10 de junio de 2011

LLEGAN HALCONES AL CCUT


Por Angélica Jackeline Ferrer Campos
México (Aunam). El documental Halcones: Terrorismo de Estado se presentó en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, dentro del marco de los cuarenta años del famoso Jueves de Corpus, sucedido el 10 de junio de 1971 en la Ciudad de México, donde más de treinta estudiantes fueron asesinados.

En la investigación audiovisual realizada por el director Carlos Mendoza se descubren los orígenes del grupo paramilitar Los Halcones, en el cual están implicados la CIA (Departamento de Inteligencia de Estados Unidos), el presidente de México, Luis Echeverría, el regente de la Ciudad de México, Alfonso Martínez Domínguez, el coronel Manuel Díaz Escobar, subdirector de Servicios Generales del Departamento del Distrito Federal y altos mandos de Ejército Mexicano así como del Departamento de Policía de aquélla época.

Además, se dan a conocer los procesos legales por los que han pasado dichos personajes así como los procedimientos utilizados para reclutar a jóvenes de clase baja y grupos porriles de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional para realizar terrorismo de Estado y amedrentar los ideales de los estudiantes.

No obstante, a través de los 75 minutos que dura el documental producido por Canal6dejulio y Memoria y Verdad, en colaboración con la Filmoteca de la UNAM, también se puede observar a través de los testimonios de Alfredo Sánchez, José Martín del Campo, Dalid Moncada, Francisco Ohem y Rosa María Garza, la historia de la marcha estudiantil encabezada por la Facultad de Economía de la UNAM, la cual terminó fatídicamente en las inmediaciones de San Cosme, siendo el punto medular la Escuela Normal de Maestros.



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MUSEO NACIONAL DE LA ACUARELA: PUNTO DE COLOR ENTRE LA OSCURIDAD

Por Michelle Montserrat Morelos Cabrera
México (Aunam). Apenas a dos cuadras de distancia donde reina el bullicio caracterizado por la gran urbe, se encuentra un lugar que brinda la oportunidad de alejarse del ruido citadino para encontrar la anhelada paz. El museo Nacional de la Acuarela “Alfredo Guati Rojo” es un punto de color entre un mundo en blanco y negro.

Personas apresuradas que salen en masa del metro Miguel Ángel de Quevedo han quedado atrás para dar paso a observar a gente con caminar pausado y tranquilo. El museo Alfredo Guati Rojo ubicado en la delegación Coyoacán, va más allá de las pinturas, la casa transporta a una tarde cálida de verano, parecida en clima y ambiente a una residencia en la Ciudad de Cuernavaca.

Este lugar fue fundado en la colonia Roma, en el año de 1967, pero por el terremoto de 1985 fue trasladado hacia el fondo de la calle Salvador Novo. Cuenta con amplios jardines, donde se combina el olor de pasto mojado y el de las flores frescas, aroma perfecto para presentar la suavidad en el pincel en un cuadro.

En la puerta de acceso se encuentra la bitácora de visitantes del museo, con un promedio de 140 asistentes ese día. la mayoría de ellos podían jactarse de tener un apellido rimbombante, un ejemplo Buenrostro o Ferrer y proceder de escuelas privadas como el Tec de Monterrey y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Jóvenes vestidos con Abercrombie, Hollister y Levis, adultos con tez pálida y ojos claros corresponde a la descripción mayoritaria de las personas que se encontraban caminando entre las áreas verdes y las salas. Aunque la localidad es gratuita, no significa que se democratice la asistencia.

El sendero de la entrada conducía a la exposición temporal que terminaba ese día 7 de marzo del 2011. A lo largo de seis semanas ahí presentaron sus obras maestros y alumnos, que formaron parte de las distintas clases impartidas dentro del recinto en el año 2010.

