EL JAZZ SE ESCUCHA Y ADEMÁS SE VE


Por Rodrigo Neria
México (Aunam). La iluminación sobre el escenario colorea todos los elementos de un verde claro, luego hay una transformación a un color azul y después pasa a ser amarillo, los rostros de Alex Otoala e Iraida Noriega se transmutan constantemente como los sonidos que de ellos emanan, Alex hace constantes cambios entre la guitarra acústica y la eléctrica, Iraida juega con el timbre de su voz. Es el primer concierto del Primavera Jazz Festival 2011 organizado por la Fundación Sebastián.

Noche primaveral

El lobby de la Fundación Sebastián, se encontraba semi vacío, las nueve de la noche, hora de inicio del concierto, ya era marcada por diferentes relojes. Pasaron cuarenta minutos y las personas organizadoras del festival comenzaron a llamar al impaciente público para que se acercaran a las escaleras de caracol que descienden a la parte baja del mobiliario donde esperaba el escenario.

Dos pares de banquillos bajos y altos en el centro de la tarima, uno rodeado por tres guitarras, en los extremos derecho e izquierdo se encontraban de pie unos bloques de cartón de unos dos metro de alto y uno de ancho.

- Primera llamada – emerge una voz de alguna parte del recinto.
- Fiuuuuuuuuuu – chifla un joven y mira su reloj.
- No seas naco, aquí no se chifla – lo regaña su acompañante, una mujer joven de cabello largo y oscuro.
- Pero ya son las diez, ya esperamos una hora, además hace mucho calor – la queja no sirve de nada, la mujer mira hacia enfrente y no lo hace caso.

Las sillas comienzan a llenarse y con el paso del tiempo los 300 lugares están casi ocupados.

- Tercera llamada.

Jazzmoart

Las luces se bajan, la voz de Iraida comienza a llenar el espacio, la guitarra de Otaola la acompaña, ella canta en portugués; él no tiene lengua la guitarra sustituye su voz y logra expresarse y compaginarse con ella.

De la parte trasera del escenario Jazzmoart, artista platico amante del jazz, el amor y el arte, emerge. Con un cúter comienza a moldear los bloques de cartón. Dobla y corta, corta y dobla hasta dejar una figura semejante a un pájaro.

Abandona el escenario pero después regresa con un bote de pintura negra y un gran pincel. Líneas amorfas y círculos se plasman sobre el cartón moldeado. Otaola, Iraida y Jazzmoart, improvisan sobre el escenario, cada uno con la herramienta que mejor explota sus habilidades. El jazz no sólo se escucha, también se ve.

Tres grandes representantes

Jazzmoart, ganador del Premio internacional de dibujo Joan Miró en 1985, repite la operación con bloqué de cartón en el otro extremo. Otaola, con su peculiar gorro del que cuelgan cuatro largas trenzas, muestra la experiencia que tiene al tocar la guitarra adquirida en sus grupos de rock como Santa Sabina o San Pascualito rey, afina las cuerdas rápidamente y logra interpretar una melodía acorde a la voz de Iraida, considerada una de las cantantes de jazz más importantes del país.

El jazz es improvisación y los tres artistas sobre el escenario es lo que se dedicaron a hacer. El artista plástico terminó de transformar las dos torres de papel inerte en seres con vida, rodeados de tiras multicolor.

El guitarrista, sin decir palabra se dedicó a transmitir sentimientos a través de las cuerdas, y con ayuda de un distorsionador de sonido, creaba con la guitarra las percusiones, que se repetían incesantemente, la resonancia de una sola cuerda se repite y se mezcla otorgándole un sonido eléctrico a la presentación.

Y la voz, que cambia de matices y tonos, que llena el espacio, que lo vacía, que juega con los demás componentes sonoros, que crea tensión, que aflora los sentimientos, y que se pierde con lo efímero de los sonidos, crea un ambiente inolvidable en esta noche de calurosa primavera.





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