LLEGAN BORGES Y SU ALEPH A LAS ISLAS

Frida Edith Andrade Alemán
Era una mujer muy elegante la que bajaba los escalones de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria; llevaba un vestido morado largo, usaba un sombrero con velo negro y una sombrilla del mismo color. Era tan delgada que incluso en su rostro se distinguían sus huesos y ocurría lo mismo con sus manos, atrás de ella caminaban otras mujeres con un aspecto similar.

De esta manera, fueron las catrinas las que se dirigían al área verde conocida como Las islas, pues con sus atuendos, formaban parte del color de la Megaofrenda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), misma que fue inaugurada el 28 de octubre del presente año a las siete de la noche y terminó el 2 de noviembre.

Dicho evento se ha llevado a cabo desde hace 14 años y la Dirección General de Atención a la Comunidad Universitaria se ha encargado de organizarlo. Entre Facultades, Institutos, Preparatorias de la UNAM (1,2 y 8) e incorporadas, Colegios de Ciencias y Humanidades, así como instituciones educativas privadas, crearon un extenso mosaico de colores y olores, pues éste se formó de 97 ofrendas.

Por esta ocasión el también conocido como Decimocuarto Festival Universitario de Día de Muertos, fue dedicado a Jorge Luis Borges, ya que esta vez, se cumplen 25 años desde la muerte del escritor argentino. Los más de tres mil estudiantes inspiraron sus ofrendas en los cuentos del libro titulado El Aleph, creado por Borges y publicado en 1949.

En el 2010 la Megaofrenda fue inspirada en la obra de Edgar Allan Poe, debido a que se cumplió el segundo centenario del nacimiento del poeta y escritor estadounidense; fueron 80 ofrendas las que se colocaron en los poco más de 12 mil metros cuadrados que conforman Las islas.

De modo que, entre un ambiente desolador y diversos esqueletos dispersos entre la tierra, es Asterión y el Minotauro (Teseo) los que tuvieron un encuentro en Las Islas, con el propósito de liberar al primero de su profunda soledad; ésta fue la representación que la Facultad de Medicina realizó, debido a que su participación refería a uno de los 17 cuentos de El Aleph, llamado La casa de Asterión.

Los visitantes no se limitaban sólo a alumnos de la UNAM, eran familias enteras las que asistieron. Adriana, una niña de 7 años, iniciaba su recorrido, mientras en sus manos llevaba unas flores de cempazúchitl.

¿Para qué son las flores?

son para dejarlas en las ofrendas que más me gusten, mi abuelita me enseñó-

Susana, abuela de Adriana explica que es una manera de agradecer y reconocer el esfuerzo hecho por los jóvenes en sus ofrendas, puesto que a pesar de que lo hicieron por gusto, ellos “invierten su tiempo” afirmó.

Benjamín, un señor de avanzada edad que vestía un pantalón negro de pana, una chamarra cuadriculada de color azul marino y un gorrito de lana, reconoció la importancia de las tradiciones mexicanas “las ofrendas son una bonita forma de comunicarnos con nuestros muertos, para que sepan que en este mundo siguen vivos, porque nos acordamos de ellos” comentó.

En el costado contrario a la Biblioteca Central era el punto donde se guardaban los olores y sabores del café, chocolate, elotes, esquites, galletas y pan de muerto. Parejas, grupos de amigos y familias, decidieron sentarse en el pasto para compartir sus alimentos entre ellos.

Sin embargo, en la Megaofrenda también tenían que ser combinados los colores y olores con los sonidos, para ello se dedicaron tres foros: Mictlán, el Campus Santo y la Morada de Caronte, donde los visitantes escucharon música, lecturas de poesía, pudieron observar funciones de danza, así como asistir a talleres de máscaras y serigrafía.

Así es como la gente pasaba una de sus noches en territorio puma, de alguna manera buscan disfrutar el aire que aún pueden respirar, porque como alguna vez escribió Borges “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”.





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