La acuarela como protagonista de la mayoría de los cuadros en la sala, convivía con los retratos hechos a lápiz de cuerpos desnudos bien delineados. Lienzos que con su técnica reflejaban la paz que irradia el lugar, dibujos donde se expresaba la inocencia de sus creadores no mayores de doce años, pinturas expresionistas llenas de furia o alegría, eran parte de las creaciones que conformaban la exposición.

Algunas de ellas estaban a la venta, con precios que iban desde los dos mil hasta los dieciséis mil pesos. Las obras que más se hacían notar eran los paisajes y en las que los dos visitantes que en ese momento se encontraban en la habitación, detenían su andar para observarlas con más cuidado.

Con tan poca cantidad de público en la sala, se notó la contradicción de que en un principio se veía en el registro 140 visitantes y al caminar por todo el museo, entre las 5 y las 6 de la tarde del domingo, se vieron máximo a doce asistentes por todo el lugar.

Al pedir una explicación al encargado de la tienda de recuerdos del lugar persona de edad avanzada y con un bigote perfectamente bien peinado. comentó que por lo general no hay una gran afluencia de personas en el museo, sólo que ese día hubo un evento especial, más aparte, se dieron clases de pintura a cerca de 30 estudiantes.

“El problemas es que los fondos que sirven para el mantenimiento y la difusión del lugar, son proporcionados por un patronato y por el dinero de las clases de pintura que se imparten en este museo. El gobierno no nos apoya para que más gente conozca este sitio”, afirma este trabajador quien lleva más de diez años laborando en este recinto.

El atardecer nos susurraba un hasta luego. Prometiéndome a mí misma y a mi acompañante que algún día volveremos a visitar aquel museo que tiene como bondad alejar de las presiones, aunque sea un medio día.




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9 de junio de 2011

¡SOLDADERA!: INJUSTICIA, VIOLENCIA, REVOLUCIÓN, LUCHA… Y DESPEDIDA

  • Con Martha Zavaleta en la actuación, la obra marca el fin de la carrera teatral de su autor: Miguel Sabido
Por Pablo Saldaña
México (Aunam). Un pitido, dos, tres. La locomotora inicia su marcha cargada de odio, lastres raciales, vejaciones centenarias, sueños y revoluciones internas triunfantes, y movimientos sociales derrotados. La actriz Martha Zavaleta llevará al público, a través de la vida de su personaje, de la risa a la indignación, del recuerdo a la reflexión.

La puesta en escena ¡Soldadera!, escrita y dirigida por Miguel Sabido, es contundente en su mensaje sobre la necesidad de replantear la historia desde la visión de los indígenas y, particularmente, de las mujeres: Personajes que la historia olvidó.

Pero también marca el fin de una de las carreras más prolíficas del teatro mexicano. Sabido dice adiós a los escenarios en la que fuera su alma mater, porque según él con esta obra agota lo que necesitaba decir; no escribirá o dirigirá más. Cierra con ello su Mural Teatral de la Historia de México, compuesto por ocho textos cuya cúspide es esta obra, la última.


El anuncio de la despedida de uno de los principales autores e investigadores del arte escénico nacional, principalmente del costumbrista, como por ejemplo su trabajo en pastorelas que ya son clásicas y referentes en la cultura nacional, sucede de la mano de una actriz que irradia energía y mantendrá expectantes a los asistentes con su fuerza, tesitura, bravura y emociones desbordadas.

La historia cuenta la vida de una mujer indígena que desde su niñez empieza a sufrir las humillaciones de la “gente de razón”, al ser tratada como un animal más de la hacienda en que vivía. Ya en la juventud soportó violaciones por parte del hacendado y de sus primeros compañeros de lucha “revolucionaria”, hasta que se volvió soldadera.

Es maderista, villista, carrancista, obregonista… y hasta cristera. La protagonista, anónima como quienes realmente escriben la historia, va descubriendo junto con sus compañeras el porqué de la lucha y su final derrota; valorándose, definiéndose y redefiniéndose, sobre todo cuando se integra a las huestes zapatistas.

