fonqui.

Además, hay que recalcar, que estos nuevos espacios tienen un contexto muy diferente al de hace casi cuatro décadas, ideologías nuevas están latentes en éstas nuevas generaciones de jóvenes, por lo que hay nuevos géneros musicales y una tendencia diferente de vestirse.

De esta forma, Pedro Antonio Chávez, recalca “si bien, desde siempre estos sitios, han funcionado como un medio para difundir la cultura en nuestro país, su esencia ha cambiado por completo. Se usan nuevos términos, formas de vestir, de la música que se escucha, etc. Por ello, los hoyos fonqui, tal vez sólo tienen el nombre, han cambiado totalmente”.

Retorno

En pleno año 2011, los denominados hoyos fonqui siguen existiendo, como base sólida de la contracultura del país, pues sirven como sitio para la expresión de las mismas.

Sin embargo, en tiempos actuales las costumbres y manera de comportarse son distintas a las de los años 70. El contexto es diferente, hay un miedo de salir a la calle por la violencia que se vive, además los medios aún dictaminan lo que se ve y lo que se escucha. Sin embargo, el rock se mantiene como un mensajero constante con tendencias a buscar la libertad, de aquí la importancia de la existencia de lugares para su expansión, los hoyos fonqui.

Si bien, se retoman aspectos como la clandestinidad, o la falta de un reglamento tanto de seguridad como de salubridad, la esencia de aquellos jóvenes se ha visto desvalorizada.

De esta manera, los hoyos fonqui, han evolucionado en las formas de pensar de los jóvenes, puesto que antes se acudía a ellos por objetivos comunes, ahora se asiste, por un momento de diversión, además de que es mucho más accesible ir a estos sitios (económicamente) que a un evento bien y mejor organizado.

No hay autoridad que pueda detener o clausurar estos sitios, puesto que siempre se buscaran alternativas para encontrar otros nuevos. Su espontaneidad, se suma a las características de estos lugares. Regresar a la esencia tal vez no sea posible, pero mientras haya aun gente que prefiera estos sitios, los hoyos fonqui seguirán en un estado latente.







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“EL CALIFAS” EN EL SIGLO XXI


Por Cinthya Berenice Camacho Alvarez
México (Aunam). Al ritmo del danzón cada día se enciende el California Dancing Club; un salón de baile que abre sus puertas a un grupo de personas de edad avanzada y no tan avanzada; para los amantes del ritmo de la vida a paso lento pero con sabor; abierto a las almas en busca de un más allá de la vida acelerada que se vive en la ciudad, lejos del tráfico, la economía, la inseguridad, el narcotráfico. Esa pista se enciende para aquellos gozosos del baile.

Pero… ¿de cualquier baile? ¡No! El baile de interés es el danzón. Un espacio en donde se reencuentran los “viejitos” con su pasado musical, pero también con nuevas generaciones. Gracias a este proceso de reinvención siguen en pie salones como el California Dancing Club, Salón México, El Forum y muchos otros lugares al aire libre o cerrados que fomentan el amor al danzón.

Al traspasar sus puertas es posible adentrarse a una esfera peculiar llena de espontaneidad, creatividad, naturalidad, ánimo, pasión y devoción que inspira, día a día, a un sector importante de la sociedad al cual no se le ha puesto la debida atención: las personas de la tercera edad.

La vejez en el D.F. y el baile

Son las seis de la tarde. El destello de su viejo zapato se pierde en el suelo al ritmo del danzón “Nereidas”; evoca el sentimiento del amor de antaño que perdura cada tarde de lunes. Al tomar la mano de su menuda pareja se remonta a los años de apogeo de los salones de baile. Su juventud.