“Milio”, como cariñosamente llamaba el pueblo a Emiliano Zapata, le muestra el valor de la dignidad, el compromiso y la justicia, en lugar de ceder ante el “acostón” propuesto por ella. Y sufre ante la muerte del general, pero se alza ante nuevas injusticias y falsas alabanzas.

Anécdotas desgarradoras contadas con maestría e interpretadas con una naturalidad que habitúa al espectador en los parajes rurales mexicanos, a pesar de una escenografía iconográfica simple, compuesta por fotografías a gran formato de personajes de principios del siglo XX, con excepción de una efigie de Carlos V, rey español que instauró las Leyes de Indias, base del sistema colonial de dominio racial que rige aún de manera velada en algunas regiones del país.

Se trata también de una metáfora del pasado familiar de Miguel Sabido, quien asegura venir de una familia que reúne un pasado indígena del lado paterno, y uno aristócrata del materno. Ambas visiones e historias de primos, tíos y abuelos dieron pauta para que escribiera ¡Soldadera!.

La obra es un repaso a la historia individual y colectiva, y una invitación a contestar las preguntas: ¿continúa latente la revolución? ¿es tiempo de reactivarla? De la respuesta individual depende el futuro, sobre todo ahora que México no se encuentra en las mejores condiciones, cavila el autor.

Los tiempos que corren hacen de esta puesta en escena un documento básico para comprender de dónde venimos y hacia dónde queremos ir, replantearnos como mexicanos, refundar el país, establecer nuevas visiones alrededor de los indígenas y las mujeres, plantean Sabido y Zavaleta.

Para ella esa fue una de las pruebas más duras a la hora de interpretar al personaje: replantearse. Necesitó reconocerse a sí misma en el libreto para conformarse una personalidad sólida, creíble y redonda, al salir a escena, en un territorio que también conoció en su juventud, como estudiante universitaria.

A partir del 11 de junio y hasta el 3 de julio, ¡Soldadera! estará en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz, los sábados y domingos a las 12:30 horas. Ocho funciones que deberían contar con un aforo sin vacíos, pues se trata de la despedida teatral de un grande: Miguel Sabido






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8 de junio de 2011

CONSEJERO TÉCNICO, PODER ESTUDIANTIL DESCONOCIDO

Por Fanny Ruiz Palacios
México (Aunam). El Consejo Técnico es el órgano colegiado donde se decide la vida académica de la Facultad. Dentro de él existe una representación paritaria entre profesores y estudiantes; es decir, la voz de los estudiantes tiene el mismo valor que el de las autoridades.

Sin embargo, Rodrigo Álvarez López, Consejero Técnico suplente de la carrera de Ciencia Política de la UNAM, afirma que “en realidad, no es un órgano paritario donde se considere a los alumnos a la par que los profesores […] La toma de decisiones está acaparada por los profesores y encabezada por el director”. Además, asegura que “los consejeros profesores se eligen a través de consensos o mayorías las cuales son los amigos o gente cercana al director”.

Según el actual consejero de Ciencia Política, “las funciones que están en la legislación son las de coadyuvar al director de la facultad para la designación y entrada de nuevos profesores, checar los planes de estudio, ver las plantillas de los profesores cada semestre, revisar las cuestiones de audiovisuales, etc”.

Eso es lo que marca la legislación pero, realmente, “no es tan bonito como suena porque en la designación de profesores es muy poco el impacto que tiene la decisión de un consejero y, menos la de un consejero alumno”.

Sin embargo, para Rodrigo Álvarez López los estudiantes pueden lograr más a fuera que dentro del consejo, mediante la unión y el trabajo colectivo. “Las consejerías no son necesarias para hacer los cambios […] Los resultados no se dan porque eres consejero sino porque son estudiantes organizados fuera de esta instancia”.

Para Héctor Herrera, conductor del programa de radio por internet Comunica Radio de la FCPyS, la representación estudiantil es “un mecanismo de participación, supuestamente, democrático en donde se garantiza que los estudiantes son considerados al tomar decisiones y en el desarrollo de los procesos académicos al interior de cada universidad […] Digo ‘supuestamente’ porque la representación depende de cada institución”.

Cabe señalar que las problemáticas de los estudiantes para ser representados son diversas pues no se sabe lo que hacen los representantes, lo cual es un problema serio en muchas de las instancias académicas porque “desconocen las funciones de los consejeros, electos democráticamente o no”, aseguró Héctor Herrera.

Los consejeros pueden comunicarse o no con los estudiantes, pero frecuentemente, los alumnos no saben cómo hablar con sus representantes. Esto resulta ser un problema de legitimidad ante los propios consejeros electos y una falla en la transmisión de ideas.

Un ejemplo de esta representación es Roxana Carolina Hinojosa Galeana es Consejera Técnica alumna suplente de la facultad de Medicina de la UNAM desde febrero de 2009. Por dos semanas hizo su campaña en la cual podía hacer rifas, bailes, eventos deportivos, pegar carteles, repartir trípticos, etc.

Comentó que “se hizo una especie de plebiscito en donde se preguntó a los estudiantes qué se debería de cambiar en la facultad y a partir de eso se crearon propuestas”. Los estudiantes no estaban conformes con los horarios de la biblioteca, pedían más libros para la biblioteca, algunas modificaciones en los exámenes departamentales, nuevos horarios de ventanillas y facilidades para adquirir alguna beca.

Desde primer año se involucró en las elecciones de Vanguardia Médica, “como sólo es por dos años la consejería necesitas que alguien le de continuidad a un proyecto estudiantil que ya lleva seis años”.

Actualmente, Hinojosa Galeana hace su servicio social en la facultad, lo cual “es más benéfico porque estoy más cerca de los estudiantes”. “Somos muchos en la facultad y estar en contacto con la población es complicado porque sólo están aquí primero y segundo año, los de tercero, cuarto y quinto están en hospitales”.

Acercarse al alumnado de medicina es complicado, en gran parte por “el perfil del estudiante, que no son interesados en la política”. Además, es difícil que la encuentren, “quienes más se acercan son los que me conocen”.

La actual consejera suplente, sabe que el problema de la difusión, la separa de la comunidad que represente “no tenemos un espacio físico en donde nos pudieran encontrar”.

Está consciente de que no la conocen en la facultad: “Si preguntara a los (estudiantes) de primero y segundo no creo que nos conozcan, tal vez, algunos de los alumnos a los que les doy clase saben quién soy porque es una de las maneras en cómo me pude hacerme difusión”.

Esto que comenta Roxana Hinojosa es verdad, pues luego de preguntarle a treinta estudiantes de medicina si conocían a los Consejeros Técnicos alumnos de su facultad, veintiocho dijeron no tener idea de quiénes son sus representantes. Cabe señalar que algunos creían que un consejero era el jefe de grupo que hay en cada grupo.

De los entrevistados 23 son de primero, 3 de segundo y 4 de tercero. Los únicos que contestaron sí, fueron un hombre y una mujer de tercero; él dijo conocer a “Adriana” (Monserrat Farías Martínez consejera propietaria de quién desconoce sus apellidos) miembro de “Vanguardia Médica”; mientras que ella sólo los conoce “de vista”.



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7 de junio de 2011

SER VOCEADOR ES UNA FORMA DE VIDA


“Los voceadores han sido por mucho tiempo los
representantes de la difusión masiva de la información,
el eslabón que une a los medios con la sociedad”

Carlos Monsiváis

Por Fanny Ruiz Palacios
México (Aunam). “La vida es broma para ellos y así hay que vivirla”, escribió Jorge Davó Lozano sobre los voceadores de México, un grupo de personas que “tienen el orgullo del oficio porque saben que ellos son parte muy importante de las empresas editoriales”.

“Cuando era niño iba a Bucareli a cada periódico para recoger el paquete de material que vendería. En eso, veía como los voceadores llegaban en diablitos o en bicicletas y a todos los que se descuidaban al pasar cerca de otros papeleros les jalaban los cabellos y si no veían al responsable, todos se reían”, recuerda Mario Navarro Gaona, quien a sus 64 años es jubilado de La Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México.