Así comienza una tarde-noche de baile para aquellas personas etiquetadas como de la tercera edad o viejitos, pero a pesar de sus años, siguen con el gusto y la devoción de mover el cuerpo con un ritmo, degustarse con una pareja, de compartir sus pasos y bailar con aquella o aquel acompañante de un instante; a pesar de que El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), considera a los adultos mayores como un grupo en situación de riesgo social por el ambiente en el que se desenvuelven dentro de su familia.

Con 60 años de edad o más se encuentran frágiles por la dependencia desarrollada hacia quienes los cuidan y/o ayudan en sus labores cotidianas; no tienen definidos sus roles en esta sociedad y peor aún, son excluidos por las decisiones que toman las personas de su alrededor, agrega el INEGI en su publicación Los adultos mayores en México. Perfil sociodemográfico al inicio del siglo XXI.

Aunada a esta situación de omisión, la 1ª Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, que llevó a cabo el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) en 2006, señala que 88 por ciento de los adultos mayores dicen sufrir discriminación por su edad, y 40 por ciento considera justo ser discriminado por su familia.

Este sector de la población no sólo es descuidado por el gobierno, la propia familia es cómplice de esta segregación. El prototipo de la antigua familia extensa, donde el hogar era compartido por los abuelos, los padres e hijos (en algunas ocasiones hasta con los tíos y primos) ha disminuido, argumenta José Luis Ysern de Arce, Doctor en Psicología de la Universidad de Bío Bío.

En la actualidad, la convivencia de estos abuelos con los nietos se ha perdido, pues “los niños ya no escuchan las historias de sus viejos”, dice Antonio Cruz de 80 años de edad, quien a pesar de tener tres hijos, cinco nietos y tres bisnietos, vive solo en su casa de la Ciudad México.

Los abuelos, quienes eran considerados los principales transmisores de la cultura en la familia, han perdido cavidad en aquel que consideraban su núcleo. Ahora, como expresa el psicólogo Alex Comfort, “en la sociedad actual no hay espacio para ese tipo de familia; ésta se ha reducido al núcleo mínimo de padres e hijos”.

Contradictorio a lo que siempre se dice: los jóvenes son el futuro de nuestro país. Pues en realidad lo que sucede no es así. Con paso ligero y las huellas de lo que han vivido, mediante esas arrugas que se marcan en su cara, son el futuro de México.

Actualmente en la Ciudad de México, tan sólo 11.4 por ciento de los habitantes son personas de la tercera edad, según datos de Ricardo Bucio Mújica, presidente del Conapred, es decir que uno de cada diez pertenecen a este rango de edad de 60 años en adelante.

Para los ancianos, según el especialista Alex Comfort en su libro Una buena edad, la tercera edad, no existe nada mejor que hacer ejercicio físico. Éste les ayuda conservarse, sin embargo, agrega que no debe llamársele de esa manera, sino como una actividad que los mantenga en movimiento constante y de su total agrado, algo divertido, por ejemplo, el baile o el yoga.

A un costado de la pista de baile, con más canas que cabellos oscuros, un rostro cansado y con esos rasgos en la cara que al pasar del tiempo junto con sus vivencias y hechos, Ali Cuevas de 78 años de edad y fiel asistente al salón de baile California Dancing Club desde hace más de 12 años, comenta, “el baile es el mejor ejercicio para todos los seres humanos porque se realiza sin tanto esfuerzo y te hace sentir bien, aliviado y lo mejor es que se hace en compañía de alguien más”. Al finalizar la frase hace un gesto de tranquilidad, posa sus manos como si tomara a su pareja y se prepara para comenzar a bailar.

De igual forma, Teresa Segovia de 57 años, y quien lleva sólo dos años de asistir a este salón, afirma, “el baile me gusta porque es algo sano para mí, me ejercita al mismo tiempo que me divierto”.

Ambos asistentes del salón, también conocido como El Califas, coinciden en que el baile es una manera sana de ejercitarse, sin embargo, afirman que el danzón es el ritmo más adecuado para ellos, no sólo porque era el baile de moda en su juventud y les gusta, sino porque es a paso lento y les permite poder interactuar con su pareja, platicar de una manera distinta a lo verbal.