Mario Navarro ha sido voceador toda su vida, “desde los 10 años acompañaba a mi mamá a la calle Artículo 123, allí estaba el expendio que abastecía de periódicos la esquina de Hamburgo y Varsovia en donde se ubicaba nuestro puesto que abríamos desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde”.

“Llevo 56 años en el oficio. Desde que tenía 9 años iba por el periódico, armaba el puesto, esperaba a que mi mamá llegara para después asistir a la escuela; y a la 1:30 de la tarde regresaba a la esquina donde estaba el negocio de la familia para seguir vendiendo”.

Según Pedro (Pepe) Santoyo, “antes al voceador no le decían voceador, le decían el papelerito. Eres papelero, como diciéndole lo más bajo que había. El que andaba gritando era un papelero y un papelero nada más, sin ninguna personalidad porque no estaba adherido a ningún grupo”.

La razón para decirles “papeleros”, a partir de lo que indica la investigadora de la UNAM Martha Celis de la Cruz, es porque a los periódicos se les conocía también con el nombre de papeles. Y para su distribución surgió o apareció el oficio de vendedor de noticias.

Los voceadores sacaban el periódico y corría de un lugar a otro gritando las noticias, “leía gritando el encabezado de la noticia más llamativa, por eso les pusieron voceadores”, afirmó Santoyo.

Ante esta situación generada del trato hacia los papeleros, surge una organización en donde fuera indispensable la estrategia para distribuir los medios de comunicación impresos, en especial de los periódicos; al mismo tiempo que se vigilaran los derechos y deberes, individuales y colectivos, de los miembros. La Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México se creó para darle personalidad a ese grupo y para defenderlos de las autoridades.

La Casa del Voceador

La Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México, A. C., antes “Unión de Expendedores y Voceadores de la Prensa del Distrito Federal”, se creó el 15 de enero de 1923 en la Ciudad de México.

A lo largo de 87 años La Unión se ha consolidado como la institución más antigua del periodismo mexicano al servicio de los medios impresos y de los lectores de la Ciudad de México y su área metropolitana, y ha contribuido al ejercicio y democratización del derecho a la información además de luchar por lograr mejores condiciones de vida.

En un principio, La Unión estaba formada por 2 mil agremiados, voceadores, repartidores y expendedores: mil hombres, 500 mujeres y 500 niños. Hoy, cuenta con 10 mil miembros y está equilibrada la cantidad de trabajadores de ambos géneros. Es una organización independiente, plural y apartidista, donde sus miembros expresan libremente sus preferencias políticas e ideológicas.

Desde 1953, cada año el 20 de abril se celebra el Día del Voceador con el fin de conservar y reafirmar el espíritu y vocación de servicio a los lectores y medios impresos.

A la fecha se distingue por ser una institución que sostiene y gestiona con sus propios recursos una clínica de salud; brinda a sus jubilados apoyo económico y atención médica; en la escuela primaria Voceadores de México se otorga a los hijos de los voceadores becas y apoyos como útiles escolares, alimentos, transporte, al tiempo de organizar actividades recreativas gratuitas para beneficio de todos sus miembros activos.

Para Mario Navarro Gaona “la Unión cuenta con un buen servicio médico, mejor que el Seguro Social, pues cada vez que se padece de algún mal se atiende al instante, a diferencia del Seguro donde te dicen que regreses luego de un tiempo o te dan una cita, que tarda un tiempo, para hacer estudios y después de los tardíos resultados, se agenda el día de la operación o de lo que sea que se necesite [...] mientras que la enfermedad avanzó”.

En el caso de la Escuela del Voceador, afirma que a los asistentes les dan desayunos y comidas, también, hay transporte escolar y, cada mes o mes y medio, realizan paseos.


Esquina aprobada, esquina apropiada

Eugenia Gómez, de 38 años, pertenece a La Unión de Voceadores, vende desde hace 6 años y su esposo desde hace 12, quien formó parte de los voceadores y expendedores luego de no encontrar trabajo como mecánico.

Eugenia empieza a colocar su puesto desde las 9 de la mañana y lo retira después de 12 horas, en la esquina ubicada entre las avenidas Hidalgo y Guerrero, muy cerca de la Casa del Voceador.

Todos los días tiene que estar en Bucareli antes de las 9 de la mañana, hace un pedido semanal, en un expendio, de lo que quiere para su puesto de periódicos y revistas, “la cantidad que pido depende de mis ventas, si vendo bien puedo pedir más material, pero si no vendo todo pido menos”.

Mario Navarro, quien también pedía una cantidad de periódicos, dice que dependiendo de las noticias del diario, los voceadores pueden solicitar más o menos producto.

Para formar parte de La Unión les den su credencial, explica Eugenia Gómez, “debemos buscar una esquina en la cual no haya un puesto de periódico a 300 metros, durante dos meses tenemos que juntar los vales que nos dan en el expendio para que vean que estamos trabajando; si durante todo ese tiempo no nos quitan, registramos ante La Unión la esquina como propia”.

Sin embargo, Mario Navarro afirma que “La Unión después de 5 años da credenciales de Regularización, Aspirante o Efectiva”. Y coincide en que eligen una esquina pero dice que “en dos cuadras al norte, sur, este y oeste no debe haber otro puesto”.

Corrupción de “Vías Públicas” en Cuauhtémoc

Durante la Independencia y en la Revolución el papel de los voceadores fue muy importante para la construcción de las libertades de información, de opinión y de conciencia.

La censura, según la página 36 del texto La imprenta y la batalla de las ideas de Hugo Vargas, tiene su origen en “la cédula de 1543 que prohibía que circularan en las colonias novelas y otras obras de imaginación y en 1585 se insistió en registrar a los navíos por si llevaban libros políticos”.

Desde la creación de La Unión, todos sus miembros no han dejado de instalar por las mañanas sus tijeras ni abrir sus puestos, hacer circular y vocear los periódicos en las calles ni en los peores momentos de nuestra historia sea por conflictos sociales o políticos o por dolorosas tragedias causadas por desastres naturales.

Sin embargo, en la actualidad, hay personas con “poder” que intentan terminar con sus libertades. En más de un mes “han pasado personas que vienen de la Delegación (Cuauhtémoc) a decirme que no puedo poner mi Tijera con revistas, llevo 12 años poniéndola y ahora me dicen que no puedo hacerlo y me piden dinero”, narra Eugenia Gómez.

Cuando aquel grupo procedente de la delegación le dijo que estaba prohibido acomodar sus revistas sobre una mesa de madera y en la Tijera, Eugenia preguntó a La Unión si era verdad lo que le decían que no podía hacer, a lo que le respondieron que era mentira y que no le podían pedir ningún dinero. Le aconsejaron que, si pasaban de nuevo, anotara las placas y les pidiera una identificación, agregando que si tenían algo que objetar fueran a La Casa del Voceador.

“Una camioneta con las palabras escritas “Vías Públicas”, también ha pasado al negocio de Rosa María, compañera vendedora de Eugenia, “me dicen que no puedo tener aquí a fuera, en esta tabla (mesa) mi mercancía (dulces)”.

Y recuerda aquella conversación que tuvo con los hombres procedentes de la delegación: “me dijeron –nos la vamos a llevar o le tiene que entrar, -no le voy a entrar porque yo pago en la Casa de los Voceadores, les dije. –No, no puedes tener esto aquí, ¿con cuánto le vas a entrar?, -pues voy a hablar con mi Secretario y no le voy a entrar”.

Antes vendía más…

Entre Hidalgo y San Fernando se encuentra el puesto de Rosa María Sánchez de 50 años, quien inicia sus ventas desde las 6:30 de la mañana hasta las 9 de la noche, hora en la cual la Luna vela y alumbra las calles que están cubiertas de oscuridad.