Los dos amantes del danzón pertenecen a ese 70 por ciento de personas de la tercera edad que viven solas, según estadísticas de la Universidad de la Tercera Edad (U3E), y su bienestar se refleja mediante su integración a diversos grupos de pertenencia.

Esto es, sin duda alguna, como menciona, en su texto, Alex Comfort, una fuente de la juventud. Al integrarse a este grupo de danzoneros, rompen el hielo de la reserva social, se muestren tal y como son sin avergonzarse de su cuerpo curtido por el tiempo.

El especialista continúa y dice “la juventud dura o puede durar toda la vida”, su rasgo característico es el interés que muestra ante tal o cual situación. Así, estas personas de la tercera edad aún son jóvenes al mostrarse interesados en ejercitarse físicamente mediante el baile (en especifico el danzón) y pertenecer a un grupo con estas características.

Con historias como ésta, El Califas está lleno y se ilumina, cada noche, con esos cuerpos deformados por la edad que se balancean al ritmo de la orquesta en turno, despiden un atractivo erótico que pasma a cualquiera que va por vez primera y que no pertenece a esa generación.

Salón de baile California Dancing Club



Después de cincuenta minutos de baile sin parar. Detrás de esa sala de columnas de espera, se encuentra la barra de las bebidas: refrescos de cola, manzana, piña o naranja; agua natural; o bien, jugo de naranja. Cada vaso de plástico transparente con la bebida de su preferencia y dos hielos, tiene un costo de cinco pesos, es claro que no van por alcohol, su vicio es el baile de su juventud.

Al fondo se encuentra el guardarropa, en donde sólo por diez pesos, cuidan los abrigos y/o bolsos (en el caso de las mujeres), y justo al lado, se encuentra un espejo de tres meros por dos punto cinco, en donde se pueden ver reflejadas las parejas y cómo se disfrutan al bailar.

Historias de parejas eternas y efímeras se pueden encontrar en este salón con apenas cincuenta y cinco años de antigüedad. Fue exactamente el 14 de abril de 1954 cuando “la mejor y más grande pista de baile” abrió las puertas de este “palacio”.

“El Califas” comenzó en manos de Ramón César González y su esposa Guillermina Escoto de César. Sobre la Calzada de Tlalpan, entre las estaciones del metro Portales y Nativitas de la línea 2, en la colonia Portales en el número 1189.

Con el paso del transcurrir de los años, el pasillo para adentrarse a esta dimensión del baile de los pachucos, de la época de oro del danzón, se ha forrado de una amplia galería de recuerdos: reconocimientos, fotos, homenajes, posters, secciones de “sociedad” de los medios Sol de México, TV Notas, Furia Musical que publican las entregas de “El Califa de Oro”.

Con el día a día, la pista se ha atiborrado de fieles amantes del danzón en este recinto, ante todo los lunes y viernes: días exclusivos del danzón. Se da inicio a una noche a mediados de las seis de la tarde con un costo de cincuenta pesos para las mujeres y sesenta para los hombres, la mayoría de estos asistentes, en un rango de edad mayo a los cincuenta.

Todos éstos se transportan a sus años de juventud más allá del ambiente del lugar y la música, sino por una combinación extraña que ya no se utiliza: generalmente visten de saco que les llega un poco más abajo de la cadera, holgado y con hombreras amplias; una camisa blanca; pantalón bombacho a la altura de la cintura; con zapatos de charol negro con blanco (o en combinación a su traje); y el toque final, un sombrero blanco con una pluma de avestruz de treinta centímetros en la parte de atrás. Como si se viera a Germán Valdés, el famoso “Tin Tan” pachuco.