Cada día Enrique Valencia sale de su casa con dirección al expendio, ubicado en avenida Morelos 26 Y 28 (6040) delegación Cuauhtémoc, colonia Centro de la Ciudad de México, a donde llega a las 6 de la mañana para comprar algunos periódicos y revistas, además de abastecerse de dulces, galletas, refrescos y otros productos.

Hoy compra poco material impreso: 15 periódicos El Grafico y tres de la Prensa. La razón es que “casi no vendo, antes teníamos 4 esquinas, mi papá es voceador desde 1939 y mi mamá desde 1942, pero cuando dejamos de vender generamos deudas con el expendio y nos quitaron tres puestos. Sólo tenemos éste pero no me compran, la gente que pasa por aquí ya lleva el periódico en la mano”.

En este sentido, Eugenia Gómez no considera que ser voceador sea una manera de hacer buen dinero porque ahora “ningún negocio es bueno, por ejemplo, a veces no se venden las revistas porque están muy caras, la mayoría cuesta 30 pesos y la gente no quiere pagar eso”. El Grafico es el que más se vende, como es el periódico que más le compran es lo que más pide en su lista del expendio.

Antes se vendía más, considera Mario Navarro Gaona, pero “a partir de 1985, luego del terremoto, con la devaluación del peso y con la llegada del internet en la vida de las personas, se perdieron las ventas. Las personas pueden pensar <<¿para qué gastar en comprar un periódico, si con pagar 20 pesos en un establecimiento de internet puedes ver todos los periódicos>>”.

El voceador de hoy

Cada mañana y tarde en la avenida Copilco, a la altura de Insurgentes, un voceador del periódico Reforma vestido con un uniforme y gorra verde, lleva en la mano izquierda unos periódicos mientras camina entre los carros, que ansiosos esperan la luz del semáforo que significa siga.

El hombre identificado como voceador, está parado en la esquina a lado de su diablito en donde está un montón de periódicos. Mira a todas partes como una manera de distraerse, quién sabe en qué piense mientras espera que el alto llegue.

Su rutina es la misma: luz verde, ignora a los conductores, luz roja se dirige hacia ellos esperando le disminuyan la cantidad de diarios y le compren uno.

Con la mano derecha levantada sostiene un Reforma, mientras camina en dirección opuesta al sol, y en sentido contrario de los vehículos. No dice nada, es silencioso. Su rostro no refleja impaciencia, sus ojos miran a los conductores esperando alguien le llame o le haga alguna señal para indicar que adquirirá un diario.

Son pocos los que le compran, pero tiene el resto de la mañana y toda la tarde para generar algunas ventas.

Un voceador universitario

En 1963 estudiaba medicina en la UNAM, una carrera, a su parecer, muy costosa por la falta de recursos para comprar libros y el instrumental necesario para un médico.

Por un tiempo “trabajé sellando bolsas de plástico pero el salario no era suficiente”. Así que un día, revisando el Periódico Novedades “me encontré con un aviso en dónde solicitaban voceadores para el suplemento México en la Cultura dirigido por Raúl Noriega”. Tenía 18 años y duré un año como voceador, tiempo suficiente para perder la carrera.

Cuando empecé a ser voceador me dieron la libertad de vender el suplemento en la puerta de las escuelas del Poli (Instituto Politécnico Nacional) o de la UNAM, como era estudiante de la Universidad Nacional se me facilitaba ir a las facultades cercanas a circuito interior para vocear y vender.

Diario ganaba 17 pesos con 50 centavos, era mi sueldo base; el periódico costaba 5 pesos y me daban una comisión de un peso por cada suplemento que vendiera. En ocasiones vendía poco porque no había la cultura de la lectura en los estudiantes. Además, era muy difícil porque casi no llevaban dinero, quienes me compraban eran maestros o funcionarios de las escuelas.