Ellas, mucho más sencillas, pero aún así, sin dejar de llamar la atención; lucen un vestido de coctel que deja notar algunos kilos de más pero no reflejan la edad de su semblante: cuerpo de treinta años y rostro de cincuenta. Sus zapatillas negras y con tacones no muy altos.

Como las historias conmovedoras que tienen los asistentes, los dueños del “California Dancing Club” también han pasado momentos difíciles. Mariana de la Cruz, dueña actual de este salón de baile, cuenta que el matrimonio fundador tuvo dos hijos, Ramón y Guillermo Cásar Escoto.

Guillermo César se enamoró de Mariana de la Cruz de trece años de edad, quien residía en Alvarado Veracruz. Durante seis años la espero y por fin se casaron; sin embargo ella no se fue de su estado natal. Con altibajos en su relación, ella cumplió su “motivo” tener una hija.

Con complicaciones en su embarazo, la pequeña Rossina César de la Cruz nació. Su infancia la vivió en este castillo de baile, “para que aprendiera a patinar, le amarrábamos almohadas en las rodillas y con sus patines, andaba por toda la pista de baile”.

Sin embargo, no todo fue de color rosa, tras la muerte de los señores Ramón César González y Guillermina Escoto de César, su hijo Ramón César se hizo cargo de la administración y a veces la ayuda de esta pareja. Sin embargo, “a él también le llegó su hora” afirma Mariana de la Cruz.

Tras la muerte de su cuñado, su esposo Guillermo César sufrió una depresión que consumió su vida poco a poco. De la Cruz declara que tal era su depresión, que ni siquiera se quería bañar, “se la pasaba durmiendo en la recamara y yo me ponía a lavar las ventanas con una manguera para que el agua entrara y lo mojara, era la única forma que tenía para que se levantara y se metiera a bañar”.

Guillermo César falleció, pero las puertas del “California Dancing Club” no se cerraron. De la Cruz y los trabajadores del salón se prepararon y acondicionaron el lugar para abrir como todas las noches y recibir a las parejas danzarinas.

Así es, el “California Dancing Club” nunca ha cerrado sus puertas, ni siquiera en la ocasión en que la bodega que se encuentra a un costado de la taquilla, se incendio. Mariana de la Cruz relata que no sabe cómo inicio el incendio, pero aquella bodega en la que había líquidos inflamables estaba en llamas, “el humo llegaba hasta arriba, todos los vecinos se dieron cuenta. Yo no podía permitir que esto se acabara así como así, no pensé más y me metí entre las llamas”, con una cobija lo que ella intentó fue ahogar el humo y así fue como todo terminó, antes de que los bomberos llegaran. En la tarde, el salón ya estaba listo para recibir a sus clientes.

Sin embargo, de la Cruz dice que de los 365 días del año, sólo hay uno en el que sí se cierra: Viernes Santo, ya que de a cuerdo a su creencia católica, “Dios se merece un día”, un día de descanso en el que su manera de representar el respeto que le tiene a Dios, es al cerrar su salón.

De estos días de arduo consentimiento a sus asistentes al recibirlos todos los días, “El Califas” ha pasado por diversas situaciones. Una amiga de Rossina César, hija de Mariana de la Cruz, que prefiere quedar en el anonimato, menciona dos de vital importancia. La primera es de a cuerdo con el Gobierno de la Ciudad de México, quien a través de la Secretaría de Cultura y en colaboración con el Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón A.C., ha implementado su plan de reconstrucción del tejido social en la Ciudad de México a través de espacios culturales dedicados al danzón, tal es caso de los eventos llevados a cabo frente a la Plaza de la Ciudadela, en la Plaza Morelos todos los fines de semana, también conocida desde hace más de quince años, como la Plaza del Danzón.

Otro factor importante que la íntima de Rossina César destaca como un conflicto y que ha hecho que el “California Dancing Club” cierre sus puertas, son los políticos. Un claro ejemplo, fue el difunto Secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, quien en una ocasión pidió que cerraran para que asistiera a bailar con un grupo de amigos. Así fue, cerraron para él. Sin embargo, no fue sólo una vez, sino que llegaba y quería que cerraran el lugar.

Independientemente de estas circunstancias que hacen un desequilibrio en la cotidianidad del ritmo de “El Califas”, sigue tal y como estaba. De la Cruz dice que sólo ha crecido el concepto, más no remodelando como tal, dicho concepto es la cualidad que tiene el salón: “la magia del baile”, lo cual hace que se mantenga a la vanguardia para sus asistentes: “la buena música es la que los trae”.

La música es interpretada por diversas orquestas y danzoneras. Las primeras cubren el ámbito tropical del salón con Lupe López, la orquesta de Pedro Ramírez, Tropicana Aragón, grupo MiJadi, Campeche Show, Richie, Grupo Soñador, La cumbre, Pequeño Vallenato, Las Venenosas de Diego, Pasión Colombiana, Grupo Kalah de Durango, entre otros tantos.

En cuanto al ritmo fuerte del salón, las danzoneras que se presentan son las del Chamaco Aguilar, de Felipe Urban, José Casquera, Los matanceros, Danzonera México, Mexicana, Son Candela, la de Vidal García, acerina, entre otros que interpretan los viejos danzones tan famosos como “Nereidas”, “Cuando canta el cornetín”, “Mocambo Zacatlán”, “La Negra”””…

Este último ritmo es el más aclamado por sus asistentes, quienes de a cuerdo a de la Cruz, “la música es lo que los hace venir”. Jesús Manuel de 47 años de edad, dice que asiste sólo por el danzón, “porque es un baile que me fascina, te pones en contacto con tu pareja, es el más erótico de todos los bailes”.

Toma a su joven pareja de piel morena, cabello a media espalda, esbelta, con dedos largos, labios gruesos pintados de rojo, ojos grandes y oscuros, cejas delgadas y escasas arrugas. Con un vestido strapless corto que le llegaba más arriba de media pierna, de color salmón, entallado a las curvas que el ejercicio y el baile diarios, le ha dejado. Da el primer paso con sus zapatillas beige de plataforma y a la par de los zapatos de charol negros de él, se disuelven en el arcoíris de zapatos danzoneros.

El danzón y el salón de baile California Dancing Club en la vida de sus asistentes

Sus rostros comparten las marcas que el paso del tiempo les ha dejado, su sonrisa hace notar más aquellas arrugas que la contornean, sus ojos cansados se perciben tras esos párpados caídos y qué decir de aquellos hilos de plata que se asoman entre su sombrero y sus orejas. Ella muy seria deslumbra elegancia con esa pose; él observa las pecas de sus manos maltratadas por los años, pero su cabello no dice lo mismo, está teñido de color cocoa y ni una sola cana se le asoma.

La toma por la cintura y la mira a los ojos. Ambos sabían que resaltaban en medio de la pista, el porte tan elegante, la forma de sincronizarse en cada paso, el ritmo al compás del danzón; una pareja se entrecruzó, después otra, lograron un arcoíris de zapatos.

En medio de tal arcoíris se puede confirmar que abundan los jóvenes de los cincuenta y sesenta, no hay jóvenes de esta época, pero sí parejas que viven su nueva adolescencia como lo dice Alex Comfort, especialista de la tercera edad: aquellos cuarentones. Éstos son los jóvenes.

Los demás también asisten en parejas, cuando se cansan, salen de la pista de baile hacia las setenta y dos mesas y ciento cuarenta y cuatro sillas de aluminio que se encuentran alrededor. Otras parejas sólo se mantienen al filo de la pista o sentadas en las bancas de los castillos que sostienen aquel palacio; se nota que quieren bailar, sus cuerpos deambulan sin moverse. Por otra parte, se encuentran los que van en grupo, vienen de una escuela de baile y se comparten sus mejores pasos de danzón, mambo, cha-cha-chá, rock and roll y esas cumbias de tiempos pasados difíciles de olvidar como “Macumba”.