Todos los días iba a la oficina de México en la Cultura en el tercer piso del periódico Novedades a las 10 de la mañana para recoger el suplemento, regresaba antes de las 7 de la tarde a dejar el sobrante y el dinero de lo vendido.

“El oficio lo aprendió viendo. En el Casco de Santo Tomás, donde se encuentra la Unidad Profesional “Lázaro Cárdenas” perteneciente al IPN, voceaba el suplemento en los diferentes centros y unidades escolares. A veces estaba en el campus y otras en la banqueta”.

Como tenía acceso a las universidades, “vendía más periódicos que otros voceadores, así que me pedían ayuda otros compañeros para que no se les quedaran sus periódicos. Ellos vendían El Gráfico y, como era intermediación, me ofrecieron 1 peso o 1 peso con 50 centavos como comisión”.

“El papelero tiene un carácter muy abierto”, dice Elena Poniatowska y Armando Rojas Arévalo tuvo que entenderlo. “Para empezar a vender tuve que romper con los prejuicios pues cómo un estudiante de medicina iba a vender periódicos en la calle. Como ayudaba a vender El Grafico, llamaba la atención con este diario y después mencionaba el suplemento, así vendía más”. Los periódicos de la tarde sacaban las noticias de alarma que no sacaban los diarios serios de la mañana.

“Aprendí a respetar a los voceadores porque es un oficio que viene de generación en generación, ellos madrugan desde las 3 de la mañana para llegar a los talleres de los periódicos. Veía que salían con mil o 500 periódicos amarrados a la bicicleta, llegaban a la esquina y allí ya los esperaba su esposa o sus hijos para empezar a vocear y vender”.

Cuando los voceadores iban por sus periódicos “les pasaban lista y anotaban cuántos diarios se llevarían. Regresaban a dejar el dinero y el sobrante como a las 5 de la tarde”. Tenían que cumplir con una cuota que consistía en “vender como mínimo el 80 por ciento del material solicitado”.

Elena Poniatowska escribió: Con una voz muy ronca y una imaginación realista, van a la calle Amores: “¡Espantoso crimen en Amores!”, hasta que salen todos los vecinos y se amontonan a su derredor. Compran el periódico aunque al leerlo se llevan un gran chasco. El propio Ruiz Cortines le compró el periódico una vez a un gritón que anunciaba la muerte de María Félix. Al ver que la Doña sólo se había arañado un pie se enojó y reclamó al diario culpable.

Y en este sentido, explica el periodista y académico de la UNAM, Rojas Arévalo que “como voceador se debe tener psicología para saber cuándo una noticia atrae a una mujer y a un hombre”.

“Nunca inventamos las noticias sólo agregamos datos para vender más. En una ocasión voceé una noticia de un joven que fue asesinado y dije que había sido cerca de allí, aunque era en una colonia diferente”.

Los voceadores eran personas de carácter audaz, expertos en torear carros y camionetas, afirma el académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, pero a lo largo de su historia, los voceadores han sido despreciados por algunos sectores sociales.

En este sentido, Concepción Peralta Silverio escribió: “su importancia de este gigantesco mercado es trascendental, pues sin ellos no se podría enlazar la enorme cadena humana que la da la vida, ni llegar al objeto final y común de todos los que brindan su esfuerzo: el lector. Quizá son el último eslabón, el más pequeño en este proceso, pero el más importante; los voceadores permanecen activos durante diecinueve horas al día, desde la madrugada hasta la noche que los despide”.

Antes de ser periodista, Armando Rojas Arévalo fue voceador y ahora comprende el verdadero significado de este oficio: “Hacer ese trabajo fue una gran experiencia de vida, aprendí a tener sensibilidad con la gente. Pude ver cómo las familias se integran y crean un oficio familiar [...] Los voceadores se protegen y defienden, el amor entre ellos es enorme […] Durante el tiempo que fui papelero conocí qué le interesa saber al público y, en función de eso, aprendí a recrear la información para darle un sentido atractivo”.





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