Ellos se sientan al fondo, debajo de la tarima del grupo de músicos que oscilan entre los sesenta y setenta años, comparten esa hilera de asientos en donde se encuentran los bailarines de antaño, los “califas” o bien, los nuevos profesores de baile de salón.

Sin embargo, los solitarios también asisten, más mujeres que hombres. Esperan que alguien se acerque y los invite a bailar. Impacientes y moviendo los pies al ritmo del compás. Si consiguen pareja, bailan con sus mejores encantos, tibios y con una cantidad indefinida de calidades para continuar con esa pareja hasta las diez de la noche.

Así como Antonio Cruz de 80 años de edad, quien muy perfumado, con traje de cuadros grises, camisa amarillo claro y una corbata café del mismo tono que sus zapatos de charol; sin prejuicio alguno se le acercó a una mujer de escasos 20 años (que estaba como observadora curiosa) y le preguntó: ¿quieres bailar? Al tiempo que le estiró la mano.

Ingresaron a la cancha, el juego del danzón comenzaba. Él pretendía un amorío nocturno de esa noche. Bailaba lentamente al ritmo que la “Danzonera Mexicana” le tocó. Tomó a su joven pareja y le dijo al oído “abrázame como en año nuevo” al tiempo que la atrajo hacia él.

Sin embargo, hay otros casos, en los que ellas se quedan de ver en una hora específica con esa pareja de baile que conocieron en otra velada. Si otra persona las invita a bailar, ellas simplemente sonríen, los miran, les dan las gracias y siguen en la espera; así lo expresó Teresa Segovia de 57 años de edad, quien asiste con unas amigas y sin pareja desde hace más de 2 años.


Sin embargo, hay algo en todos y cada uno de los que comparten ese antiguo salón, algo imprescindible, sus sonrisas y miradas de ilusión y entusiasmo. Daniel Martínez Lomelí, asistente del salón desde hace 15 años, expresa su sentir hacia la “la magia de un ritmo que casi no se escucha en la radio”, pero que para él ha sido la musa que le inspira cada semana. Volverá a su casa, sonreirá, limpiarás sus zapatos de charol y ahogará un leve suspiro de ansiedad por volver a ese salón. Una larga espera de seis días. Acomodará su caja de bolero para que al día siguiente reinicie su rutina.

Todos coinciden en este punto, se van con el deseo y seguridad de volver la próxima semana. El único motivo es el danzón nocturno a paso suave. Pero no todos sus pasos son lentos, también se aceleran y mueven a sus parejas “como si estuvieran haciendo el amor”, dice Ali Cuevas, asistente desde hace más de diez años y veinte de viudo.

Quien asegura pasar noches culminantes, ya que “la mujer debe de mover la cadera como si estuviera en el décimo orgasmo” y nunca olvidar tres cosas importantes para bailar danzón: “la primera es flexionar las rodillas, dar pasos chiquitos y como si estuvieras patinando y la tercera es mover la cadera suavecito” dijo en entrevista.

Así mismo, Jesús Flores y Escalante en su libro Imágenes del danzón. Iconografía del Danzón en México coincide con Cuevas y dice que las características principales de este baile son cinco: pasos cortos, deslizados, marcaje detenido, movimientos de cadera y relajar las rodillas. Sus técnicas para el danzón convergen.

Ahora bien, se le llama salón de baile porque el baile (danzón predominantemente) es de salón o como otros lo conoces, baile social; que se realiza en dos fases. La primera es aquella que requiere de técnicas establecidas que se adquieren por medio de estudios con una base firme; a esta fase se le puede denominar como “baile fino” y está compuesta por el tango, vals, paso doble, fox trot y danzón.

Para aquellos no tan hábiles ni estudiosos del baile en cuanto a técnicas, se encuentra la segunda fase conocida como “baile popular” para mover los pies al ritmo de la cumbia, el rock, mambo, salsa y cha-cha-chá.

Todas las parejas aplican las técnicas establecidas en donde después de deleitarse con esos pasos cortos y deslizados, de tomar la mano a la pareja y moverse al suave ritmo del danzón, pegaditos con un leve escarceo, para bajar la temperatura se hace una breve pausa.

“Nos detenemos para bajar la temperatura del cuerpo” explica Ali Cuevas. Una pausa más y prosigue: “este baile surgió en la costa y se detenían para que las mujeres con su abanico de colores se echaran aire”.

Bien saben los gustosos de este ritmo que surgió en la costa, precisamente en Matanzas, Cuba. En “El Califas” las parejas se transportan a aquella época, 1879 en Cuba y erguidos, con mucho porte “mostrando de qué están hechos” se detienen y posan a la mujer del lado derecho, quienes se detienen paralelas a ellos y sacan su amplio abanico, otras simulan traer uno y abaniquean con su mano, sonrientes, siempre gustosas.

Este ritmo fue creado en 1877 por el músico Miguel Faílde y Pérez, quien tras su descontento por los ritmos que se bailaban en Cuba, compuso la pieza “Las Alturas de Simpson”. Sin embargo los burgueses tomaron este nuevo género como algo vulgar. Dos años más tarde, después de trabajar arduamente para modificarla, en enero de 1879 la presentó y todos sus escuchas quedaron fascinados. En ese mismo año llegó a México, por Yucatán y fue bien aceptado por la sociedad porfiriana.

Y desde aquel entonces, se difundió en todo el país. El danzón se posicionó como un gusto general y se formaron recintos en donde se promovía la convivencia entre personas por medio de este ritmo y así pues, este salón que desde 1954 permanece abierto, hoy en día está lleno de diversos perfiles de personas.

Aquellos que por diversas circunstancias se encuentran sin pareja y van en busca de un noviazgo efímero para bailar sólo esa noche y si hay empatía, tal vez un noviazgo de cada ocho días. O los otros que a pesar de ser pareja de vida y sentimental, son amantes del baile y van a revivir la llama de su añejo amor para tomar un sabor distinto en esa relación de tantos años. O bien, para aquellos no tan veteranos que van en busca de un lugar diferente a lo acelerada que es su vida rutinaria como Jesús Manuel y su atractiva pareja de 30 años.

Una de las tantas historias que forma este salón, se encuentra la de Emilio Toríz y Guadalupe Martínez. Ambos llevan poco más de 6 años asistiendo al salón. El comenzó a ir cuando su esposa decidió divorciarse, a finales de 2003. Ella entró al salón 2 años después de la muerte de su esposo. Se conocieron con el danzón “Josefina” y enseguida sintieron empatía. Comenzaron como pareja de baile en el salón, después se pidieron sus teléfonos y actualmente llevan 6 años viviendo juntos y sin dejar de ir a su lugar predilecto.

Por eso, según Alberto Dallal, crítico de danza y periodista, en su obra El “Dancing” mexicano, este “es un espacio social en el que tiene lugar un amplio y dinámico fenómeno estético cuyas características de naturalidad, espontaneidad y vigorosa creatividad incluyen o involucran principalmente lo que algunos autores denominan sectores medios, grupos de fuerza y pujanza económica dudosas. […] En esos establecimientos de baile, la baja clase media se olvida de horarios, deudas, regaños, jefes y padres.”

Espacios diferentes a lo cotidiano que abren sus puertas a cualquiera que quiera pasar un rato diferente, de diversión, sabor, pasión, sonrisas; para los que se atreven a dejar de lado el correr del tiempo en sus relojes y reconocerse y gozarse en una situación diferente en un escenario antiguo pero lleno de vida. Así es el salón de baile “California Dancing Club”.







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